
El curador Diego Ventura Puac-Coyoy comparte algunas reflexiones en torno a la celebración del bicentenario de independencia en Centroamérica para abrir algunas preguntas sobre la relación del trabajo cultural con dicha narrativa, invitando a reimaginar la idea de “nación” que forman las colectividades centroamericanas desde las artes.
Amanezco
(sin vos)
en el país que duerme.
Amanecieron antes mi abuela y mi padre
en este lugar donde
el imbécil sigue siendo
imbécil
y el ladrón, ladrón.
Mi abuela y mi padre están muertos.
Mi país también.
—Carolina Escobar Sarti[1]
La historia es un menoscabo. En el mejor de los casos, una herida. Es un suceso constante, cambiante. La historia desde la hegemonía es un hecho social atemporal y totalmente predominante y no obedece a su naturaleza cambiante y evolutiva. Hasta ahora, en Centroamérica la historia hegemónica es el trabajo de instaurar una sola versión (oficial) de los hechos, es un entramado que lleva 200 años de suceder. Una cristalización[2] de esta naturaleza, no puede ser removido sin que se activen mecanismos de defensa y sin organización. La instauración de estas ideas y su posterior cristalización como un hecho social en el imaginario colectivo, necesita de una condensación[3] de diversos actores que contribuyen a la estabilidad o caída de dichas ideas. En su sentido más amplio, la colectividad resulta ser dicha condensación. Podemos mencionar que existen tres tipos de colectividad: una colectividad hegemónica, que reúne a los actores de preservación de los discursos, dinámicas y líneas de pensamiento convenientes para su poder; una colectividad contra-hegemónica, la cual, en las frágiles democracias latinoamericanas, evidencia, denuncia, señala y hace contrapeso al colectivo anterior; y por último, un colectivo moldeado por las precarias circunstancias[4] con poco o ningún acercamiento a las dinámicas de poder y contra-poder de los dos colectivos anteriormente mencionados.[5]II
“A la herida le duele el cuerpo…”
—Carolina Sarti Escobar[7]
De acuerdo a las ideas sobre colectividades mencionadas anteriormente, ¿dónde se ubica el arte? ¿Cuál es el papel de la comunidad artística en este fenómeno? ¿Dónde se ubican les actores individuales? ¿Dónde se ubican las instituciones? En vista de la celebración del bicentenario que es lo que nos motiva a este texto, hay que recordar el contexto del arte en los últimos años. Desde el mismo, hemos hecho propuestas contra-hegemónicas en torno al anti-racismo, la igualdad, la des-patriarcalización, decolonización, los feminismos; hemos articulado desde la denuncia pública en contra del acoso, los hostigamientos y otras violencias que en muchos casos son testimoniales . Dichas propuestas han sido trabajadas desde les artistas, individuales o colectivos, mismas que han sido acogidas por galerías, bienales, instituciones de cooperación internacional e iniciativa privada. En sí mismas, constituyen un manifiesto público de construcción de posibilidades en torno a lo que entendemos como “nación”. En relación a las propuestas y los lugares que las acogen podemos identificar del mismo modo, las líneas discursivas. Desde mi particular visión, viviendo, trabajando y produciendo desde Guatemala, la problematización del bicentenario que se hace desde las prácticas artísticas en este territorio, tiene una fuerte presencia disidente,[8] algo que no alcanzo a reconocer en el resto de la región. Creo que esto se debe a la fuerte y manifiesta coexistencia de naciones de pueblos originarios[9] en este territorio en comparación con los proyectos nacionales de El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Vale la pena preguntar, ¿quién o qué puede ser visto y oído en términos políticos, así como cuándo y dónde, y para quién y de qué forma?¿Qué es cultura? ¿Qué es identidad? ¿Qué es ideología?[11]
La ideología permea sobre la cultura.
III
Cuando nací
me pusieron dos lágrimas
en los ojos
para que pudiera ver
el tamaño del dolor de mi gente.
—Humberto Akabal.
En torno a esta celebración conviene mencionar entonces, lo que se ha podido ver desde el sector de las artes visuales. A las interrogantes anteriores, principalmente sobre la ubicación de los actores e instituciones culturales en los colectivos, una mirada basta para poder ubicarles. En el campo de acción de la curaduría y de las artes visuales es importante identificar hacia qué nación respondemos. Como conglomerado social (llámese consumidores, obreros o votantes) pendulamos entre dos extremos según el guión que el aparato hegemónico dicte. En un extremo, el estado, la identidad nacional, o los valores patrios, eficazmente utilizados en el discurso gubernamental para llamar a la unidad nacional. En el otro, vemos las diferenciaciones que son recalcadas constantemente desde la aspiración y el mercado. Ambas son el discurso del grupo económico dominante. Son dos brazos de una misma entidad. Entonces, como curador, ¿a qué respondo? En principio es importante identificar que mi trabajo como parte del sistema del arte, está cimentado en el prestigio que es plusvalía, misma que sirve para la especulación. De acuerdo a este orden individualista,¿es posible imaginar en mi trabajo la colectividad? ¿Significa algo para mí, curador, el ejercicio comunitario?La curaduría comunitaria permite abordar, responder y presentar problemáticas que van más allá de una visión personal con el fin de llegar a reflexiones alrededor de posibles imaginaciones en conjunto alrededor de soluciones. ¿Qué estamos imaginando entonces en las exhibiciones alrededor del bicentenario?
