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26.09.2018

RECTUM

UVestudios, Buenos Aires, Argentina
1 de septiembre de 2018 – 5 de octubre de 2018

2014 fue el año en que el culo volvió a estar de moda. El 18 y 19 de agosto fueron lanzados respectivamente los videoclips de “Shake It Off” de Taylor Swift y de “Anaconda” de Nicki Minaj. En el de Swift, la vemos participar en una serie de secuencias de baile que representan estereotípicamente un género de danza en particular. Bailarinas clásicas ejercitando en la barra, un montaje inspirado en El Lago De Los Cisnes y danza contemporánea son contrastadas con secuencias de break dancing y una hilera de video zorras vistiendo mini shorts de jean y aros dorados gigantes (aros que también se ven, aunque en una versión mejorada, en el video de Minaj). Aunque Swift baila torpemente con todos los grupos, se monta un ghetto blaster al hombro con los break dancers y, más escandalosamente aún, mira directamente a la entrepierna de una mujer negra twerkeando arriba de ella.

“Anaconda” es protagonizado por Minaj y su culo, prominentemente, con pasos de baile y outfits que descaradamente resaltan su trasero, rodeada de hermosas mujeres haciendo y vistiendo lo mismo. El track samplea fuertemente a “Baby Got Back” (1992) de Sir Mix-a-Lot, que alaba a las mujeres con “colas saludables” y desprecia a las chicas demacradas de los videos de rock y a las locas por el ejercicio. La apropiación de estas letras por parte de Minaj viene de un lugar de empoderamiento femenino: el culo no es algo a ser conquistado por los hombres sino una característica que las mujeres deben celebrar para ser usada como un mecanismo de auto preservación. Las mujeres tienen el control, acumulando capital gracias a sus atributos.

Los estilos contrastantes de estos dos videos y sus letras iniciaron una ráfaga de tweets y notas de opinión, mayormente centradas alrededor del culo. ¿Era el video de Taylor racista? (Sí.) ¿Era el video de Nicki demasiado sarpado? (No.) Los periodistas que comentaron el video de Swift por lo general no encontraron problemas cuando “inocentemente” devora con su mirada a los muslos gesticulantes de una mujer negra, mientras que las condenaciones al poderoso tema de Minaj presentaban el mismo tono de cliché anecdótico de mujeres viviendo sugar daddies o trabajando de strippers para costearse los estudios. (Si una cultura refuerza la noción de que las mujeres son tan valiosas como su apariencia física, ¿qué opciones sentimos disponibles para nosotras?)

La reclamación de Minaj del culo, de su culo, es una marcada afrenta a esa misma lógica. Obvio que un culo grande es deseable porque indica proeza sexual, pero su historia cultural es específica a cuerpos que son el Otro. Minaj revierte la potencial cosificación a una posición de poder. En nuestra cultura macho-capitalista que se considera racial, ¿por qué habría que censurar a Minaj por afirmarse como la única propietaria de su cuerpo?

Como le pasa a muchas tendencias que se originan dentro de la cultura negra norteamericana, los culos gordos fueron inicialmente condenados por los blancos, sólo para luego ser apropiados a toda máquina. Forward desde el icónico comienzo de la canción “Baby Got Back” —Oh my god, Becky, look at her butt. It is so BIG. (“Dios mío, Becky, mirá ese orto. Es tan GRANDE”) a cuando Amy Schumer estuvo en Conan mostrando una foto de ella en el camarín con un culo postizo que referenciaba al video de Minaj, declarando el 2015 como el año del culo. Aunque al principio se burla de su pseudo aparición fetichista, esto después le da permiso para celebrar sus curvas.

