Reseñas - México

M.S.Yániz

Tiempo de lectura: 8 minutos

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06.11.2020

Shark Tank-arte México: Siembra #2 en kurimanzutto

Sin esos excedentes, no se puede llegar a producir Capital.

¿Quién decide el derrumbe?
¿Quién decide quién puede dormir y quién no?
Un domingo aburrido que huele a suicidio
Una oportunidad para no ser tú mismo.

— Lázaro Cristóbal Comala

Me confieso un ser deseante. Llegué a SIEMBRA buscando una imagen; tanto de mi infancia como del Inst*gram del Palais de Tokyo en París. Esa imagen que falta está en el marco de un proyecto curatorial de la galería kurimanzutto (Ciudad de México) que se articula bajo cuatro preguntas, cito tres:

“¿Cómo se puede re-imaginar kurimanzutto a 20 años de existir? ¿Cómo se propone una manera diferente de experimentar el tiempo? ¿Qué lugar ocupa la galería en el mundo, el país y dentro de las comunidades de las que forma parte?”

La siembra, referencia a las economías agrarias, es por supuesto una metáfora irónica en torno a lo que sucede en kurimanzutto pues lo que se cultiva son los artistas (emergentes) que pueden brotar en la economía global del arte. El statement es claro: el gesto de autoconsciencia de la galería para “re-imaginarse” es saberse poderosa dentro del capital simbólico y decir quiénes sirven como semillas redituables. “La comunidad” es esa carrera apretada por emerger como artista individual.

En la edición de septiembre[1] de Siembra, se encuentran artistas de la galería y los Otros; diferenciación que se evidencia al reconocer quiénes deben trabajar más para estar ahí (en la nueva experiencia del tiempo). Carlos Amorales, Sofía Táboas, Pablo Soler Frost y Miguel Calderón apenas y presentan un gesto de la representación de sus fantasías personales —deconstruir hombres, perseguir nahuales, atacar el ego con la reproductibilidad técnica pero a mano y perder el paisaje por un nuevo horizonte vertical. Sus obras (a veces excepcionales e inteligentes) se ven bastante menores. En cambio, los emergentes deben maquilar, tejer, llevar electrónicos, construir, ganarse el valor con sus cuerpxs que son fuerza de trabajo productora del nuevo capital simbólico y social, además de mercancías.

Entre los Otros está Salón Silicón con sexplay, sexwork, sextrauma. Un viaje por los sentidos en tus fantasías; ahí puedes (imaginar) chupar, tocar y hasta venirte. Dentro de la estética del Salón, que oscila entre la disidencia sexual, motivos de la contracultura setentera, la putería y el pop, rescato la incómoda y lúcida pieza de Carla Lamoyi. En ella escuchas un audio para caminar al lugar del encuentro erótico con piezas de arte como un conejo hecho de tierra y paja, un Gabriel Orozco de la serie Atomist (esos hombres fuertes que hacen temblar la entrepierna intervenidos con secciones de circunferencias), entre otras. Lamoyi narra cómo se toca, se corre con las piezas mientras las destruye. La tensión erótica entre el poder del arte, su destrucción, el placer real (sic) y la imaginación auditiva estremece. Es una intimidad muy extraña pero agradable.

“Desde el 95, ya se sabía (de manera consciente o no) que había que seguir una serie de requisitos para entrar al campo (del arte): ser joven, tener un local, pedir una beca y realizar fiestas para aglutinar gente, vender cerveza… Es obvio que todo eso no garantizaba un éxito a largo plazo» dice, quizá irónicamente, Daniel Montero en El Cubo de Rubik.[2] Lo que enoja al público es que a veces funcione. En México hay cierto tabú con el éxito y la movilidad social. Una sensación de envidia y admiración por el Otro. “El césped es más verde en el patio del vecino”. La jugada doble de los clásicos procesos de cooptación simbólica en el mundo del arte se evidencia de forma jubilatoria en esta exposición. Por un lado, las lógicas neoliberales necesitan los derrames libidinosos —enérgicos— de lo desmedido: petróleo, revoluciones, íconos (aquello que produce excedentes), pero en su forma rentable: gasolina-plástico, identidad-creencia y mercancías. El desborde por sí mismo es peligroso y poco útil, sin esos excedentes, no se puede llegar a producir Capital. Tal vez por eso, sólo tal vez, de entre el vasto panorama de producción de arte independiente, sean Salón Silicón y Biquini Wax quienes están presentes en esta exposición. Aquellos que visiblemente están trabajando con las condiciones de posibilidad del deseo y las mercancías, cuyo refinado[3] puede ser eficaz.

