Reportes - espacios independientes - Argentina Chile Puerto Rico
César Eduardo Vargas Gutiérrez
Tiempo de lectura: 17 minutos
05.06.2021
En conjunto con la revista «V/A – Various Artists», quienes comisionaron y publican hoy este texto en inglés, compartimos con ustedes el mismo en español, en el cual, el artista César Vargas G. escribe sobre las iniciativas de apoyo mutuo que fueron activadas por UV Estudios (Argentina), KM 0.2 (Puerto Rico) y Sagrada Mercancía (Chile) para abrir cuestiones en torno a la dicotomía entre lo individual y lo colectivo que articula a los espacios independientes en Latinoamérica.
La figura de un espacio común
Hay un elemento esencial a los espacios de arte independiente, y es que éstos han apostado por una inscripción propia en la historia. Es decir, se han restado del flujo dominante, para abrir un devenir propio. A saber: una forma de existencia que se juega cotidianamente la posibilidad de tener un camino. En muchos sentidos y en diversos grados, ese camino ha estado trazado por la fragilidad, la lucha constante y la resistencia ideológica al contexto. Factores que, vistos en conjunto, dan cierta explicación a la discontinuidad histórica que caracteriza a los espacios independientes. Sin embargo, esa discontinuidad articula una extraña forma de conexión experiencial. Para decirlo de otra forma: una temporalidad micropolítica y sensible a la multiplicidad, dentro de la cual han vivido, viven y transitan diversas experiencias de arte independiente de nuestro continente.
En ningún caso ser independientes significa automarginación o no depender de algo. Muy por el contrario, los espacios de arte dependen de un conjunto de relaciones, instancias superiores y menores, pero que son organizadas en favor de una autonomía y una libertad de acción sobre sí mismos. Aquello que quiero enfatizar, es que los lazos y puentes son lo que realmente hace existir un lugar. Son los puentes los que dibujan un espacio de lo común, una existencia ampliada que da forma a la subjetividad colectiva de los espacios independientes.
La auto-transformación y el poder de proteger la vida
Bajo la constelación conceptual de la independencia que acabamos de esbozar, quisiera exponer la activación social y artística de tres espacios de arte vigentes: UV Estudios (Argentina), KM 0.2 (Puerto Rico) y Sagrada Mercancía (Chile). La base común que sostienen, es que han abierto prácticas relacionales basadas en la autonomía y libertad; pero, sobre todo, han levantado un devenir independiente de autogestión colectiva.
Ante la magnitud de los saqueos de la revuelta popular y en menos de 24 horas de iniciado el estallido, el gobierno del presidente y empresario Sebastián Piñera, decretó el estado de excepción constitucional. Policías y militares en las calles desplegaban el terror de Estado reprimiendo, matando y dejando ciegos a decenas de jóvenes. La violación sistemática de los DD.HH. se expandió por todo el territorio nacional. Durante las semanas más álgidas y en las ciudades más importantes, toda la infraestructura institucional comercial, bancaria y cultural, cerró sus puertas y blindaron sus accesos. La misma violencia de la dictadura militar retornaba y era utilizada para defender la herencia más importante de ésta: el modelo económico neoliberal.
Por nuestra parte y ante este escenario, el mismo 18 de octubre del 2019, y previo acuerdo con el artista, decidimos desmontar la exhibición y abrir nuestro espacio como refugio. La naturaleza del acontecimiento político-social fue desbordante, en pocos días se configuró como algo histórico por la multiplicidad de dispositivos de violencia y terror. Bajo tales condiciones, activamos nuestro espacio con el fin primero de prestar refugio y todo tipo de ayuda médica básica. La coordinación de fuerzas internas aumentó y decidimos junto a unos amigos formar el colectivo paralelo SM – Apoyo Mutuo. Esto nos permitió focalizarnos y sumar a las labores de nuestro espacio: el acopio, la recepción y distribución de insumos médicos para todos los centros y brigadas de enfermería que se fueron emplazando en las zonas de lucha callejera.
