Reseñas - Estados Unidos

Natalia Valencia

Tiempo de lectura: 9 minutos

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04.08.2016

SITElines 2016

por Natalia Valencia, Santa Fe, Nuevo México, EE.UU.
1 de julio de 2016 – 31 de enero de 2017

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Mucho más amplio que una línea (much wider than a line)

SITElines Site Santa Fe 2016

Curadores: Rocío Aranda-Alvarado, Kathleen Ash-Milby, Pip Day, Pablo León de la Barra, Kiki Mazzucchelli

“Más luminoso que varios soles al mediodía” es como describió el director del programa nuclear Manhattan Project, el general Leslie Groves, al impacto provocado por la primera prueba nuclear controlada de la historia llamada “Trinity” y llevada a cabo en secreto por el gobierno de Estados Unidos en Alamogordo en Nuevo México en 1945, territorio entonces habitado por 19 tribus indígenas Pueblo, 2 tribus Apache y una parte de la nación Navajo. (1) Este episodio histórico es señalado como referencia en la investigación curatorial detrás de la Bienal SITElines Santa Fe 2016, debido a ser considerado por algunos científicos como el principio de la era del Antropoceno.(2) Mas allá de esta denominación geológica, que aún no encuentra consenso en la comunidad científica, me interesa esta descripción de Groves por su (involuntario) potencial poético.

En términos concretos, estos soles condensados que estallaron sobre Alamogordo hace más de 70 años desataron una radiación que hasta el día de hoy sigue afectando la salud de la población indígena originaria de ese territorio, que muchas veces no posee los medios requeridos por el sistema de salud estadounidense para los tratamientos necesarios.(3) El recuento histórico actualizado sobre la prueba Trinity de la página web del Departamento de Energía de Estados Unidos dice que se escogió esa locación por “su lejanía”.(4) Esto me hace pensar en Naomi Klein y su conferencia “Let them drown: The Violence of Othering in a Warming World”, dada en ocasión del aniversario de la muerte de Edward Said en 2016, en la que Klein describe el reconocimiento de la vida del otro, del no-blanco, no-occidental, como menos importante; la costumbre histórica occidental de utilizar al otro como conejillo de indias.(5)

Ahora, en un plano simbólico, ¿qué podría evocar esa figura de la fuerza de varios soles brillando al mismo tiempo? Si el lenguaje es el vehículo en el que la ciencia se cruza y se confunde con la poesía, ¿cómo utilizar el lenguaje para interpretar nuestra (tan discutida) relación con el territorio, con lo no-humano y lo inhumano?

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SITElines Santa Fe 2016 hace énfasis en la importancia del conocimiento no-occidental de las Américas (asumiendo la heterogeneidad que este enfoque implica) y por ende abre la mirada a otras maneras de nombrar el mundo. En su texto para el catálogo de la bienal, una de las co-curadoras, Pip Day, sugiere que cuando los Inuits dicen que la tierra está tambaleándose, su uso del lenguaje no es metafórico. Por otro lado y de manera metafórica, lo que debe tambalearse y rotar sobre su eje es el entendimiento occidental de las diversas interpretaciones culturales de los fenómenos ecológicos, para negociar la preservación de la vida en la tierra. La curadora adjunta de la organización SITElines (quien no es curadora de esta edición de la bienal), Candice Hopkins (miembro de la nación indígena Carcross/Tagish de Yukon, Canada), abrió su discurso durante la inauguración del evento haciendo uso de un protocolo  específico: agradeciendo antes que todo a los custodios originales del territorio en el que nos encontrábamos, a los ancestros; luego nombró uno por uno a todos los artistas participantes.

