Edición 24: Cabeza de tierra

Raza Sosa

Tiempo de lectura: 8 minutos

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05.12.2022

Talachas (reparaciones) post-gore

Raza Sosa sobre el trabajo de Andy Medina y el capitalismo post-gore

Una manada de chacales deseantes y desechables babean por el hedor verduzco del papel. Son auténticos chacales endriagos del Capitalismo gore,[1] chacales que matarán por esnifar el aroma de un dólar y se comerán al líder con el mismo colmillo que al líder anterior. Son chacales rebeldes y esclavos, manadas contradictorias de chacales endriagos.[2] Esa es, tal vez, la dialéctica entre los sujetos endriagos y los Estados nacionales en territorios tercermundizados.

Escribo desde el barrio bravo de Tepito/Tepitón/Tequipeuhcan, o lugar donde comenzó la esclavitud, un territorio barrializado embellecido a punta de pintura blanca en las paredes y moños negros en las puertas. En un mundo en el que la fabricación de subjetividades, deseos y afectos está atravesada por el binomio dinero/muerte (dinerosobremuerte), habemos quienes escribimos preguntando a nuestres muertes cómo escapar. El artista oaxaqueño Andy Medina, quien percibe su trabajo como una extensión de sí que le permite explorar sus inquietudes sensitivas y cognitivas sobre la raza, el lenguaje, la educación y el género, es mi compañero de huída del régimen blanco, cisheterocapitalista y necropolítico.

Rendir tributo (2017) nos muestra una oficina bochornosa clamando piedad, donde el cuerpo y el territorio son el tributo que se rinde a las instituciones que administran el capital económico y el capital de muerte. El retazo de tela triste ventila los sentimientos del cuerpo, lo que les cuerpes sienten tras pasar dieciséis horas de tiempo esclavo trabajando en una mina o en una silla de polietileno blanco para alcanzar las promesas que el cisheterocapitalismo [gore] nos vendió a les tercermundizades. Los murmullos se disuelven en la humedad y el paisaje sonoro de la oficina. Dinero y bendiciones son la plegaria. ¿Será que el tributo a las instituciones que administran el capital económico está siempre atravesado por relaciones tributarias hacia las instituciones que administran la muerte? Respecto a esta pregunta responderemos que sí, y agregamos que el binomio dinerosobremuerte es una de las anclas que hunden a Abya Yala bajo un régimen donde el sacrificio de los cuerpos, la diversidad y la vida es el medio para preservar la tranquilidad económico-emocional en los nodos de blanquitud.

El capitalismo contemporáneo produce subjetividades que la filósofa tijuanense Sayak Valencia llama sujetos endriagos,[3] entendidos como aquellos sujetos tercermundizados que disputan la autoridad y los medios a los Estados para ejecutar necropolíticas y necroprácticas sobre los cuerpos/territorios, bajo una relación ritualística con la muerte, la masculinidad hegemónica y las lógicas racionalmente económicas del pensamiento occidental. Toda subjetivación gore es una subjetivación mediada por la economía y la implantación del deseo, por los devenires de la racionalidad económica, capitalística y machista. En este sentido podemos gritar junto con Sayak que el capitalismo gore es producto de la colisión devastadora entre el cisheterocapitalismo, epistemes de la violencia y un arsenal de prácticas necroempoderantes perfeccionadas en la subjetividad.

Este acercamiento al aparato crítico que Andy Medina nos propone dialoga con Suely Rolnik y Sayak Valencia sobre el Cistema como una fábrica de tecnologías avanzadas para la subjetivación cognitiva y la ortopedización corporal.[4] Estas tecnologías son especialmente imprescindibles para la implantación y glocalización del capitalismo en sus diversos contextos somatogeográficos. La psicoanalista Suely Rolnik nos dice que “la dominación y explotación económica encuentran una de sus armas, por no decir su arma más poderosa, en la manipulación de la subjetividad”.[5]  Dicho de otro modo, la introyección de la racionalidad económica en nuestros campos de agencia sentimental, deseatoria, afectiva e ideológica, funciona como un mecanismo de gestión y producción de blanquitud en los cuerpos/territorios tercermundizados. Así es que, de la mano del aparato crítico de Andy Medina, decimos que una subjetivación gore es siempre una subjetivación americanexpress, en la cual los medios para la obtención de los capitales se ejecutan vulnerando sistemáticamente las partes constitutivas de terceros cuerpos, sean estos cuerpos humanos o cuerpos ambientales.

Mirando la subjetividad desde su calidad de producto de fábrica, creemos que las sensibilidades han sido tergiversadas hasta el punto de convertirse en un arma de doble filo. Nos hemos cortado. La sensibilidad es tanto un arma de resistencia antipatriarcal como un ungüento que moldea la carne a través del miedo que produce ver lo cerca que está el cuerpo de lo vulnerable y la muerte de lo espectacularizable.[6] En este sentido, dentro de las subjetividades prefabricadas existe una configuración identitaria caracterizada por permanecer en un estado de shock.

Sabemos que es en la hipersensibilidad del cuerpo donde se posa la mirada de occidente para valorizarlo como mercancía exotizable y rentabilizable; sin embargo, en esa fragilidad también descansan entramados de afectividades fugitivas al régimen necropolítico cisheterocapitalista. Remembrar nuestros dolores y exponer esa fragilidad es defender la memoria y la vida, pero la dosificación persistente de un imaginario visual que glamuriza modos brutales de violencia suprime las sensibilidades activas hasta crear formaciones de sensibilidades inactivas, incapaces de responder a la violencia exacerbada que desborda en técnicas necrófilas de acabar con los cuerpos/territorios.

