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23.08.2023

Danza y piensa: una conversación con Paulete Lindacelva

Invitamos al curador y escritor Leo Felipe a contribuir para nuestras «cartografías sentimentales de la brutalización en curso» con esta entrevista a Paulete Lindacelva: DJ, curadora, escritora e investigadora brasileña. Quien desdobla algunas provocaciones sobre la dimensión política de la fiesta y su potencia micropolítica.

Dado que la separación entre cuerpo y mente es un artificio de la razón occidental moderna, la fiesta —un espacio para la celebración del cuerpo— es también un lugar de pensamiento. La DJ y curadora Paulete Lindacelva ha estado pensando en torno a la fiesta incluso antes de emigrar a la megalópolis de São Paulo, en 2017. Travesti y racializada, Paulete dejó la casa de sus padres, en las afueras de Recife, en el noreste de Brasil, a los 14 años; asistió hasta el primer año de secundaria («dejar la escuela era casi como una opción para seguir con vida»); ingresó a la militancia a través de un ministerio católico con fuerte sesgo político, principalmente por jóvenes de la periferia; colaboró ​​en una radio comunitaria; participó en la escena punk bohemia de Recife, donde se cruzó con figuras intelectuales que vagaban por los márgenes, encontrando finalmente su lugar en la música y las artes. Al llegar a São Paulo, quedó cautivada por el intenso movimiento de fiestas en la ciudad y comenzó a actuar en ellas. No es que le gustara exactamente actuar como performer, pero esa fue la forma que encontró para hacerse un hueco. En 2020, se unió oficialmente al equipo de Mamba Negra como DJ residente —Mamba es una de las principales fiestas electrónicas de SP. Durante este tiempo, Paulete ha estado involucrada en proyectos curatoriales, programas de radio y publicaciones, siempre con un poder articulador impresionante. A pesar de su juventud —sólo tiene 28 años—, su personalidad transmite madurez y sabiduría. Hoy es una de las DJs más queridas de la escena.

Mamba Negra cumplió 10 años en 2023. La fiesta es contemporánea de las Jornadas de Junho, la serie de movilizaciones que recorrió el país en 2013 y marcó el surgimiento de lo que llamo «nuevas manifestaciones de la política»: por un lado, la difusión del debate identitario en la esfera pública con énfasis en cuestiones de género y racialidad; por otro lado, el ascenso de la extrema derecha, a partir del golpe de estado legal-parlamentario de Dilma, que culminó con la elección de B*ls*n*r*. En la última década, la escena de la fiesta cambió mucho aquí en SP y en Brasil. ¿Cómo percibes estos cambios?

Esos años fueron de una gran convulsión étnico-racial, sobre todo a partir de que mucha gente negra empezó a entrar a las fiestas. Esto volvió urgente contar con un esquema que respondiera al cómo hacer que dicho ambiente acogiera y recibiera a esta población. Lo que cambia principalmente una vez que esto ocurre son las identidades tanto del público como de les artistas. ¿Quién tiene derecho a estar en estos ambientes, considerando que partimos de un lugar que es político? En Mamba siempre ha habido un pronunciamiento político por parte de las chicas1 que provienen de una formación académica. Entonces era entendido que había que acoger estas demandas que eran empujadas por un público y por artistas que allí transitaban. No sólo en Mamba, las principales fiestas de São Paulo se dieron cuenta de que ese giro era más que necesario.

En ese sentido, el papel de Colectividade Namibia fue muy importante para diversificar la escena underground de São Paulo, sobre todo porque Euvira2 estaba cerca de muches productores. Euvira fue en gran parte responsable de darle a la escena una reestructuración, un equilibrio. Ella era una persona muy importante en São Paulo durante este periodo —estamos hablando en femenino, pero ella es una mona3, un hombre gay de Bahía que ahora vive en Berlín. Incitó a les productores a realizar un rescate histórico, a entender que la pluralidad no existía, dado que el origen de lo que pasaba en estos espacios era subalterno, negro, mientras que los ambientes eran mayoritariamente blancos y muy hegémonicamente masculinos. Creo que Mamba produjo esa incisión, porque es una fiesta producida por mujeres y esto ya era un fastidio para ellos. Mamba surgió desde una perspectiva feminista, pero todavía faltaba la crítica desde la racialidad para entender tanto el contexto brasileño como el contexto histórico de los sonidos que transitaban allí.

