19.12.2022
Charlamos con La Chola sobre muchas cosas, repasamos su obra en performance. Volvimos a paisajes germinales. Conversamos sobre la supuesta profesionalización de une artiste, de esas derivas. Acá un recorte del final de nuestra conversación. La charla es en su taller, es una casona antigua que fue un palacio. Está pintando unas acuarelas y hay máscaras de pan colgadas en la pared. Tomamos mate.
BETO: Tus perfos te acompañan en transformaciones personales, y eso te va permitiendo pensarte, ser en ese recorrido performático.
LA CHOLA: Si me preguntás si transicioné por ahí, te diría que sí, por medio del arte de acción. Veo la primera foto de La Chola, y me reconozco en esa imagen. Me costó romper algunas ideas mías y del arte, para poder hoy decir “Soy La Chola” o “Soy una feminidad”; en ese momento no lo tenía claro. Soy romántica, mi obra es un diario íntimo.
Llego a la performance por las crisis de pánico.
LC: Me invitan a arteBA, una feria de arte, donde está la escena del arte y donde está la espectacularidad. Voy a hacerles el show.
B: Es tu primer contacto con esta escena y con una estructura mercantil. Y después: Di Tella, entrás al staff de Pasto, solo show en ARCOmadrid, muestras en el extranjero, etc. Ahí entrás a unas disyuntivas interesantes respecto de los temas de agenda: diversidades, minorías sexuales, racialidad, colonialismo, por nombrar en tómbola algunos trend topics que en el campo de la filosofía y la política discuten hace mucho, y que avanzan en el arte. El sistema empieza a poner en circulación determinados perfiles: artivistas, marrones, putxs, lesbianas, trans, o mejor si es todo eso junto. Lo nombro así, bestial, porque así se maneja. Son los usos que hace el norte respecto del sur en todo, nada nuevo. Se lavan la cara, emulan ranchos en bienales, todo así. Se buscan determinadas imágenes, en un marco además de cataclismo absoluto: ecológico, económico y, entonces, social. Bidetazo histórico. Es impensable este mundo como es, por fuera de una aparatología de explotación colonial. No hay cómo. En ese contexto se construyen estos intereses y La Chola no es ingenua. Hay toda una demanda.
B: Leo tu obra en clave pop. Ahí encuentro un terreno que “explica” tu trabajo. Te saca del cliché, aunque no creo que el cliché sea algo necesariamente “malo”, simplificante; puede ser una manera de llegar a un lenguaje.
LC: Lo de arteBA se volvió algo icónico, una imagen. Eso es un gesto súper pop. Y no pop a lo Marcos López y esa cosa del “pop latino”, no. Yo hago pop andino. No puedo hacer en una feria un ritual, ni hablar desde el dolor. Entonces, show, vuelvo la perfo en cinco minutos de fama.
B: Y aparece la diva. En tu encuentro con la reina en ARCO, el año pasado, hiciste una opereta que me pareció interesante.
LC: Entiendo lo que espera la agenda, juego con eso, pero yo no soy producto de eso. De alguna forma siempre trabajé con todas esas cosas.
B: Pensarse en términos de producto es deprimente.
LC: Tengo la posibilidad de jugar, de ser sarcástica. Juego con la reina, soy una reina. Sabía que iba a tener mi momento performático cuando me dijeron de la visita real. Pensé mil cosas para decir, pero tenía que ser hiperconcreta. Esa fue mi performance.
B: ¿Qué le dijiste?
LC: Casa Real te da un protocolo de cómo tenés que tratarla, no la podés tocar. Yo no cumplí nada, la recibí y le dije: “Leticia, nos encontramos después de 530 años”. Se quedó mirándome y fue un momento fuerte. Sentí que gané. España es mía. Una cosa muy simbólica, pero me empoderó. Divismo es poder estar a la altura. No dejás de ser vos. Yo soy La Chola de Mendoza; mis padres siguen en la misma situación, esa realidad sigue. Tengo ese anclaje. Yo lo viví como si de repente me hubieran devuelto tierras. Por toda esa performatividad de ella, estoica, sin pestañear, y esa gente que la acompaña.
B: Un circo ridículo, inentendible para las latinas.
