Opinión - Políticas culturales - México

Maleza crítica

Tiempo de lectura: 7 minutos

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13.12.2020

Chapultepec: "biocultura" en disputa

El grupo de trabajo Maleza crítica, reflexiona entorno a la perspectiva «biocultural» bajo la cual se articula el proyecto Chapultepec: Naturaleza y Cultura para revelar su instrumentalización en detrimento del medio ambiente y las luchas en defensa del territorio existentes a lo largo y ancho de la cuenca del valle de México.

No morirá la flor de la palabra.[1]

Tras siglos de colonialismo, hemos observado el saqueo a comunidades en nombre de la domesticación de la naturaleza y el proyecto civilizatorio a lo largo de todo el continente americano. En este territorio ocupado por lo que es llamado México, dicho saqueo se ha realizado en parte a través de concesionar espacios a intereses público-privados, disfrazando el despojo bajo designaciones de «áreas verdes», «parques ecológicos» y «proyectos culturales».

El Bosque de Chapultepec es uno de los codiciados espacios de elevación, junto a Peñón de los Baños, el Cerro de la Estrella y el volcán Guadalupe, que se encuentran en medio de este valle hoy llamado Ciudad de México. Aquí habitamos las malezas, entre ahuehuetes, pinos, zanates y cacomixtles, buscamos luz entre grietas del asfalto. Pisoteadas y torcidas, esquivamos ser domesticadas por los deseos de modernidad y progreso de unos cuantos que ignoran la posibilidad de lo distinto.

Desde hace tiempo, cada seis vueltas al sol, los gobernantes construyen megaproyectos que dan sello a su período; llámense aeropuertos, puentes vehiculares o trenes suburbanos. Muchos articulados a través de la apropiación de territorios, recursos e imposición de modelos en detrimento de la vida comunitaria, humana y no-humana. Desviar recursos, fundar instituciones, generar infraestructura y construir piedras angulares para perpetuar el poder del Estado-Nación y asociados.

El día de hoy, uno de esos megaproyectos se desarrolla en nuestro bosque. No es novedad que el poder envidie la longevidad de los ahuehuetes. Por estos suelos boscosos han pasado conquistadores, emperadores, arquitectos e inversionistas. Hasta hace poco, presidentes y sus familias residían aquí mismo hasta que el actual ciudadano presidente de nombre Andrés Manuel López Obrador, rompió esta tradición apelando a la descentralización y la redistribución. Así, decretó la transformación de la residencia oficial de Los Pinos en un centro cultural público. Sin embargo, con ello inició el plan para convertir al bosque mismo en infraestructura de un aparato ideológico que permitirá a otro poderoso con título de artista, llamado Gabriel Orozco, pasearse por estas geografías para reforzar el entramado nacionalista y a su vez entregarlas a la especulación inmobiliaria e intereses personales.

La figura del artista pendula de nuevo alrededor del poder estatal y el conflicto por el territorio en la Ciudad de México. Orozco ya en el pasado había sido el artista oficial del estado al colocar su escultura Matrix Móvil en el megaproyecto de la biblioteca Vasconcelos, insignia cultural (fallida) de la administración del presidente panista Vicente Fox (2000-2006). En ese entonces, su figura artística como parte de un aparato de alta-cultura sirvió para legitimar a un estado mexicano que a base de la fuerza, asesinatos y agresiones sexuales despojaba el 3 mayo de 2006 a ejidatarios y campesinos de sus tierras en San Salvador Atenco, en la cuenca del Lago de Texcoco, con el fin de dar paso al inicio del proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), mismo que fue cancelado el 3 de enero de 2019 tras el inicio de la actual administración gubernamental.

Hoy, como director conceptual del megaproyecto Chapultepec: Naturaleza y Cultura, Orozco funciona nuevamente como una figura que legitima al gobierno en turno a la par de asegurar distintos tipos de capitales a su favor y el de sus allegados. Para ello, la Secretaría de Cultura, a cargo de Alejandra Frausto, ha permitido la asignación de la cuarta parte del presupuesto federal de cultura para el 2021 a dicho megaproyecto, mismo que se articula desde un supuesto sentido biocultural. Es curioso el uso de este importante concepto para la defensa de los pueblos indígenas que da cuenta del complejo sistema de reciprocidad y equilibrio entre los mismos y el medio ambiente en el sentido de complementariedad naturaleza-cultura-territorio. Si consideramos la luchas territoriales latentes en la Cuenca de México, nos encontraremos con una particularmente importante a propósito de proyectos (bioculturales) urbanizadores en áreas naturales: la lucha por la autonomía territorial en la cuenca del Lago de Texcoco llevada a cabo por el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco que se opone al proyecto Parque Ecológico Lago de Texcoco.