Además ocurrió algo crucial en los últimos tres o cuatro años con el cambio del sonido techno, cuando vino la expansión del funk4; es ese tipo de música a veces contradictoria e incómoda para les que acostumbraban el mundo de la fiesta y tenían un perfil más elitista. Es un sonido que ha ocupado otras fiestas a pasos aún muy lentos, pero que en Mamba se ha expandido de una forma absurda, tanto porque gusta a la gente como porque incluso lo tocan las chicas que organizan la fiesta.

¿Crees que la fiesta puede ser realmente un espacio de articulación contra ciertas formas de violencia y resistencia al fascismo?

Sí, creo que podemos decir que en estos ambientes de fiesta hay una lucha contra el fascismo. Puede ser un lugar que acoja y comprenda la violencia que sufren ciertas personas. Obviamente es una cosa pequeña, muy micro. Por eso es importante recordar que la fiesta no hace política pública, creará mecanismos de recepción porque entiende que hay un sesgo político necesario para quienes idealizan el babado5, pero no es ni moviliza política pública, nunca será política pública, es demasiado micro para el tamaño de una ciudad como São Paulo —por ejemplo— que tiene más de 10 millones de habitantes. Realmente creo en el quehacer micropolítico. La fiesta es un ambiente donde se mueven las ideas. Por ejemplo, nadie va a Mamba sin cuestionarse y salir de allí estremecido. Es un lugar guerrillero que repercute en muchas cosas. Quizás vamos por el cuerpo, pero también vamos por las ideas, para encontrar figuras que intercambien contigo, que estén ahí, quizás dispuestas a entender lo nuevo, porque lo nuevo siempre está. La fiesta es el lugar donde se celebra lo nuevo, estas cosas nuevas que para muchas personas pueden no representar alguna novedad.

El ambiente festivo nos hace pensar sobre la libertad del cuerpo. Son lugares que celebran las corporeidades diversas, que celebran los cuerpos que se apartan de la norma, que celebran, en definitiva, lo que va en contra de las ideas neofascistas. La derecha va de la mano con la religiosidad conservadora, con diversos intereses que el fascismo no hace más que intensificar. ¿Cómo lidiamos con esa gente? Aquí se vuelve interesante la postura de Mamba con respecto al miedo de hablar sobre la dimensión política de la fiesta.

Algo que quizás no se nota mucho en las otras fiestas; eso de mostrar una posición abiertamente contraria al fascismo que se ha reforzado mucho en Brasil durante los últimos años. No hay que tener miedo de perder público por decir ciertas cosas. Hay que criar un ambiente que devenga seguro para ciertas personas. Se sabe que esta población no tiene dinero para pagar la fiesta, entonces es hermosa la acción de cubrir el precio, de decir “vamos a pagar las consecuencias”, lo que quizás signifique que la fiesta no sea rentable. Asumir esta posición y decir “vamos a sostener la apuesta en hacer realmente acogedor este ambiente, de acoger estos discursos, de acoger —por ejemplo— el lenguaje neutro en los procesos de producción de textos”. Son cosas que parecen mínimas, pero tienen mucha fuerza, crean un lugar que por ahí se considera «queer». A mí no me interesa mucho esa nomenclatura, pero ese es el gran babado.

¿Y el trabajo con la radio y la curaduría? Entiendo que tu experiencia en la radio está compuesta de oralidad, de diálogo, de transmisión, y está de alguna manera muy ligada a tu enfoque curatorial.

