
Desde las trincheras de las prácticas digitales, Doreen A. Ríos, de la mano de la obra de Legacy Russell, reflexiona sobre las tácticas del feminismo glitch: pixelados y distorsiones generan errores que dinamitan la inercia del poder.
Las declaraciones son las siguientes:
El glitch se niega
El glitch es cósmico
El glitch lanza shade
El glitch y sus fantasmas
El glitch es error
El glitch encripta
El glitch es anticuerpo
El glitch es piel
El glitch es virus
El glitch moviliza
El glitch es remezcla
El glitch sobrevive[8]
Para Legacy es claro, el feminismo glitch reconoce el valor de la visualidad y el papel revolucionario que las prácticas digitales juegan en la expansión de las arqueologías, deconstrucciones y representaciones de les cuerpes y, simultáneamente, mantiene una perspectiva crítica frente a la forma en que varios dualismos antagónicos parecieran perpetuarse en el plano de lo digital: virtual/real, naturaleza/cultura y, por supuesto, masculino/femenino.Las lógicas del feminismo glitch se abren a todes les cuerpes que existen suspendides en un eterno presente y que escapan de consolidarse en una aparente identidad final que pueda ser fácilmente digerida, producida, empaquetada y categorizada.En este sentido, juega a ser un río de múltiples corrientes, pues aunque se acerca a las herramientas del tecnopatriarcado, a la vez las utiliza para envenenar sus datos y, momentáneamente, convertirse en ese error esquivo que nos recuerda que todo es hackeable y, por lo tanto, un jardín esperando a ser polinizado. Es así como el feminismo glitch rechaza ser categorizado como subtexto, rechaza ser etiquetado como subversivo, no habla en nombre de les marginales o de les subalternes, ya que "sub-" como prefijo necesita ser marcado como un modo de aceptación de nuestra propia exclusión del canon, de la academia, del ideal platónico.
El primer paso para subvertir un sistema es aceptar que ese sistema seguirá vigente; dicho esto, el fallo dice ¡que se jodan tus sistemas! ¡Sus delineaciones! ¡Sus determinaciones impuestas a nuestra fisicalidad! El glitch declina respetuosamente el segundo rango a la convención común.[9]En este sentido, considero importante apuntar hacia la diferencia entre táctica y estrategia en la que basa su investigación Cecilia Castañeda,[10] quien señala que el escenario central de la estrategia sugiere funcionar dentro de los parámetros del sistema que critica, es decir, busca reestablecer el papel de dichos sistemas al reconfigurarlos; mientras que la táctica trabaja bajo la lógica de encontrar las grietas de dichos sistemas y desestabilizarlos desde el lugar en donde están, para las lógicas tácticas es central combatir desde lo cotidiano. Esto nos lleva de regreso al trabajo de los medios tácticos que, como señala Cecilia Castañeda: "[el trabajo táctico] debe entenderse en el contexto de una cultura recombinante, aquella en la que es posible operar cambios de orden simbólico y material: las herramientas disponibles para nuestro trabajo pueden reconfigurarse para que hagan algo diferente de su diseño y función original".[11]
Sin duda, aquí el error aparece como un concepto fuerte que permite la dislocación y, quizás, incluso la diversidad al manifestarse a través de les cuerpes que se resisten a mantener esta maquinaria tecnocapital andando.Un ejemplo de esto fue FloodNet,[13] proyecto expandido en el tiempo e ideado por el Electronic Disturbance Theater; es una pieza que era al mismo tiempo una exploración conceptual, como una herramienta para la desobediencia civil electrónica, que en 1998 abrió un canal de acción coordinado, donde les usuaries de esta pieza de net art[14] podían dejar mensajes de “error” en diversas páginas web como la del ex Presidente mexicano Ernesto Zedillo, el Pentágono, la Bolsa de Valores de Frankfurt, varios bancos mexicanos, entre otras, para mostrar su solidaridad con el EZLN.[15] En esta pieza el mensaje de “error” era tanto área de acción como espacio de resistencia, en donde —si bien se sabía que rápidamente habría una respuesta que bloquearía esta acción coordinada— abrió una especie de vortex, una fisura en las entrañas del internet y sus códigos. Es en fisuras de esta naturaleza donde germina el feminismo glitch. Siguiendo esta línea de pensamiento, no me sorprende que Legacy Russell decida dar forma a cada una de las declaraciones del Glitch Feminism | A Manifesto a través de obras de arte, pues —regresando al tema de la representación— su discurso se refuerza al señalar el estado liminal que habitan les cuerpes de les artistas detrás de cada pieza, en contraste con el paso que han abierto, dentro de la historia del arte, en cierta medida a través del mundo digital que reclaman como una base segura y una plataforma que permite explorar nuevos públicos, entablar un discurso crítico con nuevas audiencias y, sobre todo, “deslizarse entre nuevas concepciones de nuestres cuerpes, de nosotres mismes”.[16] Es interesante apuntar que si bien la autora entiende los límites de esta lógica, al ser consciente de que el internet que habitamos en 2021 refleja lo opuesto a un espacio seguro, también atiende el sentir sobre el internet temprano que —desde su experiencia personal— considera fue clave en su adolescencia para entender y entenderse en un espacio que sentía más abierto que su entorno inmediato lejos del teclado.