De este modo, SM – Apoyo Mutuo constituyó una orgánica autónoma y de carácter múltiple compuesta por artistas, diseñadores, arquitectos, periodistas, médicos, escritores, trabajadores del mundo audiovisual, entre otros. Su objetivo principal se enfocó en pensar y activar nuevas formas de apoyo colectivo, potenciando las distintas fortalezas que los integrantes aportan. La configuración de esta experiencia organizativa nos sirvió para resistir en comunidad y, consecutivamente, dirigir los esfuerzos de colaboración hacia la crisis sanitaria del COVID-19. Centrándonos especialmente en el impacto que ésta ha tenido en distintas comunidades no visibilizadas por la esfera institucional. Así, desde hace un año y medio, esta red de colaboración, tradujo su actividad en diversas acciones, entre las cuales están:
1.- Refugio y resistencia ante la brutalidad policial y militar
2.- La gestión, compra y distribución de insumos médicos para los distintos puntos de salud que se desplegaron para atender a los manifestantes heridos por la represión policial
3.- Diseño y construcción de dispositivo de defensa para los trabajadores de la salud y rescatistas
4.- Desarrollo de talleres de primeros auxilios y mesas de educación cívica
5.- Aportes monetarios directos a distintas ollas comunes, organizaciones comunales y sociales que han nacido como respuesta popular a la crisis sanitaria del COVID-19
El análisis crítico de nuestra situación contextual, puso de relieve la verticalidad, rigidez y esterilidad social de la cultura institucional. Efectivamente, toda su infraestructura y administración ya está captada por el modelo económico y, a causa de ello, se mostró impotente en la práctica. La gubernamentalidad neoliberal y su política de mercantilización de la cultura (comprenderla como bien de consumo y tratar a los ciudadanos como simple audiencia), es la que precisamente suprime la conexión al aquí y ahora de las personas. La crisis del estallido social y la pandemia, han desencadenado una serie de políticas brutales sobre la población, un estado de excepción permanente, y todo un despliegue de dispositivos institucionales y policiales para proteger el modelo extremo de neoliberalismo que vivimos. La generalización del mercado por todos los sectores de la sociedad ha dejado expuesto la vida misma de las personas.
En nuestro país, el desarrollo histórico de las políticas neoliberales y el proceso de privatización de la cultura, del cual la institucionalidad no es más que la garante de su aparente carácter público, ha terminado exhibiendo, finalmente, que la cultura es un recurso más dentro de las tecnologías del poder empresarial del gobierno. La privatización no es sino el estado de excepción ampliado y vuelto permanente. Es una lógica que mezcla dos movimientos simultáneos: la elitización meritocrática del acceso a la cultura y la precarización de un amplio espectro de trabajadores, que están adentro como afuera de la esfera institucional de la cultural. Una lógica nefasta en la cual todo se debe volver empresa para participar de la cultura. Así, opera la institucionalización del modelo empresarial que, en su movimiento de supuesta contribución y éxito para el país, ha consolidado a la cultura como un derecho de propiedad que se puede negar, dar o suspender.
La gubernamentalidad neoliberal contemporánea se ha derramado en un proceso de democratización del self emprendedor. No es sólo la cultura a la que se dirige para conducirla, sino también la cultura que genera y despliega el propio comportamiento económico de dicho self.
Un modo de subjetivación que hace época en nuestro tiempo y que mantiene vigente una compleja red de poderes de agentes financieros individuales, filantropía, organismos públicos y privados. Todo un entramado en el que operan lo que podríamos llamar aquí “soberanías empresariales de conducción cultural”. Una dinámica de poder que instala tanta competencia como sea posible y tanta planificación como sea necesaria. Proceso que inevitablemente tiene por correlato la exclusión del sentido de comunidad de un aquí y ahora de la cultura. O sea, una drástica anulación, del sentido vital e inmanente, que la cultura constituye como lugar de la condición humana en su pluralidad.
Subjetividad colaborativa y ejercicios de apoyo mutuo
En el contexto presente de la pandemia mundial del COVID-19 y de la extremación de este modelo de constante precarización sobre la vida, la activación de los espacios independientes ha resultado fundamental. Ante las políticas de confinamiento que castigan profundamente la actividad cultural, por precisamente no ser una actividad esencial. Los espacios de arte alternativos han posibilitado formas de resistencia, apoyo para los artistas y diversas organizaciones afines. El caso del espacio y galería de arte KM 0.2 (San Juan, Puerto Rico), ha sido especial porque fue pionero en impulsar políticas de colaboración y ayuda económica directa para los artistas de la isla. Los directores del proyecto Roberto “Yiyo” Tirado y Karlo Andrei Ibarra, levantaron el proyecto La Cuarentena. Un fondo de emergencia pensado como una ayuda inmediata para artistas visuales, diseñadores, ilustradores, curadores e historiadores del arte. La convocatoria fue abierta y establecía una serie de premisas de valor ético, como que las ayudas no se gastaran en: financiamientos de proyectos, materiales artísticos, publicitarios o catálogos de exhibición.