Biquini Wax, pez piloto —y ya desde luego devorado y digerido— de los espacios independientes de la década 2010, presenta el cadáver plástico de una orca. La ballena, más que la imagen nostálgica de una época de esperanzas (como se ha dicho tanto), es pensamiento crítico. La pieza tiene bibliografía, filmografía, un glosario inconcluso, metodología, marco teórico y un montaje por goteo como la economía que acomete.

Es un ensayo en el sentido más hermoso. ¿Sobre qué? La crítica metafórica del proceso de neoliberalización de México a través de la ballena más famosa del país: Keiko (aka Willy). La pieza es Un Museo de Historia Natural de la Natfalgia a lo largo de 10 años (1986-1996). En ella se exponen e interrogan procesos a través de imágenes de la cultura popular, agentes políticos y demás basura neoliberal. En el marco de una muestra colectiva resalta por su complejidad, pero no es ingenuo que esté en kurimanzutto después de París.[4] Se revuelca en contradicciones.

La contradicción capitalista —que es la misma de la izquierda y las revoluciones— es que las minorías, al tomar el poder, se vuelven poder a-crítico. Resulta casi lógico que sea una ballena la ganadora entre todos los integrantes de la pecera de artistas jóvenes. Tiene los valores del siglo XXI: es crítica, intermedial, producida bajo lógicas colectivas socialistoides —dentro del dispositivo Biquini Wax, cuya dinámica interna de creación es parte de su excepcionalidad como templo, cibercafé y espacio patafísico. Es antimonumental, inteligente. Simple para ser memeable o tomarse selfies y sofisticada para parecer importante. Contiene ella misma, en sus entrañas y su derroche simbólico exterior, la lógica inmanente del Capital.

El marxismo es un buen negocio —asunto que ya había entrevisto Marcuse[5] al señalar el peligro de la democratización de la cultura y los discursos; no por ansiedad elitista, sino porque la absorción del arte a los espacios administrados del comercio capitalista pasaría por alto su crítica e incompatibilidad con el mismo capitalismo. Hay un buen rendimiento económico-simbólico en el uso de la orca. A la vieja y desgastada imagen de Keiko invertida (tanto como símbolo como en la bolsa) se le devuelve tras un proceso NAFTALGICO a Willy, cuya infla(ma)ción la hizo reventar. Ahora yace muerta pero con más plusvalía que nunca: es un zombie. Cuando una ballena encalla en tierra ya sea por la edad, el clima o porque efectivamente iba llena de plástico producto de un mundo antropocénico, el animal queda varado entre la hostilidad seca de la tierra y las olas del mar: una forma de lodo o barro playesco.

Frente al pulcro barroco europeo, algunos poetas argentinos se rebautizaron como neobarrosos: una forma de barroco latinoamericano, que desde la precariedad de no tener templos y mármol sino lodo del Río de la Plata y la sensibilidad del barrio aledaño, fincan una poética del desperdicio y el cuerpo frágil. Al exponerse el esquelético cuerpo de Keiko, hallada muerta en alguna playa de turismo gringo atravesada por todos los símbolos, gestos e historias que la asesinaron, cimbra una alegoría neobarrosa. ¿Qué es el barroso sino la interiorización de la crisis? ¿Y qué es sa la na, a yuum, iasis/laissez faire-laissez passer sino la puesta en escena del sex-appeal del millenial (agente noventero comercializado) hacia la pérdida, el derroche, el cinismo de los políticos y un futuro de austeridad?

