Blog

Tiempo de lectura: 9 minutos

A
A

12.11.2017

Nunca Godo

Lodos, Ciudad de México
7 de octubre de 2017 – 18 de noviembre de 2017

Diego, papito, papá Pinillos,

Antes de que todo se lo lleve el pasado, quisiera compartirte algunas imágenes que se quedaron pegadas en mi cabeza. En realidad todas hablan del pasado, así que no confíes en ellas. Inevitablemente desaparecerán. Solo son representaciones. Ideas sobre ti. O mejor dicho, reproducciones de ti.

** ** ** ** ** ** **

Conocí a tu mama; alguna vez fui a su casa en Coapa, ¿te acuerdas? Yo me acuerdo de tu cuarto. Me pareció que todo tenía un orden inesperado. Existía una organización que me hizo confiar más en tu manera de percibir el mundo. De tu hermano solo recuerdo cuando me contaste que tenía un negocio de ramen, que tu le habías ayudado a montar y administrar.

También recuerdo que trabajaste llevando redes sociales de una taquería. ¿A eso se le llama community manager? Era 2010.

De tu jefecito, conozco un cuadro que pintaste intentando reproducir una foto familiar. Al imaginarlo me parece que donde se sitúa el rostro de tu padre solo puedo ver tu rostro. También me contaste que le gustaba vestir muy elegante, y así mismo lo pintaste. Seguramente fue un buen tipo como tu.

Salud, a todos los que se fueron. Salud y anarquía.

Recuerdo que en la Esmeralda te decían Cyborg. Y que durante clases te ponías a hacer música en tu iPad; muchos pensaban que no era música. No logro hacer memoria sobre el día exacto que nos conocimos. Tu eras dos generaciones debajo de la mía (¿por cierto lograste acabar?). Quizá haya sido cuando te invitamos al concierto de ruido en el puestito de Fermin y Joel. ¿O en alguna de las asambleas de alumnos en el patio? Lo más seguro es que haya sido fumando un porro en los talleres de escultura. Igual nos conectamos, hablamos y hablamos, proyectando nuestros intereses y deseos. Nos gustaba el arte relacional y las piezas con objetos cotidianos. Nos encantaba la cháchara. Pero sobre todo nos gustaba hablar, hablar y escuchar.

Pocos saben porque te dicen Pini. Yo todavía no me acuerdo. O no vi la película completa. Uno nunca ve la película completa y sin embargo recuerda. Reproduce.

En 2011 un maestro te invitó a exponer en una galería de la UAM, quizá haya sido tu primera expo y tenías miedo. Quizá por esa razón nos invitaste a hacer el proyecto juntos. Tu, el Juanpi y yo. El “Laboratorio de Manchas y Gritos”. Usábamos la camioneta de mi carnal para producir todo nuestro desmadrito. Comprar muebles, props y juguetes para la instalación, en el mercado del Salado. ¡Cómo nos encantan las chácharas carajo! La pieza era una especie de instalación habitable, que funcionó como base para dar un taller a los hijos de los trabajadores de la galería. Nos interesaba lo social. No que ahora ya no; pero ¿quizá, ya no?

Al siguiente año marchamos juntos creyendo que realmente algo pasaría. Que el PRI no regresaría al gobierno. ¿Seguimos siendo así de ingenuos? ¿O le podemos llamar soñadores? ¿O será que ahora ni siquiera nos importa?

Pasaron más años y te fuiste al norte del país, asistías a Teresa, armaste el archivo Altavista, viviste al límite. Te deportaron de USA por unas fotos donde te ven fumando. Y porque estabas calvo y sin cejas. Y porque siempre has sido muy especial. O como ellos te llamaron, siempre has sido un Alien. Hablábamos por skype y discutíamos sobre identidad. Sobre como se entendía la identidad en el norte del país.

Los rumores dicen que vendías ácidos. Otros que lo sigues haciendo. Pequeños pedazos de papel con fragmentos de imágenes irreconocibles. Casi como los recuerdos. O como los sueños.

