La artista Laryssa Machada escribe sobre "Aqui e Ali", la primer exposición individual de la artista Agrippina Manhattan en la ciudad de Rio de Janeiro. La desestabilización de los mapas y las estrategias lingüísticas que acompañan el proceso de investigación de Manhattan se muestran nuevamente como herramientas contranarrativas del mundo blanco-cishetero-colonial, ese mismo que sostiene el mundo del arte.
São Gonçalo, tierra natal de la artista, aparece como el centro gravitacional de la muestra. Aqui e Ali, primera exposición individual de Agrippina Manhattan en la Galería Artur Fidalgo, es un gesto cartográfico que rechaza las fronteras fijas. Vivir en el borde de la segunda mayor megalópolis de Brasil y, al mismo tiempo, centrarse en su patio, en su imagen, en la casa conquistada por su abuela mediante una lucha judicial; trazar un meridiano en São Gonçalo.
Semiótica y corporalmente, Agrippina propone una desestabilización de los mapas. Se mueve físicamente por la ciudad, transicionando puntos de vista: “Entre las obras más recientes está la puerta, que llamo Lenguas viejas, mentiras nuevas [Velhas Línguas, Novas Mentiras]. Que, como toda puerta, tiene dos lados. En ella escribí un texto que cambia entre español, portugués e inglés. En el reverso dice: Não sou blanca, papi. Sou latina, papi. Saoko”. La frase, reapropiación de la canción de Rosalía (que a su vez reinterpreta un sonido afrocaribeño), es una broma seria: ¿Qué lugar es ese llamado Latinoamérica?, ¿quién decide la legitimidad de esos territorios? La videoperformance Transição
narra precisamente esa frontera en una esfera más subjetiva.
En el mismo ritmo, en un eje movedizo y afectivo, la artista traza Leviatán, criatura feroz que atraviesa océanos. Y desembarca en esas naciones de superficies sólidas, pero que arden por dentro. De esta manera, el territorio no aparece como herencia neutral: la casa que heredó en São Gonçalo también se presenta como deuda, como techo que se cae y escalera por rehacer. “Pero es mi casa”, dice Agrippina. Revisar el territorio “brasileño” es percibir que se ha recibido una casa, pero se debe lidiar con los agujeros. En tanto exposición individual, Manhattan logra complejizar su narrativa, zurcir una Historia del Arte en contradicción —siendo ésa, por cierto, la formación académica de la artista.
Dos de sus obras anteriores ejemplifican directamente esa revisión pictórica: Praia das Pedrinhas y O Último Missionário [Playa de las piedras y El Último Misionero] establecen un enfrentamiento directo con la historia del arte brasileño del siglo XIX. Las obras se construyen a partir de las pinturas Moema, de Victor Meireles, y O Último Tamoio, de Rodolfo Amoedo, ambas realizadas por hombres blancos que, consciente o inconscientemente, perpetraron imágenes de cuerpos indígenas abatidos. En la reinterpretación hecha por Manhattan, ella inserta su propio cuerpo como mediador: “Cuando llegué a estas obras pensé en cómo sustituir esos cuerpos indígenas con respeto. Y mi respeto fue no querer representar algo que no soy”. En Praia das Pedrinhas, cambia el escenario idílico por un paisaje de São Gonçalo y se retrata tomando sol en topless —gesto que interrumpe la lógica de la exotización y reinscribe un cuerpo presente, auto-narrativo y no subordinado al mito colonial. Ya en O Último Missionário, la inversión de la escena dibuja una ruptura simbólica: no se trata sólo de sustituir un personaje, sino de exponer el fracaso de un proyecto civilizatorio. Ambas obras desplazan el lugar del homenaje y operan como crítica visual, proponiendo una reconfiguración ética y estética de los imaginarios nacionales.
Historia oficial, biblia, mapamundi, música pop: Viejas Mentiras documentadas y transportadas a través de los siglos, renovadas en el presente: “Esa obra surgió cuando vi que Rosalía ganó un Grammy Latino. Esa discusión sobre de dónde vienen las cosas. A veces, un símbolo cambia tanto de lugar, de cultura, de contexto, que se transforma en otra cosa. Esa obra nunca imaginé exhibirla, por eso tiene una honestidad cómica”.