A partir de ello, creemos que el proyecto Chapultepec Naturaleza y Cultura es un experimento desde el campo público-privado para la desactivación del sentido biocultural ligado a luchas por el territorio con la finalidad de instrumentalizar dicho concepto en beneficio de la lógica capitalista de la administración de AMLO.

Este megaproyecto enciende alarmas por la asignación de recursos del presupuesto de Cultura sin un plan de manejo ambiental.[2] El Plan Maestro, presentado actualmente por el artista y la Secretaría de Cultura en el Centro Cultural Los Pinos propone una aparente búsqueda de sustentabilidad cuando en realidad creará un circuito para sostener la avanzada inmobiliaria. Con presupuesto público y disfrazado con un discurso ambientalista se pretende un ecocidio para añadir concreto, entretenimiento y animación cultural: ecoblanqueamiento populista. Las premisas bioculturales, ya sean a la manera de proyecto cultural o de parque ecológico, son hoy en la Cuenca de México una de las principales formas de dominación estatal de zonas naturales y sus formas de vida incluídas; flora, fauna y nativos. Ficha técnica, lotificación y registro.

Esto es evidente desde el planteamiento inicial del eje rector del proyecto de Chapultepec articulado desde la permacultura, corriente de pensamiento trasnochada y despolitizada, fácilmente tergiversada por intereses del llamado “capitalismo verde” al no profundizar en las interseccionalidades latentes en los conflictos socioculturales ligados al territorio. A partir de estos preceptos se traza un megaproyecto que reniega la importancia de los procesos comunales, horizontales y ajenos al espíritu modernizador de la colonialidad, concibiendo lo biocultural como un simple encuentro entre los tradicionales y anquilosados espacios museísticos de la cultura y un “área verde”, en lugar de una interacción simbiótica que facilite la regeneración, el sostenimiento y la reproducción de la vida.

Para lograr dicho ecoblanqueamiento, Orozco, artista representado por la galería kurimanzutto, ha creado un grupo de trabajo denominado Taller Chapultepec. En él, figuran agentes vinculados al sector inmobiliario y a su círculo de colaboradores, quienes en la práctica, como indica Pablo Gaytán, experto en estudios urbanos, proponen hacer de Chapultepec un circuito cultural que orbite alrededor de un Pabellón de Arte Contemporáneo donde el artista propone exhibir su obra y la de artistas de su generación.

Si lo biocultural más allá de la lógica del estado tiene el potencial de articular una ética de lo común a partir de entender lo que implica cohabitar un territorio y el ecosistema que lo sostiene en un presente condicionado por la crisis climática, la política cultural oficial debe agudizar el sentido individualista que conlleva la precarización del sector. Esa parece ser la lógica que sigue la Secretaría de Cultura cuando en un contexto de crisis económica por la pandemia, ignora las exigencias que trabajadores del arte y la cultura en todo el país hacen por distintos medios respecto al acceso a derechos laborales básicos. En su lugar, la institución dice que hace justicia social con este proyecto cuando en juntas de trabajo golpea la organización de trabajadores del campo cultural. Por estas razones, la Secretaría de Cultura y Gabriel Orozco, se posicionan como referentes de nepotismo, corrupción, doble discurso, abuso de poder y falta de compromiso social y solidaridad con trabajadores de la cultura en México y les habitantes del Bosque.

Hoy que la alta-cultura decora de verde la infraestructura metropolitana de circulación de capital, desde la ciudad que concentra el centralismo extractivo del país, denunciamos que el proyecto Chapultepec: Naturaleza y Cultura legitima la violencia territorial y administrativa que ejerce el estado mexicano bajo la falacia de la justicia social.

¿Cuántos artistas se necesitan para la reordenación territorial del estado mexicano? ¿Cuántos pabellones para dar seguridad social a trabajadores culturales? ¿Cuántos grupos de funcionarios para desactivar esfuerzos de organización civil? ¿Se seguirá participando en el espejismo del diálogo democrático? Pero aún más importante, ¿hay estremecimiento ético al atestiguar los abusos de poder que se ejercen contra las luchas por los territorios de la cuenca de México?

Que no muera la potencia colectiva de creación y cooperación.

Notas

  1. Comité clandestino Revolucionario Indígena, Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, Cuarta declaración de la Selva Lacandona, Enero 1, 1996. Disponible aquí

  2. Los problemas de manejo ambiental están presentes en los megaproyectos que lleva a cabo la actual administración tanto local como federal. En la zona metropolitana de la CDMX nos solidarizamos con aquellas malezas que resisten a la construcción de un puente vehicular sobre los humedales de Xochimilco, a la destrucción del bosque que enmarca al Tren Suburbano y al despojo por gentrificación en los Pedregales de Coyoacán, por mencionar algunas de esas construcciones. A nivel nacional, acompañamos a la distancia aquellas malezas que luchan contra el Tren Maya, el Proyecto Integral Morelos, el corredor industrial del Istmo de Tehuantepec, la privatización del agua y las mineras.

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