
Una pancarta con la frase “Desierto Herido” producida bajo el contexto convocado por el Laboratorio de Artes Gráficas del Desierto de Atacama (LAGDA 2021) motiva a le investigadore danie valencia sepúlveda a preguntarse sobre la relación entre capital, libertad y salud mental: ¿Y si la vida no es útil?
¿No es la libertad una forma específica de producción de subjetividades y una forma de minar las colectividades aún en nuestro contexto? ¿No es la libertad uno de los paradigmas vehiculares para el capitalismo?Hay en el aire el murmullo de un mensaje que se nos está intentando hacer llegar, se repite una y otra vez como si de un sigilo se tratase, hay en el aire la imposibilidad de la captura y, sin embargo, en ese mismo aire contaminado, envenenado, dominado y capitalizado por la supremacía blanca se administra la falsa idea de libertad. El mensaje que transita es que se han agotado de leer/escuchar/enfrentarse con términos específicos que se han colocado como una herramienta clave para la búsqueda de vitalidad(es): blanquitud, colonialidad, extractivismo epistémico, racismo, colonialismo, anticolonialidad, REPARACIÓN, restitución, blancura, comunalidad(es), crononorma, justicia social, resistencia, reapropiación, cisgeneridad, transfobia, COLONODESCENDIENTE, herida, trauma, ANCESTRALIDAD, nombres y apellidos. Escribo este texto a dos manos pero a más de diez voces que han venido resonando con las ideas que ahora comparto aquí, con la finalidad de hacer de la provocación un canal que transmita la infección, encuentre la interlocución, y con ello propicie el quiebre.
¿De qué manera podemos llegar a provocar la indigestión del propio CIStema/régimen del inconsciente colonial-capitalístico-racializante?[8] Ese mismo CIStema que controla la producción de sentido y, por lo tanto, de los imaginarios.
El desierto como bomba de tiempo, el desierto como cuerpo bomba-de-tiempo y el cuerpo como mina explotada, revendida, agotada y desechada.Apuesto a que la ocupación del paisaje es una estrategia para acercarnos a la indigestión, una herramienta de aproximación al desmantelamiento de imaginarios que sostienen la credibilidad en el CIStema, mismos que se han apegado a los discursos de La Nación y ahora siguen apoyando el delirio de la libertad y su captura. Ocupar el paisaje es también disputar la memoria y su tutela Estatal, memoria que se construye también a través de la visualidad, una disputa que nos encamina hacia la resistencia visual —así, todo se trata de aproximaciones, de construcciones procesuales, donde el error y el fracaso hacen el papel de catalizadores para no volver a soltar la posibilidad de reconstruir mundos que aún no conocemos—; parafraseando al artista, curador y escritor Macuxi, Jaider Esbell, a partir de una entrevista sobre su trabajo: cuando el mundo se acabe nadie va a salvarse, reconstruiremos los mundos que se nos ha negado sostener, mundos que habrán de ir mucho más allá de la visualidad, partiendo de la misma y permitiéndonos ser afectados por las distintas capas que la componen. Se trata de un cartel, una serigrafía, un collage, un videoensayo en lenguas virales, pero también se trata de un paquete de elementos que enmarcan y acentúan la crisis para sostener la disputa del mundo, de recolocar nuestras vidas por sobre todas las cosas, porque de aquí ninguna certeza habremos de obtener. Veo en la propuesta de asumir la reescritura, el desaber y el desentendimiento como maneras que nos permiten sostener la disputa de la vitalidad en sus diversas formas, una posibilidad contra la propia lógica en la que se estructura el conocimiento, el saber, y sus discursos capitalizables. La recuperación del cuerpo-territorio desde la provocación de reparar el valor total extraído de nuestros territorios, desencajar las palabras que fueron sembradas para dirigir el monocultivo de eso que insistimos en nombrar el-mundo-tal-como-lo-conocemos. Porque el individuo no se curará en el diván o por la subvención de la fábrica de fármacos, la cura es colectiva y se encuentra dentro de la estructura y su posible desmantelamiento, porque para acabar con la plaga es necesario dejar de sostener el monocultivo, asumir la individualidad como una ficción política más a diluir, reforestar nuestros imaginarios,
permitiendo que sea la articulación en lo invisible lo que nos lleve no hacia la libertad y sí hacia la ruptura del delirio que esto nos provoca.
