Reportes - Bolivia Latinoamérica México

Mayra Vineya

Tiempo de lectura: 5 minutos

A
A

17.08.2023

Ojos en los dedos: sobre Ojos Obsidianos de Donna Huanca

Invitamos a la curadora, investigadora y educadora independiente Mayra Vineya a escribir sobre la más reciente exposición de la artista Donna Huanca en el MAZ de Zapopan, Jalisco.

¿Es la piel aquello que nos protege de lo otro? ¿O es más bien, aquello que nos vincula desde los límites con eso que se aproxima a mí?

Los ojos están hechos de capas, la primera tiene contacto con el viento y el entorno, es una capa blanca, opaca y blanda, con un abultamiento transparente y delgado de forma cupular. Debajo de ella hay una capa intermedia, coloreada con una abertura al centro que se expande y se contrae. Por último, la capa interna: la retina. El primer contacto con el globo ocular y el último con el mundo; es aquí donde el registro de información en el cerebro sucede, donde empezamos una traducción de todos los estímulos de fuera que necesitan ser explicados.

Estas esferas de células se convierten durante esta muestra en esferas de roca ígnea, que han atravesado explosiones y enfriamientos. Ojos Obsidianos, presentada en el Museo de Arte de Zapopan desde el pasado 4 de febrero y hasta el 16 de julio se presentó como una muestra inmersiva, una gran piel que se expande alrededor de la sala en juegos espaciales en los que se diluyen los límites del muro que separa y rebota mi propia imagen.

Más que recubrimientos de lo arquitectónico, pareciera envolvernos en nuevos territorios donde se pierden los límites entre paredes y suelo. En asociación a la importante tradición de obsidiana en Teuchitlán, Jalisco, Ojos Obsidianos reúne espacios de transparencias y espejos. Ver a través de la capa para encontrarme al final un borroso reflejo que así como proyecta un yo, podría ser cualquiera. Pero aquello que refleja es también un objeto protector, un amuleto-escudo en medio de la vulnerabilidad de los espacios.

Las puntas de flecha que se encuentran en Jalisco son abundantes, todo objeto de corte puede realizarse con este material. La obsidiana se utilizó en todo tipo de actividad: domésticas, medicinales, artesanales, militares y religiosas, por sus agudos y uniformes filos. Pero pienso en otro tipo de objetos, en los excéntricos de obsidiana, llamados así por lo caprichoso de sus formas y por la inutilidad aparente de su existencia. Un objeto sin uso particular que asociamos al ritual por no encajar en lo utilitario. Estos objetos están hechos para acompañar; mezclan formas humanas con las de dioses y animales que se unen e interconectan.

Los espacios que Huanca despliega son exploraciones del yo, de la propia piel y a la par, de este yo colectivo. Dos distintos que se tocan y por un momento conviven. Las pieles conversan con el espacio que habitan porque son el espacio. Desde su arquitectura de la presencia es importante el papel del plástico que fragmenta la habitación para lograr capas. Ensamblaje de capas que brindan cuidado a los cuerpos que le habitan pero son a la vez un guiño a la asepsia, lo hospitalario, todo esto alcanza a llegar a nuestra mente también desde el olfato.

La exposición presenta una serie de aromas puestos de manera intencional para acompañar nuestro recorrido, que comienza con la mínima mediación textual. Los textos de sala están cuidadosa y sutilmente puestos sobre vidrio como mapa en una ventana, en el que aunque pongamos atención a las indicaciones, es sólo la introducción de aquello que se nos presenta desde sus cualidades materiales.

Todas las piezas están interconectadas y son una consecuencia de la otra en un sentido horizontal, lo polípticos de dimensiones murales son fotografías registros de los performance en las que se asoman uñas y partes difusas del cuerpo de las modelos durante estos ejercicios. Sus cualidades plásticas, invitan a acercarnos, a observar a detalle el brillo de un material siempre fresco, cuyo tiempo de secado pareciera no encajar con nuestro tiempo de observación. Los materiales, derivados del maquillaje son utilizados una vez más como prótesis del cuerpo-rostro, para cubrir algunas partes, pero también para develar otras ocultas en la generalidad de una imagen ampliada.

Las esculturas de Huanca se presentan como tótems, no para su adoración sino para el resguardo. En otros momentos, estas fueron micro ecosistemas y refugios para las modelos, mujeres que habitaron y que se hacen presentes desde lo microscópico, residuo de sí mismas. En los tótems el aroma resiste, las partículas de piel, las huellas de presencia. Una de ellas opera como una abstracción de las modelos en objeto: sus ropas, utilería, las extensiones de ellas que funcionan como un ejercicio para traerlas al sitio.

Algunos de los objetos más valorados de las Zona Valles son los brazaletes, gargantillas, cuentas de collares hechas de obsidiana con una tecnología única en Mesoamérica, todas ellas prótesis del cuerpo, que más que adornar otorgan a quien les porta atributos y dotes de protección, les pone a salvo. En la muestra esta serie de esculturas interconectadas funciona de la misma manera. Como aparatos prostéticos, guiños de objetos de exploración sexual y corporal. Desde el que está hecho para introducirse, el que adorna y el que registra y amplifica. El electroencefalograma se muestra como un cuerpo que está en el registro de sí mismo. Los piercings, metales en el cuerpo, le acompañan como partes de un todo.

La artista busca tocar dentro de sus exploraciones sus orígenes bolivianos; las culturas andinas entienden lo propio, la familia, el parentesco, en relación al territorio. Quienes habitan los espacios comunes serán también a quienes debemos familiaridad. No existe, sin embargo en la exploración o mirada hacia el origen, una obligación a apegarse a estos postulados. Es en este cruce de culturas en donde la obsidiana atraviesa mundos aparentemente distópicos durante la conquista; se utiliza en primer lugar para sustituir los metales europeos que escasean y para hacer resistir al rito, ya considerado pagano. Quizá en un ejercicio espejo, los metales escultóricos se presentan aquí como un guiño a la roca de vidrio, un rito para regresar la memoria de ella.

Los ojos obsidianos y su conducto de información del mundo se extienden y resbalan desde los brazos hasta las puntas de los dedos, pero estos ojos no terminan en la piel, la piel, órgano extenso, se convierte en pieles múltiples que van más allás del tú y del yo, posibilidades de multiplicidad de mí misma.

No podemos hablar de una universalización de la piel y de las barreras, sin embargo, el laberinto en el que se convierte esta exposición nos extiende la corporalidad de las otras que atraviesan el espejo para pisar sobre las huellas que son tierra, corte y caricia.

Comentarios

No hay comentarios disponibles.

filtrar por

Categoría

Zona geográfica

fecha