Ongoing - México

Tonatiuh López

Tiempo de lectura: 4 minutos

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31.08.2022

s+s project o la conveniencia de un espejismo

Hay días en que no conviene mirarse al espejo.

En un departamento de un edificio de la calle López, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, se encuentra s+s project, un espacio independiente liderado por la artista Sofía Moreno. En palabras de la artista, este proyecto surge de una necesidad propia: tener un lugar para exhibir, promover y comercializar su trabajo y el de sus allegades.

Se trata de un pequeño departamento al interior de un inmueble viejo, el cual se ubica sobre una calle comercial llena de transeúntes. El departamento tiene suelo de duela, muros blancos, un recibidor que hace las veces de galería, un pequeño cuarto que ha sido transformado en oficina de trabajo, y una habitación más, la cual alberga a artistas en residencia.

No es poco común que les artistas conviertan sus espacios domésticos en espacios de exhibición. Las razones son varias. Por un lado, los espacios legitimadores del sistema artístico contemporáneo son pocos y están acaparados por una élite de productores que parece insustituible. Por otro, los presupuestos asignados a la promoción de la cultura son cada vez menores y esto impacta en una reducida y poco plural oferta cultural, por lo menos en lo que a las artes visuales se refiere. Esta situación no parece que vaya a mejorar en el futuro; pero resulta esperanzador pensar que ante la mirada ciclópea, angosta y miope de las instituciones, miles de ojos se abren en una aparente oscuridad para devolver imágenes brillantes de sus propios mundos.

Hacer de la casa un aparador, tal y como ha hecho Sofía Moreno, parece una buena opción para quienes miran desde esta falta de luz. Además, lo doméstico presenta ventajas que las instituciones nunca podrán tener: la cercanía y la intimidad. En el más literal de los sentidos, en ese pequeño departamento en el Centro Histórico no hay un proyecto artístico independiente, hay una casa. Y una casa es un refugio y un consuelo.

Sofía no ha construido esto sola, ni sólo para ella. Sofía es una mujer trans y su voluntad no es otra que la de compartir este espacio con otres como ella, miembros de una disidencia que no alcanza a ser representada en su totalidad. Es claro que la visibilidad no es lo único que preocupa a s+s project, sino la sostenibilidad del proyecto mismo y de las vidas de quienes a éste se adscriben. No hay que olvidar que la población trans, en México, vive con infinidad de incógnitas e incertidumbres ante las violencias machistas que se replican por doquier. Un espacio para ver la obra de estas subjetividades es importante en un contexto donde las mismas tienen como pregunta lo que debería ser una garantía: la vida.

 

La pertinencia del espacio no sólo tiene que ver con la grieta que abre en el panorama para la producción artística de cuerpos trans y de la disidencia sexual. Una producción que, por cierto, escapa a las narrativas oficialistas y politizadas de estos cuerpos, permitiendo repensar sus realidades desde lo individual y lo emotivo. Además de esto, el espacio y la artista tienen un compromiso claro: insertar la producción de les artistas que ahí se exhiben en un circuito económico que les permita continuar con su trabajo, garantizándoles ingresos. Pocos espacios tienen tan claro para quiénes trabajan y con qué objetivos.

Aunque la artista me pidió expresamente no hablar de su trabajo actualmente expuesto en el espacio, en una muestra que lleva por título Fantasía 94, tengo que decir que verlo me permitió conocer la coherencia entre las palabras de Sofía y sus objetivos. Más que reseñar la exposición, me gustaría comentar una obra: sobre el suelo yacen un montón de escombros, unos tacones, jeringas, unas cuantas bolsas de droga, y unas manos prostéticas enredadas en tul que, según el ánimo de le espectadore, unas veces parecen arrastrarse y otras más hundirse. No se logra saber. Según la artista, la obra intenta ser un comentario a propósito de la realidad de los cuerpos trans y su relación con la farmacología. Pero, para mí, es un espejismo que recuerda una noche de fiesta. En cualquiera de los casos, quizá las manos no se hunden, ni se arrastran, sino que emergen. Brotan en medio de lo que parece una ruina del presente. Aún no se alcanza a ver el rostro del cuerpo escondido bajo los escombros. Habrá que confiar.

 

Hay días en que no conviene mirarse al espejo. Pero es muy conveniente mirar un espejismo. Da calma. Lo mismo sucede con la aparición de las imágenes y el espacio de Sofía Moreno: da calma saber que algo emerge entre el desastre. Da calma que una artista ocupe un espacio para defender a les suyes, abriéndoles paso en la realidad, y que lo haga desde un espacio íntimo en el que la vista parece expandirse, y apuntar, ojalá, en otra dirección. Una en la que no sólo haya que pelear por la vida y la visibilidad, sino donde se fundan realmente unos y otros tipos de existencia para convivir en armonía.

Hay días en que no conviene mirarse al espejo. Pero es muy conveniente mirar un espejismo. Y es que lo que no alcanza a devolver el reflejo, se completa con imaginación.

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