En Outras fronteiras [Otras Fronteras] el fuego aparece como el coraje de perder el control absoluto sobre la transformación del tejido —y exponer lo imprevisible, lo desconocido, lo que aún es difícil de traducir. “Él no respeta la línea, no respeta esas fronteras”, memorias que ya ni siquiera pueden ser accedidas. “Yo, así, soy medio pesimista, creo que lo que no es recordado se ha perdido. Entonces, es un derecho, una compensación, que es mucho más que sólo un terreno, ¿sabes?”.
Antes de Aqui e Ali, la artista ya venía construyendo narrativas entre arte y educación, cuerpo y territorio, imagen y discurso. En trabajos anteriores, como en las colectivas Rio de Corpo e Alma y Ainda Trago na Boca, sus investigaciones sobre cánones, lenguaje y pedagogía ya se presentaban de forma estructurada. Lo que hace la exposición actual es consolidar esos temas en un espacio más concentrado, donde es posible percibir la continuidad de una experimentación visual viva —que se moldea en fricción con la historia del arte.
Se dibuja Agrippina Manhattan, nacida en el meridiano de São Gonçalo, con el Atlas en la mano: “Ésa es una práctica que me ha interesado, colocar mis referencias como las oficiales de la Historia del Arte”. Después de todo, los mapas fallan ruidosamente.
Agrippina R. Manhattan nació y creció en São Gonçalo desde 1997. Estudió Historia del Arte en la EBA-UFRJ y Artes Visuales en la EAV Parque Lage. Se presenta como artista, profesora y travesti porque son cosas que deseó llegar a ser. Le interesa el arte conceptual, la belleza de las palabras y las estrategias emancipatorias de la educación. Participó en las exposiciones colectivas Rio de Corpo e Alma en el Museo Histórico de la Ciudad (RJ) y Ainda Trago na Boca en la Christal Galeria (PE). Vive en Recife desde que fue premiada en el VI Concurso de Residencias Artísticas de la FUNDAJ en 2023.
São Gonçalo, tierra natal de la artista, aparece como el centro gravitacional de la muestra. Aqui e Ali, primera exposición individual de Agrippina Manhattan en la Galería Artur Fidalgo, es un gesto cartográfico que rechaza las fronteras fijas. Vivir en el borde de la segunda mayor megalópolis de Brasil y, al mismo tiempo, centrarse en su patio, en su imagen, en la casa conquistada por su abuela mediante una lucha judicial; trazar un meridiano en São Gonçalo.
Semiótica y corporalmente, Agrippina propone una desestabilización de los mapas. Se mueve físicamente por la ciudad, transicionando puntos de vista: “Entre las obras más recientes está la puerta, que llamo Lenguas viejas, mentiras nuevas [Velhas Línguas, Novas Mentiras]. Que, como toda puerta, tiene dos lados. En ella escribí un texto que cambia entre español, portugués e inglés. En el reverso dice: Não sou blanca, papi. Sou latina, papi. Saoko”. La frase, reapropiación de la canción de Rosalía (que a su vez reinterpreta un sonido afrocaribeño), es una broma seria: ¿Qué lugar es ese llamado Latinoamérica?, ¿quién decide la legitimidad de esos territorios? La videoperformance Transição
narra precisamente esa frontera en una esfera más subjetiva.
En el mismo ritmo, en un eje movedizo y afectivo, la artista traza Leviatán, criatura feroz que atraviesa océanos. Y desembarca en esas naciones de superficies sólidas, pero que arden por dentro. De esta manera, el territorio no aparece como herencia neutral: la casa que heredó en São Gonçalo también se presenta como deuda, como techo que se cae y escalera por rehacer. “Pero es mi casa”, dice Agrippina. Revisar el territorio “brasileño” es percibir que se ha recibido una casa, pero se debe lidiar con los agujeros. En tanto exposición individual, Manhattan logra complejizar su narrativa, zurcir una Historia del Arte en contradicción —siendo ésa, por cierto, la formación académica de la artista.