¿Expongo las problemáticas reales de mi comunidad?¿Utilizo mi identidad y la inserto en un discurso de pluriculturalidad para un beneficio propio? ¿Soy un token o elemento de folclor?
El curador Diego Ventura Puac-Coyoy comparte algunas reflexiones en torno a la celebración del bicentenario de independencia en Centroamérica para abrir algunas preguntas sobre la relación del trabajo cultural con dicha narrativa, invitando a reimaginar la idea de “nación” que forman las colectividades centroamericanas desde las artes.
Amanezco
(sin vos)
en el país que duerme.
Amanecieron antes mi abuela y mi padre
en este lugar donde
el imbécil sigue siendo
imbécil
y el ladrón, ladrón.
Mi abuela y mi padre están muertos.
Mi país también.
—Carolina Escobar Sarti[1]
La historia es un menoscabo. En el mejor de los casos, una herida. Es un suceso constante, cambiante. La historia desde la hegemonía es un hecho social atemporal y totalmente predominante y no obedece a su naturaleza cambiante y evolutiva. Hasta ahora, en Centroamérica la historia hegemónica es el trabajo de instaurar una sola versión (oficial) de los hechos, es un entramado que lleva 200 años de suceder. Una cristalización[2] de esta naturaleza, no puede ser removido sin que se activen mecanismos de defensa y sin organización. La instauración de estas ideas y su posterior cristalización como un hecho social en el imaginario colectivo, necesita de una condensación[3] de diversos actores que contribuyen a la estabilidad o caída de dichas ideas. En su sentido más amplio, la colectividad resulta ser dicha condensación. Podemos mencionar que existen tres tipos de colectividad: una colectividad hegemónica, que reúne a los actores de preservación de los discursos, dinámicas y líneas de pensamiento convenientes para su poder; una colectividad contra-hegemónica, la cual, en las frágiles democracias latinoamericanas, evidencia, denuncia, señala y hace contrapeso al colectivo anterior; y por último, un colectivo moldeado por las precarias circunstancias[4] con poco o ningún acercamiento a las dinámicas de poder y contra-poder de los dos colectivos anteriormente mencionados.[5]II
“A la herida le duele el cuerpo…”
—Carolina Sarti Escobar[7]
De acuerdo a las ideas sobre colectividades mencionadas anteriormente, ¿dónde se ubica el arte? ¿Cuál es el papel de la comunidad artística en este fenómeno? ¿Dónde se ubican les actores individuales? ¿Dónde se ubican las instituciones? En vista de la celebración del bicentenario que es lo que nos motiva a este texto, hay que recordar el contexto del arte en los últimos años. Desde el mismo, hemos hecho propuestas contra-hegemónicas en torno al anti-racismo, la igualdad, la des-patriarcalización, decolonización, los feminismos; hemos articulado desde la denuncia pública en contra del acoso, los hostigamientos y otras violencias que en muchos casos son testimoniales . Dichas propuestas han sido trabajadas desde les artistas, individuales o colectivos, mismas que han sido acogidas por galerías, bienales, instituciones de cooperación internacional e iniciativa privada. En sí mismas, constituyen un manifiesto público de construcción de posibilidades en torno a lo que entendemos como “nación”. En relación a las propuestas y los lugares que las acogen podemos identificar del mismo modo, las líneas discursivas. Desde mi particular visión, viviendo, trabajando y produciendo desde Guatemala, la problematización del bicentenario que se hace desde las prácticas artísticas en este territorio, tiene una fuerte presencia disidente,[8] algo que no alcanzo a reconocer en el resto de la región. Creo que esto se debe a la fuerte y manifiesta coexistencia de naciones de pueblos originarios[9] en este territorio en comparación con los proyectos nacionales de El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Vale la pena preguntar, ¿quién o qué puede ser visto y oído en términos políticos, así como cuándo y dónde, y para quién y de qué forma?¿Qué es cultura? ¿Qué es identidad? ¿Qué es ideología?[11]
La ideología permea sobre la cultura.
III
Cuando nací
me pusieron dos lágrimas
en los ojos
para que pudiera ver
el tamaño del dolor de mi gente.
—Humberto Akabal.
En torno a esta celebración conviene mencionar entonces, lo que se ha podido ver desde el sector de las artes visuales. A las interrogantes anteriores, principalmente sobre la ubicación de los actores e instituciones culturales en los colectivos, una mirada basta para poder ubicarles. En el campo de acción de la curaduría y de las artes visuales es importante identificar hacia qué nación respondemos. Como conglomerado social (llámese consumidores, obreros o votantes) pendulamos entre dos extremos según el guión que el aparato hegemónico dicte. En un extremo, el estado, la identidad nacional, o los valores patrios, eficazmente utilizados en el discurso gubernamental para llamar a la unidad nacional. En el otro, vemos las diferenciaciones que son recalcadas constantemente desde la aspiración y el mercado. Ambas son el discurso del grupo económico dominante. Son dos brazos de una misma entidad. Entonces, como curador, ¿a qué respondo? En principio es importante identificar que mi trabajo como parte del sistema del arte, está cimentado en el prestigio que es plusvalía, misma que sirve para la especulación. De acuerdo a este orden individualista,¿es posible imaginar en mi trabajo la colectividad? ¿Significa algo para mí, curador, el ejercicio comunitario?La curaduría comunitaria permite abordar, responder y presentar problemáticas que van más allá de una visión personal con el fin de llegar a reflexiones alrededor de posibles imaginaciones en conjunto alrededor de soluciones. ¿Qué estamos imaginando entonces en las exhibiciones alrededor del bicentenario?
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