Cuando hablamos de “formaciones de sensibilidades inactivas” estamos dialogando con lo que Sayak llama «herramienta[s] para la supresión de cualquier disenso —incluso interno”.[7] Una formación de sensibilidades suprimidas o inactivas se produce a través de la hipermediatización de imágenes, donde se expone la vulnerabilidad radical del cuerpo a través de un régimen escópico colonial.[8] Dicho en palabras de la misma Sayak: “los medios de comunicación [actúan] como sobreexpositores de la violencia que naturalizan para los espectadores, a través del constante bombardeo masivo de imágenes, hasta convertirla en un destino manifiesto ante el cual solo cabe resignarse”.[9]

Pulsiones de muerte y preguntas. ¿La imagen de un cuerpo llevado a los niveles máximos de vulneración provoca el apagamiento de cualquier forma de resistencia activa y anti individualista? ¿Mi cuerpo y el mundo estamos soles ante la fragilidad de mi cuerpo y la vulnerabilidad del mundo? No podemos ser reduccionistas y decir que la sobreexposición de imágenes de cuerpos despojados de vida es la única tecnología de subjetivación; de hecho, Butler parece avisarnos que también aquello que no se muestra forma parte del imaginario que el régimen neoliberal de las democracias facísticas[10] busca implantar en la sociedad. Es un continum entre segundos de luz y estados de opacidad lo que estructura el orden de lo público, ya que “lo público sigue subyugado a la condición de que ciertas imágenes no aparezcan en los medios, de que ciertos nombres no se pronuncien, de que ciertas pérdidas no se consideren válidas y de que la vivencia sea irreal y difusa».[11]

La romantización de subjetividades arquetípicamente violentas es el producto de la relación histórica de exotización que tiene la mirada occidental con respecto de aquellas existencias otras del “yo, humano, euroblanco, cisheterosexual”. Sabemos que no gastamos palabras al decir que la naturalización de las subjetividades conduce a la romantización de las opresiones a las que les cuerpes racializades, sexualizades y generizades son sometides. No estamos hablando aquí sobre “el arte” de descuartizar a una mujer y hacer que quepa en una bolsa, estamos —en cambio— gritando con y a pesar de nuestros propios abrires de la carne y cortares de garganta, estamos denunciando que nos vendieron fileros y AK-47s como prótesis decoloniales y Balenciagas como aclarantes cosméticos.

Además de las violencias gore ejecutadas por Estados Nacionales y sujetos endriagos, existe un tipo de violencia racista que tiene que ver con el lenguaje, tema central de Andy Medina. Este trabajo nos habla de la higienización lingüística-racial que viene sucediendo desde la colonia, pasando por la conformación del Estado mexicano hasta el presente. En la foto se lee en zapoteco del Istmo de Oaxaca: Lii qui gannalu´, que traducido al español significa “tú no sabes”. La banca está sostenida en una de sus patas por la Constitución Política de México y diccionarios de español e inglés. Evocando palabras de Andy: la venganza se presenta como una cachetada que nos recuerda que una lengua indígena nunca muere frente a una lengua colonizadora, sino que se mantiene esperando su revancha.

Vaciar de memoria a los cuerpos a través de lo que no se enseña [y lo que no se habla] también forma parte del imaginario social que decanta en nacionalismos racistas anti-indígenas. Ahora cabría preguntarnos: ¿qué instituciones lucran con la opacidad, entendiendo esta última como una manera ancestral de resistencia anticolonial? ¿Cuáles son las diferencias entre un texto sobre la muerte y la muerte administrada sobre el cuerpo que produce el texto sobre la muerte? Sentimos que el despojo y extracción de la vida del cuerpo no es ni teórica, ni poética; “hace falta ser idiota o asquerosamente deshonesto, para pensar que una forma de opresión es insoportable y que la otra está llena de poesía”.[12]

Imaginar caminos de huída es inverosímil sin prácticas colectivas para la defensa de la vida y el territorio. Esto implica romper con las subjetividades como pactos con la blanquitud. Despabilarnos de ese estado de shock, mantenernos corrientes y correr del secuestro de la vida, escapar de los estandartes identitarios. Crear éticas de reparaciones post-gore.

Viene a mi memoria el dicho del habla coloquial «nortearse», que significa perder el sentido y rumbo del norte. Mi lengua lo usa para extraviar el norte como horizonte ético-político, extirpar las ficciones políticas implantadas por occidente, olvidar el idioma del colonizador, encontrar caminos no recorridos y deseos fugitivos de las tecnologías de subjetivación necropolítica en territorios tercermundizados. Sigamos navegando los misterios tras las opacidades, sigamos produciendo la saliva para escupir a la imagen. Mantenernos [corrientes].

¡Run, run!
¡Fuga!

Notas

  1. Sayak Valencia, Capitalismo gore (España: Melusina, 2016).

  2. Paolo Virno, Gramática de la multitud (España: Traficantes de sueños, 2003).

  3. Op. cit

  4. Ibid

  5. Suely Rolnik, La memoria contagiosa del cuerpo (1992). Consultado en: https://transversal.at/transversal/0507/rolnik/en.

  6. Op. cit.

  7. Ibid

  8. Sayak Valencia y Katia Sepúlveda, “From the Fascinating Fascism o the Fascinating Violence: Physo/Bio/Necro/Politics and Gore Market”, en Mitologías hoy, 14 (diciembre 2016).

  9. Op. cit.

  10. Valencia, Capitalismo gore, 158.

  11. Judith Butler, Vida precaria (Argentina: Paidós, 2006).

  12. Virginie Despentes, Teoría King Kong (España: Melusina, 2007).

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