Logo

EDICION 15

19.08.2019

Cuerpo-traza, cuerpo-espacio: primeras observaciones sobre una exploración pedagógica caribeña del cuerpo y de la opacidad

A partir del encuentro entre el cuerpo y el imaginario caribeño como formas de interpretación sensible y corporal para construir otras perspectivas fuera del formato colonizador y capitalista, la artista Minia Biabiany esboza reflexiones pedagógicas sobre los proyectos Semillero Caribe y Plataforma Doukou.

Imagen 1
Imagen 2
Imagen 3

Nos pasamos el tiempo refutando algo en lugar de afirmarlo. Esta figura imperialista no deja de interferir en nuestros procesos de reflexión y de narración de nosotros mismos. —Dionne Brand [1]

Desde hace cuatro años, mis interrogantes sobre lo que se produce cuando se aprende y se internaliza en un contexto pos-esclavista y/o colonial me llevaron a trabajar con el hacer, con el actuar de diferentes cuerpos: desde el cuerpo negado históricamente, hasta el cuerpo habitado como herramienta de atención y de observación de sí. Dos preguntas que nacen de la observación de lógicas asimiladoras que se viven en Guadalupe [2], mi isla natal, fueron los hilos conductores, y continúan siendo los motores de un proceso de exploración del aprender hoy en día: ¿a través de qué acciones podemos deconstruir un formato social? ¿Cómo recuperar la posibilidad de comprenderse y de determinarse? Dos proyectos articulados alrededor del cuerpo y de conceptos de autorxs caribeñxs nacieron de esta investigación, cada uno con una temporalidad propia: el Semillero Caribe construido con Madeline Jiménez y Ulrik López en 2015, y realizado en 2016 en el contexto de la Ciudad de México; y la Plataforma Doukou, pensada individualmente y realizada colectivamente en Cali en el 2018, y que sigue hasta hoy.
El archipiélago de Guadalupe se sitúa en el Caribe, en el arco de las Antillas Menores, y actualmente le pertenece a Francia. Su población, como muchas otras, se encuentra fuertemente marcada por una alienación capitalista y colonial. La palabra “alienación” problematiza aquí dos aspectos: el hecho de volverse extranjerx a sí mismx y el deseo de ser otrx, marca el olvido del valor de la diferencia y de una posibilidad de descubrimiento de sí a partir del reconocimiento de dicho valor. El cuerpo históricamente alienado es tanto aquel que fue esclavizado y cuya humanidad es negada durante dos siglos, como el del colono europeo que domina. Para quien fue esclavizadx, el cuerpo es la afirmación de la sobrevivencia, el único poder del migrante desnudo. [3] Es en el cuerpo donde pasa cualquier escape, por la muerte o por la reinvención. Éste posibilita la constitución de lenguajes nuevos del conocimiento del entorno y de las fuerzas: la invención de ritos, música, danza, oralidades y lenguas. El imaginario del cuerpo en el Caribe, que se construye después de la invasión transatlántica europea del siglo XVI del continente renombrado “América”, tiene desde su origen un eco en las lógicas de opresión capitalista del olvido de sí. [4] Por otra parte, tiene otra resonancia desde la necesidad constante de reafirmación de su humanidad por lx esclavizadx. Es decir, la escucha de sí como forma de resistencia dando lugar a una valoración del cuerpo como vía de reconstrucción y empoderamiento. Bigidi [5], cuerpo-historia.
