01.04.2023
Bárbara Foulkes
Desde hace tiempo, México se transforma con las olas del tsunami feminista. Cada año durante el 8M se refleja la coyuntura de la discusión del momento y aquello que habita la calle. Este 2023, cumplo quince años haciéndome mexicana, años en los que el mundo ha dado patadas chilenas de 360 grados que nos han mareado, reubicado y puesto en marcha con una línea de pensamiento que rompió las maneras de entender el poder. De la denuncia a la enunciación, del silencio al grito, de certezas impuestas a la urgencia de dudar de todo.
El 8 de marzo de 2023, caminé con la fortuna de tener a mis amigas cerca. Vi una marcha plural, habitada por distintas ramas del mismo árbol; diferentes ideologías, cuerpos y generaciones. En este texto quiero contarles algo que sucedió durante la marcha y que le echó aire a un fuego del que el contundente FUIMOS TODAS fue protagonista.
Íbamos por Avenida 5 de mayo, el Zócalo de la Ciudad de México palpitaba. Estábamos rodeadas por las líneas de policías que contenían la calle completa. De repente, nos zarandearon unos gritos y empujones, agarré fuerte la mano de Nayla cuando Nadia soltó el vozarrón diciendo “tranquilas, tranquilas, chavas”, algo se calmó con sus palabras y enseguida se empezaron a alzar los puños en alto. ¿Se acuerdan del gesto colectivo que significaba silencio durante la búsqueda de personas entre los escombros del temblor del 19 de septiembre del 2017? Ese gesto reapareció y enseguida todas y todes estábamos con el puño en alto, y sin dejar de caminar el silencio se convirtió en la mejor respuesta. A los pocos pasos, me percaté que nuestro cuerpo colectivo rodeaba a una chica encapuchada que, cual abanderada de la escuela, llevaba entre sus manos una barra de acero macizo de tres metros y medio.
La coreografía estaba clara: calle angosta, cuerpo policiaco en fila con escudos en mano, cuerpo cardumen sigiloso de mujeres marchando, puños en alto, silencio rotundo, y en el centro un claro ME CUIDAN MIS AMIGAS, NO LA POLICÍA traducido en una organización espontánea e inteligente; con una barra de acero lista para simbólicamente romper y tirar las acciones que ya no queremos vivir.
Toda esta situación despertó en mí el enamoramiento profundo que tengo por la idea de resignificar la violencia y la fuerza. ¿Cómo se vive la violencia cuando se entiende como parte de une misme? ¿Qué belleza contiene? ¿Y si la invito a bailar? La excavadora de Cómo siendo peces podemos ver el agua es una extensión de nuestros cuerpos que representa los deseos explotados de una cultura patriarcal que todo lo quiere poseer y usar a su favor, sin importar consecuencias presentes o futuras. ¿Qué pasa si dejo que esa máquina de significados me acaricie la mejilla? Cuando veo la imagen de la garra maquínica (mano de chango) acariciándome, pienso que así me siento a diario caminando por las calles de la ciudad a la que elegí pertenecer. Creo que mi trabajo es una forma de buscar maneras de pensar la fuerza y el poder desde la vulnerabilidad. Una forma visceral de hablar de un presente doloroso y revuelto, fuerte como la mano de King Kong, tan potente como esa chica con palo en mano. Un presente que se traduce también en la descomposición de la tierra sobre la que nos revuelca a Thelma y a mí, ese brazo que se extiende desde la revolución industrial hasta nuestros días.
Hace unos años, en el 8M del 2021, escribí un cartel que decía: Frágil y Fuerte son sinónimos permanentes; hoy esa frase sigue susurrando en mis oídos e intercambio la palabra permanente por constante, ya que me remite a algo que se está moviendo. Tiene más sentido pensar que este mundo huele raro porque se está excavando a sí mismo mientras no se cae ni se tira, sino que se descompone.
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