02.04.2018

Organización hacia un bien común

A cinco años de su fundación, James McAnally y Stephanie Sherman reflexionan sobre Common Field, una red estadounidense de espacios dirigidos por artistas.

Alrededor del 2003, un nuevo grupo de espacios artísticos comenzaron a aparecer alrededor de los Estados Unidos; sin embargo, por años se mantuvieron fuera del radar uno de otro y del mundo del arte en general. No es claro por qué este año en particular marca el surgimiento de la fundación de estos espacios —una nueva generación de gente creativa desilusionada por el arte a raíz de la locura del 11 de septiembre 9/11 y la Guerra de Iraq, la ubicuidad de las tecnologías móviles que precipitaron el trabajo fluido en una puesta en marcha, a la manera DIY o DIT, o simplemente, según los tiempos, una confluencia de energías en torno a la idea de operar espacios o instituciones de arte de forma diferente a como las instituciones de arte o cultura visibles tenían en oferta.
Muchos de estos espacios —Machine Project (Los Ángeles), The Luminary (St. Louis), Elsewhere (Greensboro), Space Gallery (Portland, Maine), y Threewalls (Chicago), por mencionar sólo algunos— eran parte de un grupo de 20 directores de espacios artísticos que fueron invitados a un retiro en Ox-Bow en 2013. Fue a partir de este retiro que surge Common Field. Los fundadores iniciales, Elizabeth Chodos, Courtney Fink, Nat May, Abigail Statinsky, Stephanie Sherman, y Shannon Stratton, representaban organizaciones que tenían el beneficio de ser parte del Warhol Initiative, un programa de desarrollo de capacidades dirigido por la Fundación Andy Warhol para las Artes Visuales —una de las pocas fundaciones para el otorgamiento de becas en EE.UU. comprometida profundamente con el trabajo de organizaciones artísticas. Aparte de la Fundación Warhol, no hay fundaciones privadas enfocadas en apoyar el trabajo de este campo a escala nacional, y los fondos públicos —como el National Endowment of the Arts o los consejos de arte estatales— no sólo tienen recursos limitados, sino que también son muy variables respecto a sus compromisos anuales. Muy pocos fondos cubren recursos operativos por lo que las organizaciones frecuentemente sobreviven inventando alguna combinación híbrida de voluntariado desenfrenado, ingresos obtenidos de programas o ventas, fondos de donaciones y donaciones privadas —desde grandes cantidades hasta crowdfunding. Sin perspectivas reales para una estructura de financiación centralizada o un consenso sobre la promoción de la financiación como un objetivo viable, los organizadores fundadores de Common Field vieron la necesidad de articular prácticas y valores compartidos, dando definición al campo.

La premisa para Common Field era generar una red de estos espacios de artistas y organizaciones que pudieran respaldarse una a otra a través de recursos compartidos, conexiones y apoyos, y mediante este intercambio crear organizaciones más sólidas, con mejores recursos, más interconectadas y mejor respaldadas como resultado del conocimiento y el poder colectivo compartido. Oficialmente lanzada en 2015, Common Field tomó como punto de partida el objetivo de “representar” este campo en evolución, que tenía pocos foros de conexión, y escaseaba de un lenguaje compartido a través del cual estos espacios pudiesen expresar su alcance, visión e impacto dentro del panorama del arte contemporáneo en los Estados Unidos. Se propuso visibilizar los espacios y proyectos dirigidos por artistas que componían el campo, inventando su propia manera de hacer cosas como una red que incorporaba los valores particulares de sus miembros. Tendría que ser ágil, experimental, arriesgada, inventiva y receptiva.
Por supuesto, había un precedente histórico para Common Field, aunque parte del desafío del campo de las organizaciones de artistas es que su historia a menudo se pierde, se fragmenta o peor aún. Por ejemplo, el caso del predecesor más inmediato de Common Field, NAAO [la Asociación Nacional de Organizaciones de Artistas (National Association of Artists’ Organizations por sus siglas en inglés) que funcionó desde 1982 hasta 2001] el cual perdió sus archivos en un camión de basura cuando estos fueron retirados, sin saberlo, del garaje de un antiguo director. Centrado principalmente en el apoyo a las organizaciones de artistas que pudiera generar a través de la promoción política, NAAO sufrió una lenta desaparición después de demandar a su propio financiador, el National Endowment for the Arts, cuando el NEA revocó el apoyo a becas individuales después de que el notorio “NEA Four” [1] enfrentara a artistas individuales contra políticos conservadores —quienes negaron las becas— y las organizaciones que los apoyaron. Los precedentes más recientes, como Common Practice en el Reino Unido formaron una red cerrada y lograron una tarea singular y crítica: defender ante el consejo de arte del Reino Unido, el valor de los espacios de artistas. En contraste, hasta la fecha, Common Field no ha tenido una agenda tan específica de defensa, más allá de visibilizar un campo de organizaciones de artistas que no son ni parte del mundo del arte comercial, ni de la universidad o el sistema museístico y, al hacerlo, generar visibilidad y viabilidad para esta área del mundo del arte que a menudo se pasa por alto.

