Entre los límites territoriales, la violencia y la democracia, Regina José Galindo presenta "Primavera democrática" en la galería Portas Vilaseca de Río de Janerio. Curada por Daniela Labra, Galindo nos muestra parte de su trabajo en performance a lo largo de estos siete años. "Suele decirse que sus acciones son radicales; sin embargo, frente a las cuestiones que aborda en su investigación, ¿cómo no ser radical, al enfrentarse al legado de la violencia colonial en las Américas?", escribe nuestra colaboradora Janaú.
Aunque las fronteras entre países son límites impuestos por la invención humana, hay algo que nos conecta como “latinoamericanxs” —un término que de por sí evidencia el impacto y legado de la colonialidad en nuestros territorios. Más allá de esa ficción colonial, existen múltiples confluencias entre los países de la llamada América Latina, territorios que Regina José Galindo ha investigado y recorrido a través de su práctica artística, compuesta en su mayoría por performances. Nacida en 1974 en Ciudad de Guatemala, donde vive y trabaja, Galindo es una de las artistas más reconocidas internacionalmente en el campo del arte-acción. Ha recibido importantes reconocimientos como el León de Oro en la 51ª Bienal de Venecia en 2005.
Su producción artística tensa aquello que nos une mientras expone heridas sociales aún abiertas, abordando temas como la política, el género y los retrocesos democráticos como ejes fundamentales de su investigación. Su obra forma parte de importantes colecciones en todo el mundo y ha participado en destacadas exposiciones internacionales como las bienales de São Paulo, Praga y Estambul, además de instituciones como la Tate Modern (Londres), el Centre Pompidou (París) o el Guggenheim (Nueva York), entre otras. Con una trayectoria que supera ya las dos décadas, su trabajo no sólo denuncia, sino que también convoca al cambio.
En Primavera democrática, que se presenta en la galería Portas Vilaseca en Río de Janeiro, Regina José Galindo reúne una serie de obras realizadas desde 2017 hasta la actualidad. Es la primera vez que la ciudad acoge una exposición individual de la artista, como parte del calendario conmemorativo por los 15 años de la galería. Para la ocasión, Galindo concibió y realizó una acción inédita in situ titulada Primavera democrática, que da nombre también a la muestra. Además de la performance llevada a cabo en la Praça da Harmonia, en el centro de Río, la galería organizó una conversación pública entre Galindo y el artista guatemalteco Jorge de León, donde compartieron con el público aspectos de sus respectivas trayectorias, marcadas por acciones significativas en el arte contemporáneo.
Curada por Daniela Labra, la exposición ocupa dos pisos de la galería. Desde la entrada, lx visitante se encuentra con un registro fotográfico de Primavera democrática. La acción también está documentada en video, donde se observa a Regina tumbada y desnuda en el suelo, mientras dos sepultureros depositan flores silvestres alrededor de su cuerpo. Durante algunos minutos, las flores componen una suerte de tapiz o lecho mortuorio con la artista inmóvil y de ojos cerrados al centro. Las personas que transitan por el espacio se detienen a observar, evocando la sensación de estar frente a un velorio. Y, con ello, se puede pensar: ¿qué sueña un cuerpo como ese? ¿Qué posibilidades de existencia tiene una mujer?
El título de la obra, y de la exposición, fue concebido específicamente para el contexto brasileño, considerando las discusiones en torno a los límites de la democracia y la violencia ejercida contra mujeres cis y trans en el país. Según la OMS, Brasil ocupa el quinto lugar a nivel mundial en tasas de feminicidio; Guatemala figura incluso por encima, y otros países latinoamericanos también aparecen en esa lista, lo cual evidencia una urgencia de transformación. Las flores aluden a un posible despertar social, mientras que la elección de sepultureros para colocarlas alrededor de su cuerpo remite a las víctimas del feminicidio en Brasil. Se trata, así, de una doble operación que cuestiona a los Estados democráticos y su supuesta garantía de los derechos humanos en territorios atravesados por múltiples violencias.
En su práctica artística, centrada principalmente en la performance, Galindo explora las posibilidades de fabulación que este lenguaje híbrido permite. Confronta figuras de poder y estructuras sociales rígidas, proponiendo escenarios a veces absurdos que interpelan la realidad cotidiana. Se da, entonces, un diálogo mágico entre mundos, donde su cuerpo aparentemente frágil se convierte en algo inmenso. Ese ejercicio conecta con las raíces profundas de estos territorios y puede provocar, a las mentes agotadas por la desigualdad social, la imaginación de revoluciones posibles.
