
Las artistas Rosa Chávez y Marylin Boror Bor, en interlocución con la investigadora Jimena Galán Dary, comparten perspectivas sobre la importancia de tejer y moldear su propia genealogía como mujeres maya-kaqchikeles en un contexto hostil que reproduce violencia racista y patriarcal.
Jimena Galán Dary (JGD): Conocer su vida y obra, Rosa Chávez, Marilyn Boror, artistas maya-kaqchikeles, implica reconocer que son el resultado de reconciliaciones y luchas permanentes de mujeres que han resistido históricamente. Ustedes son tejedoras de palabras y peinadoras de hilos que han logrado crear un lenguaje que las nombra, las reivindica y las representa. A través de lo visual y lo poético, sus obras se han opuesto a los mandatos patriarcales, coloniales y racistas de la sociedad guatemalteca. Apreciar y dialogar con todo lo que ustedes crean únicamente requiere abrir todos nuestros sentidos. Quisiera comenzar por preguntarles, como artistas y hacedoras, ¿por qué crear? Rosa Chávez (RC): Crear ha sido un impulso vital que tiene que ver con mi función en la vida, espiritual y colectivamente, así como mi relación con mis ancestres.
Desde el punto de tomar la vida por mí misma, decidir ir y crear hacia ella en una constante transición.
La creación sucede en todos los espacios, los más íntimos, como mi mente y corazón, en mis propios procesos de sanación y de expresión.Profundizar en cuánto ha perjudicado el colonialismo mi percepción, mi mirada, cuerpo y deseos, y empezar a trabajar desde ahí con lo que escribo, lo que hago y los espacios donde activo. (MB): Lo más preciado ha sido pintar a mi mamá. Fue muy duro. En los pueblos originarios la mujer es muy importante; es quien enseña la lengua materna, guarda la indumentaria y sigue tejiendo. Además, la mujer ha sido quien resguarda el conocimiento, mientras que al hombre le tocó salir a la ciudad y enfrentarse al racismo, lo que hizo que él perdiera su identidad. El retrato que pinté fue hecho a partir de una fotografía, en donde estábamos los tres, eliminé a mi papá y solo quedamos mi mamá y yo. Son dos retratos grandes, de mi tamaño. Se sintió orgullosa y dijo sorprendida: “Soy yo, tan grande y en la prensa. Es mi imagen y mi hija”. Su representación: una mujer que ha luchado con su indumentaria y su idioma, incluyendo una lucha ante el racismo de los hombres del pueblo cuando regresaban de la capital. Mi papá fue racista, incluso con mi mamá. (JGD): Sus intervenciones en los espacios públicos reflejan los sentires y pensares de sus comunidades, así como forman parte de sus procesos de sanación. ¿Qué colectividades las han conformado?
La pieza nos dice que podemos recuperar esa medicina de la tierra. Volver a ella es recordar que está en la memoria.(MB): La Galería MUY está hecha de barro. La pared de adobe me llevó a preguntarme: «¿Por qué voy a pintar con óleo cuando el color de mi piel es la tierra?». Entonces, con barro de la selva lacandona, empecé a hacer retratos de mujeres que siguen resguardando el territorio en la frontera de México y Guatemala: relieves que al mirarlos de perfil son paisajes de montañas y bosques. (JGD): Dentro de sus prácticas han construido tejidos de palabras a través de testimonios comunes. ¿Cuándo fue la primera vez que se nombraron “artista”? (RC): Nunca he pensado “voy a ser artista”; sin embargo, me nombro en algunos espacios como poeta y artista porque también me parece valioso reivindicar mi camino, mis procesos y mi trabajo. (MB): Siento que es ególatra asegurar que “soy artista”, ¿lo soy? No me corresponde a mí definir eso sino a la historia, a la memoria colectiva. Sin embargo, es necesario nombrarse. Ahora mismo, yo me nombro como artista porque no hay muchas mujeres haciendo arte, menos mujeres indígenas. Me visibilizo pues nadie lo hará por mí: «aquí estoy, mírenme, soy maya-kaqchikeles, soy mujer indígena». (JGD): Cuéntenme sobre sus procesos, ¿en qué espacios suceden? (RC): Mis poemas o mis libros han surgido en los buses, en la calle y en los territorios en donde he trabajado, usualmente fuera de la ciudad. Mis poemas son fugaces, tienen vida propia y es muy difícil exigirles que broten productivamente. En ocasiones nace el germen o la semilla y escribo un poema completo, es maravilloso. No siempre he contado con un espacio definido para poder escribir y desarrollar mis ideas. Son espacios ganados y buscados entre la sobrevivencia