Aprender, adquirir por la experiencia, implica una lectura y una vivencia específica de los cuerpos. A mi llegada a la Ciudad de México en 2015, ser una mujer negra caribeña con el cabello crespo suscitaba una curiosidad semi-oculta. Mi cuerpo interrogaba. Iba regularmente a la Cooperativa Cráter Invertido, un colectivo de artistas-activistas y un espacio multi-dinámico que tiene como enfoque la exploración de la producción autónoma y de la creación común. Durante nuestras animadas conversaciones, el pensamiento del filósofo y poeta martinicano Édouard Glissant volvía frecuentemente a mí como una herramienta de enunciación de los vínculos entre la violencia, la dominación colonial, las luchas y traumas de la globalización, la trata transatlántica, o el origen de la pretensión de superioridad intelectual occidental eurocéntrica. Los conceptos de opacidad y Relación me parecían recursos conceptuales pertinentes, con fuerza poética aludiendo a una interpretación sensible y corporal que permitiese nuevas perspectivas sobre la construcción occidental de interpretación de las realidades societales de ayer y de hoy. [6] Particularmente, en la construcción de la relación con otrx, diferente, en un contexto mexicano marcado por el racismo societal e institucional, el clasismo, el machismo y la destrucción de la riqueza de los pueblos originarios por el Estado, negando su diferencia, sus lenguas [7], creencias y cuerpos. ¿Cómo estos mismos conceptos pueden dar origen a una nueva forma de abordarlos? ¿Qué podría ser una pedagogía decolonial caribeña? Gracias al apoyo logístico de Cráter Invertido y en medio de su fértil caos, invité a Madeline Jiménez y a Ulrik López, amigxs y artistas caribeñxs residiendo en la Ciudad de México, a inventar conmigo los momentos futuros de interacción del Semillero Caribe [8]. Subirse a la barca y dejarse llevar.
Con nuestras vivencias de tres Caribes insulares diferentes, República Dominicana, Puerto Rico y Guadalupe —cada isla marcada por niveles de dominación colonial y resistencia de variadas visibilidades—, decidimos trabajar a partir de los medios de aprendizaje contrastantes, y a su vez complementarios, que son el gesto, la palabra y el texto. Partimos de cuatro ejes de trabajo —la Relación, el colonialismo interiorizado, el cuerpo/oralidad, el territorio—, derivados de textos de cuatro autores, Antonio Benítez Rojo de Cuba, Édouard Glissant y Frantz Fanon de Martinica, y Kamau Brathwaite de Barbados [9],  que estructuraron cada una de las ocho sesiones de cuatro horas con un grupo mixto de una decena de personas constituido por desconocidxs y conocidxs, dependiendo de las disponibilidades y de la curiosidad por saber más sobre el Caribe.
En la metodología del Semillero Caribe, trabajamos con el cuerpo como herramienta principal para concebir los vaivenes entre textos, narraciones y sentimientos generados por la respiración, el dibujo, el grito, el tacto, la escucha, la repetición. Los ejercicios son escogidos para permitir el acceso a las emociones a través de los sentidos. Por ejemplo, la formulación de preguntas individuales y grupales, la lectura en un entorno particular, las expresiones corporales, el vínculo entre actividades que se suceden, la búsqueda de similaridades emergentes, forman un tejido progresivo entre lxs participantes.