Obras como Jardín de flores (2021) y Guatemala feminicida (2021), incluidas en la muestra, activan el espacio público con la presencia del cuerpo femenino, convocando la mirada y la reflexión crítica sobre las condiciones de vida de esas personas. En Jardín de flores, al cubrir con telas de colores los cuerpos de 25 mujeres trans, Galindo sustrae al espectador de una mirada estigmatizante a la vez que afirma sus existencias. En Guatemala feminicida, camina por las calles con una bandera parecida a la guatemalteca pero en blanco y negro, desfilando como una sobreviviente, aunque enlutada por la muerte de tantas de nosotras.
La exposición también incluye La sangre del cerdo (2017), Ríos de gente, El gran retorno y el poema Nadie me calla. Es interesante notar que Galindo siempre se presenta como artista y poeta, subrayando la importancia del lenguaje y de la palabra poética en su obra. El poema Nadie me calla, dispuesto en un cubo blanco del que el público puede tomar una copia, parece gritar desde las paredes de la galería: su cuerpo no se callará, su memoria no se callará, sus sueños no se callarán. Esta es una declaración que atraviesa el tiempo: la artista, que nace en un contexto de guerra en su país de origen, se niega a ser silenciada por dicho contexto; aunque hoy la guerra adopte otras formas —aquellas que configuran democracias a través de múltiples retrocesos.
Para quienes aún no conocen su trabajo a profundidad, esta exposición ofrece un buen panorama de su producción en la última década, mostrando tanto su versatilidad como la gramática singular que define sus obras. Su abordaje posiciona a Regina José Galindo como una artista comprometida con las luchas de los pueblos violentados por los Estados y sus estructuras, en particular aquellas violencias patriarcales, así como las que emanan de perspectivas eurocéntricas de dominación. También tensiona el imaginario de las fronteras y los límites geográficos inventados por los hombres, ampliando el horizonte de lo que se levanta como imperativo: los ríos, las flores, la sangre, la poesía, el deseo y tantos otros elementos subjetivos que viven y persisten más allá de los límites de la especie humana.
En una conferencia realizada en el Instituto Tomie Ohtake en 2021, le preguntaron cómo lidia psicológicamente con lo que experimenta en sus obras. Ella respondió con claridad: “el problema mayor es el proceso de investigación, cuando me enfrento a lo real”. Es decir, ninguna performance la impacta tanto como el contacto directo con realidades de violación de derechos. Sus prácticas son un espacio de lucha donde la poética se convierte en arma poderosa. Cuando se realizan en el espacio público, adquieren un impacto muchas veces difícil de medir, generando imágenes potentes y disruptivas en el cotidiano; como en Ríos de gente, donde actualiza la memoria comunitaria de un río desviado de su cauce. En espacios más íntimos o cerrados, sus acciones conmocionan al público; como en La sangre del cerdo, donde es bañada con un balde de sangre de cerdo en alusión a la política estadounidense bajo Donald Trump.
En algunas intervenciones públicas, Galindo ha afirmado que muchas veces no ve sus obras como piezas artísticas, sino como un grito imposible de posponer. Hay, en su trabajo, una noción de realidad que convoca a la acción y, también, un gran coraje al movilizar colectividades para hacer posibles sus acciones. Llama la atención la vigencia de sus obras, que revelan cómo su producción dialoga con un axioma global sostenido “a costa de sangre” de muchas. En Primavera democrática, Regina nos ofrece flores mientras nos invita a cuestionar qué significa verdaderamente la democracia y qué tipo de sociedad queremos habitar.
Suele decirse que sus acciones son radicales; sin embargo, frente a las cuestiones que aborda en su investigación, ¿cómo no ser radical, al enfrentarse al legado de la violencia colonial en las Américas? Así, parece que Galindo se vale de una fuerza equivalente a las violencias que visibiliza. Para sacudir y romper estructuras profundamente arraigadas en nuestras subjetividades, es necesaria una respuesta igual de contundente. Al incorporar estas ideas en sus performances, pone su cuerpo en juego, estableciendo un diálogo entre cierta fragilidad aparente y los grandes símbolos del poder: la calle, los edificios públicos, los tanques de guerra, las multitudes y los hombres.
La urgencia de la obra de Regina José Galindo se revela en el contexto global actual, marcado por crisis socioeconómicas y el avance de políticas totalitarias que acompañan la ola conservadora. En la performance Primavera democrática, puede que ella esté soñando, haciendo de su desnudez y su existencia un lugar para imaginar la vida. En un tiempo en que muchos campos del arte parecen guardar silencio ante genocidios en curso, Regina José Galindo se rehúsa a aceptar el silencio como opción. Y, con ello, nos recuerda que el arte es siempre político, ya sea frente a la impertinencia de seguir viva frente a un tanque de guerra, ya sea en el silencio frente a la barbarie.