y lo que significa la vida. He luchado por encontrarlos dentro de la colectividad para trabajar, crear y pensar junto a otredades. No me dedico solamente al arte, aunque sí es parte de mi vida e intento que tenga un tiempo específico. Estoy en otro momento, en donde puedo tener un poco más de espacio. Por ejemplo, ahora estoy desarrollando narrativa y requiere de mucho tiempo que a veces no es posible. Para mí, es muy importante la autoformación así como la formación desde la espiritualidad maya con las y los abuelos; todo lo que enseñan el fuego, los cerros y las montañas, una formación maravillosa que no se recibe en la universidad o en la academia. (MB): Para mí hay dos cosas importantes: la ciudad y el pueblo. Siempre hago este parámetro de dualidad entre dos mundos paralelos que están funcionando al mismo tiempo pero se piensan distinto. Me gusta chocarlos y provocar fricciones. Me gusta ir al pueblo y estar con mi familia, contrastar cómo analizan el mundo, cómo se cuestionan en relación al mismo: mirando el güisquil crecer, si hay o no frutos, mirando la montaña para saber si va a llover. En la ciudad, todo es de cemento y concreto; la gente está pensando si se compra estos jeans o los otros, los nikes o no sé cuáles. Para mí esa es la inspiración, ver esas dualidades.
Futuros me resuena a colectividad, resistencia, autonomía, liberación de los pueblos y cuerpos, ternura, placer y sanación radical.La realidad que vivimos me confronta, pero las opresiones no me han quitado las esperanzas porque la emancipación es una realidad poderosa que sembramos a diario. El horizonte político que me mueve y sostiene es hacia la plenitud de la vida para mí y otres. Creo en la medicina colectiva de los pueblos, la tierra, las mujeres y las comunidades disidentes para resistir, sanar y transformarse desde la raíz. (MB): A dichas miradas no les agrada que mi cuerpo se presente frente a ellas. Para los blancos y mestizos, los indígenas somos subalternos. Me indigna que Occidente, las mentes colonizadas, el sistema educativo, las extractoras puedan despojar y reclamar propiedades sobre nuestros modos de saber, imaginarios, creaciones, lenguajes y producción. Nuestros cuerpos siempre han estado presentes, somos los pueblos originarios, la memoria de las abuelas y los abuelos, y esto es símbolo de resistencia. Deseo que reconozcamos que el cuerpo del otro es tan contingente como el propio, que aprendamos sobre la historia de los pueblos originarios y que sea reconocida desde nuestras diversas formas de comunicación. Veo un futuro donde lo decolonial sea historia en práctica y no un deseo.
Las artistas Rosa Chávez y Marylin Boror Bor, en interlocución con la investigadora Jimena Galán Dary, comparten perspectivas sobre la importancia de tejer y moldear su propia genealogía como mujeres maya-kaqchikeles en un contexto hostil que reproduce violencia racista y patriarcal.
Desde el punto de tomar la vida por mí misma, decidir ir y crear hacia ella en una constante transición.
La creación sucede en todos los espacios, los más íntimos, como mi mente y corazón, en mis propios procesos de sanación y de expresión.Profundizar en cuánto ha perjudicado el colonialismo mi percepción, mi mirada, cuerpo y deseos, y empezar a trabajar desde ahí con lo que escribo, lo que hago y los espacios donde activo. (MB): Lo más preciado ha sido pintar a mi mamá. Fue muy duro. En los pueblos originarios la mujer es muy importante; es quien enseña la lengua materna, guarda la indumentaria y sigue tejiendo. Además, la mujer ha sido quien resguarda el conocimiento, mientras que al hombre le tocó salir a la ciudad y enfrentarse al racismo, lo que hizo que él perdiera su identidad. El retrato que pinté fue hecho a partir de una fotografía, en donde estábamos los tres, eliminé a mi papá y solo quedamos mi mamá y yo. Son dos retratos grandes, de mi tamaño. Se sintió orgullosa y dijo sorprendida: “Soy yo, tan grande y en la prensa. Es mi imagen y mi hija”. Su representación: una mujer que ha luchado con su indumentaria y su idioma, incluyendo una lucha ante el racismo de los hombres del pueblo cuando regresaban de la capital. Mi papá fue racista, incluso con mi mamá. (JGD): Sus intervenciones en los espacios públicos reflejan los sentires y pensares de sus comunidades, así como forman parte de sus procesos de sanación. ¿Qué colectividades las han conformado?
