Reportes - Caribe Chile México

Camila Marambio

Tiempo de lectura: 10 minutos

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14.05.2024

arriba y abajo: reflexiones sobre la diferencia entre libertad y procesos emancipatorios

Camila Marambio escribe sobre el The Current IV: Caribbean: «otras montañas, las que andan sueltas bajo el agua», proyecto curatorial dirigido por yina jiménez suriel para el TBA21 y cuya programación extendida convocó al Convening #1 el pasado mes de diciembre. Emancipación, opacidad y movimientos que transforman desde las montañas.

Una crónica parcial sobre contar transformaciones océanicas, festival curado por yina jiménez suriel para el  Convening # 1 de otras montañas, las que andan sueltas bajo el agua, el cuarto ciclo de tres años (2023-2025) de The Current, comisionado por TBA21.

La isla Mona se encuentra en el canal de la Mona, el estrecho que separa Quisqueya/República Dominicana de Borikén/Puerto Rico. Son solo 38 minutos de vuelo desde Santo Domingo a San Juan, las capitales coloniales de ambos países, pero el avistamiento de la Mona desde el aire me abrió cavidades en la conciencia del tiempo, como un portal poroso, y recién ahí entendí la frase que Yina Jiménez Suriel repitió varias veces durante el festival: “la libertad y los procesos emancipatorios no son lo mismo”.

  1.  Los procesos emancipatorios son acciones de lucha para sobrevivir; por medio de la resistencia o la fuga, los procesos de emancipación son una continua rebeldía ante la privación de libertad. Mona queda más cerca de RD que de PR, ¿por qué le pertenece a PR? Y por consiguiente a Estados Unidos.
  2. Los procesos emancipatorios son vías de elaboración y tráfico de formas de conocimiento subyugado. Estos salvaguardan los saberes ancestrales, alternos y colectivos que el imperialismo intenta destruir con opresión, genocidio y maquinaria ideológica empecinada en levantar un constructo individualista del excepcionalismo. Mona es descrita como una plataforma de roca de carbonato de calcio de la edad del Mioceno (aproximadamente de 5.3 millones de años) que quedó expuesta luego de que el banco de las Bahamas chocara con la Placa del Caribe provocando el levantamiento del suelo marino.
  3. La libertad que nos ofrece el neoliberalismo, construida en base a la esclavitud, el extractivismo, el heteropatriarcado y la industria militar, entre otros, quiere hacer desaparecer los lazos vinculantes entre humanes, no-humanes, elementales y extra-terrestres. Lazos sensuales, opacos, caóticos, y materiales, que contradicen la falacia del libre albedrío, de la iluminación, de la estabilidad, de las disciplinas del conocimiento y de las cuerpas. Mona esconde un sistema de cuevas bien conocido por los indígenas que habitaron el Caribe libremente previo a los acechos y masacres que infligieron conquistadores y colonos. Su arte sigue plasmado sobre las superficies de las fauces de la isla. Sobrevolando ese repositorio de imágenes–pictografías hechas con complejas técnicas, entre ellas el uso de excremento de murciélago como pigmento y de resina vegetal para fijar la escritura a la roca– pienso con las «otras montañas, las que andan sueltas bajo el agua», repaso mis notas erráticas, frenéticamente escritas sobre hojas sueltas, intentando plasmar en palabras lo que transcurrió en otra cueva los pasados 8 y 9 de diciembre, 2023.

la libertad y los procesos emancipatorios no son lo mismo

Ubicada en el centro del Parque Iberoamerica, en una zona con jardines de la capital dominicana, la hoy llamada Cueva Santa Ana también estuvo en un pasado lejano bajo el mar. Al igual que las cuevas de Mona, su composición cársica (carbonato cálcico) y su porosidad esculpida por el agua, nos habla del origen del Caribe insular. Hoy la cueva es un anfiteatro público que cuenta con una simple plataforma al aire libre, un escenario donde viven murciélagos, abejas y mariposas, que volaban incesantemente alrededor de les que visitamos temporalmente ese espacio durante los dos días del festival. Sobre todo, cuando nos adentramos en ella para guarecernos de la lluvia que coreografió el primer día.