Uno de tus cumpleaños lo pasamos en el depa de tu amigo Lauro en la Condesa. Fue la primera vez que escuché Trap. Antes de que fuera reggaetón pues. El Trap original de Atlanta. Veíamos videos de la banda bailando y los imitamos por horas antes de que saliera la coca y me malviajara.

Luego te fuiste a Londres, con Ángela. Y seguiste trabajando en el Archivo Altavista. Y seguimos haciendo skypes y hablábamos de política. Y creímos ser artistas. Vivir en una realidad alterna. Y me volviste a invitar a hacer algo juntos. A compartir mi visión del mundo. Mi mundo. Y hablé sobre historia de México. Y tu prendiste copal en una galería en París una semana antes.

Nunca he entendido el tiempo en el que vives. Ni porqué no te interesan los relojes. Protopías.

Volviste a la ciudad mostro y te invité a Cráter. A hacer una expo en la pequeña galería maltrecha y subterránea en la San Rafael. Y tu decidiste vivir en la casa para planear la exposición; y un amigo tuyo vomitó las escaleras. Pero también armaste un grupo de estudio sobre la violencia. Y México sigue siendo violento. Hoy leí que 2017 es el año más violento en la historia contemporánea de la ciudad. No olvidemos que el año todavía no acaba, y tu nunca hiciste la expo.

También recuerdo que rebajaste una canción de Fey. “Azucar Amargo”, y me hace pensar lo hiperactivos que podemos ser los humanos. Aunque rebajemos las canciones.

Es como hace un año en Oaxaca. Intentamos hacer una obra de teatro y nos censuraron. Era una obra sobre nosotros mismos, una representación de la realidad. Un juego tautológico. ¿Fuimos tan políticamente incorrectos que nos autocensuramos? Quizá todo este tiempo, solo hemos sido provocadores ingenuos. Payasos sin nariz.

O cuando me mostraste tu exposición en Lodos. Recuerdo que había muros blancos y vacíos sobre un piso azul. Sin arte. Solo amistad y palabras.

– Juan Caloca

La primera vez que vi a Diego fue de noche en una azotea de una casa en la colonia Escandón. Yo platicaba con la artista Temra Pavlović cuándo Diego se nos acerco a saludarla. Diego y Temra se conocían y sin introducirse comenzó a platicarnos acerca de una exposición que acababa de visitar.

“Mira, son los hartos, los hartistas!”, le explicaba a Temra con entusiasmo mientras nos mostraba una pequeña publicación que había adquirido de aquella exhibición. Diego le explicaba detalladamente la historia de los hartos, lo que el entendía de ellos y lo que el sentía por ellos. Yo no existía en la conversación, toda atención era dirigida de Diego hacia Temra, y de Temra hacia Diego. Mi atención se desvió y después de lo que se sintió como una hora Diego se fue.

“¿Y ese quien era?” le pregunte a Temra.

¿No conoces a Pini?” me contesto con tono de sorpresa.

“No. ¿Quién es Pini?

Pini es un artista…bueno un poeta, bueno…un artista que escribe.

Después de esa noche empecé a encontrarme a Diego en diferentes exposiciones y fiestas. ¿Y ese que hace?, preguntaba.

“¿Quién? ¿Pini?

… es artista…es poeta…hace cine… escribe…hace música…cocina”

“Acaba de regresar de una residencia en Ciudad Juárez”

“…vende ácidos..”

“Iba a tocar en un festival en Austin y no lo dejaron cruzar la frontera.”

“Lo deportaron, se había rasurado todo el pelo de su cuerpo, cabeza y cara.”

Fue en un viaje a Londres en donde finalmente pude conocer un poco el trabajo de Diego. Me habían invitado a participar a una exhibición y en ese viaje me encontré con varios compañeros, una de ellas Temra, que me comento que Diego se encontraba en la ciudad haciendo una residencia en May Day Rooms. Diego la había invitado a una proyección esa noche.

Acompáñame, y de paso podemos visitar su estudio” propuso Temra.