Aunque las fronteras entre países son límites impuestos por la invención humana, hay algo que nos conecta como “latinoamericanxs” —un término que de por sí evidencia el impacto y legado de la colonialidad en nuestros territorios. Más allá de esa ficción colonial, existen múltiples confluencias entre los países de la llamada América Latina, territorios que Regina José Galindo ha investigado y recorrido a través de su práctica artística, compuesta en su mayoría por performances. Nacida en 1974 en Ciudad de Guatemala, donde vive y trabaja, Galindo es una de las artistas más reconocidas internacionalmente en el campo del arte-acción. Ha recibido importantes reconocimientos como el León de Oro en la 51ª Bienal de Venecia en 2005.
Su producción artística tensa aquello que nos une mientras expone heridas sociales aún abiertas, abordando temas como la política, el género y los retrocesos democráticos como ejes fundamentales de su investigación. Su obra forma parte de importantes colecciones en todo el mundo y ha participado en destacadas exposiciones internacionales como las bienales de São Paulo, Praga y Estambul, además de instituciones como la Tate Modern (Londres), el Centre Pompidou (París) o el Guggenheim (Nueva York), entre otras. Con una trayectoria que supera ya las dos décadas, su trabajo no sólo denuncia, sino que también convoca al cambio.
En Primavera democrática, que se presenta en la galería Portas Vilaseca en Río de Janeiro, Regina José Galindo reúne una serie de obras realizadas desde 2017 hasta la actualidad. Es la primera vez que la ciudad acoge una exposición individual de la artista, como parte del calendario conmemorativo por los 15 años de la galería. Para la ocasión, Galindo concibió y realizó una acción inédita in situ titulada Primavera democrática, que da nombre también a la muestra. Además de la performance llevada a cabo en la Praça da Harmonia, en el centro de Río, la galería organizó una conversación pública entre Galindo y el artista guatemalteco Jorge de León, donde compartieron con el público aspectos de sus respectivas trayectorias, marcadas por acciones significativas en el arte contemporáneo.
Curada por Daniela Labra, la exposición ocupa dos pisos de la galería. Desde la entrada, lx visitante se encuentra con un registro fotográfico de Primavera democrática. La acción también está documentada en video, donde se observa a Regina tumbada y desnuda en el suelo, mientras dos sepultureros depositan flores silvestres alrededor de su cuerpo. Durante algunos minutos, las flores componen una suerte de tapiz o lecho mortuorio con la artista inmóvil y de ojos cerrados al centro. Las personas que transitan por el espacio se detienen a observar, evocando la sensación de estar frente a un velorio. Y, con ello, se puede pensar: ¿qué sueña un cuerpo como ese? ¿Qué posibilidades de existencia tiene una mujer?
El título de la obra, y de la exposición, fue concebido específicamente para el contexto brasileño, considerando las discusiones en torno a los límites de la democracia y la violencia ejercida contra mujeres cis y trans en el país. Según la OMS, Brasil ocupa el quinto lugar a nivel mundial en tasas de feminicidio; Guatemala figura incluso por encima, y otros países latinoamericanos también aparecen en esa lista, lo cual evidencia una urgencia de transformación. Las flores aluden a un posible despertar social, mientras que la elección de sepultureros para colocarlas alrededor de su cuerpo remite a las víctimas del feminicidio en Brasil. Se trata, así, de una doble operación que cuestiona a los Estados democráticos y su supuesta garantía de los derechos humanos en territorios atravesados por múltiples violencias.
En su práctica artística, centrada principalmente en la performance, Galindo explora las posibilidades de fabulación que este lenguaje híbrido permite. Confronta figuras de poder y estructuras sociales rígidas, proponiendo escenarios a veces absurdos que interpelan la realidad cotidiana. Se da, entonces, un diálogo mágico entre mundos, donde su cuerpo aparentemente frágil se convierte en algo inmenso. Ese ejercicio conecta con las raíces profundas de estos territorios y puede provocar, a las mentes agotadas por la desigualdad social, la imaginación de revoluciones posibles.