Dejando al tiempo curvarse naturalmente, Yina se mostró tan flexible como un coral. Atravesada por el aguacero, modificaba el orden de los acontecimientos y de forma transparente practicaba la improvisación, una de las principales estrategias de los procesos emancipatorios. Coordinándose con el equipo de TBA21–María Montero Sierra y Elisa Cuesta– y los técnicos locales, Yina desplazó las actividades de inicio hacía el interior de la cueva. Así es como nos encontramos unas treinta personas en la oscuridad, acomodándonos en el suelo, para escuchar la primera tanda de presentaciones, después de una introducción cariñosa hecha en diálogo entre Yina y Markus Reymann, el co-director de TBA21. La bióloga marina dominicana Yasmín Evangelista, la artista sanvicentina Nadia Huggins y la psicóloga dominicana Patricia Molina presentaron bajo el título “Nadar hasta hacerse coral”. Cada una a su manera, desde lugares muy personales, narraron sus procesos emancipatorios. Ni posthumanismo, ni tecno-chamanismo, ni aspiración trascendental. Lo que estas tres mujeres presentaron fueron sus rutas de fuga. Relatos honestos de cuerpas que desafiaron traumas, restricciones e inhibiciones para reintroducirse al océano. Atravesando disciplinas, la tarde de escucha y un ejercicio de meditación guiada brindaron relatos de conocimientos encarnados, adquiridos por medio del asombro, la repetición, la persistencia y el gozo, así como una urgente insistencia en la producción de relaciones interespecíficas.

La sublevación
viene desde el fondo del piso oceánico,
Boyantes,
los que se fugan
evaden la subducción.
Se hacen a un lado,
un paso de deslizamiento,
una huelga.

Sumergiéndose por años en las aguas de la bahía más cercana a su casa en San Vicente y las Granadinas, con su cámara en mano, Nadia Huggins registra íntimamente la vitalidad de los corales y parece descubrir el silente potencial de la flotabilidad. Relucientes fotografías de cuerpas nadando, incluida la suya, recuperan un resplandeciente imaginario oceánico, cuántico, geomorfológico, en el cual la sumersión no es desaparición. Es un acto cimarrón que deshace el orden vertical del mundo, que revierte jerarquías pétreas, dando cabida a mundas de improvisación, a rebeldías que se tuercen libremente porque andan sueltas bajo el mar.

La profunda zanja
es trinchera divisoria
entre realidad y ficción.

Intercala sus imágenes con un relato cuático sobre una inmobiliaria que quiso desarrollar otro hotel más en su isla nativa, privatizando la playa en la que se nada habitualmente. En respuesta, Nadia hizo aparecer sus imágenes en Facebook. Una tras otra, fueron la evidencia que contradijo la “investigación científica” que decía que ahí mismo no había arrecifes, que por tanto no importaba que el proyecto desarrollista modificara las corrientes de la bahía–interviniéndola con rocas macizas para crear una “piscina”; la imagen del paraíso caribeño que los turistas esperan. El debate que se desató tuvo efectos profusos en todas las direcciones: amenazas de muerte, confluencias solidarias entre vecinos que también se oponían al proyecto, pero, sobre todo, para aquellas personas que por variadas razones no se sumergen bajo el mar, incluyendo a los científicos del estudio que nunca fueron a veroir la biodiversidad acuática, Nadia mostró que allí abajo había vida. El hotel no se construyó.

Nadia es (a)cuática. No le teme a la confrontación si de defender el océano, su derecho, la diferencia y los corales se trata. Al cesar la lluvia, vemos proyectados en una gran pantalla, sus imágenes en movimiento, los videos, Coral and Ash y Circa No Future, que en su belleza no esconden la fuerza política que contienen. Manifiestan el caos como un proceso de transformación estética.

¿Por qué es más fácil pensar el fin del mundo que el fin del estado? repite danie valencia sepúlveda. ¿Qué hay que sustentar? O, mejor dicho, ¿cuáles son las sensibilidades que sostienen y sedimentan la razón fascista? Nos pregunta durante su presentación, la mañana del segundo día del festival. Presentación que termina con la proyección de un videoensayo de karkará tunga y danie valencia sepúlveda que muestra, entre otras, algunas imágenes de las revueltas en Chile. Les estudiantes chilenes que armaron cuática frente al Palacio de Gobierno exigiendo con sus cuerpas una nueva constitución arriesgaban todo. No le temía al desorden ni negociaban con el poder, sino valientemente abandonaban la educación, la conversación y la estética del orden para romper con la “fábrica de mundos”. Hoy Chile está roto, de eso no cabe duda, y aún está por verse que otro mundo se reconstruye.

Hablo de Chile porque lo conozco y porque el levantamiento estudiantil coincide casi exactamente con la fecha en la cual el Caribe llegó al país. El (a)cuático Caribe, descomedido, exorbitante, abundante en lenguas, ritmos, subculturas rebeldes y procesos emancipatorios aterrizó en el sur gracias a la inmigración dominicana y haitiana, como también a la colombiana, y más recientemente a la venezolana. El movimiento migratorio desde República Dominicana hacia Chile, un país racista, blanqueado por el discurso del mestizaje, abonó al necesario estallio social de 2019.

