Opinión - Bolivia

María Galindo

Tiempo de lectura: 3 minutos

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08.03.2024

Bibliografía feminista imprescindible o atrévete a leer feminismo

Aprovecho para pasarte esta bibliografía para el próximo curso sobre feminismo que dictaré en cualquier recinto, esquina, librería, casa autogestionaria o barrio.

La última vez que di una charla en Buenos Aires, al final, una joven con aire de inocencia me preguntó qué bibliografía tendría que leer para hacer feminismo. Ella decía con tristeza que en su facultad no había libros de feminismo y que, más allá de Silvia Federici, no había encontrado nada. Fui torpe en la respuesta. La pregunta tenía mucho sentido, pero me sublevó de inmediato porque fue insultante para mí. Le dije sin rodeos: si en tu facultad no hay que leer, quizás hay que dejar esa facultad vacía.

Pero me sentí mal, sé que el golpe fue injusto, sé que la compañera se fue con sabor a disgusto, por eso quiero disculparme públicamente con ella y pasarle esta bibliografía feminista imprescindible. Al mismo tiempo aprovecho para pasarte esta bibliografía para el próximo curso sobre feminismo que dictaré en cualquier recinto, esquina, librería, casa autogestionaría o barrio.

Te propongo que leas el cuerpo de tu madre, sus estrías, sus arrugas, sus achaques, sus vergüenzas, sus inhibiciones, sus tics nerviosos, sus arranques de ira y de melancolía, que se expresan en las pupilas y los párpados, en las cejas y en la nariz. Que leas sus canas, su calvicie, su frente y sus tetas caídas.

Te propongo que salgas a la calle a leerla. Si, a leerla, no a caminarla, a leerla. Que leas sus colores, sus olores, sus orines, sus mugres, sus muros, sus aceras, y recojas, como si fuera material arqueológico de gran valía, todo el cansancio que en las esquinas se acumula.

Te propongo que leas el dinero que tocas: los 100, los 300 los 500 pesos que ya no alcanzan para nada, pero no que leas las letras del billete ni la figura de Eva Perón, Sor Juana o Juana Azurduy que llevan, sino que leas las huellas que contiene, las huellas de quienes intentaron antes que tú gastar ese dinero, comprar pan, pagar una deuda, ahorrar para el alquiler.

Te propongo que leas los lugares imprescindibles de tu ciudad, como por ejemplo la cárcel de mujeres, la plaza, el mercado ¿Te imaginas si al leer la cárcel pudieras entender a las mujeres que la habitan, la maravillosa cantidad de conocimientos que adquirirías? ¿quiénes la habitan, qué piensan, qué imaginan, cuál es el concepto de libertad con el que se levantan?

Te propongo que tomes un bus o el metro y te sientes en cualquier sitio gastado y dejes que te penetren por el culo los verbos de quienes antes se sentaron allí en busca de algo que nunca encontraron; verbos como desear, verbos como buscar, verbos como esperar. Que leas y experimentes el asiento hasta que te pique el ano de tanto entenderlo. Descubrirás que los objetos tienen vida, acumulan historia y conocimientos que hay que aprender a develar.

Te propongo que leas la vida, la realidad, el barrio, los ojos de las mujeres, sus bocas, sus ropas, sus uñas. Te propongo que leas los objetos que conforman la arquitectura de nuestra vida cotidiana, la bolsa del mercado, su olor y su desgaste, la cafetera, la cocina, el piso de la entrada.

Te propongo que te leas a ti misma en profundidad. Y que con esa bibliografía imprescindible te vengas a mi curso de feminismo para despatriarcar la sociedad.

P.D. Lista incompleta de lecturas que podrías empezar por completar tú misma con otros personajes como la abuela, la tía o la loca del barrio. Otros lugares como los baños públicos o la estación de trenes, el cementerio o las huellas de sangre y semen de la noche1.

 

1 Este artículo fue publicado por primera vez en  MU, periódicomensual producido por la cooperativa Lavaca en Buenos Aires. 

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