Reportes - Panamá - Panamá

Mónica E. Kupfer

Tiempo de lectura: 8 minutos

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15.09.2022

Nombrándonos: El Museo de Arte Contemporáneo de Panamá y las mujeres

A través de un recorrido histórico, Mónica E. Kupfer hace una revisión crítica del camino que han abierto las mujeres en las instituciones del arte.

Un error declarado como hecho histórico en un artículo reciente de la revista Terremoto anunciaba que “en el museo de Panamá, a la fecha de hoy no se ha contado con una sola exposición exclusiva de mujeres artistas en sus salas”.[1] El comentario causó reacciones inmediatas. Especialmente porque el MAC Panamá es un museo donde las mujeres artistas han encontrado apoyo a lo largo de sus 60 años de existencia (primero como Instituto Panameño de Arte o Panarte, y desde los años ochenta como Museo de Arte Contemporáneo). En cuanto a una “exposición exclusiva de mujeres”, basta con recordar la muestra Voces en off: Mujeres en la colección permanente del MAC de hace cinco años, curada por Gladys Turner Bosso, con obras de diecisiete artistas mujeres de diez países.[2]

Aquella falsa aseveración trae a la mente una larga lista de eventos y exposiciones. En décadas recientes, el MAC ha presentado no sólo importantes retrospectivas de artistas panameñas como Teresa Icaza, Coqui Calderón y Sandra Eleta (que, además, fueron curadas por mujeres), sino también muestras individuales de conocidas creadoras nacionales e internacionales como Cecilia Paredes, Isabel De Obaldía, Amalia Tapia, Alicia Viteri, Claudia Gordillo, Maya Goded e Iraida Icaza, por mencionar algunas. Por mi parte, en 2011, presenté en el MAC el libro Las mujeres en las artes de Panamá en el siglo XX; y, en 2013, la exposición Trazos perceptivos: Mujeres artistas de Panamá, que curé para el Centro Cultural del BID en Washington, D.C., contó con un número significativo de obras prestadas precisamente de la colección permanente del MAC.

Hay varias mujeres artistas que han marcado hitos en la historia del MAC por razones que van más allá de su género. En 1982, Sandra Eleta exhibió Portobelo viene al museo, un evento multidisciplinario cuya inauguración incluyó no sólo su extraordinaria serie de fotografías de habitantes del pueblo caribeño de Portobelo, sino también, como parte del público, un gran número de sus pobladores afropanameñes, que eran sus amigos y vecinos. Esa noche, que en el diario La Prensa sería descrita como una “pequeña revolución” en el MAC, Eleta también presentó su primer “audiovisual”, un claro precursor del video arte en Panamá.

Dos años después, Alicia Viteri causó impacto con su muestra Espacios pictóricos, que incorporaba un enorme mural de 3 metros de alto y 7 metros de largo, centrado en sus temas de carnavales y funerales. Una iluminación envolvente, con ambientación musical y de ruido urbano producía la sensación de estar inmerses en una instalación y una acción artística, la primera obra de su tipo en Panamá. Tanto así que las figuras humanas pintadas a escala natural en el mural parecían fundirse con el gentío en la sala. Ese mismo año, la escultora panameña Susana Arias presentó impactantes esculturas en cerámica en gran formato que mostraron otra manera de entender y expresarse con el barro. Y alrededor de esa época, entre las artistas extranjeras invitadas al MAC resaltaron Liliana Porter de Argentina, Ana Mercedes Hoyos de Colombia, Leonilda González de Uruguay, y Olga Dondé de México.

A pesar de la lista de exhibiciones que han resaltado el trabajo artístico de mujeres, no deja de ser una realidad que, a través de los años, el museo panameño, como tantas otras instituciones similares, ha presentado más exposiciones de obras creadas por hombres. De hecho, cuando se fundó Panarte en los años sesenta había en Panamá pocas mujeres artistas que exhibieran sus obras en público, destacándose pintoras sobresalientes como Coqui Calderón, Olga Sánchez y Trixie Briceño. Sin embargo, un número importante de mujeres no sólo formó parte del grupo fundacional de la institución, sino que siguen siendo miembros imprescindibles de sus juntas directivas. Además, de les doce directores ejecutives que el museo ha tenido en sus sesenta años, diez han sido mujeres y un gran porcentaje de las exposiciones —de todo tipo— han sido producto de la labor de curadoras.[3]

En contraste con aquel periodo inicial, durante los años setenta, con una nueva generación creativa local y crecientes invitaciones a artistas extranjeras, Panarte presentó un total de 22 exposiciones individuales de mujeres. Son muchas para enumerar, pero entre ellas se destacaron Sandra Chanis y Olga Sinclair de Panamá, además de Carmen Wenzel y Marta Chapa de México, así como Olga de Amaral y María de la Paz Jaramillo de Colombia. En 1979, fueron dos mujeres —Viteri y Calderón— quienes fundaron el Taller de Artes Gráficas Panarte, que hoy en día promueve el trabajo de una nueva generación de grabadores panameñes.

