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13.02.2020
MUNAR, Buenos Aires, Argentina
February 8, 2020
Entrada de diccionario:
_____Peluscencia: ejercicio yankee repetitivo de embalar todas tus obras y tu propio cuerpo para no volver nunca más a una clase en castellano.
_____Peluscencia: pretensión involuntaria de chamuyar durante una hora sobre el ecosex y las artes visuales.
_____Peluscencia: dícese de una persona que flashea que a otra persona le enseñan en la escuela a carnear y hacer chorizos.
_____Peluscencia: acción y deseo de cacarear como gallina en un momento no previsto por nadie.
_____Peluscencia: necesidad irrefrenable de hacer un choripán pero con flan y volverlo plato nacional.
Todo eso no es una Peluscencia, y sin embargo ese manojo de delirios podría actuar como un compendio de definiciones aleatorias de lo que representa ser o habitar un sentimiento de Peluscencia. No hay ningún significado exacto y tampoco es necesaria tanta justificación a la hora de nombrar las cosas que nos rodean; quizás hasta sea un acto de justicia lingüística animarse a aumentar el diccionario, creando nuevas ficciones por venir al ponerle el nombre justo que las emociones precisan. ¡Tomar el poder, no como es dado, y transformarlo en un lugar habitable, cálido y múltiple! Quizás todavía nos debamos ese trance de sinceridad, pero acá estamos.
Pensado como un lugar ideal e imaginario, Peluscencias es un recorrido soñado que está trazado a partir de lineamientos afectivos que abren las puertas a las distintas sensibilidades que componen el corpus de obra exhibida en sala. Anárquica, ruidosa, conflictiva y profundamente amorosa al mismo tiempo, Peluscencias es una invitación a un mundo fantástico, inspirado en un cuerpo y en sus partes, sus intimidades y sus zonas de confort, sus caminos y sus miedos, sus deseos y sus desvaríos.
Un cuerpo, con todo eso que no vemos de un cuerpo, con eso que nos desfila como un jugo a través de las tripas. Impalpable, como ese dolor agudo y punzante que atravesamos cuando alguien nos miente en la cara. Un paraíso intangible y misterioso se nos abriría si pudiésemos atravesar los cartílagos y navegar por dentro de nuestra piel hacia los secretos de nuestro ADN, de nuestros nervios, de nuestra sangre. ¿Será que es un lugar precioso y ordenado o que nos encontraríamos con nuestros propios caos y nuestras dolencias personalísimas?
Me gusta pensar que si hubo un proceso de creación divino, el cuerpo podría ser casi como una obra de arte total, pluscuamperfecto y profundamente imperfecto al mismo tiempo, por oposición pero también por composición. O quizás también como un parque de diversiones de órganos esponjosos que se mueven por montañas rusas en autitos invisibles, zambulléndose en cascadas rojas, azules y violetas que nos atraviesan las venas, formando arcoíris de pinturas de muchos colores que señalan la puerta de ingreso a esas minúsculas obras de arte que son las células.
No sé si ese mundo existe o lo inventamos juntxs. No podría precisar que pensaba que era un cuerpo antes de atravesar esa barrera de lo afectivo que nos abrazó como un manto a todxs lxs AxA 2019. Puede que también haya sido un recorrido por un bosque a oscuras, agarradxs de la mano, soñando despiertxs. Anhelo que no nos despertemos nunca. Afuera hay olor a riachuelo, y acá adentro somos agua lavada. Ojala nunca perdamos esa peluscencia.
—Joaquín Barrera
Artistas
Alejandra Polito, Andrés Matías Pinilla, Belén Boeris, Bruno del Giudice, Carmín Santos Posca, Catalina White, Facundo Belén, Hernán Kacew, Jazmín Kullock, Jimena Travaglio, Julián Matta, Lihuel González, Matías Romano Alemán, Marina Daiez, Nicolás Said, Ornella Pocetti, Rocío Englender, Santiago Carlini, Sofía Reynal, Victoria Iriondo y Victoria Marino Ocampo.
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