Edición 19: Solidaridad planetaria - Arte y territorio
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11.01.2021
El artista y curador Christian Bendayán revisa una corriente de arte amazonista a través del trabajo de les artistas Chonon Bensho, del pueblo shipibo-konibo, y Rember Yahuarcani, del clan Áimen+ del pueblo huitoto-murui, quienes articulan saberes ancestrales para recordar otras formas de existencia más allá de la lógica blanco-criolla que ha deformado al territorio conocido como Perú.
Una corriente de arte amazonista viene cambiando la forma de ver el Perú. Se trata de una energía que nace en los pueblos indígenas de la Amazonía, la cual da forma a historias que se solían transmitir oralmente con más habitualidad, y que ahora, nos sitúan ante una perspectiva desde la cuál vemos a humanos, plantas, animales, ríos, bosques, cielios y seres míticos, compartiendo un rol protagónico en el destino del mundo.
La práctica artística amazónica es consciente de peligros que desde las ciudades no advertimos; como es el riesgo de un ecocidio y la pérdida de los espíritus que habitan desde tiempos inmemoriales los bosques amazónicos. Aquí aun existen 48 pueblos indígenas reunidos en 17 familias lingüísticas, se trata de la region de mayor diversidad cultural del Perú, llena de saberes, mitos, historias, y visiones que son fundamentales para la subsistencia de la humanidad. Artistas como Chonon Bensho, del pueblo shipibo-konibo, y Rember Yahuarcani, del clan Áimen+ del pueblo huitoto-murui, vienen reaniman obras que se diferencian desde sus procesos creativos, su relación intrínseca con los bosques y ríos, pero especialmente con los espíritus que los guardan. Parece ser que los cambios climáticos están generando un desborde del Amazonas, pero no solo de sus aguas, sino también de la energía de su gente, que ha guardado saberes tan antiguos, sobrevivientes de una naturaleza inclemente, injusticias perpetuas y genocidios, y que ahora llegan a las ciudades a través del arte, que es también la voz de los dioses y seres mitológicos, que se manifiestan para proponernos un encuentro con nuestra esencia humana, indígena, espiritual. Esta es una conversación con ambos artistas, que se produce desde espacios físicamente muy distintos y distantes, comenzando con Chonon Bensho, quien me responde desde su hogar en la comunidad indígena de Santa Clara donde prepara su primera exposición individual que se presentará en Lima a inicios del 2021.
Chonon Bensho (CHB): Yo soy una mujer indígena, criada por el cariño y la poesía de la lengua de mis ancestros, envuelta por sus afectos y sus enseñanzas. Al nacer, mi madre enterró mi placenta en el territorio ancestral de la Comunidad Nativa Santa Clara de Yarinacocha. Esta costumbre de nuestros antiguos se hacía para crear un vínculo indivisible entre el recién nacido, el territorio, sus parientes, los antepasados y los espíritus. Yo he hecho lo mismo con mi hija Isa Biri, poniendo su cordón umbilical en el techo de nuestra casa. Aunque no todos los miembros de un mismo pueblo indígena pensamos igual, tenemos una base cultural compartida; y esta base cultural está íntimamente ligada al territorio, a las plantas, a la memoria, al afecto. Para nosotros, el territorio no es un lugar sin alma y sin consciencia, sino que todo lo vivo tiene inteligencia y lenguaje más allá de nociones coloniales.
CB: ¿Estos saberes ancestrales que habitan el kené (diseño shipibo-konibo), cuán importantes podrían ser en tiempos contemporáneos?
CHB: Nosotros vivimos en una conversación con los elementos de la naturaleza. Por eso creo que no existe pueblo indígena, ni arte indígena, ni saberes ancestrales, sin territorio. Desvincularse del territorio sería perder nuestra diferencia en tanto pueblo distinto al resto de la sociedad organizada bajo la idea del estado-nación. El territorio es nuestro pasado, es nuestro presente y, si queremos seguir siendo shipibo-konibo, ha de ser también nuestro futuro. Y creo que lo mismo puede decirse del conjunto humano, ya que los seres humanos somos parte de la naturaleza; si continuamos destruyendo el medio ambiente, movidos por nuestra codicia, nos seguiremos enfermando y deshumanizando.
Creo que nosotros, los indígenas, y especialmente las mujeres indígenas, somos personas muy sensibles a las voces del territorio y de los mundos invisibles, con una especial capacidad de soñar con los espíritus.
CB: A pesar de haberte titulado en la carrera de pintura en una escuela formal de Bellas Artes, optaste por continuar vinculada a la tradiciones estéticas y técnicas de tu pueblo, lo cual nos permite gozar ahora de tu obra tan rica, un arte que se genera desde el amor a la Creación, a la naturaleza y una ética de respeto entre todos los seres, ¿en dónde queda lo aprendido formalmente en Bellas artes?
CHB: Los antiguos médicos, además de sus capacidades curativas, eran personas sabias que en sus sueños y visiones se relacionaban con realidades espirituales de gran intensidad. Son esas realidades las que a mí me interesa plasmar en mi arte. Desde los mundos espirituales desciende una belleza luminosa y vibrante que alegra nuestro corazón y eleva nuestro pensamiento. Los seres espirituales son bellos y bondadosos, y nos enseñan a ser como ellos, a actuar de manera legítima y armónica. Yo creo que el territorio amazónico, así como los demás espacios naturales, dan testimonio de la sabiduría de Dios. Y en esa sabiduría hay una conmovedora belleza. Como artista, y especialmente como creadora indígena, creo que mi misión es ayudar a manifestar la belleza espiritual en nuestro mundo, contribuir con el Espíritu de Dios en la creación de belleza, para así consolar los sufrimientos, aligerar sus dolores, traer claridad y elevar el corazón de la gente hacia la bondad, la compasión y el cariño.