¿Cómo se pueden concebir contenidos para suscitar emociones vinculadas a conceptos?

Generalmente poco utilizadas cuando se trata de ir hacia un pensamiento teórico, la modulación de la atención y de la implicación de los sentidos tienen como finalidad generar la experiencia de sentimientos ligados a los conceptos. [10] Estas circulaciones fundamentales solicitan las trazas, las emociones acumuladas. Las sensaciones de cada unx construyen el hacer juntxs en una entidad común, heterogénea y fértil. En grupo, los comportamientos sociales facilitan la identificación de resistencias ante cierta vulnerabilidad, la cual permite propiciar un cambio en sus respectivas trayectorias emocionales, una capacidad de auto-conocimiento sensible. Durante el Semillero Caribe, el cuerpo-herramienta se activa a partir de la aceptación de esa postura de fragilidad para lxs participantes, sin la posibilidad de fijarse en una espera, ni de saber lo que vendrá enseguida.
Sesión 1: La Relación, Semillero Caribe, 2016, México. Fotografía por Semillero Caribe y Cráter Invertido. Imágenes cortesía de la autora
Así, tratamos de perturbar los valores políticos y cognitivos habituales del vivir juntxs, de la validación, del dar y del recibir, de agredir, de ser agredidx, de estar a la escucha, de guiar, de ser guiadx. Experimentamos con el principio de funcionamiento neurológico: el ciclo percepción/acción, cuerpo/mente. Observábamos la Relación operar en nosotrxs y entre nosotrxs de formas múltiples, con varios ejercicios implicando encontrar nuevas estrategias para entrar en comunicación con lxs otrxs. Nuestra apropiación de la noción de opacidad nos permitió proponer actividades sin obligarse a reconocer la inteligibilidad de lo que se vive. En ello radica la opacidad. Buscamos alternativas a clichés coloniales de la corporalidad caribeña, explorando experiencias climáticas, como la humedad o los movimientos de los huracanes; de esta forma, otro tipo de vivencia corporal puso en perspectiva de auto-observación y responsabilización emocional la relación con el propio cuerpo. La observación de nuestras necesidades mediante la exploración de nuestras relaciones, a través de nuestros cuerpos, hizo que se posibilitara una forma inédita de encarar estos conceptos y autorxs, brindándonos la oportunidad de in- ventar, de manera decolonial, un imaginario caribeño en el contexto de la Ciudad de México. Varias temporalidades se entrecruzan durante estas sesiones, evocando el recuerdo, la proyección y el cuerpo viviente en el presente. Además de ser una de las herramientas de construcción narrativa en ciertos ejercicios, el habla toma el relevo de la sensación al final de cada sesión con el fin de compartir [11] los momentos destacados que se pueden identificar en el instante. No hubo resultados predeterminados por alcanzar. Acompañamos cada sesión, de forma horizontal, atentxs a las necesidades del grupo y abiertxs a las posibilidades de cada presente. Buscamos a la vez marcar los cuerpos y revelar sus trazas, dibujar aperturas sobre reflexiones propias: una de las ventajas de trabajar con la opacidad para plantar a ciegas, alejándonos de hábitos de control y posibilitando rizomáticas formas de narrarnos. Cuerpo-traza, cuerpo-semilla.
“El conocimiento crece según las líneas de correspondencia: en la puesta en común, donde se intersectan, y en la variación, donde cada una se vuelve sí misma”. [12] La fuerza poética del hacer-opaco se manifestó durante el Semillero Caribe a partir de la interpenetración de un contexto, de una energía de grupo, de un ritmo preciso, de una disposición de confianza y de una voluntad de aprender. De vuelta en Guadalupe, mi reflexión sobre la acción productiva de la experiencia como vía privilegiada de un aprendizaje de la autonomía continuó. Asimismo, impartí desde entonces numerosos talleres de creatividad a niñxs en el ámbito escolar en relación con la historia de Guadalupe [13] y fundé la Plataforma Doukou [14] en 2017.
Gracias a la invitación de la curadora Yolanda Chois, en el marco de su proyecto Tópicos entre trópicos [15], durante una semana continuó la exploración del cuerpo-herramienta con un grupo no-mixto de mujeres de Cali en Colombia. Las actividades toman como base textos de mujeres autoras caribeñas (ausentes de la selección para el Semillero Caribe). Considerando la situación de discriminación racial en Colombia y el desconocimiento de las escritoras del Pacífico colombianas, incluimos autoras de esta región y creamos un puente diaspórico entre el Caribe y la Colombia negra. Centré la reflexión para la serie de ejercicios en las narrativas de Jamaica Kincaid (Antigua) y Nefta Poetry (Guadalupe) para el Caribe, y Mary Grueso y Nohelia Mosquera