Ese generativo tráfico errático de lenguas, temporalidades y conocimientos es constitutivo al proyecto curatorial de Yina. Eso lo entiendo cuando escucho la deslumbrante presentación de Monique Johnson, científica trinitense que estudia los riesgos y efectos de los llamados peligros geológicos en el este caribeño. Su arco narrativo me trastornó. Acarreándonos desde el Cretácico (entre 145 millones hasta 66 millones años atrás) hasta el futuro, nos compartió la historia de cómo los movimientos tectónicos planetarios crearon desplazamientos del piso oceánico Pacífico hacía el Atlántico, por medio de procesos de subducción que hicieron atravesar islas volcánicas por el istmo de Panamá hasta chocar con la barrera de Bahamas y producirse la fosa de Puerto Rico: todos nombres nuevos para transformaciones geológicas milenarias que aún no somos capaces de comprobar del todo, pero que siguen su curso.

Fue tras la erupción del volcán conocido como La Soufrière, ubicado en la isla de San Vicente y las Granadinas, el 27 de diciembre del 2020, que Monique comenzó a trabajar con Nadia en procesos de recuperación liderados por comunidades Garífuna que habitan las proximidades del volcán. Las comunidades Garífuna del Caribe insular y continental se encuentran hoy en los estados nación de Belice, Guatemala, Nicaragua, Honduras, y en San Vicente y las Granadinas. Estas son el resultado de procesos de cimarronaje, estrategias de resistencia y liberación de personas esclavizadas que se dan a la fuga y que, según escribió Yina en un comunicado de prensa, son comunidades cuyo conocimiento es poco diseminado, limitando así su contribución al entendimiento de las rutas de para volver al océano. En un esfuerzo por cambiar esto, Yina invitó a Monique y Nadia, a la artista haitiana Tessa Mars y al filósofo mayotense Dénètem Touam Bona, entre otres, a un viaje de estudio al caribe guatemalteco en julio 2023, titulado Flotation #1. En ese viaje escalaron el volcán Pacaya y entiendo que fue ahí que Monique realizó sus primeras acuarelas para explicarle a les comensales las fuerzas subacuáticas que animan al volcán. En Santo Domingo, nos mostró otra serie de estas vibrantes y coloridas acuarelas y cerró su relato con preguntas y declaraciones, provenientes del proceso de creación de mapas participativos. En ellos, trabaja con las comunidades de San Vicente y las Granadinas para graficar el cambio producido por la erupción, de manera que no reduzca el territorio a un mapa sino que este sea una herramienta relevante para las personas que allí viven. Las palabras precisas y poéticas de Monique, apoyadas por cartografías antiguas y experimentales, me conmueven hasta hoy, por eso cierro esta crónica con un poema cosechado de las semillas que ella plantó y que en mi libreta de anotaciones creció.

 

Eruptiva

Alisadas por la erosión,
¿Cómo llegaron aquí estas rocas?
Tsunami, tras tsunami,
se rozan los materiales del mundo.
Fallado,
a propósito,
para acrecentarse.

La sublevación
viene desde el fondo del piso oceánico,
Boyantes,
los que se fugan
evaden la subducción.
Se hacen a un lado,
un paso de deslizamiento,
una huelga.

El levantamiento
es una metamorfosis rítmica,
impulsada
por las altas temperaturas,
la creciente presión.

La depresión más baja se exalta,
sujetándose a sí misma,
desde la densa placa oceánica,
se engruesa,
creando más profundidad.

Compresión,
y caída continua
preservan el material biológico
en registros fósiles
que caminan sobre el territorio.

Colisiones oblicuas.

No hay movimiento en ángulos rectos,
se ubican del otro lado del perímetro,
acuñando oralidades que desvían,
y redireccionan.

El delantal de sedimentos se produjo al banalizar la diferencia.

La profunda zanja
es trinchera divisoria
entre realidad y ficción.

Ya no vivimos sobre la misma costra terrestre.

Roca líquida,
me interesas.
Te estudio para convivir contigo.
Comparto mis ideas
para aprender
a compartir mi espacio.
Los ríos desaguan las cenizas.

Imaginemos la zona roja,
juntes,
desmantelando el aislamiento del mapa
potenciando representatividades de relevo.

Cartografiar nuestros lindes,
redefinir nuestras identidades,
sin vergüenza,
nombrar aquellas montañas que andan sueltas.

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