El MAC también ha sido el escenario de exposiciones de fondo político y motivación histórica, con significativa participación de mujeres artistas y curadoras. En noviembre de 1989, el museo presentó la audaz muestra titulada MANiobras, con obras en las que Isabel De Obaldía atacó abiertamente la dictadura. Unos meses después, Coqui Calderón mostró su Serie Panamá, compuesta por pinturas que aludían a los años de protestas políticas y opresión militar. En 2014, 1964: Arte, Política, Panamá conmemoró cincuenta años desde los trágicos enfrentamientos entre estudiantes panameñes y soldados estadounidenses del 9 de enero de 1964. Y en diciembre de 2019, se conmemoraron los treinta años desde la invasión estadounidense de Panamá con una exposición abarcadora, emotiva, educativa y necesaria titulada Una invasión en cuatro tiempos, curada por tres mujeres. Se destacó la performance e instalación de la artista panameña Ana Luisa Tejera, titulada Bla-bla-bla, así como la incorporación de libros, fotos y memorabilia de aquel enfrentamiento militar, el resultado de una convocatoria abierta al público para contribuir a la muestra.

Por otra parte, la Bienal de Arte de Panamá, fundada en 1992 y celebrada en ocho ocasiones, hasta 2008, fue un evento cuyos jurados, artistas seleccionades y premiades provenían de diversas comunidades que confluyen en el ecosistema cultural panameño y latinoamericano. En los primeros años, merecieron premios y menciones de honor las artistas De Obaldía, Haydée Suescum, Lezlie Milson, Ana Elena Garuz y Fabiola Buritica, entre otras. La bienal también fue inclusiva y progresivamente innovadora en cuanto a la presentación de nuevos medios artísticos. En 1998, marcó un parteaguas que el premio de escultura fuera otorgado a Iraida Icaza por un ensamblaje cuyo elemento central era una composición fotográfica.

Entre las mujeres que han expuesto obras innovadoras en exposiciones individuales en el MAC, desde los años noventa, resaltan las pinturas sobre papel en gran formato de Suescum (1995), las excepcionales esculturas en vidrio de De Obaldía (1993 y 2003), las instalaciones abiertamente feministas de Milson (1999), la muestra fotográfica El museo olvidado de Iraida Icaza (1999), y las piezas tridimensionales de Emily Zhukov (2001). También cabe destacar la participación en exposiciones colectivas artistas notables como Donna Conlon, Rachelle Mozman, Ana Elena Garuz, María Raquel Cochez, Pilar Moreno y Mira Valencia; así como de nuevas artistas en exposiciones recientes, tales como Ana Sofía Camargo, Giana De Dier, Laura Fong Prosper y Risseth Yangüez.

Con el tiempo, las exposiciones colectivas en el MAC también han contado con una mayor diversidad en cuanto a inclusión social y cultural, más allá del tema de género. La exposición 1964 (2014) incluyó artistas de grafiti y muralistas; Expresión furtiva (2015) destacó arte inspirado en el skateboarding; Panachina (2016) presentó trabajos de artistas panameñes de ascendencia china; Los rebeldes: la tradición in(di)visible (2018) mostró el aporte de les afro-panameñes a las artes y las tradiciones populares; Dulemar: Una mirada contemporánea al arte y la cultura gunadule (2019) abrió campo para expresiones artísticas de los pueblos originarios; y la presentación por los artistas Lolo y Lauti de una interpretación de la ópera Carmen con integrantes de la comunidad drag y trans de Panamá (2019) representó una apertura para artistas LGBTQ.

Entre las exposiciones de los últimos años, la muestra “Mesotrópicos” (2021) puso al público panameño al día con “nuevos imaginarios sociales y geopolíticos de la región” de Centroamérica, el Caribe y México con obras de 30 artistas y una representación numerosa de mujeres, entre ellas Lucy Argueta, Patricia Belli, Donna Conlon, Regina José Galindo, Priscilla Monge, Vanessa Rivero y Andrea Santos. Y durante la primera parte de 2022, se inauguró Guardar semillas en el cabello que combinó obras de la colección permanente del MAC con obras provenientes de “comunidades que históricamente han tenido dificultades de ostentar espacios de visibilidad institucional” como les artistes mujeres, indígenas, afrodescendientes y LGTBQ.  Durante el mismo periodo, La pisada del ñandú (o cómo transformamos los silencios) ofreció una exploración de los efectos de los procesos coloniales y la construcción de las identidades sociales y de género, con la incorporación de material de archivos travestis, trans y no binaries, que contribuyó a cuestionar el imaginario local sobre la sexualidad y el género binario.

No cabe duda que la historia del arte en Panamá, como en tantos países, ha estado dominada por hombres cis y, más específicamente, por pintores, que cuentan con un mayor número de exposiciones y de obras en colecciones públicas y privadas. Es imperativo el proceso de corregir tanto los errores historiográficos en cuanto a la supresión de grupos minoritarios o discriminados (tal como decir que no se han presentado exposiciones de arte por mujeres), como los errores históricos, como la exclusión sistemática y estructural de tales grupos. En el MAC Panamá, sin necesariamente dejar de lado a les artistas reconocides, el programa se ha enfocado de manera creciente —y seguramente seguirá promoviendo a futuro— en la investigación del arte producido por una diversidad de colectivos e individuos, así como por creadores de comunidades marginalizadas, demostrando y explorando tanto sus valores artísticos como sus implicaciones sociales, sexuales, políticas e históricas.

Notas

  1. Maya Juracán, “Un futuro sin necesidad de nombrarnos”, Terremoto: Una ardiente canción, n. 21 (Ciudad de México, octubre 2021-enero 2022), p. 108.

  2. En respuesta a una carta de Gladys Turner, Terremoto eliminó el dato erróneo de la versión digital.

  3. El limitado espacio de este artículo no me permite listar a todas las directoras y curadoras individualmente. Para más información, visitar el sitio web del MAC-Panamá.

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