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29.07.2020

Javier Orfón presenta "El ojo de arcilla" en Hidrante, Puerto Rico

San Juan, Puerto Rico
10 de julio de 2020 – 14 de agosto de 2020

para Orfón

Orfón es puertorriqueño, antillano, y natural de San Lorenzo. La alfarería, que es el arte manual de hacer objetos con el fango, tiene una larga tradición y una antiguedá que la remontan al paleolítico.

Es bien sabido que la alfarería proviene de to’ el mundo, pero en el Caribe también se desarrolla, añadiéndole a su mundialidá la especificidá de nuestro nicho cultural. Es decir, que a esa cosa tan antigua, le hemos sumado nuestro rostro. Nuestra manera de mirar y de mirarnos. Por lo tanto, eso la hace tan nuestra, como de aquel babilonio que la aprendió a hacer en casa del vecino. Es un bien común, mancomunado.

Orfón la actualiza y la inmiscuye o involucra con el arte, que ya era, recuperándole ese sito como antes. Aprende con Alice de Morovis, que lo practica por vía familiar desde pequeña. Y los ancestros lo celebran.

El alfarero, en esencia, creaba objetos de uso doméstico porque la alfarería era y es un arte funcional. En esos objetos de uso doméstico nuestras culturas ancestrales representaban sus cosmovisiones. La manera en la que veían nuestro mundo y las teorías mitológicas para explicarlo. Esta intencionalidá convertía ese objeto en un texto en el que se podía leer la historia de los pueblos, porque el mito es una forma de la historia. La idiosincrasia de una tribu se podía leer al envasar el agua, como leer el agua de la historia, repasando el mito del nacimiento de los mares, por ejemplo, que Javier nos devuelve y reinterpreta.

En sus trabajos anteriores, Orfón ya venía investigando su memoria personal y la relación entre esa memoria y la cultura material o los objetos. Venía explorando el registro en los objetos. La característica esa que tienen los artefactos de estarnos recordando tantas cosas. La reunión en un objeto del gesto y la emoción.

La dimensión cosmológica de la vida doméstica, a través de la memoria de Javier, va también apareciendo con la elaboración de esas piezas porque no se puede separar el arte del artista. Y con el avance de esa investigación estética, esta trama ha recorrido los distintos medios con los que ha trabajado el compañero. A eso, se le va sumando la intención de vincular y vincularnos a su cosmología personal, sanlorenciana, cagueña y de Las Piedras, y a la cosmovisión boricua de nuestro pueblo originario; sin restarle importancia a cualquier otra. Sabemos que el país entero es una mezcla, pero Javier escoge a nuestros indios.

Esto, inevitablemente, lo tenía que llevar a la caverna, tras la arcilla, que son motivo y materia de trabajo. A Javier, la voz del fango en la caverna vino a decirle algunas cosas y Orfón empezó con las manos a ser una respuesta. Estas piezas son esa respuesta a ese influjo natural y primigenio. A esa búsqueda intuitiva que es el arte y la poesía. Y ese influjo natural en esas piezas ha venido a morar entre nosotros; ya fantasma material. Porque esas piezas son nosotros.

Somos ellas y ellas somos.

Esas yucas.

También ese terrible huracán.

Esas guácaras: las cuevas.

Esos años de las guácaras.

Esa papaya tropical.

El panapén querido y la yautía.

Los gandules, la malanga y el chayote.

Esos ají dulces.

También los balaustres de todas nuestras casas se entremezclan, aquí bejuco de concreto para sernos más cerca. Cercanos, más domésticos, incluso, al subir el balcón de cada abuela, con cada abuelo de la mano.

Las piedras enormes de los ríos, como una memoria mineral, están aquí, fotografiadas, en otra memoria de papel.

Yadiel de arcilla con Yandel pegando las espaldas, recordando a los gemelos abrazados de la pintura rupestre en Cabachuelas.

Evarista y Nydia;

Esther, Alice, como un tótem rojo de mujeres, ellas cuatro. Como una retaguardia a cuatro de chamanas. Como los cuatro horizontes de este mundo.

También esas piezas que son mitos reconfiguran, representan, la cosmología nacional, siempre al borde del olvido, rescatada, maniatada por el proceso violento de aculturación traído por el yanqui e iniciado por el europeo que reconocemos en nosotros, y que es como la genealogía de Javier y la todos, contenida, para ser leída, mirada, en esas piezas: violencia y alacrán. Porque del río a la arcilla media el aire y la intención, y de la voz del ancestro a la figura están las manos haciendo la vasija.

Como el oro del alfarero a la intemperie estaba el vínculo clamándole al oído de Javier, como un poema de madera, como una loza de amuleto, como un cariño de bruquenas, queriéndole venir mojado entre las manos
a ser huerta y trama de país:
el mito de todos los poderes,
anudado, aunado a la canción de un nosotros, antiguo,
y desenvuelta.
Porque en estas esculturas, está la explícita memoria de este pueblo, renacida,
tan pequeño y universal que nos sorprende.
Y por esto, Javier, te damos gracias.

¡Celebremos!

—Texto por Alejandro Medina

http://hidranteee.com/

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