El culo llegó para quedarse. Las sentadillas en todas sus variaciones (sentadilla sumo, sentadilla jack, sentadilla con salto, sentadilla squat, plié, sentadilla y pecho, sentadilla con mini band, entre otras) son el ejercicio número uno, las marcas de ropa están lanzando jeans o prendas deportivas que moldean especialmente la cola y el apellido Kardashian es esencialmente sinónimo de culo, aunque la veracidad de sus apariencias se disputa regularmente en tabloides o está reflejado en episodios de Keeping up with the Kardashians (el más relevante en la Temporada 6, en el que Kim somete su culo a un test con rayos X realizado por su cirujano plástico para demostrar qué es «real»). Este es el punto de entrada al video más reciente de Básica TV, Hemorroides: La Película (2018), el trabajo principal de Rectum, su exposición individual en UV Estudios. En su obra más larga y prodigiosa hasta la fecha, con un total de cuarenta minutos de duración abarcando diez pantallas, y acompañada por una instalación, el colectivo de arte uruguayo cuestiona nuestra preocupación cultural por el culo, pero más que eso, se pregunta por qué no profundizamos aún más. Katie Couric emitió su famosa colonoscopÍa en la televisión estadounidense en el año 2000, pero el colon nunca fue sexy. Los culos indudablemente lo son, y como tales, están intrínsecamente vinculados al capital, y en última instancia, al poder. ¿Por qué otro motivo aparecería una avalancha de productos y tendencias durante el mismo periodo en que surgió el culo adquirió tanta importancia? Detox de jugos, Activia, limpiezas de colon, decoloración anal, dietas de parásitos y enemas de café son sólo algunas de las modas recientes que han cobrado importancia durante el mismo periodo de ascenso del culo, aludiendo al funcionamiento interno de algo sexualizado exteriormente. Pero Básica va incluso más profundo, haciendo de las hemorroides el punto central de su película. Esto nos pide, como espectadores, estar cara a cara (literalmente) con este tema altamente tabú, y nos urge a cuestionar nuestra incomodidad.

Hemorroides combina clichés narrativos de los documentales, cine arte, reality shows, comerciales y videoclips, de manera uniforme pero abrumadora, tejiendo una narrativa multicapa y multicanal acerca de la inhibición, la privacidad, la corporalidad y la sexualidad. La mayoría del footage lo componen entrevistas —la gran mayoría grabadas en los baños de los entrevistados— incluyendo a la artista y activista feminista Pau Delgado; al presidente de la Sociedad Argentina de Proctología; a una doctora de medicina alternativa que, siendo ella sobreviviente de un cáncer de colon, se especializa en tratar hemorroides; una drag queen; una doctora de medicina interna que trabaja en un hospital público de Montevideo; Google Home, un “parlante inteligente y asistente del hogar”; el artista Guillermo Iuso, cuya pieza Mi hemorroides cumple 7 años (2003) fue censurada por el MALBA (también conocemos al coleccionista Gustavo Bruzzone, dueño de la pieza); un amigo del grupo quien sufrió personalmente hemorroides y otra amiga a quien el tratamiento para su psicosis depresiva le causa hemorroides.

Segmentos muy editados de estas entrevistas introducen el film. Frases absurdas, excesivamente dramáticas y fuera de contexto, reminiscentes de la secuencia inicial de un episodio de Bad Girls Club, resuenan desde nueve pantallas, las palabras de algunos entrevistados dominando las de otros. No podemos ni decir de qué se trata el film; la palabra “hemorroides” nunca es mencionada.

Son estas reflexiones de estilo tomadas de la cultura pop el fuerte de Básica. La secuencia de títulos del film, en el interior de un baño (¡su baño, cosa que descubrí al vivir en UV Estudios!) es altamente glamorizada. Un cepillo de inodoro rota en cámara lenta, como un auto a la venta en una concesionaria. Agua saliendo del bidet se transforma en una elegante fuente. Tirar la cadena, desde la perspectiva de una GoPro montada en el interior del inodoro, dramatiza este acto extraordinariamente banal. Hemorroides: La Película se anuncia sin vergüenza a través de la pantalla, con el impacto enfático de un blockbuster como Alien o Transformers.

A través del despliegue de entrevistas, descubrimos que las hemorroides son increíblemente comunes. Entre el cincuenta y el sesenta por ciento de la gente ha sufrido de ellas, esta cifra inexacta sólo confirma su estigma. Los ataques al corazón son la mitad de frecuentes y, sin embargo, son comentados entre amigos o en cenas. Hasta en el espacio privado de la oficina de un doctor, a los pacientes les cuesta expresar lo que les causa dolor. La doctora de medicina interna, por ejemplo, cuenta cómo los pacientes de la sala de emergencia evitan usar palabras como ano o hemorroides al describir sus síntomas.