Obras como Jardín de flores (2021) y Guatemala feminicida (2021), incluidas en la muestra, activan el espacio público con la presencia del cuerpo femenino, convocando la mirada y la reflexión crítica sobre las condiciones de vida de esas personas. En Jardín de flores, al cubrir con telas de colores los cuerpos de 25 mujeres trans, Galindo sustrae al espectador de una mirada estigmatizante a la vez que afirma sus existencias. En Guatemala feminicida, camina por las calles con una bandera parecida a la guatemalteca pero en blanco y negro, desfilando como una sobreviviente, aunque enlutada por la muerte de tantas de nosotras.
La exposición también incluye La sangre del cerdo (2017), Ríos de gente, El gran retorno y el poema Nadie me calla. Es interesante notar que Galindo siempre se presenta como artista y poeta, subrayando la importancia del lenguaje y de la palabra poética en su obra. El poema Nadie me calla, dispuesto en un cubo blanco del que el público puede tomar una copia, parece gritar desde las paredes de la galería: su cuerpo no se callará, su memoria no se callará, sus sueños no se callarán. Esta es una declaración que atraviesa el tiempo: la artista, que nace en un contexto de guerra en su país de origen, se niega a ser silenciada por dicho contexto; aunque hoy la guerra adopte otras formas —aquellas que configuran democracias a través de múltiples retrocesos.
Para quienes aún no conocen su trabajo a profundidad, esta exposición ofrece un buen panorama de su producción en la última década, mostrando tanto su versatilidad como la gramática singular que define sus obras. Su abordaje posiciona a Regina José Galindo como una artista comprometida con las luchas de los pueblos violentados por los Estados y sus estructuras, en particular aquellas violencias patriarcales, así como las que emanan de perspectivas eurocéntricas de dominación. También tensiona el imaginario de las fronteras y los límites geográficos inventados por los hombres, ampliando el horizonte de lo que se levanta como imperativo: los ríos, las flores, la sangre, la poesía, el deseo y tantos otros elementos subjetivos que viven y persisten más allá de los límites de la especie humana.
En una conferencia realizada en el Instituto Tomie Ohtake en 2021, le preguntaron cómo lidia psicológicamente con lo que experimenta en sus obras. Ella respondió con claridad: “el problema mayor es el proceso de investigación, cuando me enfrento a lo real”. Es decir, ninguna performance la impacta tanto como el contacto directo con realidades de violación de derechos. Sus prácticas son un espacio de lucha donde la poética se convierte en arma poderosa. Cuando se realizan en el espacio público, adquieren un impacto muchas veces difícil de medir, generando imágenes potentes y disruptivas en el cotidiano; como en Ríos de gente, donde actualiza la memoria comunitaria de un río desviado de su cauce. En espacios más íntimos o cerrados, sus acciones conmocionan al público; como en La sangre del cerdo, donde es bañada con un balde de sangre de cerdo en alusión a la política estadounidense bajo Donald Trump.
En algunas intervenciones públicas, Galindo ha afirmado que muchas veces no ve sus obras como piezas artísticas, sino como un grito imposible de posponer. Hay, en su trabajo, una noción de realidad que convoca a la acción y, también, un gran coraje al movilizar colectividades para hacer posibles sus acciones. Llama la atención la vigencia de sus obras, que revelan cómo su producción dialoga con un axioma global sostenido “a costa de sangre” de muchas. En Primavera democrática, Regina nos ofrece flores mientras nos invita a cuestionar qué significa verdaderamente la democracia y qué tipo de sociedad queremos habitar.
Suele decirse que sus acciones son radicales; sin embargo, frente a las cuestiones que aborda en su investigación, ¿cómo no ser radical, al enfrentarse al legado de la violencia colonial en las Américas? Así, parece que Galindo se vale de una fuerza equivalente a las violencias que visibiliza. Para sacudir y romper estructuras profundamente arraigadas en nuestras subjetividades, es necesaria una respuesta igual de contundente. Al incorporar estas ideas en sus performances, pone su cuerpo en juego, estableciendo un diálogo entre cierta fragilidad aparente y los grandes símbolos del poder: la calle, los edificios públicos, los tanques de guerra, las multitudes y los hombres.
La urgencia de la obra de Regina José Galindo se revela en el contexto global actual, marcado por crisis socioeconómicas y el avance de políticas totalitarias que acompañan la ola conservadora. En la performance Primavera democrática, puede que ella esté soñando, haciendo de su desnudez y su existencia un lugar para imaginar la vida. En un tiempo en que muchos campos del arte parecen guardar silencio ante genocidios en curso, Regina José Galindo se rehúsa a aceptar el silencio como opción. Y, con ello, nos recuerda que el arte es siempre político, ya sea frente a la impertinencia de seguir viva frente a un tanque de guerra, ya sea en el silencio frente a la barbarie.