12.12.2022
Avistando el legado de Hija de Perra, Danka Herrera repara en lo político de los cuerpos de la disidencia sexual: escribir para vivir.
Escribir bajo la presión de la guerra no es escribir sobre la guerra, sino en su horizonte y como si ella fuera la compañía con quien uno comparte su cama (admitiendo que ella deje un sitio, un margen de libertad).[1]
—Maurice Blanchot
Es de conocimiento popular entre quienes articulan una lucha incesante contra la violencia irrestricta del régimen cisheterosexual-colonial, llamándose disidentes sexuales, la figura y el legado de la artista visual-performer Hija de Perra.[2] Ella conformó parte de una escena cargada de furia contra la imagen que se estaba levantando, entre los años noventa y dos mil, sobre la sangrienta reconciliación de la izquierda tradicional masculina con los perpetradores de una de las dictaduras militares más devastadoras en América Latina, la Junta Militar encabezada por Augusto Pinochet Ugarte. Hija de Perra es una artista en contra del consenso. En contra de un borrón y cuenta nueva que dejó marcada a una sociedad con más de mil detenides desaparecides, haciendo de Chile el espacio geopolítico perfecto para el ascenso del neoliberalismo. Una devastación con síntomas tan claros como el derrumbe y silencio de la palabra política. Hija de Perra utiliza la performance, la costura, el taco como un arma filosa que rompe el pacto. Es una partícipe activa que rompe con el manto industrial fosilizado de las memorias sexuales. Sexualidad como espacio político, restregando el horror de las imposiciones culturales desde Colón hasta Pinochet, de Pinochet a los sostenedores fragmentados de la política sexual cisheterosexual. Hija de Perra apunta a les cómplices, a les pacates que a punta de disparos y moral imponen uno de los regímenes más violentos y sangrientos de la historia. El régimen que piensa en La Historia. La artista de las grietas, de las escapatorias, del desborde y del abrazo.
No todo está en el gesto de descomponer. Se trata de utilizar el cuerpo como insulto, que abraza a las insultadas.
Arma de sostén y acción. Hija de Perra abre la puerta, que cerraron con mármol y metralleta, para repensar el estatus de lo político en las disidencias sexuales dejando pasar a todos los pequeños monstruos con sed de venganza. Trata de un cuerpo-prótesis que configura la política tradicional de asfalto del capital a una política disidente de arena. Una política disidente en el desierto. Las conceptualizaciones dadas del capitalismo en su operatividad se mueven en una red arquitectónica sólida en su mantención. He ahí su comparación con el asfalto. Una política que aplasta, una política que se solidifica como cimiento, suelo y realidad. Las disidencias sexuales operan en su producción, resistencia y devenir en el desierto, donde las construcciones sólidas tienden a caerse en el movimiento del suelo, en su característico cambio. Las políticas en el desierto no tienen marcos fijos conceptuales, se someten a un devenir histórico. Movedizos, moleculares, a-cimental. Cuerpos desérticos, de margen y abandono. Hija de Perra es una artista forastera. Artista revolucionaria de y desde el margen.
La figura simbólica de pietá en Hija de Perra estampa la importancia de una empatía radical sexual. Se necesita, innegablemente, de un afecto de compañía, de cuidado, e innegablemente de sostén, para ejecutar la sobrevivencia junto con el despliegue del cuerpo como máquina sexual de guerra en el conflicto. Las vidas de estos cuerpos necesitan sanar sus heridas tras el tropiezo y la escapatoria. Pensar esa caída en experiencia como indica Marcela Rivera, es decir: “La experiencia de la caída, en cuanto ella implica siempre una vacilación de nuestras certezas, un temblor del suelo firme que asumíamos inmóvil bajo nuestros pies, nos enseña a movernos entre lo alto y lo bajo, a componernos con la experiencia de la fragilidad y la variación. En Montaigne, la experiencia es indisociable de la caída, de lo que en nosotros mismos se deja caer”.[6] Caerse dentro de la sobrevivencia es siempre necesitar el brazo de la empatía radical sexual. La manada de la disidencia sexual opera en términos de apoyo en la tempestad. Hija de Perra deviene loba, también una especie de lupa que permite leer, en términos benjaminianos, a contrapelo la historia de las sin historia. Hija de Perra, en su terrorismo sexual, en su figura incómoda al ojo cisheterosexual capitalista, se mueve en la errancia, es decir, a conformar una figura que no le tema al fracaso. En último término, una figura que orienta a la manada a no temerle a la caída.
Es en las escrituras de estos cuerpos exiliados en donde se descompone una matriz de la cisheterosexualidad. No se escribe originalmente con papel y lápiz. Las escrituras disidentes sexuales comenzaron desde la oralidad, desde la estética. La escritura se da en poner el pie sin permiso en lo público. Las escrituras se ejecutan en el cuadro en donde intercepta el cuerpo disidente sexual en lo común. Luego, cuando las disidentes sexuales fueron aprendiendo a escribir en papel, comenzó a denotarse otra manera de escritura en el marco gramatical. Es ahí donde se pone en peligro el estado de las cosas. Desafiar esa escritura dominante es desafiar el orden; por ende, parafraseando a Pasolini, la escritura se transforma en un sin-sentido. La sed de escribir se traduce en una sed de dejar huella, de manchar. Claudia Rodríguez, poeta travesti, dice:
En último término, del único lugar donde las disidencias sexuales no fueron exiliadas fue la escritura. Es decir, que desde la vereda escritural fue su entrada al mundo de lo político. Ya sea desde la oralidad, desde sus imágenes-escrituras levantadas o los escritos a puño y letra.
Hija de Perra escribe en todos los términos anteriores. Hija de Perra escribe para vivir. Sabe que está dentro de una fosa común llamada cono sur, pero sin la escritura no hay forma de articular una sobrevivencia en el avance interminable de la homogeneización de la experiencia sexual en los espacios geopolíticos.
Hija de Perra bombardea con y a la letra.
Maurice Blanchot, La comunidad inconfesable (España: Arena Libros, 1999), 17.
Agradecimientos a Zaida González Ríos por su trabajo fotográfico utilizado en la publicación de este artículo.
Hija de Perra, “Interpretaciones inmundas de cómo la Teoría queer coloniza nuestro contexto sudaca, pobre, aspiracional y tercermundista, perturbando con nuevas construcciones genéricas a los humanos encantados con la heteronorma”, en Revista Punto Género, n. 4 (2014), 8.
Walter Benjamin, Estética y política (Argentina: Editorial Las Cuarenta, 2009), 138.
Paz López, Velar la imagen. Figuras de la pietá en el arte chileno (Chile: Ediciones Mundana, 2021), 15.
Marcela Rivera Hutinel, Pensar por imágenes: Montaigne y la caída (Chile: Cuadro de Tiza Ediciones, 2020), 16.
Monique Wittig, El pensamiento heterosexual y otros ensayos (España: Editorial EGALES, 2006), 52.
Claudia Rodríguez, Cuerpos para odiar. Las travestis sobre nuestras muertes no sabemos escribir, edición y publicación realizada por la misma poeta en forma autogestiva (2013-2014), 19.
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