Marginalia - Brasil

Laryssa Machada

Tiempo de lectura: 6 minutos

A
A

01.08.2023

Marginalia #93

A pesquisadora e artista visual Laryssa Machada apresenta-nos “é como permitir que a cena siga”, uma seleção de imagens que vão desde a fotografia analógica à digital e pré-apocalíptica.

[Versión en portugués abajo]

Cómo permitir que la escena continúe

Cuando estoy corriendo o volviéndome humo, la consistencia de la piel amplifica el baile que un día nos invitó. La urgencia silencia las horas que pasaba sola viendo pasar el mercado. En lapsos de encuentro, en este extenso territorio de Abya Yala, ampliamos la percepción de lugares que sobrevivieron al fuego en la estela, en un turbio movimiento que muchas veces ni siquiera somos capaces de nombrar, pero que nos conecta bajo tierra. La primera y última luz del día, casi una obsesión. Para escribir necesito escucharte.

Vendiendo de todo, desde cerveza con chile, ropa en bolsas, un cuadro de La última cena, bolsas y carritos, objetos antiguos. Vendiendo espejos tres años después, que fueron rotos en la tierra roja de Minas Gerais para romper el legado de la minería. El mismo elemento que cubría el rostro moreno en un cuerpo Kubeo del Amazonas en un jardín cercado, construido para segregar una X cantidad de plantas y disimular la limpieza urbana que desgarra las metrópolis. Su mismo cabello, su misma figura abraza a otra mujer en las mismas bolsas de transporte de alimentos, en el mismo reconocimiento de la mirada y el brillo y la belleza que portamos. La entrada de luz quemó casi todos los espejos de la imagen analógica, excepto la mujer que cargaba a su hijo en Cochabamba, y sólo nos enteramos semanas después cuando lo recogí en una tienda del centro de São Paulo, a pocos minutos caminando del depósito de chatarra donde encontramos a çaacy perereg aymara activando y desactivando hábitats —así que piensan ser naturales las cosas. «Ya verán. Estoy aquí con Cássio llevándome todas las llaves», me dice.

Nunca pensé que cualquier persona fuera sólo humana.

Dejar vivo el rastro en la imagen es como dejar que la escena siga. Que la escena no termine en ese pequeño segundo. Chocamos entre nosotres y quedamos en la memoria colectiva. Lo principal que recuerdo haber escuchado de sus bocas es que venía de lejos. Muchos caminaron años y años para encontrarse allí. Y el mismo paso no termina en el tiempo. Somos el tiempo.

Lo que nos conecta desde hace siglos son los ríos, el fuego, la lluvia entre nuestros cuerpos.

Incluso dentro del espejo me muevo. Cocha sube el cerro amarillo caminando a Brasil para encontrarse con su padre que trabajaba en una mina cerca de Belo Horizonte.

“Pero nunca pude obtener poder efectivo de estas fórmulas: se requiere mucho más que conocimiento para que la magia funcione en las cosas”. —El país de la canela, William Ospina

Es como si tu imaginación pudiera llegar hasta donde ve tierra. Hay repeticiones y repeticiones y repeticiones de imágenes. En el mejor de los casos, el grano se mueve fuera del pronóstico. Las responsabilidades de crear una vida. Construyendo humo relajamos nuestros ojos. Ya ha cambiado el oxígeno del ambiente hasta el punto de no tener recuerdos de otras personas.

¿Qué visiones tienes frente a ti mientras la espuma del Atlántico te golpea la espalda? ¿Qué eran estas imágenes hace siglos? Cierra los ojos. Tú que estás leyendo. Colócate en el paisaje. ¿Qué direcciones han estado recorriendo las piernas a lo largo de los mismos caminos en este suelo? Mientras no esté dentro del mismo movimiento, no puedo acceder a ellos. ¿Por qué somos adictes a producir fines?

«Pero el mismo día en que supe de la existencia de la ciudad, supe de su destrucción.»
Separades por unas pocas décadas, nacieron y pisaron las mismas piedras al borde de la misma costa; aunque, como todes, venimos de lejos. Las coreografías de ambes suspenden el aire de la playa. El tiempo que llevan en los ojos. Las fiestas que celebraban con sus hijes. El lado que la sombra del sol eligió para apoyarse para que no lo capturara todo. Dispara y corre. Dispara y quédate. Lo que nos conecta son las aguas, el fuego que quema la imagen, las luces que nos acompañan.