La pieza nos dice que podemos recuperar esa medicina de la tierra. Volver a ella es recordar que está en la memoria.(MB): La Galería MUY está hecha de barro. La pared de adobe me llevó a preguntarme: «¿Por qué voy a pintar con óleo cuando el color de mi piel es la tierra?». Entonces, con barro de la selva lacandona, empecé a hacer retratos de mujeres que siguen resguardando el territorio en la frontera de México y Guatemala: relieves que al mirarlos de perfil son paisajes de montañas y bosques. (JGD): Dentro de sus prácticas han construido tejidos de palabras a través de testimonios comunes. ¿Cuándo fue la primera vez que se nombraron “artista”? (RC): Nunca he pensado “voy a ser artista”; sin embargo, me nombro en algunos espacios como poeta y artista porque también me parece valioso reivindicar mi camino, mis procesos y mi trabajo. (MB): Siento que es ególatra asegurar que “soy artista”, ¿lo soy? No me corresponde a mí definir eso sino a la historia, a la memoria colectiva. Sin embargo, es necesario nombrarse. Ahora mismo, yo me nombro como artista porque no hay muchas mujeres haciendo arte, menos mujeres indígenas. Me visibilizo pues nadie lo hará por mí: «aquí estoy, mírenme, soy maya-kaqchikeles, soy mujer indígena». (JGD): Cuéntenme sobre sus procesos, ¿en qué espacios suceden? (RC): Mis poemas o mis libros han surgido en los buses, en la calle y en los territorios en donde he trabajado, usualmente fuera de la ciudad. Mis poemas son fugaces, tienen vida propia y es muy difícil exigirles que broten productivamente. En ocasiones nace el germen o la semilla y escribo un poema completo, es maravilloso. No siempre he contado con un espacio definido para poder escribir y desarrollar mis ideas. Son espacios ganados y buscados entre la sobrevivencia y lo que significa la vida. He luchado por encontrarlos dentro de la colectividad para trabajar, crear y pensar junto a otredades. No me dedico solamente al arte, aunque sí es parte de mi vida e intento que tenga un tiempo específico. Estoy en otro momento, en donde puedo tener un poco más de espacio. Por ejemplo, ahora estoy desarrollando narrativa y requiere de mucho tiempo que a veces no es posible. Para mí, es muy importante la autoformación así como la formación desde la espiritualidad maya con las y los abuelos; todo lo que enseñan el fuego, los cerros y las montañas, una formación maravillosa que no se recibe en la universidad o en la academia. (MB): Para mí hay dos cosas importantes: la ciudad y el pueblo. Siempre hago este parámetro de dualidad entre dos mundos paralelos que están funcionando al mismo tiempo pero se piensan distinto. Me gusta chocarlos y provocar fricciones. Me gusta ir al pueblo y estar con mi familia, contrastar cómo analizan el mundo, cómo se cuestionan en relación al mismo: mirando el güisquil crecer, si hay o no frutos, mirando la montaña para saber si va a llover. En la ciudad, todo es de cemento y concreto; la gente está pensando si se compra estos jeans o los otros, los nikes o no sé cuáles. Para mí esa es la inspiración, ver esas dualidades.
Futuros me resuena a colectividad, resistencia, autonomía, liberación de los pueblos y cuerpos, ternura, placer y sanación radical.La realidad que vivimos me confronta, pero las opresiones no me han quitado las esperanzas porque la emancipación es una realidad poderosa que sembramos a diario. El horizonte político que me mueve y sostiene es hacia la plenitud de la vida para mí y otres. Creo en la medicina colectiva de los pueblos, la tierra, las mujeres y las comunidades disidentes para resistir, sanar y transformarse desde la raíz. (MB): A dichas miradas no les agrada que mi cuerpo se presente frente a ellas. Para los blancos y mestizos, los indígenas somos subalternos. Me indigna que Occidente, las mentes colonizadas, el sistema educativo, las extractoras puedan despojar y reclamar propiedades sobre nuestros modos de saber, imaginarios, creaciones, lenguajes y producción. Nuestros cuerpos siempre han estado presentes, somos los pueblos originarios, la memoria de las abuelas y los abuelos, y esto es símbolo de resistencia. Deseo que reconozcamos que el cuerpo del otro es tan contingente como el propio, que aprendamos sobre la historia de los pueblos originarios y que sea reconocida desde nuestras diversas formas de comunicación. Veo un futuro donde lo decolonial sea historia en práctica y no un deseo.
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