
En la frontera, entre el Gran Afuera y el Gran Adentro hay fisuras, Nancy Rojas aborda estos espacios liminales dentro del lenguaje a partir de la insurgencia transformadora del trap.
(…) ellos (los guaraníes) saben que los embriones de palabras emergen de la fecundación del aire del tiempo en nuestros cuerpos en su condición de vivientes y que, en este caso, y solo en él, las palabras tienen alma, el alma de los mundos actuales o en germen que nos habitan en esta condición nuestra.[1]
Suely Rolnik
Mi arte va a matarte y sabes que eso te aterra.[2]
Mc Humver
Una atmósfera multicolor emerge desde el fondo de un paisaje próximo, aunque distante, de nuestras miradas. Éste muestra una naturaleza irradiante y cuir, cuya diversidad tonal se proyecta en la pluralidad cultural de ese espacio norteño. La trapera B Yami rapea, como les rapsodas de antaño procura generar vibraciones en el horizonte haciendo llegar sus palabras a los oídos perdidos de esa tierra que es esta misma, la nuestra, dejando entrever la potencia arrasadora de su estilo ondulante. Las locas, tortas, travas, trans, marronas, mujeres cantoras, copleras, pianistas y hacedoras experimentales de ruido escuchan atentas, forjando una trama de miradas amalgamadas en la complicidad que otorga la nocturnidad. A sonidos disidentes, espacios de conjur Así, en Terminal Norte (2021), Lucrecia Martel retrata a un conjunto de voces que encarnan la música cristalizando cierto estado de liminalidad[3] a través de estilos y abordajes fronterizos. De los géneros ahí aparecidos uno es el que en estos tiempos reúne con mayor ímpetu a las generaciones más jóvenes: el trap. Hoy en día definido como un subgénero del rap afincado en la llamada cultura hip hop. Como otras prácticas culturales, nació en el seno del Gran Afuera, es decir, en la calle. Allí, en la intemperie, es donde justamente se hicieron los primeros encuentros de freestyle y competencias de rap.Históricamente, ¿no es acaso la cultura mainstream quien se ha servido de la trama popular para irradiar nuevos fenómenos?Estas preguntas surgen en el marco de una convicción, la de esta práctica, transgeográfica y fronteriza, como un engendro de la cultura performativa que guarda como pocas ahora mismo un sitio para la desobediencia y la pronunciación. Ante la evidencia de un sistema que absorbió el género y lo transformó en uno de los estilos predominantes de la cultura de masas[4] —situación originada por una suerte de revolución en la que las redes sociales, los sponsors y la reinventada imagen del éxito tienen un papel fundamental—, hay sectores de la juventud urbana y rural que hacen un uso micropolítico de esta práctica.
De esta manera, abonan las nociones de cultura pública y de cultura popular más allá de los sistemas monopólicos e, inclusive, de las políticas de estado.Y es que en la era actual de la inagotable “guerra de las imágenes”, lo subterráneo genera sus propias formas de resistencia; es decir, de producir y de reproducirse en el lenguaje, haciéndole frente a la condición de la sistematización a través de ciertas estrategias, más anómalas y escurridizas, de subjetivación colectiva.
Una matriz de pensamiento y acción que puede leerse a la luz de los nuevos procesos de lucha anticolonial.
El trap y el rap revelan, de alguna manera, una ruptura con los límites de la polaridad dominante-dominado.
En la frontera, entre el Gran Afuera y el Gran Adentro hay fisuras, Nancy Rojas aborda estos espacios liminales dentro del lenguaje a partir de la insurgencia transformadora del trap.
(…) ellos (los guaraníes) saben que los embriones de palabras emergen de la fecundación del aire del tiempo en nuestros cuerpos en su condición de vivientes y que, en este caso, y solo en él, las palabras tienen alma, el alma de los mundos actuales o en germen que nos habitan en esta condición nuestra.[1]
Suely Rolnik
Mi arte va a matarte y sabes que eso te aterra.[2]
Mc Humver
Una atmósfera multicolor emerge desde el fondo de un paisaje próximo, aunque distante, de nuestras miradas. Éste muestra una naturaleza irradiante y cuir, cuya diversidad tonal se proyecta en la pluralidad cultural de ese espacio norteño. La trapera B Yami rapea, como les rapsodas de antaño procura generar vibraciones en el horizonte haciendo llegar sus palabras a los oídos perdidos de esa tierra que es esta misma, la nuestra, dejando entrever la potencia arrasadora de su estilo ondulante. Las locas, tortas, travas, trans, marronas, mujeres cantoras, copleras, pianistas y hacedoras experimentales de ruido escuchan atentas, forjando una trama de miradas amalgamadas en la complicidad que otorga la nocturnidad. A sonidos disidentes, espacios de conjur Así, en Terminal Norte (2021), Lucrecia Martel retrata a un conjunto de voces que encarnan la música cristalizando cierto estado de liminalidad[3] a través de estilos y abordajes fronterizos. De los géneros ahí aparecidos uno es el que en estos tiempos reúne con mayor ímpetu a las generaciones más jóvenes: el trap. Hoy en día definido como un subgénero del rap afincado en la llamada cultura hip hop. Como otras prácticas culturales, nació en el seno del Gran Afuera, es decir, en la calle. Allí, en la intemperie, es donde justamente se hicieron los primeros encuentros de freestyle y competencias de rap.Históricamente, ¿no es acaso la cultura mainstream quien se ha servido de la trama popular para irradiar nuevos fenómenos?Estas preguntas surgen en el marco de una convicción, la de esta práctica, transgeográfica y fronteriza, como un engendro de la cultura performativa que guarda como pocas ahora mismo un sitio para la desobediencia y la pronunciación. Ante la evidencia de un sistema que absorbió el género y lo transformó en uno de los estilos predominantes de la cultura de masas[4] —situación originada por una suerte de revolución en la que las redes sociales, los sponsors y la reinventada imagen del éxito tienen un papel fundamental—, hay sectores de la juventud urbana y rural que hacen un uso micropolítico de esta práctica.
De esta manera, abonan las nociones de cultura pública y de cultura popular más allá de los sistemas monopólicos e, inclusive, de las políticas de estado.Y es que en la era actual de la inagotable “guerra de las imágenes”, lo subterráneo genera sus propias formas de resistencia; es decir, de producir y de reproducirse en el lenguaje, haciéndole frente a la condición de la sistematización a través de ciertas estrategias, más anómalas y escurridizas, de subjetivación colectiva.
Una matriz de pensamiento y acción que puede leerse a la luz de los nuevos procesos de lucha anticolonial.
El trap y el rap revelan, de alguna manera, una ruptura con los límites de la polaridad dominante-dominado.
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