Reseñas - México

Lorena Peña Brito

Tiempo de lectura: 7 minutos

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15.09.2017

Sed del infinito: Edgar Cobián y Octavio Abúndez en el Museo de Arte de Zapopan, Jalisco, México

By Lorena Peña Brito, Zapopan, Jalisco, México
27 de julio de 2017 – 6 de noviembre de 2017

¿Te gusta cómo te ves?

Yes. ¡It is you!
You look like that
Do you like how you look like?

Svyato. Victor Kossakovsky

El Museo de Arte de Zapopan (MAZ) ha querido dar un giro a la noción de «colaboración» para lo cual creó el programa «Doble», con el objetivo de abrir una propuesta narrativa que avance sobre una misma línea de discusión, y de evitar el trabajo colectivo forzado. El programa convoca a un par de artistas a pensar en el mismo momento sobre un tema en particular, pero de manera independiente.

En julio pasado el MAZ propuso a los artistas Edgar Cobián y Octavio Abúndez abordar la “duplicidad” como un lance sobre el que harían un planteamiento sin tener contacto entre ellos. Sed del Infinito es la primera exhibición del programa, la cual presenta dos proyectos en uno. Divididos por un muro falso dentro de la sala, ambos se despliegan como una capa detrás de otra y circunstancialmente toman como ancla la identidad.

El Sueño (2017) es el proyecto que presenta Octavio Abúndez. Hay que recorrer un pasillo gris en el que se encuentran vestigios del proceso de edición de un guión inédito para llegar a una amplia sala de video. Allí hay dos proyecciones simultáneas que presentan al mismo actor, Keanu Reeves, en distintos filmes. Es un montaje de fragmentos fílmicos para crear un guión que se desarrolla a partir de las preguntas «¿quién soy?» y «¿por qué soy así?». El personaje principal de este cadáver exquisito cambia de personalidad y edad durante la secuencia. Se interpela a sí mismo, a su doble, como si fuera su subconsciente. Al final se revela que el intercambio fue un sueño. Esta pieza deviene de la serie Podríamos Estar Mucho Mejor / We Could Be So Much Better, iniciada por el artista en 2015, y que intenta en primera instancia utilizar el cine como material de un trabajo de posproducción y en segunda, establecer una continuidad de obras en relación a la distopía. El origen es la investigación que Abúndez inició sobre películas como Terminator, Aeon Flux, Mad Max, Blade Runner, etc. Tras un periodo de dos años ha reunido un archivo con distintas vertientes, el cual se articula a partir de un ejercicio de memoria que evidencia ciertas características de consumo articuladas por la cultura popular.

El Sueño es la segunda capa que el visitante encuentra al entrar a la sala. Antes, desde afuera, se ha enfrentado a una especie de aparador en el que se vislumbran objetos superpuestos, agrupados y dispuestos con pulcritud. El proyecto de Edgar Cobián no tiene un nombre en específico pero implica su contribución a la exposición.

Los últimos años la obra de Edgar Cobián reconstruye su propia simbología, la que en un inicio partió de ciertos elementos accidentados, pero frecuentes: la mano y el guante, la ropa, el lenguaje de marketing (cultural), la presencia de algo sónico, el estrobo, los colores del arcoiris y de la alegría. Con el paso del tiempo las que parecían ser solo recurrencias azarosas e inocentes, justificadas con una factura limpia y particular, han devenido en un contenedor de carga política, puntual y ácida. Incluso la técnica, y la manufactura son políticas, porque las utiliza como un anzuelo. Cada elemento esconde tras de sí una presencia psicológica y emocional, que hace referencia a la permeabilidad que el sistema económico y político alcanza sobre características y cualidades individuales.