Diego nos recibió en la entrada de un edificio que se encontraba en el número 88 de Fleet Street, justo enfrente de las oficinas corporativas de Goldman Sachs. Le había crecido una barba desde la última vez que lo habíamos visto. Subimos a su taller el cual tenia una vista hacia adentro de las ventanas de Goldman Sachs. Su estudio estaba repleto de documentos y afiches, nos conto un poco de su residencia y que el estaba ahí en particular para trabajar en su proyecto el Archivo Altavista, el cuál fue un laboratorio de practica que Diego gestiono en la Prepa Altavista de Ciudad Juárez. Una prepa con un patio que delimita con la frontera de Estados Unidos.

Nos mostro una piedra. O un cristal, no me acuerdo muy bien. La había traído desde México hasta Londres en su maleta. Diego nos la enseñaba con mucho cuidado. Al terminar de platicarnos de la piedra, o el cristal, no me acuerdo muy bien, lo volvió a embalar con mucho cuidado. “Me la armaron mucho de pedo en la aduana por traerlo”, nos dijo Diego. Yo solté una carcajada, y pensé que tanto pedo por una pinche piedra. ¿Qué tanto cariño por un cosa?

Regresé a México, y Diego fue regresado a México. Escuchaba que lo habían deportado nuevamente, ahora de Inglaterra. “Se quedo más de lo debido”, me decían. Nos volvíamos a ver, nos saludábamos.

Más de una vez se acercaba a mi y de las bolsas de su ropa sacaba algo, un algo, una cosa, una cháchara. “Mira, es mi nueva pieza”, “Mira, mi nuevo dibujo”, Mira, mi nueva escultura”. Una corcholata, una nota en un papel arrugado, una piedra. ¿Qué tanto cariño por unas esas cosas?, yo seguía preguntándome. Diego me contaba la historia de tales objetos. Las encontraba, le llegaban, las manipulaba con anécdotas. Les daba orden, les daba función, les creaba un proceso. Pero, es una piedra. Pero, es un papel. Pero, es una nada. Yo decía.

Nos toco ser compañeros en un taller de práctica. Un artista neoyorquino nos pidió a los participantes que diseñáramos un reloj. Durante las dos semanas del taller Diego no se presentaba o llegaba tarde, irónicamente. El último día todos presentaríamos nuestro reloj, Diego fue el último en llegar y sería el último en presentar. Mientras los demás presentaban los resultados del proyecto, yo observaba a Diego. El tenia un libreta en la cual escribía, se detenía se paraba en la biblioteca donde todos presentábamos y agarraba un libro. Lo hojeaba, leía una paginas, las apartaba. Regresaba a su libreta, escribía algo, se detenía. Agarraba un nuevo libro, hojeaba, leía, apartaba. Este proceso lo repitió hasta que llego el momento de su presentación.

“Por favor vamos afuera”, nos dijo. Agarro todos los libros que había apartado y salimos todos a un jardín. Ya era de noche. “Este es mi reloj”, nos dijo mostrándonos una piedra lisa y gris con un reloj de manecillas dibujado con plumón sobre ella. “Este frasquito también es mi reloj”, mientras mostraba una frasco de perfume vacío.

“Acuéstense en el piso por favor.”
Diego nos leyó los fragmentos que había apartado de los libros que momentos antes había seleccionado. Al terminar nos pidió que respiráramos y que abriéramos los ojos. Su reloj y su forma de marcar el tiempo había concluido.

Sus manecillas: objetos y palabras.

– Francisco Cordero-Oceguera

***

Nunca Godo es la primer muestra individual de Diego Salvador Rios en Lodos. La exhibición aborda temas relacionados a clase, familia, amistad, afectos, movilidad social, bionomías, manejo del poder, administración de la vida, definición de lo privado y lo público, repartición de lo sensible, dualismos y separatismos, entre otros; desde un punto de vista autobiográfico que desde lo personal habla sobre las condiciones de las practicas artísticas contemporáneas y formas de vida en la actualidad.

Diego Salvador Rios (Ciudad de México, 1988) es artista e investigador. Su producción está basada en la producción poética en términos del lenguaje y las relaciones, por esto explora la intersección entre arte y prácticas curatoriales, principalmente a través de la construcción de situaciones colectivas y experiencias que indagan las políticas de la representación y de la producción de conocimiento.

***

www.lodosgallery.info

Comentarios

No hay comentarios disponibles.

filtrar por

Categoría

Zona geográfica

fecha