La radio fue el lugar que me hizo prestar atención a la curaduría. Cuando llegué a São Paulo, comencé a desarrollar un programa junto con Coletividade Namibia. Entonces fue desde la radio que me di cuenta que el trabajo que hago también es curaduría. Mi proceso de comprensión, de relación con la curaduría, tiene muchos matices; para quienes somos racializades, pobres, sin escolarizar, hay mucha dificultad de por medio. De todos modos, yo no tengo una formación académica, siento que lleva mucho tiempo entenderte a ti misma en esa posición como curadora, sobre todo viniendo de donde yo vengo. Así que para mí siempre fue algo muy difícil. Pero la curaduría ciertamente viene de este lugar en la radio, de entender quiénes son les artistas con les que quiero intercambiar, a quién quiero ver, a quién quiero escuchar, con quién quiero hablar.

Allá en Recife, la radio donde yo trabajaba no tenía dinero, no me pagaban. Era la radio de una comunidad que se llama Roda de Fogo, entonces ya se siente el ambiente. Se trataba del intercambio principalmente con les oyentes de la comunidad. Entonces, las respuestas que recibía en el chat de la radio o en los comentarios eran de la comunidad de radioescuchas, principalmente pidiendo cambiar la canción o cambiar el tema de la conversación al no entender algunas de las cosas de las que hablábamos. Creo que puedo poner música porque soy una buena oyente y esto también me dio la sensibilidad para entender lo que quiero explorar dentro de las artes visuales, sobre lo que son las producciones, qué son las obras, dónde está la poesía de las cosas que quiero ubicar. Y cabe destacar que, hasta el día de hoy, mi práctica implica tratar preferentemente con personas racializadas y disidentes de género.

Porque en las artes en general hay escasez de personas racializadas. Es obvio que vivimos en otro momento, tomando en cuenta las discusiones que se consideran importantes y pertinentes pero que son cíclicas dentro del mundo de las artes. Sin embargo, logramos poner atención a las figuras que movilizaban nuestras narrativas, porque esto se repite con frecuencia: trabajo sobre travestis, pero alguien que no es travesti haciendo el trabajo. Hay trabajo sobre personas negras que ocurre de la misma manera. Hoy vivimos en tensión constante. La cosificación todavía existe, pero en otra escala, porque logramos entregar al menos parte del protagonismo a estas personas, cuando logramos que estuvieran dentro de estos espacios privados. El esquema de la galería funciona en una lógica que no es de interés público. Una cosa es tratar con un mecanismo público, una pinacoteca, espacios que funcionan con dinero público, y otra cosa es tratar con instituciones privadas. Es obvio que los intereses van de diferentes maneras. El interés de estos lugares por estas discusiones ocurre a partir de 2014/2013, cuando comienza a suceder la mierda que hemos estado viviendo hasta ahora.

En tu carrera como DJ has tenido la oportunidad de viajar para tocar en fiestas tanto en Sudamérica como en Europa. En tu opinión, ¿cuáles son las principales diferencias entre ambos territorios: los espacios en el extranjero en donde te has presentado y la escena paulista, en especial con Mamba, tomando en cuenta el protagonismo que los cuerpos diaspóricos y travestis tienen?

Hay una especificidad muy grande en la escena brasileña. Nuestro gran babado es ese, la diversidad musical y de cuerpos, de identidades, pero no sólo de São Paulo. Como entre travas se acostumbra decir, Brasil tiene un elã6, una fuerza y una fé que es sólo nuestra. Es imposible encontrarse con algo que ocurre dentro de Brasil, fuera de Brasil. Colombia es uno de los lugares a los que tuve oportunidad de viajar y que tiene una pluralidad muy parecida a la nuestra; sin embargo, nosotres somos de un país de dimensiones continentales, entonces la pista aquí se víncula con todo eso de una forma muy sencilla. Evidentemente aquí estoy hablando principalmente de la escena underground, porque siempre hay fiestas donde ese tipo de cuerpos y experiencias están ausentes, pero tratándose de los ambientes que hemos estado mencionando aquí, desde luego que hay una pluralidad tanto musical como ética implicada en la experiencia política vivida. No he ido a una fiesta fuera de Brasil donde hubiera house, funk, guaracha, ritmos latinos, ritmos europeos y norteamericanos, todos en la misma fiesta. Les europexs son muy metódiques, elles incluso pueden hasta acoger alguno de estos ritmos específicos y, sin embargo, eso no ocurrirá por iniciativa del propio europeo. Esto primero ocurre por alguna persona migrante que trae consigo la sonoridad que hace parte de su propia trayectoria. Aquí nos encontramos con la ruptura de la linealidad que insiste en encontrar la diferencia en las repeticiones. En ese sentido, hay algo que Linn [da Quebrada] dice, y que yo encuentro muy lindo: la música electrónica se trata principalmente de repeticiones. Y, por otro lado, tanto en los sonidos latinos como en las producciones de aquí existe esa cosa de la ruptura/la interferencia. Lo que se produce aquí, en nuestro territorio, tiene matices que son muy nuestros. Esto es especialmente rico porque sólo ocurre con la diversidad en nuestramérica.