Una pancarta con la frase “Desierto Herido” producida bajo el contexto convocado por el Laboratorio de Artes Gráficas del Desierto de Atacama (LAGDA 2021) motiva a le investigadore danie valencia sepúlveda a preguntarse sobre la relación entre capital, libertad y salud mental: ¿Y si la vida no es útil?
¿No es la libertad una forma específica de producción de subjetividades y una forma de minar las colectividades aún en nuestro contexto? ¿No es la libertad uno de los paradigmas vehiculares para el capitalismo?Hay en el aire el murmullo de un mensaje que se nos está intentando hacer llegar, se repite una y otra vez como si de un sigilo se tratase, hay en el aire la imposibilidad de la captura y, sin embargo, en ese mismo aire contaminado, envenenado, dominado y capitalizado por la supremacía blanca se administra la falsa idea de libertad. El mensaje que transita es que se han agotado de leer/escuchar/enfrentarse con términos específicos que se han colocado como una herramienta clave para la búsqueda de vitalidad(es): blanquitud, colonialidad, extractivismo epistémico, racismo, colonialismo, anticolonialidad, REPARACIÓN, restitución, blancura, comunalidad(es), crononorma, justicia social, resistencia, reapropiación, cisgeneridad, transfobia, COLONODESCENDIENTE, herida, trauma, ANCESTRALIDAD, nombres y apellidos. Escribo este texto a dos manos pero a más de diez voces que han venido resonando con las ideas que ahora comparto aquí, con la finalidad de hacer de la provocación un canal que transmita la infección, encuentre la interlocución, y con ello propicie el quiebre.
¿De qué manera podemos llegar a provocar la indigestión del propio CIStema/régimen del inconsciente colonial-capitalístico-racializante?[8] Ese mismo CIStema que controla la producción de sentido y, por lo tanto, de los imaginarios.
El desierto como bomba de tiempo, el desierto como cuerpo bomba-de-tiempo y el cuerpo como mina explotada, revendida, agotada y desechada.Apuesto a que la ocupación del paisaje es una estrategia para acercarnos a la indigestión, una herramienta de aproximación al desmantelamiento de imaginarios que sostienen la credibilidad en el CIStema, mismos que se han apegado a los discursos de La Nación y ahora siguen apoyando el delirio de la libertad y su captura. Ocupar el paisaje es también disputar la memoria y su tutela Estatal, memoria que se construye también a través de la visualidad, una disputa que nos encamina hacia la resistencia visual —así, todo se trata de aproximaciones, de construcciones procesuales, donde el error y el fracaso hacen el papel de catalizadores para no volver a soltar la posibilidad de reconstruir mundos que aún no conocemos—; parafraseando al artista, curador y escritor Macuxi, Jaider Esbell, a partir de una entrevista sobre su trabajo: cuando el mundo se acabe nadie va a salvarse, reconstruiremos los mundos que se nos ha negado sostener, mundos que habrán de ir mucho más allá de la visualidad, partiendo de la misma y permitiéndonos ser afectados por las distintas capas que la componen. Se trata de un cartel, una serigrafía, un collage, un videoensayo en lenguas virales, pero también se trata de un paquete de elementos que enmarcan y acentúan la crisis para sostener la disputa del mundo, de recolocar nuestras vidas por sobre todas las cosas, porque de aquí ninguna certeza habremos de obtener. Veo en la propuesta de asumir la reescritura, el desaber y el desentendimiento como maneras que nos permiten sostener la disputa de la vitalidad en sus diversas formas, una posibilidad contra la propia lógica en la que se estructura el conocimiento, el saber, y sus discursos capitalizables. La recuperación del cuerpo-territorio desde la provocación de reparar el valor total extraído de nuestros territorios, desencajar las palabras que fueron sembradas para dirigir el monocultivo de eso que insistimos en nombrar el-mundo-tal-como-lo-conocemos. Porque el individuo no se curará en el diván o por la subvención de la fábrica de fármacos, la cura es colectiva y se encuentra dentro de la estructura y su posible desmantelamiento, porque para acabar con la plaga es necesario dejar de sostener el monocultivo, asumir la individualidad como una ficción política más a diluir, reforestar nuestros imaginarios,
permitiendo que sea la articulación en lo invisible lo que nos lleve no hacia la libertad y sí hacia la ruptura del delirio que esto nos provoca.
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