Reseñas - Colombia

Natalia Valencia

Tiempo de lectura: 6 minutos

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16.10.2015

ArtBo 2015

por Natalia Valencia, Bogotá y Medellín, Colombia
1 de octubre de 2015 – 4 de octubre de 2015

Herrán

«Lo mejor del mundo es poca cosa en Saturno»

– Colectivo Cucaracha (José Aramburo & Sofía Reyes)

 

Este año en Colombia se demostró el esfuerzo de las instituciones artísticas locales por acoplarse más a la lógica del mercado global del arte, que sólo recuerda que Colombia existe (como destino en la agenda anual, o en general) durante una semana al año. Esto resultó en que se comprimieran por primera vez todas las exposiciones del Premio Nacional de Artes Plásticas Luis Caballero -en su octava versión- en esta misma semana de publicidad internacional. El premio funciona por convocatoria, exhibe a artistas mayores de 35 años y este año ocupa 6 espacios diferentes de la ciudad. Entre ellos, el proyecto de Juan Fernando Herrán Héroes mil en el Monumento a los Héroes en la Avenida Caracas es muy coherente como intervención in-situ, empezando por lo opresivo de su ubicación adentro de un monumento, deshaciendo así su solidez física y simbólica. Esta cáscara de monumento es simultáneamente un enorme espacio de exposición y un búnker en penumbras, donde Herrán instala una serie de pedestales de monumentos sin figuras; construidos con cajas de madera para transporte industrial, su serialización diluye la especificidad de cada héroe fantasma y su correspondiente episodio histórico, señalando así la falsa efectividad inherente a la inscripción material de una determinada idea de nación. Otro sólido proyecto in-situ es la Ornitología Bolivariana de Alberto Baraya en la Quinta de Bolívar, instalación que transpone una selección de especímenes de la colección de historia natural del Museo de La Salle en la ya altamente ficticia museografía de la casa del Libertador en Bogotá. Lo más impresionante es un cóndor -animal emblema de la nación, hoy en vía de extinción- disecado que descansa de manera ominosa sobre la cama de Bolívar, parte de una narrativa delirante que fue punteada de manera inolvidable por un concierto del propio artista y su banda, La Gallada del Toche, quienes interpretaron la fábula fundacional de una nación imaginaria en el lenguaje de varias aves andinas.

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Licona

Por fuera del Premio Caballero, la intensa agenda de la semana en Bogotá y Medellín dio cuenta de la calidad “a la altura de los estándares de la industria” de las muestras de galerías e instituciones. Este tipo de exposiciones implican una paradoja: por un lado, se exhibe cada vez más el trabajo de artistas establecidos, con prácticas conceptual y formalmente complejas, como en el caso de Jorge Macchi en NC-Arte o Carlos Bunga en el Museo de Arte de la Universidad Nacional, ambas muestras en Bogotá. Esto permite que el público local pueda comparar activamente este tipo de producciones con los proyectos locales. Por otro lado, este mismo factor homogeneiza en cierta forma la escena, haciendo que estos espacios y las elegantes piezas que exhiben terminen pareciéndose a cualquier otra feria de arte internacional. Aún así, en el recorrido del barrio La Macarena encontré la grata sorpresa de la exposición del bogotano Paulo Licona en Valenzuela & Klenner. Licona ha desarrollado por más de diez años una investigación sobre procesos de aprendizaje del arte en Colombia, más recientemente con su proyecto Lechona Art Institute. Mientras que Macchi exhibe una sutil investigación sobre la materialización de la luz en NC Arte, las perecederas piñatas de vinil brillante de Licona en forma de Atlas y de arco-iris también celebran la falta de permanencia, pero de otra manera más destructiva, poco optimista, llena de humor y de una poesía irónica y agria. En FLORA ars+natura se exhibe una ambiciosa selección de distintos proyectos de artistas nacionales e internacionales que dan cuenta de la intensa labor de la naciente institución, que funciona como una especie de micro-museo en el corazón del barrio San Felipe. Con un programa orientado hacia la relación entre arte y naturaleza, lo más interesante de FLORA son las diversas y entretejidas formas de diálogo desde las que aborda estas temáticas, así como la gran expectativa que su programa de estudios, por inaugurarse en 2016, está generando en la comunidad del arte.

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Flora2

En Artbo, una vez más, la sección más estimulante y menos “genérica” es Artecámara, un espacio singular que funciona por convocatoria dirigida a artistas jóvenes, este año curado por Mariángela Méndez; en él se exhibía una selección marcada por intereses místicos y alucinados, instalada en medio de paredes que rechazaron la cuadrícula de rigor y se erigieron en forma de diamante. Instalaciones inspiradas por la investigación sobre geología y cosmogonía como las de Lina Mazenett y David Quiroga o el animismo galáctico del Colectivo Cucaracha (José Aramburo y Sofía Reyes) dan cuenta de nuevos intereses que van más allá del asfixiante legado del arte de denuncia políticamente comprometido de las generaciones anteriores.

Colectivo Cucaracha

En Medellín visitamos el ampliado e impresionante MAMM, bajo la dirección de María Mercedes González y la coordinación curatorial del guatemalteco Emiliano Valdés. Estos cumplen a cabalidad con la misión de estructurar una institución que ofrece una mirada crítica y generosa sobre la dimensión educativa de su colección, con una sobria selección de lo más representativo de la obra de Débora Arango y de una revisión del archivo gráfico de los portafolios AGPA de los años 70, entre otros. Las exposiciones temporales inaugurales incluyen una acertada muestra de Román Navas y Henry Palacio, curada por Inti Guerrero, que aborda el fenómeno económico de la arquitectura informal y que resuena de manera interesantemente ambigua desde la connotación un tanto corporativa arquitectónicamente del nuevo MAMM.

AGPA

En y Entre Geografías

Finalmente, el Museo Casa de la Memoria en el Parque Bicentenario fue para mí lo más emocional del recorrido antioqueño. Una entidad dedicada a la historia del conflicto en la región y en el país, narra concisa y cronológicamente los episodios del complejo desangre de la nación. Aún así, y como bien lo notó uno de mis colegas extranjeros tras nuestra visita, el museo no hace énfasis en los verdaderos intereses políticos y económicos históricos detrás del conflicto; su misión es dignificar la memoria de las víctimas, una tarea que en manos de este tipo de institución hace impacto de una manera profundamente conmovedora y auténtica. Colombia se encuentra ad portas del fin del conflicto armado, que se espera llegue con la anhelada firma del acuerdo de paz con las FARC-EP, que debe finalizar antes de marzo de 2016; sin embargo, esto significa que también se encuentra ad portas del conflicto que traerá el post-conflicto, articulado dentro de la nefasta política neo-liberal del presidente Juan Manuel Santos. La paz no será, como predica el Alto Comisionado para la Paz de Colombia, ni “de todos” ni “con todos”. Aún así, la existencia de este tipo de instituciones es de vital y transformadora importancia, pues estos espacios de recogimiento nos permiten recordar posibles futuros.

Casa Memoria1

 

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