Desde las trincheras de las prácticas digitales, Doreen A. Ríos, de la mano de la obra de Legacy Russell, reflexiona sobre las tácticas del feminismo glitch: pixelados y distorsiones generan errores que dinamitan la inercia del poder.
Las declaraciones son las siguientes:
El glitch se niega
El glitch es cósmico
El glitch lanza shade
El glitch y sus fantasmas
El glitch es error
El glitch encripta
El glitch es anticuerpo
El glitch es piel
El glitch es virus
El glitch moviliza
El glitch es remezcla
El glitch sobrevive[8]
Para Legacy es claro, el feminismo glitch reconoce el valor de la visualidad y el papel revolucionario que las prácticas digitales juegan en la expansión de las arqueologías, deconstrucciones y representaciones de les cuerpes y, simultáneamente, mantiene una perspectiva crítica frente a la forma en que varios dualismos antagónicos parecieran perpetuarse en el plano de lo digital: virtual/real, naturaleza/cultura y, por supuesto, masculino/femenino.Las lógicas del feminismo glitch se abren a todes les cuerpes que existen suspendides en un eterno presente y que escapan de consolidarse en una aparente identidad final que pueda ser fácilmente digerida, producida, empaquetada y categorizada.En este sentido, juega a ser un río de múltiples corrientes, pues aunque se acerca a las herramientas del tecnopatriarcado, a la vez las utiliza para envenenar sus datos y, momentáneamente, convertirse en ese error esquivo que nos recuerda que todo es hackeable y, por lo tanto, un jardín esperando a ser polinizado. Es así como el feminismo glitch rechaza ser categorizado como subtexto, rechaza ser etiquetado como subversivo, no habla en nombre de les marginales o de les subalternes, ya que "sub-" como prefijo necesita ser marcado como un modo de aceptación de nuestra propia exclusión del canon, de la academia, del ideal platónico.
El primer paso para subvertir un sistema es aceptar que ese sistema seguirá vigente; dicho esto, el fallo dice ¡que se jodan tus sistemas! ¡Sus delineaciones! ¡Sus determinaciones impuestas a nuestra fisicalidad! El glitch declina respetuosamente el segundo rango a la convención común.[9]En este sentido, considero importante apuntar hacia la diferencia entre táctica y estrategia en la que basa su investigación Cecilia Castañeda,[10] quien señala que el escenario central de la estrategia sugiere funcionar dentro de los parámetros del sistema que critica, es decir, busca reestablecer el papel de dichos sistemas al reconfigurarlos; mientras que la táctica trabaja bajo la lógica de encontrar las grietas de dichos sistemas y desestabilizarlos desde el lugar en donde están, para las lógicas tácticas es central combatir desde lo cotidiano. Esto nos lleva de regreso al trabajo de los medios tácticos que, como señala Cecilia Castañeda: "[el trabajo táctico] debe entenderse en el contexto de una cultura recombinante, aquella en la que es posible operar cambios de orden simbólico y material: las herramientas disponibles para nuestro trabajo pueden reconfigurarse para que hagan algo diferente de su diseño y función original".[11]
Sin duda, aquí el error aparece como un concepto fuerte que permite la dislocación y, quizás, incluso la diversidad al manifestarse a través de les cuerpes que se resisten a mantener esta maquinaria tecnocapital andando.Un ejemplo de esto fue FloodNet,[13] proyecto expandido en el tiempo e ideado por el Electronic Disturbance Theater; es una pieza que era al mismo tiempo una exploración conceptual, como una herramienta para la desobediencia civil electrónica, que en 1998 abrió un canal de acción coordinado, donde les usuaries de esta pieza de net art[14] podían dejar mensajes de “error” en diversas páginas web como la del ex Presidente mexicano Ernesto Zedillo, el Pentágono, la Bolsa de Valores de Frankfurt, varios bancos mexicanos, entre otras, para mostrar su solidaridad con el EZLN.[15] En esta pieza el mensaje de “error” era tanto área de acción como espacio de resistencia, en donde —si bien se sabía que rápidamente habría una respuesta que bloquearía esta acción coordinada— abrió una especie de vortex, una fisura en las entrañas del internet y sus códigos. Es en fisuras de esta naturaleza donde germina el feminismo glitch. Siguiendo esta línea de pensamiento, no me sorprende que Legacy Russell decida dar forma a cada una de las declaraciones del Glitch Feminism | A Manifesto a través de obras de arte, pues —regresando al tema de la representación— su discurso se refuerza al señalar el estado liminal que habitan les cuerpes de les artistas detrás de cada pieza, en contraste con el paso que han abierto, dentro de la historia del arte, en cierta medida a través del mundo digital que reclaman como una base segura y una plataforma que permite explorar nuevos públicos, entablar un discurso crítico con nuevas audiencias y, sobre todo, “deslizarse entre nuevas concepciones de nuestres cuerpes, de nosotres mismes”.[16] Es interesante apuntar que si bien la autora entiende los límites de esta lógica, al ser consciente de que el internet que habitamos en 2021 refleja lo opuesto a un espacio seguro, también atiende el sentir sobre el internet temprano que —desde su experiencia personal— considera fue clave en su adolescencia para entender y entenderse en un espacio que sentía más abierto que su entorno inmediato lejos del teclado.
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