La propuesta de Cobián acerca de la duplicidad es retomar la idea de la máscara a partir de la diligencia, lo que se usa para encubrir algo debajo, como el guante, el color o la cosmética. Esta muestra es más una instalación que asemeja a un escaparate. Allí conviven esculturas que con polines encontrados y productos de moda configuran composiciones de esencias opuestas. Madera vieja, plástico fosforescente, un poema de Alberto Caeiro, imitaciones de piel, dibujos abstractos realizados con sombras para ojos, un protector de pantalla que cita las cualidades que la publicidad indica que debemos poseer. Allí podríamos entrevernos a través de la proyección de nuestras costumbres de consumo. Para Lipovetsky la posmodernidad se cifra sobre un capitalismo ya no productivista, sino consumista; el centro de un nuevo modelo antropológico. La revolución y la moral han quedado en el olvido, porque ahora nuestras comunidades están constituidas por seres individualistas para los que lo nuevo es lo antiguo. Narciso existe pero no sobre su reflejo,  porque ya no hay imagen en la cual regodearse. Existe como algo que flota, solamente. Tras el vacío ideológico y el olvido de la conexión social, queda la búsqueda incesante de un «sí mismo» y de un punto de referencia volátil. Las vitrinas son el nuevo espejo imaginario e invocan la misma pregunta sin cesar: «¿te gusta cómo te ves?».

Los proyectos de ambos artistas avanzan frente a la noción de identidad, pero sus puntos de partida convergen en el pensamiento crítico sobre la ideología de consumo.

En palabras de Octavio Abúndez, su trabajo se desarrolla sobre una reflexión histórica: a partir de la caída del muro de Berlín, y del colapso de la Unión Soviética, queda atrás la posibilidad de un sistema político-económico que sea otro al dominante. La victoria del  capitalismo y la era Neoliberal ocasiona en las sociedades contemporáneas la búsqueda de un futuro que con frecuencia se cifra en su imposibilidad. El cine ha sido una de las principales referencias en esta búsqueda y uno de los más fuertes vehículos para saciar el deseo por narrativas que le evoquen. Hollywood se ha encargado de esparcir tanto la idea de un futuro promisorio y progresista, como el desastre de la otredad. Como en el trabajo de Cobián, hay una evidencia de lo que los grandes medios de comunicación, el cine hollywoodense, la publicidad y la cultura pop han creado modelos a seguir para la evolución de los individuos en las sociedades de consumo.

A su vez, Edgar Cobián parodia sarcásticamente la forma en que las estructuras de poder se reducen para sostenerse sobre unos cuantos, y oprimir de distintas formas a más. La creación de modelos de identidad adherida a las posibilidades adquisitivas también son una forma de dominio y opresión. El modo de vestir, de oler, de llegar a una moral políticamente correcta y «conveniente para todos», -una política de lo cosmético- es el mensaje de distribución masiva; otra articulación del sistema que alimentamos todos los días.

Pero es notorio que la propuesta de ambos artistas deviene de las formas de la cultura pop. Fancy: el cine y la moda, digeridos por la cultura de masas. Aunque a la distancia, y quiero decir en las redes sociales, parece una muestra frívola, caprichosa y superficial, hay algo que resalta en este momento de la vida museística en Guadalajara. Ha sido muy criticada en la cuenta de Facebook del museo -el proyecto de Cobián en particular- por un público más inclinado a las formas tradicionales, que argumentan la baja calidad de las obras y su conceptualismo. Sin embargo, esta es una de las exposiciones recientes cuyo lenguaje y narrativa se percibe más cotidiano, cercano, e inmediato a casi cualquiera. Incluso nos es cercana su vibración, en especial la del proyecto de Cobián: la cercanía de los materiales y las formas con algo que colectivamente asumimos como femenino y la cultura LGBTTTQ. Sed del Infinito se siente formalmente más ligada a los centros comerciales, las tiendas de maquillaje, pelucas, plataformas, y demás parafernalia nocturna de la Av. Hidalgo, que de un museo. ¿Qué es lo que al público le ha molestado en el fondo?

Aunque el programa «Doble» parece confuso y un poco inconsistente, sorprende para la cotidianidad de la escena del arte en Guadalajara una muestra tan pop en la superficie y tan crítica en el fondo. Por supuesto esta perspectiva pop no ha convivido nada bien con la Guadalajara conservadora y resistente a los lenguajes del arte actual. Quizás esta pequeña exposición funcione también para extender la pregunta sobre la(s) identidades(s) de la cultura tapatía y de su doble, no moral, sino discurso.

 

Lorena Peña Brito es curadora y gestora cultural, radicada en Guadalajara, México. Actualmente es directora de PAOS GDL, un espacio dedicado a la investigación y la producción cultural.

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