Por último, me gustaría que comentaras un poco sobre tu repertorio. Tus sets son una especie de viaje histórico a través de la edad de oro de la música dance y, sin embargo, ¡ni siquiera tienes 30 años! ¿Por qué elegir tocar house clásico?

Yo estoy muy implicada con la memoria afectiva. Esa es la sonoridad que yo escuchaba. Así recuerdo mucho el miami bass, el hip hop, el house. Ya bailé break cuando era más erê7. Estos estilos sonoros se atraviesan entre sí. Recuerdo escuchar mucho disco por mis vecines, ahí siento que hace falta groove en las pistas, falta esa cosa que nos sale desde el abdomen. El axé es sobre eso, la fuerza que viene del abdomen, de la barriga, el intestino. Siento que la sonoridad negra tiene mucho eso. Soy muy apegada al groove del funk, a las vocales del gospel, la tristeza del soul, los metales del jazz. Esto es un apego muy rítmico y, al mismo tiempo, se trata de algo muy vinculado a la piel: sobre la racialización. No se puede escapar de la cosa sobre la piel. Entonces, para mí tiene mucho que ver con el culto y con mi ancestralidad, tocar y traer a la pista las sonoridades que han sido producidas por el pueblo negro, que para mí es una de las cosas más ricas. En las letras de hoy parece que hay un culto al dinero y eso lo encuentro bastante problemático. Me entristece escuchar esos sonidos que se legitiman sólo a partir del dinero. Y no estoy diciendo que no podamos tener dinero, no es eso, pero reconozco que anteriormente se trataba mucho sobre el lamento por quien se era y de la forma en que se vivía así como de la idealización de un futuro. Mi canción favorita es Promised Land de Joe Smooth, sobre la tierra prometida. Es la sonoridad negra del alma, de evocar lo que se es, de entender nuestras necesidades y luchar por ellas.

Escucha los Sets y episodios de Mote de Paulete

******************Notas a pie de página***************************
[1] Las creadoras de Mamba Negra, Carolina Schutzer, la DJ Cashu, y la artista Laura Diaz.
[2]Une de les fundadores de Coletividade Namibia, un colectivo de artistas negres y LGBTQIA+, que hoy ya no está activo.
[3] En Pajubá, un dialecto hablado por la comunidad LGBTQIA+ brasileña, mona significa el homosexual afeminado. El pajubá fue creado en las décadas de 1960 y 1970, durante la dictadura militar, y tiene palabras, en su mayoría, de grupos étnico-lingüísticos africanos como Nagô y Yoruba.
[4] Este no es el género musical creado por James Brown, sino el estilo brasileño, también conocido como “funk carioca”. Creado en las favelas de Río de Janeiro bajo la influencia del Miami bass, el funk hoy goza de gran popularidad en todo Brasil y también atraviesa un proceso de internacionalización. Sin embargo, es criminalizado y sufre prejuicios de sectores de la élite brasileña por ser una manifestación cultural diaspórica y popular.
[5] Acontecimiento, evento o asunto más comentado.
[6] Es muy usado entre travestis para explicar algo que es único, espontáneo, con mucha emoción.
[7]En religiones de matriz africana como el Candomblé y la Umbanda, erê es el orixá niñe. Paulete bailaba break cuando era más jóven.
[8] De origen yorubá, la expresión significa fuerza de realización, poder, deseo y felicidad.

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