Como una red nacional, Common Field conecta, respalda y aboga por el campo centrado en el artista, conectando, en la actualidad, a 700 miembros de 43 estados. La red incluye espacios de arte alternativos, publicaciones, espacios virtuales de exhibición, residencias, plataformas, colectivos, colaborativas, así como organizadores individuales. Fundamentalmente, Common Field “apoya la organización que genera nuevos contextos de creación, circulación y crítica. [Ellxs] se comprometen con las condiciones sociales, políticas y económicas cambiantes, priorizando el rol de la organización del arte dentro de estas preocupaciones más amplias.” Las organizaciones, autoidentificadas como miembros, se alinean con una red de valores y prácticas de organizaciones de artistas y su organización, y pagan con base en su presupuesto una pequeña tarifa anual para apoyar la red y sus servicios. El programa principal de Common Field es la Convención Common Field, una reunión anual nómada que reúne al campo, más recientemente en Los Ángeles en noviembre de 2017. Common Field también alberga iniciativas de investigación, proyectos de publicaciones y comisiones de proyectos en asociación con su red de miembros, reuniones regionales, un foro en línea y más.
A cinco de años de desarrollo, Common Field ha inflexionado conscientemente sobre su propia fundación organizacional con los desafíos ideológicos más urgentes de la época: está comprometido a involucrar al arte como una expresión de alianzas y prácticas sociales y políticas, acercándose al arte no sólo como una práctica que refleja el mundo, sino como un modo de representación o modelado activo del mundo. Este compromiso y modalidad operativa ha formado una red consciente de las afinidades y discrepancias entre sus participantes en cuestión de enfoque creativo, ideología, misión y visión. Independientemente de ellos, la evolución de Common Field ha sido conscientemente demostrativa, intentando modelar prácticas equitativas, gobernanza transparente, formas culturales colaborativas e inmediatez de respuesta como una manera de incubar aún más estos valores dentro del campo.

La formación de Common Field ha sido un ejercicio de “mutualidad” de un grupo de espacios en donde lo “común” es una red de intereses, prácticas y enfoques —parte curatorial, parte directoral, parte artística, parte colectiva, parte administrativa, simultáneamente todas y ninguna de las anteriores.