para Colombia (Chocó). A diferencia del Semillero Caribe, los textos seleccionados para el semillero Doukou en Cali fueron literarios desde su inicio. Efectivamente, una ausencia de producción textual, identificada como “teórica” por la gran mayoría de autoras caribeñas, responde a una estrategia de rechazo de la necesidad patriarcal de afirmar aquello que es verdadero o correcto, y una decisión de distinguirse de sus lógicas de dominación intelectual. [16] La estructura de las sesiones se forma a partir de imágenes extraídas de los textos y puestas en relación con un concepto: el manglar y la Relación, el agua y la opacidad, el rastro y el Bigidi. Estando en Colombia de paso, y por primera vez, la relación con el cuerpo en Cali, ciudad reconocida por la omnipresencia de la salsa y su rol social, me era desconocida. Invité a investigadoras locales a intervenir en cada sesión: la bailarina Angélica Nieto con la danza-manglar; la escritora Jenny Valencia del cuento urbano Shangó y el cerro de las tres cruces de Cali; la artista Carolina Charry con un trabajo de la voz; y la curadora Ericka Florez en colaboración con la bailarina Andrea Bonilla sobre su investigación alrededor de la línea derecha y de la línea curva. Asímismo, la escritora vallecaucana Otilia Caracas nos acompañó con sus textos a lo largo del semillero. El semillero Doukou pudo ocurrir en agosto de 2018 gracias al apoyo logístico de Más Arte Más Acción y del área cultural del Banco de la República en Cali.
De forma general, cuando se toma conciencia de algo, es decir, cuando se desplaza la perspectiva de la mirada sobre un evento, esta toma de conciencia se acompaña de una emoción fuerte (dolor o placer) que hace cambiar nuestras certezas, nuestras costumbres de pensamiento/acción/relación —en resumen, nuestras creencias. Ahí, emerge el aprendizaje. Es la emoción la que tiene el papel de originar la toma de conciencia. Ésta está sujeta a una cuestión política de consideración personal de sus propias necesidades y de búsqueda de autonomía. Según el biólogo Francisco Varela, todo mecanismo de aprendizaje pasa inevitablemente por ella. [17] Para este semillero Doukou, en contexto caleño, me interesaba definir mejor las condiciones para que la emergencia poética y el desapego de la mirada se produzcan en cada individuo, con sus tiempos diferentes y sin la imposición de un conocimiento validado. Por ejemplo, las participantes no se presentaron de manera formal. Trabajaron juntas sin conocer sus respectivos nombres con la finalidad de activar y desactivar los sistematismos de juicio. Tuvieron que mirarse durante un largo tiempo, escribirse textos, hablar de su relación con el objeto que cada una le ofrecía al espacio durante las sesiones. La atención múltiple, la escucha, el sentimiento, el llamado a automatismos de juicio, el hacer, las trazas íntimas, las narraciones personales circularon de forma aparentemente caótica en las indicaciones. El grupo unido y creativo desarrolló su propio modo de conocimiento en movimiento, pasando por la escritura y por la apropiación del espacio. El cuerpo-herramienta y los volúmenes que lo componían se desplegaron en un espacio con múltiples posibilidades de percepción de los mismos.
La experiencia demuestra que hay un cuestionamiento nuevo para lxs participantes, emanación de un poder de decidir por sí mismxs, y guiado por su cuerpo como validación. Los diálogos al final de la sesión mencionan la sorpresa de la fuerza de la presencia del cuerpo y la memorización de los conceptos claves en el momento. El semillero Doukou [18] experimenta con la importancia de sentir, de observar emociones, de sorprenderse en un encuentro con su cuerpo, sus estratos, las emociones del instinto. El cuerpo permite no centrarse en las violencias del relato colonial y capitalista, y a su vez, acercarse a las mismas. Sin querer sistematizar un método, la alternancia activa/pasiva que convoca nuestros hábitos posibilita una distancia de observación. Cuerpo-espacio.Cada persona percibe su cuerpo de forma única, construida y heredada. Estamos adaptándonos y aprendiendo constantemente. El cuerpo posee un potencial de aprendizaje y de sanación a través del foco de atención que disponemos en cada intención mediante la emoción y el sentimiento. En ello, la postura de lxs facilitadorxs es determinante (actitud, benevolencia, ausencia de juicio, experiencia). La pedagogía decolonial devuelve las posibilidades de ejercer el poder de inventiva de cada unx a partir de la deconstrucción realizada. Trabajar con el cuerpo es trabajar sin cesar la facultad de conexión con el entorno y consigo mismx, y abrir la pregunta del límite. Cuerpo-historia, cuerpo-traza, cuerpo-semilla, cuerpo-espacio.