Al recorrer la bienal, nos encontramos efectivamente con una selección amplia y diversa de la producción contemporánea de artistas de las Américas, varios de ellos indígenas o de ascendencia indígena. Desde la magnífica película Atanarjuat: The Fast Runner (2001) del director Inuit, Zacharias Kunuk, un relato sobre la forma de vida tradicional y las cosmogonías del Artico, pasando por la investigación performática de Maria Hupfield sobre los materiales y las formas vernaculares con los que el cuerpo se adapta al ambiente en It Is Never Just about Sustenance or Pleasure (2016), el sorprendente proyecto educativo de Raven Chacón hecho en conjunto con el Native-American Composers Apprenticeship Project en Arizona, en el que el artista sonoro enseña a jóvenes compositores nativos a desaprender las posibilidades de los cuartetos de cuerdas, hasta Abel Rodríguez, indígena “conocedor de plantas” nonuya y muinane originario de La Chorrera, en el Amazonas colombiano, quien recrea en sus dibujos los ciclos estacionales de las diversas topografías de su territorio natal, reflejo de su saber ancestral sobre el manejo del territorio.

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Entremezcladas con estas obras encontramos figuras históricas cuya extensa producción sigue proveyendo a los curadores de verdaderas joyas de archivo, como es el caso de Marta Minujin, David Lamelas, Cildo Meireles, Lina Bo Bardi, Graciela Iturbide, Miguel Gandert, Pierre Verger y especialmente Margaret Randall y su fantástica documentación de la publicación independiente El Corno Emplumado, que editó en México junto a Sergio Mondragón en los 60s.

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Entonces, ¿cómo dialogan todas estas piezas entre sí? Si aquello que las divide o las conecta es mucho más amplio que una línea, tal vez vale la pena pensar en qué producciones pertenecen casi que exclusivamente al mundo del arte contemporáneo y en cuáles hablan, más ampliamente, de la cultura.

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También es importante pensar en aquella aburrida pero recurrente pregunta: ¿quién habla por el otro, y desde qué posición? Están las impresionantes imágenes de personas en trance en ceremonias de candomblé en Brasil en los 50s, tomadas por el fotógrafo y etnógrafo auto-didacta francés Pierre Verger. También están las icónicas fotos de los indígenas Seri de la región de Sonora tomadas por Graciela Iturbide en los 70s por encargo del Instituto Nacional Indigenista de México. En ambos casos, los curadores enfatizaron durante la visita guiada que tanto Verger como Iturbide habían alcanzado un grado de integración con los sujetos retratados que los posicionaba más allá de la simple figura colonial del artista como etnógrafo –como prueba, la fotografía de la cara de Iturbide pintada de la misma manera que los indígenas. Esta aseveración es de por sí problemática pues alude a esquemas de representación coloniales que no parecen haber sido superados del todo.

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Más significativamente, un eje de la exposición es el archivo del Paolo Soleri Amphitheater, un proyecto arquitectónico experimental comisionado en 1964 por el IAIA (Institute of American Indian Arts) de Santa Fe y su visionario fundador, el diseñador Lloyd Kiva New (Cherokee). Este anfiteatro mezcla elementos arquitectónicos vernaculares de la región con elementos del teatro clásico, incluye un escenario biomórfico que permite una multitud de perspectivas (en vez de la única perspectiva del teatro occidental) y otras interesantes hibridaciones que en su momento se complementaban con el igualmente experimental currículo del Indian Theater y las artes escénicas que se enseñaron allí en los años dorados del Instituto, en lo que en su época fue una progresiva mezcla de tradición y pensamiento utópico. Sin embargo, tras la mudanza del IAIA del campus, el anfiteatro cayó en desuso y hoy se encuentra casi en ruinas pues sus costos de mantenimiento son demasiado altos para el Santa Fe Indian School. Para la instalación en el espacio de la bienal, los curadores invitaron al arquitecto Conrad Skinner a mostrar documentación de la historia del anfiteatro y a la artista indígena Pueblo Eliza Naranjo Morse a crear una escultura en colaboración con su madre – para así dar cuenta de dos puntos de vista acerca del simbolismo del anfiteatro como arena de discusión. Sin embargo y por alguna razón, en el catálogo solo quedó registrado el punto de vista de Skinner y Naranjo está completamente ausente. En su texto, Skinner solo menciona que “los indígenas Pueblos de Nuevo México se opusieron durante 20 años al proyecto”, sin explicar las razones. Luego procede a acusar a la actual administración indígena del campus por no restaurar a toda costa el edificio. ¿Por qué sólo hay una voz (de un blanco) contando esta historia? El público no tiene acceso a la perspectiva indígena escrita sobre el proyecto y su evolución en el tiempo. La importancia histórica del edificio está perfectamente clara y esta visibilización da cuenta de un trabajo curatorial impecable, pero la discusión sobre su conservación tal vez debe dejarse más como interrogación que como una acusación pasiva hecha por un blanco. ¿Qué pasaría si nuestra memoria occidental se contentara con guardar los recuerdos del anfiteatro Soleri en forma oral, en vez de aferrarse a la materialidad? ¿Dejaría de ser occidental entonces? De nuevo, el poder de la palabra… y del silencio.