é como permitir que a cena siga

Quando estou correndo ou tornando-me fumaça, a consistência da pele amplifica a dança que um dia nos convidaram. A urgência silencia as horas que passava sozinha observando o movimento da feira. Em lapsos de encontro, nesse grande território de Abya Yala, expandimos a percepção de lugares que sobrevivemos ao fogo no rastro, num movimento turvo que muitas vezes nem conseguimos nomear, mas que subterraneamente nos conecta. A primeira e a última luz do dia, quase uma obsessão. Pra escrever preciso lhe escutar.

Vendendo de tudo, à cerveja com pimenta, roupas em saca, quadro da Santa Ceia, bolsas e carrinhos, objetos antigos. Vendendo espelhos três anos depois, que se quebraram na terra vermelha de Minas Gerais para romper a herança da mineração. O mesmo elemento que cobriu o rosto marrom em um corpo Kubeo vindo do Amazonas em um jardim cercado, construído para secretar uma quantidade de plantas X e disfarçar a limpeza urbanística que rasga metrópoles. Seus mesmos cabelos, seu mesmo vulto abraça outra mulher em mesmos sacos de transportar alimentos, em mesmo reconhecimento de olhar y brilho e beleza que carregamos. A entrada de luz queimou quase todos os espelhos da imagem analógica menos a mulher que carrega seu filho em Cochabamba e só ficamos sabendo semanas depois quando o busquei numa loja no centro de São Paulo, a minutos caminhados do ferro velho onde encontramos um çaacy perereg Aymara ativando e turning off habitats – así que piensan ser naturales las cosas. «Eles vão ver. Estou aqui com Cássio llevando todas las llaves», ela me diz.

Nunca achei que nenhuma pessoa fosse apenas humana.

Deixar o rastro vivo na imagem é como permitir que a cena siga. Que a cena não se finde naquele pequeno segundo. Nos chocamos umas às outras e permanecemos em memória coletiva. O principal que lembro de ouvir de suas bocas é o fato de vir de longe. Muitas que caminharam anos e anos para se cruzarem ali. E o mesmo passo não findar no tempo. Ser o tempo.

O que nos conecta há séculos são rios, fogo, a chuva entre nossos corpos.

Mesmo dentro do espelho me movimento. Cocha sobe o monte amarelo caminhando até o Brasil para encontrar seu pai que trabalhava em uma mina próximo à Belo Horizonte.

“Pero nunca pude obtener poder efectivo de estas fórmulas: se requiere mucho más que conocimiento para que la magia funcione en las cosas.” —El país de la canela, William Ospina

É como se sua imaginação pudesse ir até onde vê terra. E repetições e repetições e repetições de imagens. Nas melhores, o grão que se move fora da previsão. As responsabilidades de criar uma vida. Ao construir fumaça relaxo nossos olhos. Já trocou o oxigênio do ambiente a ponto de não ter memórias de outras pessoas.

Que visões estão à sua frente enquanto às suas costas batem as espumas do Atlântico? Quais eram essas imagens há séculos atrás? Feche os olhos. Você que está lendo. Coloque-se na paisagem. Que direções as pernas vêm transpassando nos mesmos caminhos desse chão? Enquanto não estou dentro do próprio movimento não consigo acessá-las. Por que estamos viciades em produzir fins?

«Pero el mismo dia en que supe de la existencia de aquella ciudad, supe de su destrucción.”
Divididas por algumas décadas nasceram e pisaram nas mesmas pedras à beira da mesma costa, ainda que, assim como todas, tenhamos vindo de longe. As coreografias de ambas fazem suspender o ar da praia. O tempo que carregam nos olhos. As festas que celebraram com seus filhos. O lado que a sombra do sol escolheu acostar-se para que eu não captasse tudo. Disparar e correr. Disparar e ficar. O que nos conecta são as águas, o fogo que queima a imagem, as luzes que nos acompanham.

 

Comentarios

No hay comentarios disponibles.

filtrar por

Categoría

Zona geográfica

fecha