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05.08.2018

Recursiva

Constitución, Buenos Aires, Argentina
4 de julio de 2018 – 24 de agosto de 2018

La impresora suena en el otro cuarto, imprimiendo una grilla de múltiples mapas de la sala. Al rato, Huffmann busca las hojas con las geometrías de los planos, agarra la birome azul y la suspende sobre el espacio de hoja delimitado por rectas grises. Paredes, columna, escalera. Está buscando un garabato, su garabato, gesto prisionero en el blanco A3. Concentra toda su energía entre los momentos finales de la birome y la superficie del papel. Ese interregno rebosante de movimiento y tinta. Como un río. No se quiere una forma que ilustre lo que se piensa, sino que encarne.

Habla en términos de direcciones, curvas, rectas; línea continua, discreta; posibilidades y accidentes… línea. Dibujo. Línea, entonces, dibujo. La línea es  el registro más primero que desarrollamos. Es testigo, es movimiento, tiempo y medida. Nos volvemos más diestros y nos enseñan líneas más complejas. Conjuntos de. Ordenadas y particulares, letras y números. La línea une cosas o puede dividirlas, mapas, países limítrofes, tutti frutti y ta te ti. Encontramos dibujos en el comienzo de la historia del arte, aunque en su mayoría subyugados a otros materiales: el dibujo como plan, como croquis o boceto.

Y sin embargo… el dibujo en 2018, Buenos Aires. Estamos acercándonos al siglo y medio desde el agotamiento de ventas de obras de arte históricas e invento de la fotografía. En ese entonces, el arte moderno y sus cambios de paradigma ampliaron la cancha de juego e hicieron posibles nuevas imágenes. Hoy, el dibujo como técnica no solo dejó atrás su complejo de inferioridad impuesto, sino que se convierte en algo inmaterial. Ya no está encadenado a ciertas herramientas como el papel y el lápiz, sino que se emparenta a tejer relaciones en lo que vemos. Y en lo que hacemos. Miramos de manera lineal. Poseemos dos ojos que se unen en un punto en la distancia, en las profundidades. Recorremos y acariciamos las superficies. Ir por la calle y encontrarse con objetos perdidos o abandonados. Huffmann elige algunos por sus formas y colores, por ser recuerdos de algo otro, más grande. Está pensando en un espacio donde estos elementos flotan en contra de la fuerza de la gravedad. Donde nieguen el paso y el peso del tiempo. Desecho humano transfigurando la abstracción.

El dibujo y Carlos. Adolescencia e historietas, dibujos animados, animé y manga. Hormonas libres de solemnidad en el hacer, en la construcción de mundo propio. En los márgenes de hojas rayadas y cuadriculadas, hojas A4 y papel de calcar. Superficies descartables que sin embargo perduraron. Tiempo libre y dibujar, hablar y dibujar, comer y dibujar, estudiar y dibujar, pensar y dibujar, dibujar y dibujar; acción continua, paralela. Siempre acompañando,  desarrollándose en silencio, fuera de foco.

En la intersección de Constitución y Pasco nos encontramos con un anticiclón subterráneo. Un puñado de personas que con sus historias y recorridos se potencian en esta esquina donde dos calles se encuentran de frente como las polaridades de una batería eterna. El conjunto vacío abierto que apenas ondea, estandarte de celebración del movimiento continuo que es estar vivxs: Recursiva. Muestra de dibujos sobre el dibujo, sobre el artista, el medio, la persona, lo macro, lo micro y lo intermedio. En contra de la mirada que cree saber y cuyas estructuras la ciegan. Sucesión de torsiones del supuesto. Para dejarse invadir por mundo y deseo condensado.

Curaduría: Laura Ojeda Bär
*Carlos Huffmann es representado por Ruth Benzacar Galería de Arte.

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