Dos de sus obras anteriores ejemplifican directamente esa revisión pictórica: Praia das Pedrinhas y O Último Missionário [Playa de las piedras y El Último Misionero] establecen un enfrentamiento directo con la historia del arte brasileño del siglo XIX. Las obras se construyen a partir de las pinturas Moema, de Victor Meireles, y O Último Tamoio, de Rodolfo Amoedo, ambas realizadas por hombres blancos que, consciente o inconscientemente, perpetraron imágenes de cuerpos indígenas abatidos. En la reinterpretación hecha por Manhattan, ella inserta su propio cuerpo como mediador: “Cuando llegué a estas obras pensé en cómo sustituir esos cuerpos indígenas con respeto. Y mi respeto fue no querer representar algo que no soy”. En Praia das Pedrinhas, cambia el escenario idílico por un paisaje de São Gonçalo y se retrata tomando sol en topless —gesto que interrumpe la lógica de la exotización y reinscribe un cuerpo presente, auto-narrativo y no subordinado al mito colonial. Ya en O Último Missionário, la inversión de la escena dibuja una ruptura simbólica: no se trata sólo de sustituir un personaje, sino de exponer el fracaso de un proyecto civilizatorio. Ambas obras desplazan el lugar del homenaje y operan como crítica visual, proponiendo una reconfiguración ética y estética de los imaginarios nacionales.
Historia oficial, biblia, mapamundi, música pop: Viejas Mentiras documentadas y transportadas a través de los siglos, renovadas en el presente: “Esa obra surgió cuando vi que Rosalía ganó un Grammy Latino. Esa discusión sobre de dónde vienen las cosas. A veces, un símbolo cambia tanto de lugar, de cultura, de contexto, que se transforma en otra cosa. Esa obra nunca imaginé exhibirla, por eso tiene una honestidad cómica”.
En Outras fronteiras [Otras Fronteras] el fuego aparece como el coraje de perder el control absoluto sobre la transformación del tejido —y exponer lo imprevisible, lo desconocido, lo que aún es difícil de traducir. “Él no respeta la línea, no respeta esas fronteras”, memorias que ya ni siquiera pueden ser accedidas. “Yo, así, soy medio pesimista, creo que lo que no es recordado se ha perdido. Entonces, es un derecho, una compensación, que es mucho más que sólo un terreno, ¿sabes?”.
Antes de Aqui e Ali, la artista ya venía construyendo narrativas entre arte y educación, cuerpo y territorio, imagen y discurso. En trabajos anteriores, como en las colectivas Rio de Corpo e Alma y Ainda Trago na Boca, sus investigaciones sobre cánones, lenguaje y pedagogía ya se presentaban de forma estructurada. Lo que hace la exposición actual es consolidar esos temas en un espacio más concentrado, donde es posible percibir la continuidad de una experimentación visual viva —que se moldea en fricción con la historia del arte.
Se dibuja Agrippina Manhattan, nacida en el meridiano de São Gonçalo, con el Atlas en la mano: “Ésa es una práctica que me ha interesado, colocar mis referencias como las oficiales de la Historia del Arte”. Después de todo, los mapas fallan ruidosamente.
Agrippina R. Manhattan nació y creció en São Gonçalo desde 1997. Estudió Historia del Arte en la EBA-UFRJ y Artes Visuales en la EAV Parque Lage. Se presenta como artista, profesora y travesti porque son cosas que deseó llegar a ser. Le interesa el arte conceptual, la belleza de las palabras y las estrategias emancipatorias de la educación. Participó en las exposiciones colectivas Rio de Corpo e Alma en el Museo Histórico de la Ciudad (RJ) y Ainda Trago na Boca en la Christal Galeria (PE). Vive en Recife desde que fue premiada en el VI Concurso de Residencias Artísticas de la FUNDAJ en 2023.