A partir del encuentro entre el cuerpo y el imaginario caribeño como formas de interpretación sensible y corporal para construir otras perspectivas fuera del formato colonizador y capitalista, la artista Minia Biabiany esboza reflexiones pedagógicas sobre los proyectos Semillero Caribe y Plataforma Doukou.

Nos pasamos el tiempo refutando algo en lugar de afirmarlo. Esta figura imperialista no deja de interferir en nuestros procesos de reflexión y de narración de nosotros mismos. —Dionne Brand [1]

Desde hace cuatro años, mis interrogantes sobre lo que se produce cuando se aprende y se internaliza en un contexto pos-esclavista y/o colonial me llevaron a trabajar con el hacer, con el actuar de diferentes cuerpos: desde el cuerpo negado históricamente, hasta el cuerpo habitado como herramienta de atención y de observación de sí. Dos preguntas que nacen de la observación de lógicas asimiladoras que se viven en Guadalupe [2], mi isla natal, fueron los hilos conductores, y continúan siendo los motores de un proceso de exploración del aprender hoy en día: ¿a través de qué acciones podemos deconstruir un formato social? ¿Cómo recuperar la posibilidad de comprenderse y de determinarse? Dos proyectos articulados alrededor del cuerpo y de conceptos de autorxs caribeñxs nacieron de esta investigación, cada uno con una temporalidad propia: el Semillero Caribe construido con Madeline Jiménez y Ulrik López en 2015, y realizado en 2016 en el contexto de la Ciudad de México; y la Plataforma Doukou, pensada individualmente y realizada colectivamente en Cali en el 2018, y que sigue hasta hoy.
El archipiélago de Guadalupe se sitúa en el Caribe, en el arco de las Antillas Menores, y actualmente le pertenece a Francia. Su población, como muchas otras, se encuentra fuertemente marcada por una alienación capitalista y colonial. La palabra “alienación” problematiza aquí dos aspectos: el hecho de volverse extranjerx a sí mismx y el deseo de ser otrx, marca el olvido del valor de la diferencia y de una posibilidad de descubrimiento de sí a partir del reconocimiento de dicho valor. El cuerpo históricamente alienado es tanto aquel que fue esclavizado y cuya humanidad es negada durante dos siglos, como el del colono europeo que domina. Para quien fue esclavizadx, el cuerpo es la afirmación de la sobrevivencia, el único poder del migrante desnudo. [3] Es en el cuerpo donde pasa cualquier escape, por la muerte o por la reinvención. Éste posibilita la constitución de lenguajes nuevos del conocimiento del entorno y de las fuerzas: la invención de ritos, música, danza, oralidades y lenguas. El imaginario del cuerpo en el Caribe, que se construye después de la invasión transatlántica europea del siglo XVI del continente renombrado “América”, tiene desde su origen un eco en las lógicas de opresión capitalista del olvido de sí. [4] Por otra parte, tiene otra resonancia desde la necesidad constante de reafirmación de su humanidad por lx esclavizadx. Es decir, la escucha de sí como forma de resistencia dando lugar a una valoración del cuerpo como vía de reconstrucción y empoderamiento. Bigidi [5], cuerpo-historia.