Una pregunta dominante durante el desarrollo de Common Field ha sido cómo, exactamente, este campo se mantiene como una red coherente —un conjunto de proyectos dirigidos por artistas, centrados en el artista o auto-organizados, que es expansivo y esencial en lugar de desconectado y marginal a las actividades más amplias del mundo del arte. Desde los documentos fundacionales de la red hasta las actividades de sus más de 700 miembros, Common Field ha sido multi-consecutiva, es dispar y no se puede resumir en una descripción fácil. Tal vez sea una cuestión más de posicionalidad que de estructura: de abajo hacia arriba, de afuera hacia adentro, de singular a común.
Nuestros tiempos contemporáneos han sido vistos como aquellos atormentados por el fracaso de las instituciones gubernamentales, financieras, éticas y, por supuesto, culturales. La institución, como se entiende fundamentalmente, es un centro de poder, una destilación de fuerzas en un todo discreto. El mundo del arte institucional es un elemento común para el trabajo de las organizaciones, proyectos y espacios que conforman este campo. Ese mundo de instituciones tiene ciertos códigos: procesos jerárquicos de toma de decisiones, relaciones de poder dominantes, modelos de financiación comprometidos, historias coloniales y un punto de vista dominante, blanco, masculino y eurocéntrico. En los EE.UU., muchos museos, pero también el “complejo industrial sin fines de lucro” más amplio, así como la academia en general, tienden a ser más lentos para responder a llamadas de descolonización, acción directa y desinversión de clientes problemáticos, ya sea la familia Sackler o compañías de combustibles fósiles. El modo de trabajo independiente o alternativo es un equilibrio necesario y resistente a estas tendencias que abre nuevas formas de trabajar en pro de la equidad, la mutualidad y la liberación. La existencia de Common Field como una red de rápido crecimiento abre un punto de vista en el que esta “otra” forma de organización independiente se imagina más grande, más expansiva y más entrelazada que la centralidad de la institución. Esta red es dependiente de la colaboración y la solidaridad más que de las fuerzas que socavan los mensajes que presentan su organización y sus espacios constituyentes. Esta red, en su intento por promocionar las formas organizativas ligadas a la ética comunitaria y al beneficio compartido, ofrece una especie de contra-poder al mercado y al mundo del arte institucional: modelos y ejemplos tangibles que avanzan en el presente, tácticas hacia los próximos pasos y futuros reimaginados.

En el caso de Common Field y muchas de sus organizaciones, somos bastante específicos en nuestra elección de no ser instituciones, ya que las instituciones están fundamentalmente diseñadas para soportar cambios a lo largo del tiempo. Se mueven lentamente, se resisten al cambio, son firmes y resilientes, sirven mejor como largos espejos, en lugar de catalizadores para los cambios en las culturas que les rodean. Las organizaciones, por otro lado, son formaciones de prácticas, un sistema diseñado en respuesta a una necesidad o agenda. Ponen en movimiento una estructura o plataforma para la participación que desplaza una visión radical por una realidad que puede ser comprometida, aprehendida y extendida. Las organizaciones son formas codificadas de hacer las cosas: ayudan a los extraños a trabajar juntos, proporcionan mecanismos para diferentes maneras de involucrar a las personas, se mueven con los tiempos en los que se encuentran.
Una organización dirigida por artistas o centrada en ellxs, generalmente se aproxima al trabajo de lxs artistas como un proceso abierto, en lugar de los frutos finales de su trabajo, y pone esta perspectiva en el centro de su práctica. La organización podrá estar dirigida por lxs propixs artistas, o podrá ser una expresión de la intención curatorial de provocar, involucrar o conectar el proceso artístico. Valora a lxs artistas y a su público como agentes humanos. Así mismo, muchas de las organizaciones de Common Field se comprometen a superar los límites del arte: cómo es que se hace, se habla, se presenta, se cura, se activa. Y, por lo tanto, estas organizaciones suelen ser experimentales (en el sentido de que toman riesgos, intentan, fallan), son independientes (no están supeditadas a otras instituciones más grandes) y no son comerciales (las ventas no son el resultado final o el objetivo de su trabajo, incluso si tienen una interfaz comercial).

Dentro de las instituciones de arte contemporáneo más tradicionales, a menudo es la figura del curador quien maneja la agencia de dichos espacios para abordar las urgencias del presente a través de un enfoque predominantemente simbólico en forma de exhibiciones y programas; dentro de Common Field, las tendencias curatoriales se inclinan hacia cuestiones de proceso, acceso y generación de conocimiento, así como la construcción de comunidad o la conexión directa con el cambio cultural y estructural. En este campo, lo que se hace no se centra necesariamente en un puesto particular, ya que el director, el curador, el montajista, el recaudador de fondos y el comunicador a menudo colapsan en la misma práctica. Desde este punto de vista, Common Field frecuentemente se refiere a sus participantes como “organizadores de las artes”, ya que este trabajo es mucho más parecido a lo que un organizador comunitario podría hacer: reunir, comunicar, conectar, organizar, crear fondos, recaudar fondos, etc. En lugar de los sustitutos más comunes como el trabajador artístico, el productor cultural o el administrador de arte, posiciones que se han vuelto centrales en cuestión del artista como obrero, como agente libre y como burócrata, respectivamente, un organizador de arte contiene y excede estas dinámicas.

Uno administra el presente pero organiza hacia el futuro.

