Edición 23: Materia Oscura

Chana Mamaní

Tiempo de lectura: 6 minutos

A
A

12.09.2022

Amuya

Piel de poesía

Prefacio

En los pocos momentos de quietud, con su semblante jocoso, la escuchaba narrando “tímidamente” su pasado y el campo. En su memoria, aún yacía la oralidad de su padre, de su abuelo, de mi bisabuela. Jamás pensé que io tenía bisuabuela pero la tuve, nunca supe su nombre, tampoco se acordaba ella. Le pregunté dónde vivía, cuál era su color… y el olor, qué les gustaba hacer. Pasaron años y silencios, hasta que una vez por la televisión vimos reyes y reinas con sus vestimentas. Ella sólo habló: “había eso antes también. Estaban en el campo. Tu bisabuela me decía le servíamos ¡todo! Éramos sus ¡esclavos! Con el tiempo se fueron, luego llegaron otros señores y se llevaron las ollas… ¡Todo! Pero nunca nuestra tierra, hija”.

Aquí comparto esta textualidad que en este voraz de tiempo me permite, desde la poética indígena-migrante y erótica, la memoria y mis lenguas que habitan y tocan la “amuya” emotiva propia y colectiva.

Qasiwi[1]

Abril todo el año.
Pues sí, no podía ser simple, le había robado a una palabra el acento, quería escucharte
nombrarla, también se me ocurrió subirme a un metro, tomé prestado un verbo, quería
sorprenderte a ti y tus ojitos negros.
Recorrí el calendario, toda una travesía, y en la ranura de tu penumbra quería seguir
estando, agarrar puntos suspensivos y juegues sin herirnos.
En un instante, ya en este siglo, en las calles el mayor habitante era el silencio, algún
barco traía bandas de gaviotas, con sus gargantas. Mi tierra dejó de ser un recuerdo, mi
pecho sospechaba la llegada de tu canto.
Esa vez, ¿recuerdas? Te veía en tu cometa, soltabas un vacío y nos inventamos las
siluetas en las sierras y sus tardes.
Me levanté, salté, agarré en ese texto el desvelo, te dibujé en mi cosmos. En abril te
espere en mi sillón suplente:
“¿por qué no amar lo qué nos hace bien?”.

Mi lengua suspiraba, esa bravura, buscaba tus dedos cálidos y que cruces mi puente.
Apareció una hoja que me besó el cuello, tendió mi estrofa, perdí esa batalla.
Y, ¿recuerdas? Aún así, el amor juega con mi estrella y io soy su ventana.

Amtaña[2]

¿Dónde está?
Que me desvela de este sangriento dolor.
¿Dónde está?
Que me desnuda la resignación.
Y desborda sequía donde nació caudal.

Juma
tus ojos no saben llorar,
te olvidaste esa rebelión,
se llama ¡bondad!

¿Dónde está?
Que huele a cosas mundanas,
se despedaza por desechos,
usted, se queda atado al Capital.

Juma
y la ranura hierve a perdición.
Se apaga el cielo y crecen las cifras.
Los cuerpos pesan:
¡me arrancan el corazón!

Me clava el pecho
y las navecitas danzan.

¡Kamsaña!
Usted guarda los colmos,
no quiere cantar
y ese rayito la toca,
se llama sol.

¡Kamachaña!
Usted, quiere derrocar la inocencia,
son de 500 años.
Aplasta con proverbios.
Escuche —¡no es sumisión!
Su lengua —¡crucifica!
Su garrote ¡machaca las bocas!

Usted, no sabe llorar.
Los ojos de su espalda —¡explotan!.

Me oculto de día
y me despierto de madrugada.

Usted no sabe de las redadas.
Uma, palpita,
ia no migran las gaviotas,
ia no se escucha a Lorenzo.
Inti está cansado,
ati lo sabe,
pues pronto,
¡(ella) se acabará!

¿Dónde estás?
¿Dónde preguntar por tu identidad?
¿Ahí (usted) está?

En el sudor de le niñe que canta
en los pies descalzos de la mariposa,
en la lucha del caminante,
en las guerreras
que despiertan esperanza.

¿Dónde está?
Mama chuyma
—¡el pecho nos arde!
Tenemos
¡MEMORIA![3]

J´ampati

Me distrae la sola existencia,
pura
quieta
dura
chata.

Me galopea la secuela abyecta.

Un cuerpo que no espera,
una excusa que se sujeta
al recuerdo del silencio.

Un ensueño desahuciado
un recuerdo que no recuerda
un espacio que es un vacío
un ocaso que no tiene barcos.

… Pero qué decirle
al beso que no toca
al beso que desborda
al beso que sangra
al beso que no espera
al beso que arranca
al beso que sueña
al beso que navega
al beso de las noches
aquel de la mañanita,
al beso espinal
al que quise tanto.

