Edición 24: Cabeza de tierra

Eduardo Carrera

Tiempo de lectura: 11 minutos

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06.02.2023

Afectividades, hongos y planetas

Prácticas artísticas que localizan estrellas. Un acercamiento al trabajo artístico de Juan Carlos León

Yayo Herrero menciona que vivimos un momento de crisis de civilización.[1] Podríamos decir que la cultura, la economía y la política hegemónicas le han declarado la guerra a la vida. En el origen de esta crisis está la ruptura de la cultura occidental y la Modernidad respecto a la materialidad de la Tierra y de los cuerpos. Deconstruir los mitos y creencias en los que se apoya una cultura ecocida, patriarcal, colonial e injusta es un paso previo para reorientar subjetividades y prácticas que pongan la vida, vulnerable y finita, como una prioridad.

Actualmente habitamos en un tiempo de muerte. ¿Son los rituales y las espiritualidades herramientas para sostenernos en momentos en que la vida se pone en riesgo? ¿Qué sentimientos importan en la vida pública? ¿Qué sucede con los duelos impedidos, imposibilitados, arrebatados, negados y diferidos? ¿Cómo podremos reelaborar ese espacio del duelo, no ya individual, sino como una manifestación pública de afecto desde la individuación, y reinscribirlo en el espacio de lo artístico y de lo público? ¿Es más fácil comprender y habitar en un tiempo de muerte, de duelo, con el apoyo de prácticas mágicas-artísticas-científicas? ¿Cómo habitar un espacio del duelo a través del autocuidado y de los cuidados mutuos?

La ciencia, el arte y la magia son formas complementarias de explorar el mundo. Les artistas hacen diferentes tipos de interpretaciones sobre la naturaleza.

La magia, la ciencia y el arte son formas de resistencia creativa, una forma de entender el universo y navegar por él, una forma profundamente relacional de ser y colaborar con entidades humanas, no humanas y extradimensionales, e incluso máquinas y tecnologías.

Frente a esta realidad, las prácticas artísticas pueden ejercer una función renovada como espacios de conocimiento mágico-científico, como espacios de negociación discursiva en términos no sólo de representación. Y al mismo tiempo, son prácticas que pueden acercarnos a la espiritualidad y que le dan lugar a los cuidados, a la memoria y a los afectos. ¿Cómo podríamos entender esta compleja relación entre la ciencia, el arte y la magia? ¿Qué forma toman la creación de imágenes y las materialidades en los intersticios de estas prácticas?

​​Juan Carlos León es un artista ecuatoriano que actualmente reside en México, cuyo trabajo se caracteriza por tener una identidad híbrida. Su producción une el pasado, el presente y el futuro, abarcando la cultura y la naturaleza, el arte y la ciencia. A menudo trabaja con materiales ricos en cualidades físicas y simbólicas (petróleo, agua, hongos, extractos de plantas medicinales, etc.), que también emanan connotaciones económicas, religiosas, mitológicas y culturales. Está interesado en la forma en que el avance tecnológico le da a los humanos la ilusión de poder sobre la naturaleza. Ahora está experimentando con una variedad de colaboraciones entre el elemento humano y el elemento natural mediante el diseño de un entorno humano controlado que, con el tiempo, da paso a un proceso orgánico. Produjo una serie de obras, en las que coloca sobre cajas de Petri, esporas de hongos Penicillium, Rhizopus y levaduras. Con el control de la humedad, la temperatura y la luz, el moho comienza a crecer. Una vez que el hongo se integra con el papel y la información, el hongo sigue creciendo. Después de algunas semanas, el moho toma formas abstractas y crea su propia visualización de información viva.

Claude Lévi-Strauss escribió que el arte se encuentra a medio camino entre el conocimiento científico y el pensamiento mágico.[2] Durante los últimos dos años el mundo cambió, y también lo hizo la práctica artística de Juan Carlos, ésta se vio afectada por las pérdidas, duelos y cambios que sucedían alrededor de su vida. La madre de Juan Carlos falleció en el 2020, y este acontecimiento es una instancia emocional, psicológica, conceptual y simbólica para el desarrollo de un cuerpo diferente de obra (y de una forma distinta de habitar y estar en el mundo). Además del duelo por la muerte de su madre, el artista se enfrentó a una separación sentimental con su pareja de ese entonces, y a la inestabilidad de no tener un lugar fijo dónde vivir (desde el 2019 el artista viaja constantemente entre Ecuador y México por trabajo y porque fue parte del Programa Educativo SOMA); todas estas circunstancias atraviesan los procesos por los cuales León ejecuta su obra artística. Una práctica que era impulsada por la búsqueda de un método, relacionada con un lenguaje científico, de mediciones, de datos, se transforma, o hace una transición hacia formas intimistas de reflexión sobre los cuerpos astrales, un mundo interior/colectivo que tiene una urgencia por ser representado; se trata de ejercicios artísticos que tienen una relación con el conocimiento científico y la astronomía, pero que se ven atravesados por la magia, la fe y la astrología.

