24.10.2021
2/10/21 – 31/10/21
Liana sube, liana baja. Ahí se tensa, acá relaja.
Ni se ve dónde comienza, la línea que en la selva viaja
Si gira es como un alhaja, adorna al árbol su corteza. Línea cae, se mueve intensa, la mirada al caos siempre es propensa
Liana sube, liana baja, como agujas entre paja.
“No son los descubrimientos científicos quienes han cambiado la idea de Naturaleza. Más bien, es el cambio de la idea de Naturaleza la que ha posibilitado esos descubrimientos.”
Maurice Merleau-Ponty
La representación de la distancia entre humanidad y naturaleza ha determinado la racionalización del mundo de la experiencia. Se ha objetivado la impresión subjetiva como punto de partida de la conquista de la exterioridad y la sistematización de lo natural ha configurado las pautas de percepción que tenemos de la realidad. La taxonomía dentro de la noción de seres vivos ha condicionado el conocimiento de distintas características y propiedades de lo que se halla fuera de lo humano. Hoy, aparece imperante una nueva consideración de lo natural y la naturaleza, se ha reconocido en las plantas una otredad, no distante, con la que nos relacionamos y la que hay que incorporar en nuestras narrativas. Así, los estudios pictóricos de Fabiana Martinez Pelaez proponen una reconfiguración visual de las plantas para establecer procesos de reconocimiento.
Las pinturas en El color del verde traducen el carácter estructural de las lianas, cimiento de los bosques tropicales, a la gestualidad pictórica de la línea como elemento principal del juego infinito de lo que conocemos como la composición dentro del plano. Se traduce a una gestualidad pictórica lo que Martinez Pelaez ha observado, convive con el ecosistema para identificar en su materialidad las relaciones de un complejo ambiente que concebimos como natural. Fabiana entiende su representación no como una acción impositiva sobre ellas, sino como el diálogo de habitar con un espacio único. Se trata de una exploración de la ecología de la línea y el color, los tintes, las lianas y la selva, la visibilidad de sus relaciones en su propia expresividad. Las lianas crecen sin un destino, quieren ir a todos lados, caen, suben, se enredan, cuelgan, se desplazan, regresan, se conectan: las líneas ofrecen distintas dinámica y dimensiones, planos actuales y virtuales.
Las formas en la pintura muestran algunas de las infinitas posibilidades en aquel estímulo visual. El color del verde exhibe las pinturas dentro de un ambiente que las anima como un repertorio que registra la observación lúdica de la selva, produce una semántica de la jungla desde el habitar las posibles estructuras que aparecen en ella. El paisaje que se dispone confronta distintas miradas hacia la naturaleza a través del uso de materiales para plantear una tensión entre los procesos de manipulación y aquel de contacto: los tintes naturales en el uso de la tela soportan los pigmentos sintéticos en la pintura. El juego de la composición responde a las líneas de comunicación que se abren en la variación de las cualidades percibidas. De este modo, El color del verde remite al uso del pigmento y el color en la pintura al invitar a una reflexión sobre las distintas maneras en las que la naturaleza media en su representación.
— Pedro Álvarez Luna
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