Al beso que envuelve,
al beso que llora

vuela
choca
y me toca.

Me despedí del amor

Ayer,

me desprendí del último gajo que me quedaba de amor.

Ayer,

intenté morir en ella, ahogarme y chupé mi asfixia.

Ayer,

mi pecho, me succionó el aire y mi corazón saltó.

No pude calmar mis ojos,

no pude hacer muelles o cubrirlos,

se rompieron tanto que me llovieron vidrios.

Y una niña salió de ahí,

una que también se lanzó.

Ayer, entendí porque vivía,

ayer volví a sentir que moría.

Ayer, se me acabó el suspiro y aspiré lo que pude.

Ayer despegó noviembre:

se fue septiembre,

y abril fue mi puente.

Desnudé ese lugarcito

que nos hace ocultarnos de día

y despertarnos de noche.

Me detuve un instante recorrí el mundo,

agarré un bote,

me senté, te escuché sonrojarte.

Ayer,

la glándula, a solas, me delató:

¡maldita sea!

Caudal en vigilia.

Una belleza murió dulce.

Estuve muda, llamé al cosmos, escalé,

irremediablemente

no eras tú y ni siquiera él, no era io ni tampoco ella.

Ayer,

te miré, espere cinco mil años, mis venas descarrilaron,

algún duende brincaba.

Ayer,

abracé tu beso,

sentí tus cuerdas,

abrigué tu tiempo,

brilló tu boca,

apagué el mundo,

chupe tus colores.

Ayer,

morí, viví y solté:

el último gajo de amor.

Pupu

Dibujaste un mapa
al pasadizo secreto
de los costados de mi boca.

Anclaste el tiempo,
ensoñé tu libertad,
no era mi interés
hasta que me acordé.
Te besé mi idioma y mi piel
en el otro lado de la historia,
envolviste tus ojos
en mi selva como amante.

Ninawarmi[5]

Esa coca que te calza
la lengua jugosa, ninawarmi.
La que puede hilar
—penas y desentierra el llanto.
Canta aguda esa huella
en ese despojo de la libertad.

Llueve aquí
el fuego de tu amor,
arrancas el telón,
ninawarmi,
diluvia en mí
tu voz,
el dejo del dolor.

El único exilio que quiero
es aquel
que riegue
las tierras
de tu amor.

Abro esa ventana,
brilla carcajada de resistencia,
te sitúas en mi calor,
ninawarmi.
Me recuerdas
aquella revolución.

Envuelta en tu telar
soy fiel a tu rebaño,
ninawarmi.

Me revelas cascadas,
ubicas barricadas
en mi pezón.

Despiertas esa muerte eterna,
aquella que adormece.

Recorres y ardes,
ninawarmi.

Vientos son ecos
de un mañana,
nado y tomo
ese sabor.
Enciendes tácticas
en mis venas,
despego y aleteo
esta vez,
ninawarmi,
¡es rebelión!

¡No más!

El día que grité
me mandaron callar,
la tarde que lloré
me tuve que aguantar,
la noche que amé tanto
cosieron mi corazón.

Fue un instante que morí,
me volví piedra
inmóvil
y dócil.
¡No más, nunca más!

Ñuñus[6]

Cha ́rant ́atsay eufóricas
mis tetas se ríen desmedidamente,
cada vez que te hamacas en ellas.
Cascadas de laruyañas,
hacen despertar
ese silencio abismal.
No paras
—no quiero que pares,
quiero que te apoyes,
me hundas y
formes picos en ellas.
Mis labios se sonrojan, y enmudecidas quedan,
cuando construyes esferas.

El pulgar de tus pies las rodean,
—suavemente—
y me pierdo en esa sonrisa vertical.

Plácida
—las vulvas se encienden
dulcemente—
cuento un lunar latente,
viertes cascadas
—esponjosamente—
en esa izquierda rosa.
Mojada ia mojada.

 

Wassy Kusilla[7]

Casi las tres de la tarde,
me levanté
y mi bombacha también.
Ella
estaba toda abrazada,
con la parte más muscular,
sumaywassy
voluptuosa y oculta,
me detuvo un instante.
Esa especie de rasgueo
—continuo—
me llevó a no entender nada
y vivir.

Notas

  1. En español, mes de abril.

  2. En español, memoria.

  3. Forma parte del proyecto archivo 2022.

  4. En español, beso.

  5. Mujer de fuego. Forma parte del poemario Yarawis: erótica aymara, 1ra edición, Ed. Marronada Cuir (La Plata, Buenos Aires); y una 2da edición, Ed. Ciudad de las Mujeres (Rosario, Santa Fe).

  6. Tetas. Ibid.

  7. En español, cosquilla bonita. Ibid.

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