24.05.2022
Hasta el 28 de mayo de 2022 en Latigx, CDMX
El gesto pictórico está en entredicho. Sobre las formas trazadas por la ideología americana cuya materialización es la televisión, los juguetes y la posibilidad de que la imaginación use formas para dialogar con la historia y la cosmología personal, que como en cualquier acto creador podemos ser comidos por la fantasía o hacer potencia de ella. Puedes perder todas las neuronas por ver tanta televisión como decían las abuelas; o puedes colaborar con los mundos que te son dados y hacer de eso un refugio, una cueva que te llevará a más mundos… Quizá ya no haya demiurgos ni ángeles susurrando qué se debe crear, quizá la Tv sea nuestra musa. Si Goofy te enseñaba sobre fútbol americano y atletismo, ¿por qué no te puede enseñar a pintar e invitarte una chela?
Esta abertura da ocasión de cuestionar la memoria individual y colectiva, tensar los supuestos generacionales para interrogar los modos en los que construimos sensibilidad y memoria. Desde ahí se abre también al peso de la historia del arte y en ese diálogo se cimbra la expresión pictórica de Hugo Arriaga. “¿Las tortugas ninja pintan y esculpen cuando no combaten el crimen? ¿ Los tiburones de asfalto son buenos modelos para retratar? ¿Qué hace Heman en sus días libres?” Desde esa alucinación salta el tema del espacio de creación. La especulación se abre como posibilidad de hacer mundos. Un personaje: una historia, un cuadro: un universo.
El taller del artista se vuelve el espacio desde donde pensar la relación entre pintor y modelo; imitación y real; tradición y juego de vida; forma pictórica y still de video. Hay una progresiva descomposición de la forma a medida que los personajes que Arriaga utiliza agencian su identidad creadora y hacen lo posible por desdibujarse: salir de ese real perteneciente a la cultura pop de donde escaparon a la mente del pintor y éste los reproduce tal bootleg: más chicos, más feos, más importantes. Conforme Hugo pinta dota de nuevas sensibilidades a sus personajes, se refugia en ellos, se vuelve ellos para pintar sus mundos y éstos a su vez transforman su propia pintura en el gesto de creación mismo. Chewbacca se vuelve el tío cosa y él a su vez vende su arte.
Es sabida la querella entre neomexicanismos y lo que podríamos llamar conceptualismos. Sabemos qué pasó y Arriaga tienta interrogar los modos del arte contemporáneo desde la pintura. La reflexión oscila entre sí la memoria puede ser un ready-made, si la imaginación es una instalación dentro de un cubo blanco que reproduce un estudio falso con fantasmas, si la actitud del artista es un personaje mal dibujado o motor de creación, si el ocio y bohemia son necesidades del arte y finalmente sobre dónde está el límite de la copia y los modos en que el acto de creación existe como mística o imitación. Parece decirnos sin resquemor que robamos identidades y nos desdibujamos en ellas. La identidad flota y pintar es torcer las ficciones que regulan la sensibilidad y nuestras imágenes del mundo para que los trazos de la brocha expresen modos de existencia.
m.s.yaniz
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