Aprender, adquirir por la experiencia, implica una lectura y una vivencia específica de los cuerpos. A mi llegada a la Ciudad de México en 2015, ser una mujer negra caribeña con el cabello crespo suscitaba una curiosidad semi-oculta. Mi cuerpo interrogaba. Iba regularmente a la Cooperativa Cráter Invertido, un colectivo de artistas-activistas y un espacio multi-dinámico que tiene como enfoque la exploración de la producción autónoma y de la creación común. Durante nuestras animadas conversaciones, el pensamiento del filósofo y poeta martinicano Édouard Glissant volvía frecuentemente a mí como una herramienta de enunciación de los vínculos entre la violencia, la dominación colonial, las luchas y traumas de la globalización, la trata transatlántica, o el origen de la pretensión de superioridad intelectual occidental eurocéntrica. Los conceptos de opacidad y Relación me parecían recursos conceptuales pertinentes, con fuerza poética aludiendo a una interpretación sensible y corporal que permitiese nuevas perspectivas sobre la construcción occidental de interpretación de las realidades societales de ayer y de hoy. [6] Particularmente, en la construcción de la relación con otrx, diferente, en un contexto mexicano marcado por el racismo societal e institucional, el clasismo, el machismo y la destrucción de la riqueza de los pueblos originarios por el Estado, negando su diferencia, sus lenguas [7], creencias y cuerpos. ¿Cómo estos mismos conceptos pueden dar origen a una nueva forma de abordarlos? ¿Qué podría ser una pedagogía decolonial caribeña? Gracias al apoyo logístico de Cráter Invertido y en medio de su fértil caos, invité a Madeline Jiménez y a Ulrik López, amigxs y artistas caribeñxs residiendo en la Ciudad de México, a inventar conmigo los momentos futuros de interacción del Semillero Caribe [8]. Subirse a la barca y dejarse llevar.
Con nuestras vivencias de tres Caribes insulares diferentes, República Dominicana, Puerto Rico y Guadalupe —cada isla marcada por niveles de dominación colonial y resistencia de variadas visibilidades—, decidimos trabajar a partir de los medios de aprendizaje contrastantes, y a su vez complementarios, que son el gesto, la palabra y el texto. Partimos de cuatro ejes de trabajo —la Relación, el colonialismo interiorizado, el cuerpo/oralidad, el territorio—, derivados de textos de cuatro autores, Antonio Benítez Rojo de Cuba, Édouard Glissant y Frantz Fanon de Martinica, y Kamau Brathwaite de Barbados [9],  que estructuraron cada una de las ocho sesiones de cuatro horas con un grupo mixto de una decena de personas constituido por desconocidxs y conocidxs, dependiendo de las disponibilidades y de la curiosidad por saber más sobre el Caribe.
En la metodología del Semillero Caribe, trabajamos con el cuerpo como herramienta principal para concebir los vaivenes entre textos, narraciones y sentimientos generados por la respiración, el dibujo, el grito, el tacto, la escucha, la repetición. Los ejercicios son escogidos para permitir el acceso a las emociones a través de los sentidos. Por ejemplo, la formulación de preguntas individuales y grupales, la lectura en un entorno particular, las expresiones corporales, el vínculo entre actividades que se suceden, la búsqueda de similaridades emergentes, forman un tejido progresivo entre lxs participantes.