CB: A diferencia de Chonon, el artista Rember Yahuarcani, ha migrado a Lima, la capital del Perú, hace casi dos décadas y su presencia en la escena artística peruana, no solo se ha sentido fuertemente desde sus exhibiciones, sino también desde su contribuciones en diversos congresos y publicaciones periódicas en medios de prensa. Hace mucho tiempo que trabaja en su taller ubicado en plena plaza San Martín, el epicentro de la participación ciudadana en el destino político del Perú, donde se han consumado las más influyentes manifestaciones masivas. Ante esta gran diferencia de estilos de vida, entre su pueblo en la Amazonía y la caótica Lima, comienzo mis preguntas. ¿Rember, como artista perteneciente al clan Aimen+, cómo vives la espiritualidad hereredada de tu pueblo, aquella que habita tus pinturas, en la realidad limeña?
CB: ¿Qué plantearías ante las injusticias y abusos que aun viven los pueblos indígenas, de quienes pareciera no importar su voz por vivir alejados de este centralismo del poder político?
RY: Mi responsabilidad como indígena, se multiplica cuando al frente tuyo tienes un estado sordo y soberbio. Actualmente tenemos profesionales indígenas con mucha experiencia, por eso propongo que para cerrar un poco la brecha mental y geográfica hacia la Amazonia, es necesaria la urgente presencia de profesionales indígenas en las diferentes carteras del Estado pues ese es un espacio de poder en pugna en el que tenemos que estar.
Como artista no estoy desvinculado de las actividades de mi pueblo. La realización de una nueva casa o la cosecha de alimentos, son dinámicas que me permiten experimentar en primera persona la supervivencia de mis connacionales.
CB: Hace poco estuviste en tu pueblo y pasaste los meses de encierro por la emergencia sanitaria allí.
RY: Sí, el mes pasado, por ejemplo, mi familia, preparó una nueva chacra, todos juntos con hacha y machete en mano nos volcamos a despejar el monte. En el lugar que estaba yo, me encontré con un gran jergón, serpiente venenosa y mortal, reaccioné rápido antes que el animal lograra morderme y pude matarle. Hacía mucho tiempo que no tenía esa experiencia con la parte mas peligrosa de la selva. Al tener la serpiente en mis manos influyó mucho en mis pinturas posteriores, su forma, color, movimiento, el estar frente a la muerte. La Amazonía no solo es ese espacio verde, de diversidad animal y clima tropical; es su gente, sus peligros, sus tristezas, carencias, pobreza extrema y sus ríos contaminados. Vivo con todas ellas e intento mostrar las posibilidades que tiene el mundo indígena para crear una obra genuina y con identidad. Vivo también con sus mitos e historias, y estos están en continuo movimiento, no son estáticos; al escuchar la narración de un pescador o un cazador, el mito toma otra forma y movimiento, como una gran serpiente que se desliza entre las raíces, el mito se convierte en algo real, vivo, trascendental, que no muere. Entonces, es una dinámica donde el humano es naturaleza y la naturaleza es humana.
RY: No perciben la “humanidad” de la sociedad indígena, nos consideran inferiores, una sociedad de segunda, con cero posibilidades de gestionar nuestro futuro. Esa percepción es ofensiva y equivocada. No olvidemos que hace solo 90 años atrás mis ancestros eran considerados salvajes y que habia que civilizarlos. La relación que tiene y que ha tenido occidente con las sociedades indígenas es de una soberbia descomunal; su sentido de superioridad es aberrante e inaceptable. Si no hay cambios sustanciales en la sociedad, la brecha de la desigualdad y los otros males que nos aquejan serán insalvables y terminarán en grandes y convulsionadas protestas sociales.
CB: ¿Qué participación podrían tener las prácticas artísticas para cambiar esta situación?
RY: A mi parecer, las prácticas artísticas son la actividad donde mejor se desarrolla la sociedad indígena. Algunas galerías de arte, museos y curadores ven en dicha sociedad un arte genuino, de suma relevancia sociocultural y con identidad propia. Pero no nos engañemos, muchos podrían creer que el arte hecho por indígenas vive un momento privilegiado en la escena local, yo sigo creyendo que las obras de artistas indígenas continúan siendo consideradas un arte inferior frente a la obra de cualquier artista citadino. Esto sucede porque les creadores indígenas no han compartido en igual de condiciones los espacios mas “contemporáneos” de la ciudad, aquellos espacios donde se decide oficialmente qué es y qué no es ”arte”; por lo tanto; es urgente que les artistas indígenas y sus obras accedan a las galerías de arte comerciales, museos de arte contemporáneo, ferias de arte y logren también una remuneración justa en el mercado del arte. Sin embargo, nuestra voz ha sido robada por personas vinculadas al extractivismo de la Amazonia, así como trabajadores culturales como diseñadores y artistas que se han apropiado de nuestros conocimientos, sin entender que es de vital importancia que haya una auténtica “colaboración” entre pensadores indígenas y académicos para lograr una sociedad más justa.
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