Prescindiendo de narraciones simples del habitar, Juan Carlos nos acerca a las formas intrincadas en las que, hasta cierto punto, siempre hemos sido cautivades por el encanto de lo numinoso y la precisión de lo científico. Demuestra cómo las tendencias de la cultura mágica hacia el secreto, la oclusión y el cifrado pueden proporcionar a les artistas contemporánees estrategias de comunalidad reparadora, una fe renovada en el poder invocador del testimonio personal y una poética de la práctica que podría cuestionar audazmente nuestras circunstancias políticas, desde la crisis del colapso climático a las restricciones de las técnicas socialmente sancionadas de atención humana.

Juan Carlos describe su perspectiva sobre el duelo como una transformación, un viaje: «Es mi respuesta a este tiempo de cambios y de muerte”.[3] Es una mirada distinta y está llena de sospecha, de voluntad y de deseo. Es una forma furtiva, sagaz, crítica, melancólica y, sin embargo, deseosa de mirar las cosas, una perspectiva de lo extraño, de un tiempo que se describe como “un flotar” según el artista, que es consciente que el duelo está vinculado con lo ritual y con la transformación de nuestro universo simbólico. Todo se reconfigura según esa pérdida, según las muchas pérdidas que tendremos que soportar durante la vida, pero en especial en estos tiempos de muerte, donde “la pérdida” se acelera y se potencia. Y, para sostenernos durante esas pérdidas que no tienen remedio para el conocimiento científico, es quizás oportuno buscar un remedio en lo espiritual, en lo mágico.
Las estrellas que se convierten en supernovas son responsables de crear muchos elementos que encontramos en la naturaleza, incluidos algunos componentes del cuerpo humano: “somos polvo de estrella”, dijo Sagan. En el tarot, la estrella simboliza la resurrección, pues representa el paso del día a la noche, y viceversa. También hace referencia a una transición entre un periodo de afecciones y un periodo de paz interior y exterior, de espiritualidad. La instalación lumínica denominada Kuyllur o Astro brillante es el resultado de una operación matemática en la que el artista formula la duración del tiempo de la última llamada telefónica que recibió por parte de su madre y las coordenadas del lugar de fallecimiento de su madre. El resultado de esta operación matemática es el lugar de proyección y campo de visión angulado que apunta al sitio espacial en el cual su madre se transforma en una nueva estrella en el cielo. Esta pieza se acompañó de un video que muestra galaxias y astros luminosos ficticios, creados a partir de la manipulación tecnológica de la transmisión del video online del momento previo a su entierro.

En la serie de pinturas Kallumpakunamikan shunku el artista se interesa en las infinitas formas en que se pueden aplicar materiales como hongos moho Penicillium, yodo y violeta de genciana para desarrollar composiciones abstractas y coloridas en lienzos-contenedores modificados como si fueran cajas de Petri que visualizan información de correos electrónicos no enviados o recibidos, comentarios en redes sociales o notas manuscritas que reflejan la relación de Juan Carlos con su madre previo a su muerte. Una devoción casi mística por el acto de hacer y el deseo de comunicarse a través de símbolos y matices.[4] Todos los seres vivos existen en simbiosis con los hongos y este entrelazamiento de múltiples especies es la base de todos los ecosistemas. Esto plantea grandes preguntas sobre dónde comienza y termina la vida, y ofrece nuevas e increíbles posibilidades sobre cómo podríamos pensar el futuro de nuestra existencia.