¿Cómo se pueden concebir contenidos para suscitar emociones vinculadas a conceptos?

Generalmente poco utilizadas cuando se trata de ir hacia un pensamiento teórico, la modulación de la atención y de la implicación de los sentidos tienen como finalidad generar la experiencia de sentimientos ligados a los conceptos. [10] Estas circulaciones fundamentales solicitan las trazas, las emociones acumuladas. Las sensaciones de cada unx construyen el hacer juntxs en una entidad común, heterogénea y fértil. En grupo, los comportamientos sociales facilitan la identificación de resistencias ante cierta vulnerabilidad, la cual permite propiciar un cambio en sus respectivas trayectorias emocionales, una capacidad de auto-conocimiento sensible. Durante el Semillero Caribe, el cuerpo-herramienta se activa a partir de la aceptación de esa postura de fragilidad para lxs participantes, sin la posibilidad de fijarse en una espera, ni de saber lo que vendrá enseguida.
Sesión 1: La Relación, Semillero Caribe, 2016, México. Fotografía por Semillero Caribe y Cráter Invertido. Imágenes cortesía de la autora
Así, tratamos de perturbar los valores políticos y cognitivos habituales del vivir juntxs, de la validación, del dar y del recibir, de agredir, de ser agredidx, de estar a la escucha, de guiar, de ser guiadx. Experimentamos con el principio de funcionamiento neurológico: el ciclo percepción/acción, cuerpo/mente. Observábamos la Relación operar en nosotrxs y entre nosotrxs de formas múltiples, con varios ejercicios implicando encontrar nuevas estrategias para entrar en comunicación con lxs otrxs. Nuestra apropiación de la noción de opacidad nos permitió proponer actividades sin obligarse a reconocer la inteligibilidad de lo que se vive. En ello radica la opacidad. Buscamos alternativas a clichés coloniales de la corporalidad caribeña, explorando experiencias climáticas, como la humedad o los movimientos de los huracanes; de esta forma, otro tipo de vivencia corporal puso en perspectiva de auto-observación y responsabilización emocional la relación con el propio cuerpo. La observación de nuestras necesidades mediante la exploración de nuestras relaciones, a través de nuestros cuerpos, hizo que se posibilitara una forma inédita de encarar estos conceptos y autorxs, brindándonos la oportunidad de in- ventar, de manera decolonial, un imaginario caribeño en el contexto de la Ciudad de México. Varias temporalidades se entrecruzan durante estas sesiones, evocando el recuerdo, la proyección y el cuerpo viviente en el presente. Además de ser una de las herramientas de construcción narrativa en ciertos ejercicios, el habla toma el relevo de la sensación al final de cada sesión con el fin de compartir [11] los momentos destacados que se pueden identificar en el instante. No hubo resultados predeterminados por alcanzar. Acompañamos cada sesión, de forma horizontal, atentxs a las necesidades del grupo y abiertxs a las posibilidades de cada presente. Buscamos a la vez marcar los cuerpos y revelar sus trazas, dibujar aperturas sobre reflexiones propias: una de las ventajas de trabajar con la opacidad para plantar a ciegas, alejándonos de hábitos de control y posibilitando rizomáticas formas de narrarnos. Cuerpo-traza, cuerpo-semilla.
“El conocimiento crece según las líneas de correspondencia: en la puesta en común, donde se intersectan, y en la variación, donde cada una se vuelve sí misma”. [12] La fuerza poética del hacer-opaco se manifestó durante el Semillero Caribe a partir de la interpenetración de un contexto, de una energía de grupo, de un ritmo preciso, de una disposición de confianza y de una voluntad de aprender. De vuelta en Guadalupe, mi reflexión sobre la acción productiva de la experiencia como vía privilegiada de un aprendizaje de la autonomía continuó. Asimismo, impartí desde entonces numerosos talleres de creatividad a niñxs en el ámbito escolar en relación con la historia de Guadalupe [13] y fundé la Plataforma Doukou [14] en 2017.
Gracias a la invitación de la curadora Yolanda Chois, en el marco de su proyecto Tópicos entre trópicos [15], durante una semana continuó la exploración del cuerpo-herramienta con un grupo no-mixto de mujeres de Cali en Colombia. Las actividades toman como base textos de mujeres autoras caribeñas (ausentes de la selección para el Semillero Caribe). Considerando la situación de discriminación racial en Colombia y el desconocimiento de las escritoras del Pacífico colombianas, incluimos autoras de esta región y creamos un puente diaspórico entre el Caribe y la Colombia negra. Centré la reflexión para la serie de ejercicios en las narrativas de Jamaica Kincaid (Antigua) y Nefta Poetry (Guadalupe) para el Caribe, y Mary Grueso y Nohelia Mosquera para Colombia (Chocó). A diferencia del Semillero Caribe, los