Poniendo en primer plano esta tendencia, Common Field creó una serie improvisada bajo el título de Politically Resistant Programming tras las elecciones presidenciales de EE.UU. en 2017. Este programa reunió las actividades de sus miembros generando videoconferencias en línea y herramientas para compartir investigaciones sobre cómo estaban respondiendo y resistiendo las organizaciones y los organizadores. La serie surgió de una observación inicial de las actividades auto-organizadas que se estaban generando en el campo y la apremiante necesidad de actuar dadas las altas apuestas en juego. Sin embargo, la habilidad de Common Field para ofrecer una legibilidad colectiva alrededor del trabajo de sus miembros apuntan al poder de esta actividad curatorial descentralizada: reunir, presentar y difundir el disperso trabajo de la red. Los programas de Common Field negocian este delicado equilibrio, coagulan y comparten acciones organizativas y estimulan la energía colectiva en nombre de la red misma.

Si la institución es el poder centralizado a ser reformada hacia nuevos y equitativos fines, es en el sector independiente donde vemos primero estos valores a ser representados. No es una imagen de la institución colocada contra su contrario, más bien se trata, parafraseando a Antonio Negri, de construir organizaciones de lo común. Las teorías por sí solas no permitirán el tipo de cambios necesarios. Sin ejemplos prácticos de cómo funcionan los bienes comunes, sin un medio para aprender y reorganizar, sin la tensión de compromisos y negociaciones reales, ninguna aspiración llegará a materializarse. En el mejor de los casos, Common Field se basa en estas estrategias y tácticas, fortaleciendo el trabajo de organización de sus nodos y su agregado en conjunto.
Como un contrapeso a las tendencias centralizantes de la institución, el movimiento de Common Field debe ser circular: una colectividad que se reúne, o convoca, y una red que continuamente empuja hacia fuera y de regreso hacia sus miembros. La permeabilidad de Common Field como una red requiere que sea moldeable a los deseos de la red misma, eso es, de hecho, inseparable de las múltiples voces de sus miembros. Una red también puede ser un sitio problemático de poder consolidado, como lo dejan en claro nuestras ubicuas redes “sociales”, por lo que es la vigilancia hacia lo común lo que mantiene a esta estructura descentralizada en su lugar. La circulación entre Common Field, y sus miembros y viceversa debe ser generativa, y perpetuamente reformativa. Debe estar abierta a la crítica y ser flexible, debe encontrar formas de recepción de aportaciones, pero también tomar decisiones rápidas e inteligentes.
Common Field es imposible de imaginar separado de las urgencias, posibilidades y complicaciones del presente. Está implicado tanto a nivel nacional como globalmente inflexionado. Aunque Common Field se sitúa dentro del contexto único de los EE.UU. en todas sus desordenadas asociaciones, el campo en sí es un fenómeno global: las organizaciones artísticas nacen, viven y mueren, son funciones de sus contextos y motivaciones, y son a menudo no reconocidas por las instituciones más grandes que alimentan. Estructuralmente, Common Field se construye en torno a las presencias a veces contradictorias de su red en centros urbanos y contextos rurales, en formas itinerantes o en línea, y en la confusa combinación de modelos organizativos establecidos más antiguos con las plataformas experimentales emergentes siempre surgiendo. Su imperativo es permanecer cerca de estas voces, reformando constantemente en respuesta a las necesidades y aspiraciones de su red, y, a través de este proceso, formando una de las más completas asignaciones de organizaciones de arte contemporáneo y sus prácticas en los Estados Unidos, en todas sus realidades concretas, complejas y contingentes.

Encuentro Common Field 2015, Minneapolis, Minnesota. Imagen cortesía de The Soap Factory y Common Field.

Notas

  1. En palabras de Alexis Clements: “NEA Four —Tim Miller, Holly Hughes, John Fleck y Karen Finley— [fueron] artistas [a quienes] se les negó la financiación de National Endowment for the Arts (NEA) en 1990, después de que el Congreso aprobó una ‘cláusula de decencia’ que otorgó al NEA permiso para denegar apoyos basadas en el tema del arte”. Clements, Alexis. The NEA Four Revisited: On Arts Funding. Hyperallergic, 14 de mayo de 2013.

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