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En su película comisionada por la bienal “To Have Done With The Judgment of God”, Javier Téllez propone un uso de la palabra más abierto a la ambigüedad interpretativa, que proviene de su larga investigación sobre la locura en Occidente. Téllez hizo traducir al lenguaje Rarámuri (Tarahumara) la obra de teatro “Pour en finir avec le jugement de Dieu” escrita para la radio francesa por el dramaturgo surrealista Antonin Artaud en un sanatorio mental en Francia en 1947 y censurada en su época por ser considerada obscena. El texto habla de un viaje hecho una década antes por Artaud a la Sierra Tarahumara y su participación en una ceremonia de peyote. Está cargado de figuras alucinantes y viscerales, anotaciones sobre la religión y la condición humana que dan cuenta de una racionalidad desmoronada. En asociación con la emisora local Radio Xetar, Téllez pasó la grabación por la radio local en la Sierra, en diciembre de 2015. La película muestra el momento en que se transmite la grabación en los hogares y la vida común local; vemos a los indígenas moliendo maíz y en otras tareas cotidianas, impasibles ante el delirio que suena en la radio. Las otras escenas recrean el recorrido de Artaud por la Sierra, por las rocas antropomórficas del Valle de los Monjes, finalizando en una ceremonia real de peyote. Téllez juega con fuego, pues la puesta en escena de estas situaciones incluye, de nuevo, una instrumentalización del otro y enfrentar los grandes problemas de la mirada antropológica colonial desde el s. XIX. Sin embargo, su excusa para navegar estas preguntas sensibles es la locura misma, que en este caso, supuestamente neutraliza la moralidad. Al negar el contenido al espectador que no habla el lenguaje Rarámuri (no hay subtítulos de traducción del texto de Artaud), se suspende el significado para la audiencia occidental, en un gesto entre jocoso y demencial que reconfigura el límite de la racionalidad. ¿Cómo nombra un loco el mundo? ¿Quiénes son los verdaderos locos?

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Notas:

(1)    https://www.osti.gov/opennet/manhattan-project-history/Events/1945/trinity_evaluations.htm. Ultima consulta, 20/07/2016.

(2)    http://news.berkeley.edu/2015/01/16/was-first-nuclear-test-dawn-of-new-human-dominated-epoch-the-anthropocene/

(3)   Para saber más sobre la (aún no resuelta) reparación a las víctimas del Trinity Test: http://indiancountrytodaymedianetwork.com/2014/03/05/guinea-pigs-indigenous-people-suffering-decades-after-new-mexico-h-bomb-testing-153856?page=0%2C0

(4)     https://www.osti.gov/opennet/manhattan-project-history/Events/1945/trinity.htm. Ultima consulta, 26/07/2016

(5)     http://www.lrb.co.uk/v38/n11/naomi-klein/let-them-drown

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