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05.05.2017

Sin valor legal

Big Sur, Buenos Aires, Argentina
March 18, 2017 – April 28, 2017

SVL03

SVL19

SVL75

Fragmentos de “Inflamadas de retórica: escrituras promiscuas para una tecno-decolonialidad” de Jorge Díaz y Johan Mijail. Editorial Desbordes, 2016. Santiago de Chile.

¿Dónde es aquí?
Como no tenemos lugar, tenemos que inventarlo. Más bien habría que decir: habitamos un lugar pero queremos tener un aquí. Vivimos en diferentes espacios geográficos tratando de localizar el cuerpo que tenemos, tratando de establecer una biografía de nuestros tiempos dañados. Hemos nacido en diferentes lugares pero no se nos ha dado nuestro aquí. No nos basta con el territorio nacional. Transitamos espacios donde vivimos y donde tenemos que hacernos de otro aquí para vivir. Un aquí donde sobrevivir, donde tengamos una posibilidad. Un aquí puede significar establecer un vínculo, una palabra o un espacio donde existir. Un aquí pueden ser nuestras hermanas en el activismo, puede ser el tiempo que le robamos a la dominación. Porque los aquí de la disidencia sexual están en nuestras palabras o imágenes. En nuestra política radical de la amistad. O en los espacios que están por inventarse, donde es la experimentación, el riesgo y el compromiso con lo minoritario lo que nos mantiene en pie, un territorio fragmentado donde refugiarnos, donde hacernos de un aquí para vivir.

Desubicadas
Tenemos algo claro: somos unas desubicadas tanto en el plano geográfico como en el plano identitario. No podemos ubicarnos en la forma en que ha sido narrada la historia de la modernidad occidental. Estamos en descontento y eso también lo tenemos claro, debido a que nuestras prácticas políticas y de reflexión están siempre en camino hacia el fracaso.
Somos fronterizas, escandalosas, intrusas y extranjeras dentro de la ficción sexual masculina. Lo queremos todo, pero el cuerpo no nos alcanza para tanto.
*
Ningún lado nos acomoda, no estamos atentos a las lógicas de esta ciudad.

Devenir sujeto de identidad post nacional
Aprendemos la ciudad donde nacimos cuando estamos fuera de ella aunque andemos por las calles extranjeras como si las conociéramos y nos pertenecieran. Aprendemos “lo propio” luego de que nos invita la diferencia a darnos cuenta de que hay ahí algo verdaderamente trascendental. Aprendemos a vestirnos para el frío después que hemos dejado el calor y que el movimiento pone siempre en evidencia la quietud que nos había caracterizado, que nos invita a darnos cuenta de la importancia de cuando estuvimos en la isla bailando gagá a escondidas del resto. De que nuestro proceso es devenir sujeto de identidad post nacional. De que no vale la pena sumirse en la nostalgia y la melancolía cuando has salido a buscarte y te das cuenta de que hay más lugares donde estar; viviendo la experiencia con tu cuerpo.

Ojo inquieto
Convivo diariamente con un ojo inquieto que sospecha de la despolarización nerviosa que conduce a mi cerebro las imágenes incompletas del punto ciego. O que sospecha de eso mismo. El ojo de mi análisis pretende engañar las mismas epistemologías que la ciencia necesita cuando miramos un resultado, cuando utilizamos la estadística o cuando ordenamos por parámetros, haciendo pasar los datos o las experiencias por protocolos de significancia y claridad, de precisión y exactitud. La mirada disidente o el ojo desacatado trata ahí donde lo autoevidente deja de ser natural y se da la posibilidad de restarse de la mirada positivista de la clasificación, tratando de elaborar no lecturas “otras” o “fuera de”, sino que se instala en la retina social de lo “ya dicho” para sobrepasar esos contextos.

Hablas menores
Escribimos en compromiso con todas aquellas hablas menores que utilizan la palabra como motor crítico para establecer una distancia con todas aquellas imágenes que continúan con el status quo de nuestra actual forma de lo humano y su tiempo heterosexual, esto es, amor romántico, familia idealizada, el cuerpo como naturaleza, el imaginario del héroe político, el margen como fetiche, solo la figura humana como soporte. Son estas las poéticas que nos obligan a escribir, son esos versos de quienes apuestan desde sexualidades abyectas y con orfandad institucional (en cuanto no se escribe ni en ni para la universidad), a un pacto con la poesía.
Un pacto con la escritura que ni en el activismo ni en la academia parece ser un lugar desde el cual no salir dañado.
Siempre hay un riesgo inevitable en aquellos que apuestan por leerse en espacios donde la política involucra a la poesía.

Activismos
Los procesos de indisciplina requieren siempre de la construcción de nuevas metodologías de creación, estrategias encarnadas que nos impliquen, protocolos para borronear, modelos de trabajos para alterar, deseos que nos atraviesen y que atenten contra los límites disciplinarios, esos espacios donde vivimos a diario. Porque necesitamos de lugares que nos permitan vivir en un cruce, saturados de imágenes y escrituras corporizadas. Y para eso tenemos el activismo: un lugar de creación y experimentación desde el cual nos hacemos unos cuerpos otros. Desde muchos espacios se observa al activismo como un lugar incómodo. Sin duda para quienes no gozamos de las regalías de la comodidad identitaria ni estamos conformes con el régimen heterosexual dominante, el activismo no es sino un compromiso. Un activismo que nos tiene corriendo riesgos, tomándonos espacios, calles, páginas, muros, laboratorios, escenarios y facultades hasta contagiarles los bordes.

http://big-sur.tumblr.com/

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