textos seleccionados para el semillero Doukou en Cali fueron literarios desde su inicio. Efectivamente, una ausencia de producción textual, identificada como “teórica” por la gran mayoría de autoras caribeñas, responde a una estrategia de rechazo de la necesidad patriarcal de afirmar aquello que es verdadero o correcto, y una decisión de distinguirse de sus lógicas de dominación intelectual. [16] La estructura de las sesiones se forma a partir de imágenes extraídas de los textos y puestas en relación con un concepto: el manglar y la Relación, el agua y la opacidad, el rastro y el Bigidi. Estando en Colombia de paso, y por primera vez, la relación con el cuerpo en Cali, ciudad reconocida por la omnipresencia de la salsa y su rol social, me era desconocida. Invité a investigadoras locales a intervenir en cada sesión: la bailarina Angélica Nieto con la danza-manglar; la escritora Jenny Valencia del cuento urbano Shangó y el cerro de las tres cruces de Cali; la artista Carolina Charry con un trabajo de la voz; y la curadora Ericka Florez en colaboración con la bailarina Andrea Bonilla sobre su investigación alrededor de la línea derecha y de la línea curva. Asímismo, la escritora vallecaucana Otilia Caracas nos acompañó con sus textos a lo largo del semillero. El semillero Doukou pudo ocurrir en agosto de 2018 gracias al apoyo logístico de Más Arte Más Acción y del área cultural del Banco de la República en Cali.
De forma general, cuando se toma conciencia de algo, es decir, cuando se desplaza la perspectiva de la mirada sobre un evento, esta toma de conciencia se acompaña de una emoción fuerte (dolor o placer) que hace cambiar nuestras certezas, nuestras costumbres de pensamiento/acción/relación —en resumen, nuestras creencias. Ahí, emerge el aprendizaje. Es la emoción la que tiene el papel de originar la toma de conciencia. Ésta está sujeta a una cuestión política de consideración personal de sus propias necesidades y de búsqueda de autonomía. Según el biólogo Francisco Varela, todo mecanismo de aprendizaje pasa inevitablemente por ella. [17] Para este semillero Doukou, en contexto caleño, me interesaba definir mejor las condiciones para que la emergencia poética y el desapego de la mirada se produzcan en cada individuo, con sus tiempos diferentes y sin la imposición de un conocimiento validado. Por ejemplo, las participantes no se presentaron de manera formal. Trabajaron juntas sin conocer sus respectivos nombres con la finalidad de activar y desactivar los sistematismos de juicio. Tuvieron que mirarse durante un largo tiempo, escribirse textos, hablar de su relación con el objeto que cada una le ofrecía al espacio durante las sesiones. La atención múltiple, la escucha, el sentimiento, el llamado a automatismos de juicio, el hacer, las trazas íntimas, las narraciones personales circularon de forma aparentemente caótica en las indicaciones. El grupo unido y creativo desarrolló su propio modo de conocimiento en movimiento, pasando por la escritura y por la apropiación del espacio. El cuerpo-herramienta y los volúmenes que lo componían se desplegaron en un espacio con múltiples posibilidades de percepción de los mismos.
La experiencia demuestra que hay un cuestionamiento nuevo para lxs participantes, emanación de un poder de decidir por sí mismxs, y guiado por su cuerpo como validación. Los diálogos al final de la sesión mencionan la sorpresa de la fuerza de la presencia del cuerpo y la memorización de los conceptos claves en el momento. El semillero Doukou [18] experimenta con la importancia de sentir, de observar emociones, de sorprenderse en un encuentro con su cuerpo, sus estratos, las emociones del instinto. El cuerpo permite no centrarse en las violencias del relato colonial y capitalista, y a su vez, acercarse a las mismas. Sin querer sistematizar un método, la alternancia activa/pasiva que convoca nuestros hábitos posibilita una distancia de observación. Cuerpo-espacio.Cada persona percibe su cuerpo de forma única, construida y heredada. Estamos adaptándonos y aprendiendo constantemente. El cuerpo posee un potencial de aprendizaje y de sanación a través del foco de atención que disponemos en cada intención mediante la emoción y el sentimiento. En ello, la postura de lxs facilitadorxs es determinante (actitud, benevolencia, ausencia de juicio, experiencia). La pedagogía decolonial devuelve las posibilidades de ejercer el poder de inventiva de cada unx a partir de la deconstrucción realizada. Trabajar con el cuerpo es trabajar sin cesar la facultad de conexión con el entorno y consigo mismx, y abrir la pregunta del límite. Cuerpo-historia, cuerpo-traza, cuerpo-semilla, cuerpo-espacio.
Imagen 2

Pie de foto para Imagen 2

Imagen 3

Pie de foto para Imagen 2

Imagen 4 Imagen 5

Artículos relacionados