El establecimiento de orgánicas de trabajo co-extensivas entre la institucionalidad (privada o pública) y los espacios independientes, es totalmente legítima y necesaria; además, demuestra la capacidad móvil de operar ante un escenario común.
Otra iniciativa emprendida por KM 0.2 que puede ser significativa, es la muestra colectiva de 35 artistas “Landmark” (2020), en la que se establece un diálogo transgeneracional y visual desde diferentes geografías. También podemos nombrar la exposición virtual “Viral Spring”, en la que participaron 5 artistas latinoamericanos. Ambas iniciativas, en sus dos formas de activación, fueron muy importantes porque se desarrollaron durante la primera fase de la pandemia. Reunieron una multiplicidad de artistas bajo el espíritu de la colaboración, apoyando sus vidas a través de brindar visibilidad y posibilidad de compra de sus obras. El sentido de este tipo de proyectos colectivos, y de carácter internacional dentro de nuestro continente, era atravesar lo regional y lo personal. Lo trascendente de estas iniciativas, era justamente generar un campo narrativo para compartir las experiencias, es decir, poder darle sentido al trabajo de los artistas en un contexto de confinamiento global.
La obra como autogestión de los encuentros
Un elemento transversal y vital que mantiene vivo a los espacios independientes, es la generación de puentes de relación. Ese elemento se ha vuelto complejo y, debido a la crisis sanitaria mundial, ha tenido que buscar nuevas formas de manifestación. Sin embargo, y como hemos visto, las relaciones y puentes de trabajo, se han tornado esencial para la protección de la vida y el sostenimiento del sentido de comunidad. Por esos puentes no sólo transitan las relaciones laborales que han unido las vidas de los espacios y los artistas. En ellos también se ha movilizado, desde ya hace varios años, un tejido de experiencias autogestionadas; una práctica de libertad y reconocimiento mutuo; en definitiva, y hoy más que antes, un sentimiento de compañerismo en el hecho de no saberse solos. Esto se ha vuelto posible, porque la sensibilidad es un elemento esencialmente político, y ha operado como una matriz colectiva, a través de la cual se repliegan los cuerpos sobre sí. Hacernos un lugar, para sentirnos parte del tejido crítico de experiencias de arte independiente y su capacidad de elaborar narraciones comunes.
Vivir el arte desde adentro de los espacios independiente, ha tenido siempre un componente de dificultad que recorre, por decirlo de una forma, los límites de la propia existencia de estos espacios.
La complicidad entre Violeta Mansilla y el artista Hoco Huoc, fue muy importante para la gestación del proyecto. De hecho, esa obra tuvo su primera versión en el año 2018 en la casa histórica de UV Estudios. Lo que se propuso el artista en esa oportunidad, fue activar la performance de un restorán por toda la casa, otorgándole una función activa a la cocina del lugar, y produciendo distintos ambientes para cenar. La instalación en sí misma estaba hecha por distintos elementos residuales como telas, planchas de madera y cortinas, que hacían las veces de separadores de ambiente. Una vez finalizada esta obra performática, se quitaba el telón de las paredes y se podía ver una serie de pinturas que completaban la experiencia.
Experimentar la fragilidad de la existencia dentro de las transformaciones que nos está tocando vivir sigue siendo un desafío sumamente difícil. Sin embargo, es la propia vida, en su múltiple capacidad de actuar políticamente sobre la realidad, la que nos organiza y en la que nos organizamos. La capacidad de poder transformarse a sí mismos, poder devenir otra cosa que lo propio, es lo que hace tan profundamente vitales a los espacios de arte independiente dentro del mundo del arte. No tener una identidad fija, poder poner en juego los propios límites que dan forma al trabajo, otorgan una flexibilidad y un flujo crítico diferente. En ese sentido, y si hay una singularidad aquí, es que los espacios de arte independiente funcionan más al modo de como los artistas operan con sus procesos de obras que a la rigidez propia de los modelos institucionales. Así, sus dificultades y precariedad, obedecen simplemente, a que son los lugares donde el arte vuelve a ser cuestionado de forma radical desde la perspectiva de la existencia individual y colectiva.
Este ensayo fue comisionado originalmente en inglés por V/A – Various Artists, una revista en línea que examina el panorama cultural del presente y las sensibilidades que emergen en él. Al ser un texto importante para entender el ecosistema del arte en Latinoamérica, Terremoto se suma a su difusión en español.
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