Que la información suministrada por los invitados se contradiga sólo subraya cuán poco se entiende sobre hemorroides. Sus causas son relativamente desconocidas y los tratamientos varían. Una idea equivocada sobre la enfermedad persiste: como aprendemos de la drag queen, quien se abstuvo durante ocho años de tener sexo anal en un rol pasivo después de su primer episodio de hemorroides; ella pensaba que eran causadas por estar con una pareja bien dotada. En otra anécdota, Pau Delgado describe una situación en su gimnasio local: todos sabían de un hombre que iba al gimnasio había tenido cirugía por hemorroides. Circulaban chismes especulativos sobre su homosexualidad, se creía que había sido la causa. En un film con incontables momentos de información hermosamente desalineada, que contribuye a nuestra falta de entendimiento cultural acerca de una aflicción tan común, demuestra la existencia de un mito base. El sexo anal no causa hemorroides. De todos modos, miedos profundos sobre la penetración anal, o pánico anal, causan ansiedad (o placer, para algunos) a través de sexos, géneros y sexualidades y es probablemente uno de los grandes motivos por el cual las conversaciones sobre hemorroides son tan inhibidas.

Desde su fundación en 2015, las performances y trabajos en video de Básica TV se han centrado en la cultura queer, junto con la estética del contenido comercial online y las creaciones guionadas de reality shows y redes sociales. Rectum engloba todas estas dimensiones de su trabajo y las políticas queer son sólo una faceta de la compleja narrativa de Hemorroides. El tabú cultural de las hemorroides permite la introspección en ideas sobre el espacio personal y la privacidad en una era de (inter)mediación obsesiva.

Así como entramos a baños privados para las entrevistas, nos encontramos en lo de Gustavo Bruzzone, quien muestra al grupo la infame pieza de Guillermo Iuso, junto al resto de su extensa colección. Mientras son guiadas por el espacio, Básica llega a la observación que una cantidad considerable de sus obras parecen anos (suena música del estilo de My Strange Addiction de TLC). Un mini programa dentro de Hemorroides, intitulado Hombres Heterosexuales, invita a la audiencia a los pisos de soltero de hombres heterosexuales. Como un episodio de Room Raiders que salió estrepitosamente mal, los protagonistas nos muestran sus ambientes relativamente espartanos, su porno, sus colecciones de muñecos de acción, sus guitarras, sus baterías,  lo que Básica me describió como “decoración de interiores para chongos”. (“Siempre quisimos ver eso”.)

Ninguna de estas imposiciones son con la intención de subyugar a los participantes a la burla. En lugar de eso, Básica intenta quebrar barreras culturales a través de un amplio espectro de gente, muchas veces poniéndose en lugar de sus sujetos hasta quedar igual de vulnerables. Las sorprendemos mirando arte en la casa del coleccionista, reflejadas en espejos del gym local, y participando en una sesión de música terapéutica con la doctora de medicina alternativa. El culo en sí es una fuerza universalizadora en el film: Todxs tenemos uno, hombres, mujeres, trans, hétero, queer, negrxs o blancxs.

Este pensamiento está relacionado a Terror Anal y Manifestoes Recientes (la isla de la luna, 2013) de Paul B. Preciado, en el que reescribe la historia de la sexualidad desde una perspectiva queer, con el ano en su centro. El ano, Preciado argumenta, es un órgano post identidad. No está relacionado a ningún género ni a ningún tipo de persona. La penetración es un acto de empoderamiento del que unx puede sacar placer sexual, una vez más, sin tener en consideración el género. Mientras la obsesión de Freud y Lacan con el ano dejan impotente al niño en crecimiento, Preciado escribe que la falta de género del ano es lo que lo convierte en un sitio de agencia. Esto abre un agujero previamente cerrado, relegado a su función fisiológica (no diferente de la vagina o útero, mientras que el pene está claramente sexualizado). Por más legitimadores que sean gestos como los de de Minaj, que deben ser apoyados más que condenados, tales prácticas no pueden ir tan lejos. Gente de todo tipo va a seguir siendo cosificada y ridiculizada por su apariencia en un ciclo de opresión en el que todxs pierden. Sólo yendo hacia adelante podemos empezar a imaginar alternativas más allá de género, raza y sexualidad.

En la secuencia final de Hemorroides, los tres miembros de Básica están montadas en mini vestidos modeladores à la Hervé Léger hechos de papel higiénico. Cada una baila música electrónica al palo en un cubículo de baño, una puesta en escena parecida al “Cell Block Tango” de Chicago, con pedazos de papel higiénico volando en el viento como cintas de pelo y tela. ¿Qué hay si las hemorroides fueran sólo otro accesorio? ¿Qué pasa si son la tendencia más hot de este año?

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