LC: Y, justo, la reina de España. Que de repente tuvo un gesto de escucha. Le contaba del stand y de mis temas, y estaba atenta: identidad, género, colonialismo. Sé que es el combo perfecto para terminar en una bienal, pero no dejan de ser cosas que a mí me atraviesan.
B: No dije que seas impostada. Lo que me pregunto es cómo te parás frente a esas demandas que son, digamos, el deseo de los otros (el genérico masculino acá corresponde). Sabemos también que ser políticamente correctas es ser, literal, la muerte. Tu cuerpo de obra tiene estas injerencias, estos bagajes. Para mí, fue interesante que la recibieras y que montaras esa parafernalia. Fue ambiguo.
LC: Literal hubiera sido que me escribiera en la panza: devuélvannos el oro.
B: Cinco siglos igual.
LC: Todes esperaban eso.
B: Yo, como blanco maricón, puedo ser banal, pop, superfluo, chistoso, pasatista. Vos no: tenés que ser seria, tener discurso, ser elocuente, consecuente.
LC: Es cierto que está el deseo del otro; pero es como el sexo, respecto del deseo del otro…
B: Yo.
LC: Claro, no le das al otro lo que quiere, pero se lo hacés creer. Cuando me esperan víctima, soy diva. Cuando hago los panes, estoy vendiendo el pan más caro de Argentina. Ahí el acto.
B: En el derecho a poder ser: artista, icónica, de seguir un deseo.
LC: Siempre pensé que si tenía la oportunidad iba decir mis verdades, pero no ante el deseo de les demás. A mí me discriminaron más por ser marrón que por marica. No siento que le esté dando nada a les demás; y si me quieren exotizar, bueno, al mil.
B: En términos del goce y el derecho de poder hacerlo.
LC: Amo crear imágenes y momentos. Yo creo, además, en lo simbólico, para mí eso sí genera cambios. Salir de un barrio y estar con la reina de España, es importante. Y ese recorrido.
B: Es arrasar con una pre-codificación de existencia. El mundo no se mueve; si se moviera, sería otra cosa.
LC: Mi vieja sigue siendo empleada doméstica y mi papá camionero. Me costó entender que ser artista podía ser un trabajo. Y soy tan ordinaria que vengo al taller y trato de cumplir un horario de jornada laboral, trato de que eso funcione. Cuando pude asimilar esto como un trabajo, me volví quizás un poco más mecánica en alguna zona de mi obra. La imagen que vos le das al otro es lo que el otro compra.
B: Como te ven te tratan.
Cuando me esperan víctima, soy diva.
LC: Ese lugar de diva me dio cierta impunidad, que es un arma de doble filo, trato de usarla para poder hacer cosas. Estoy en un lugar que me dio esa imagen que inventé. Tengo derecho a la arrogancia. Yo me pongo romántica y creo que el arte puede cambiar cosas. Me deprimo sin hacer. Y siempre estoy pensando en qué lugar estoy. Cuando hice Il Martirio di Chola, estaba autoflagelándome y entré en crisis. Me preguntaba si La Chola real, digamos, la que está afuera vendiendo condimentos, sentiría empatía con este mensaje; si le sirve a esa comunidad o es una lectura mía, enfriada, desde otra posición. Porque yo no soy la que está ahí ocho horas vendiendo orégano. Siempre fui muy crítica conmigo y me pesa cada paso porque me cuestiono. Desde que usaba la peluca y era más drag, o desde hacer una perfo y montarme sólo para eso. Sentía como:
¿está bien eso? ¿No soy otra marica más dentro de toda esta putocracia, ocupando el lugar y la voz de una feminidad, por ejemplo?
No retrato a nadie, este es mi cuerpo, mi piel. No soy Gauguin, soy lo que está retratado.
Pero quiero estar a la altura de todo lo otro. De mi imagen y mi imaginario, que también habla de alcohol, de depresión, de cosas que me pasan y nos pasan a todas. No creo que tenga una verdad, sino alguien que tiene la posibilidad de mirar bien hacia dónde tengo que ir y prepararme para eso. Porque son lugares hostiles, y si se te va la cabeza terminás en cualquiera.
B: Te come esa ficción
LC: Claro, pero me gusta jugar con eso. Porque también la gente lo necesita. Y porque está bueno que esté, así de simple.
Cuique, conchete, pituque, gomele, fresa, etc.
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