Edición 23

Materia Oscura

11.07.2022 - 20.09.2022

Amenazamos desatar el furioso vendaval del amor
—Grupo Eros (1975)

Simplemente soy
Kino—Kino no Tabi (2000)

 

Las pantallas de los televisores parpadeaban en todo el continente, en las poblaciones, en las villas, en los pueblos, en las casas «bien» de la clase media, en las favelas, en las comunidades, y quizás en las cocinas y habitaciones de los palacetes de los barrios cerrados. Les niñes y jóvenes de las últimas décadas del siglo pasado y las primeras del siglo XXI miran de a varies, a la salida de la escuela o de pasada en la calle, en la única TV del vecindario o soles en su habitación propia con la cama bien tendida por una empleada doméstica, un universo de personajes animados. El mundo de les adultes es, a su vez, conmovido por invasiones, dictaduras, deudas imposibles, guerras, huelgas, piquetes, ollas populares, corridas cambiarias, shoppings, ethernet, computadores, consumo y prepagas, horarios laborables infinitos, desocupación, inflación y acumulación financiera. El mundo adulto no presta demasiada atención a una serie de figuras con pelos de colores, bolas de superpoder, tetas misiles, bosques, motos y monstruos que hablan, y múltiples existencias transmutantes. Un mundo de pequeños monstruos de bolsillo que habitará entre elles, suspendidos e invisibles aún a su mirada, pero luego visibles en sus teléfonos de baterías de litio. ¿Se habrán sorprendido les adultes de clases sociales con ciberacceso cuando en los 2000 empezaban a aparecer en sus búsquedas online de pornografía imágenes hentai, yaoi, yuri, futanai y otros?

¿Cómo impactó en nuestros cuerpos, luchas, deseos la relación entre sexualidad, consumo y placer de estas figuraciones? ¿Acaso Lady Oscar, Kitty, Kare Kano, Sailor Moon, Robotech, El viaje de Chihiro, Lovely Complex, La sirenita, Yasuke, y Mario Bros tienen algo que ver con imaginar políticas de resistencia a los neoliberalismos conservadores y la creación de nuevos modos de emancipación erótica y transformación social más allá —más acá— de las políticas de la identidad angloeuropeas queer? ¿Qué sucede con estos imaginarios ahora que sus bellas encarnaciones están siendo perseguidas por los movimientos neoconservadores de las políticas de la seguridad nacional y la austeridad económica?

Desde una perspectiva crítica, no sólo más allá del principio del placer, sino más acá de las prácticas somatopolíticas queer, me pregunto: ¿cuáles son nuestras relaciones eróticas con el pasado? ¿Podemos inventarnos una erogenealogía de nuestramérica? ¿Tenemos una erohistoriografía propia sobre el trauma colonial y los placeres de las resistencias? Nuestros cuerpos incompletos, que no pueden, nuestras membranas oculares excitadas y cansadas, todas las ancestras ya convocadas y erotizadas, ahora que ya sabemos que el deseo por sí mismo no es ni siquiera el único motor de nuestras vidas, menos aún suficiente para un proyecto político de transformación, ahora que acordamos que Sade es un agente contable de culos y equivalentes, y que el mundo no es hermoso, por lo tanto lo es, ¿qué figuraciones son ahora nuestros objetos de placer, amor y revolución?

En este largo y extraño post-mundo occidentalizado: ¿qué nuevas superficies eróticas de transmutación estamos configurando? ¿Qué relación hay entre imagen, performatividad y riqueza? ¿Cómo se modula la erótica del dinero en relación a las formas de producción económica del arte contemporáneo y sus máquinas visuales? ¿En qué episodio de la saga deconstruyendo el amor colonial estamos?

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Rafaela Kennedy, Vaskes Eterna, 2019. Impresión de algodón en papel. 105 × 70 × 4

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