La historia del país, de la Ciudad de México como eje motriz del Estado centralizado, es la del fracaso; la promesa irresuelta de la modernidad quebrada. Una vez que el proyecto neoliberal y nuestro prometido ascenso al primer mundo salinista encalla sólo quedan pecios[6] —otra metáfora del mar. Lo que queda del proyecto nacional, parece decirnos Biquini Wax, es una sensibilidad alterada gracias a una imaginación guiada por mercancías baratas con rebaba. Imágenes gastadas en las que convive la comida basura, los miedos infantiles, tus ídolos y el rostro pulido de estrellas y políticos que alimentan a la ballena agonizante. ¿Quién mató a la ballena? Las imágenes que nos atan a un futuro perdido en el que México pudo ser libre. Como dice el propio Keiko (Aka. Daniel Aguilar Ruvalcaba) en una entrevista en cetáceo exhibida en la sala: “Lo que la orca tiene en las entrañas es todo lo que no nos hace libres.”

Gabriel Orozco ya había matado a la ballena. En 2006 expuso Matrix Móvil en la Biblioteca Vasconcelos, financiada por Conaculta: consolidación del vínculo del Estado y las élites del arte. Sólo diez años después del paso de Willy por México, como si fuera un relevo. ¿Será un gesto de cooptación que kurimanzutto albergue una pieza que quiere ser crítica con NAFTA, en el tiempo de los antimonumentos? ¿Un antihomenaje buscando poner en jaque, en una puesta en abismo tanto hábil como cínica, lo que produjo su éxito y el de Orozco: la simbólica muerte global de Keiko, es decir, la liberación económica del país?

Es un gesto bastante normal de la izquierda post-Benjaminiana, reavivar fantasmas de luchas pasadas para volver a enjuiciar la Historia. Más allá del llamado a la nostalgia generacional, se encuentra una ballena globalista, anti-nacionalista y extractivista en una galería en 2020. Así como la pieza de Orozco se leyó desde un ethos pedagógico en el que materia, textura y gravedad fundan un sujeto autoconsciente en el acto de ser espectador (Buchloh),[7] Keiko-Naftálgico parece estar mostrando la facilidad con la que el capital influye en nuestros deseos y las pesquisas en donde la carencia puede ser creación y la resistencia; espectáculo. Puede verse como la alegoría de la erradicación de la historia política radical en la víspera de la firma de NAFTA. ¿Es peligroso? Sí. ¿Produce fugas críticas en la pecera? Me gusta pensar que sí.

Notas

  1. SIEMBRA es una exposición de largo aliento que inició en febrero del 2020 con un primer grupo compuesto por Haegue Yang, Gabriel Orozco, Minerva Cuevas, Eduardo Abaroa, Daniela Rossell y Galen Jackson, Dr. Lakra, y Wendy Cabrera Rubio.

  2. Daniel Montero, El cubo de Rubik, arte mexicano en los años 90 (Fundación Jumex Arte Contemporáneo: México, 2013).

  3. El destilado del crudo a la gasolina se realiza en refinerías, momento en el que gana plusvalía y condiciones materiales de producir energía. Pero también refinado se usa para referir a la educación y costumbres de la clase alta o aquello que “carece de vulgaridad” (RAE).

  4. La instalación fue presentada originalmente dentro de la exposición Prince·sse·s des villes del 21 de junio al 8 de septiembre de 2019.

  5. Herbert Marcuse, One-Dimensional Man (London: Routledge, 2002).

  6. Los pecios son los pedazos o restos de un barco que ha naufragado.

  7. Benjamin H. D. Buchloh, “La escultura entre el Estado-nación y la producción de mercancía global” en Gabriel Orozco (Consejo Nacional Para la Cultura y las Artes México/MOMA: Ciudad de México, 2009).

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