Efemérides entre Pandora y Patricia es una de sus obras más recientes presentadas en la exhibición Estertor en la galería Oficina Particular, para la cual crea una serie de tintas inestables sobre papel, que hacen referencia a la relación temporal a partir de los recuerdos sobre el viaje de la madre del artista a México y momentos de relevancia astronómica ocurridos en 1980. Son obras que trabajan la idea de la muerte, el duelo y la presencia desde una mirada astronómica, espacial, desarticulando la idea cristiana del cielo y lo celestial. Son ejercicios pictóricos que por su condición matérica (tinte inestable) se desvanecen y sólo guardarán el registro de la historia o el sentimiento narrado a través de frases y los pantones de color utilizados, mientras se ven influencias por el impacto formativo de la espiritualidad, la geometría sagrada, la teoría del color y el pensamiento científico. Juan Carlos utiliza el yodo y la violeta de genciana como materialidades para sanar heridas, pero también por su cualidad de color, un naranja fluorescente y un violeta muy intensos que, sin duda, transforman y se introducen en nuestra mirada proporcionando otra imagen distinta sobre la muerte, una imagen que nos indica que el desvanecimiento de la vida forma parte de la permanencia de un cuerpo, de la continuidad de un ciclo. Visualmente la serie de tintas también hace referencia a la gráfica utilizada en afiches relacionados a contenidos de ciencia ficción de los 70s y 80s, pero que también confronta la idea de la práctica pictórica perdurable y que busca ser eterna e inmutable.

En Extracción (2022), el artista reproduce la morfología de un planeta que está hecho de copal —el árbol de copal derrama una resina aromática de importancia cultural, económica, social y mística. Las personas utilizan popularmente el copal para quemarlo y ofrendar a les difuntes. También, su corteza hervida se bebe como agua para tratar golpes internos, así como para aliviar los bronquios y hacer limpias de cambio de energía corporal y espacial. En este planeta de copal está incrustada una piedrita de oro, que es producto del derretimiento de la alianza matrimonial del artista. Esta piedra, asteroide, es un cuerpo celeste de oro que se estrelló contra el planeta de copal, una materialidad que se estrella con otra, y en su colisión se produce un amuleto, un objeto esotérico que puede ser tratado como un elemento fetichista-ritual que representa un determinado momento emocional del artista.

Las materialidades empleadas por Juan Carlos en sus obras nos colocan frente a una relación diferente con el tiempo, al recordarnos la fragilidad del cuerpo, la enfermedad, pero también la capacidad de sanar.

El de Juan Carlos es un proyecto desafiante: pensar y actuar desde la perspectiva de las estrellas, los satélites, el universo, los hongos, la muerte; intentar hablar, no de humano a humano, sino de constelación a constelación, de planeta a planeta. De hongo a estrella.

Las preguntas que surgen de estas obras parecen capturar ese momento de la historia en el que la supervivencia misma de la especie está amenazada, pero también resumen muchas otras preguntas que impregnan las ciencias, las artes y los mitos de nuestro tiempo. ¿Cómo está cambiando la definición de lo humano? ¿Qué constituye la vida y la muerte? ¿Cuáles son nuestras responsabilidades hacia el planeta, otras personas y otras formas de vida? ¿Cómo pensamos sobre la muerte y sus imágenes? ¿Y cómo sería la vida sin estrellas?

A medida que el capitalismo se vuelve cada vez más extraño e inaccesible en su funcionamiento y cada vez más impermeable al cambio político, la gente se vuelve hacia los mundos interiores espirituales y los mundos exteriores místicos. Si bien gran parte del nuevo pensamiento mágico vuelve a la vieja aspiración contracultural de «conciencia expandida» y una unidad psicodélica con el mundo, en realidad es una «regresión de la conciencia», un rechazo a enfrentar la realidad tal como es, una retirada de tratar de darle sentido y actuar para cambiarlo. El pensamiento “mágico-científico” es una proyección de la realización de deseos en una realidad de la que preferimos retirarnos, en una en la que los problemas y las contradicciones del mundo moderno se sanan fusionando lo imaginario y lo real: la «subjetivación de todo significado». El arte siempre ha recorrido la línea entre lo real y lo imaginario, pero en el retorno contemporáneo de lo mágico, lo espiritual es el mundo en el que preferimos vivir. Puede que ustedes no crean realmente en la magia; sin embargo, todes prefieren no romper el hechizo. La vida es finita.

Notas

  1. Yayo Herrero, “Poner la vida en el centro. Hacia una antropología de los límites y la vulnerabilidad”. Seminario del Programa de Estudios Independientes (PEI), MACBA, España, 2019.

  2. Claude Lévi-Strauss, La pensée sauvage [El pensamiento salvaje], 1962.

  3. La escritura de este texto es una escritura compartida, en ella participa la voz directa del artista en relación a su producción y a la descripción de sus trabajos, en diálogo con las interpretaciones del autor del texto.

  4. Durante la escritura de este texto se revisó: Ma. Gabriela Vázquez Moreno y Juan Carlos León, “The big picture: Transiciones geográficas y poéticas de sanación en la obra reciente de Juan Carlos León”, en Index, revista de arte contemporáneo, vol. 7 n. 13 (2022), 151-164. Consultado en: https://doi.org/10.26807/cav.v0i13.483.

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