23.07.2020

Un pluriverso anti-colonial

A partir de la investigación curatorial Intergalactix: against isolation/contra el aislamiento, las curadoras Daniela Lieja Quintanar y Claudia Pretelin, investigadora asociada y asesora de la exposición, conversan sobre cómo la curaduría puede volverse un tejido colectivo que responda a las urgencias del presente, particularmente ante las políticas migratorias y las historias que ahí se cruzan.

En un presente que refuerza fronteras para marcar diferencias y distancias, la posibilidad de imaginar un porvenir plural se vuelve urgente. Es desde dicha apuesta por un futuro distinto que Daniela Lieja Quintanar trabaja su investigación curatorial para Intergalactix: against isolation/contra el aislamiento a presentarse el próximo año en Los Angeles Contemporary Exhibitions (LACE). De Hollywood a Boyle Heights en California, esta conversación se posiciona también como una estrategia de resistencia ante las fronteras físicas y conceptuales que las políticas de la presente administración siguen generando en tiempos de aislamiento. 

Claudia Pretelin: ¿Cómo surge y en qué contexto se ubica Intergalactix: against isolation/contra el aislamiento?

Daniela Lieja Quintanar: Este proyecto de investigación curatorial se formalizó cuando escribí una propuesta para la Curatorial Fellowship de la Fundación Andy Warhol en el otoño del 2018, la cual me fue otorgada en 2019. Comenzó como un proyecto a dos años, pero ahora la considero una investigación a largo plazo, por no decir de vida. Después de seis años de vivir en EE.UU., en específico en Los Ángeles, mi percepción de frontera y migración cambiaron radicalmente. Mi propia experiencia migratoria, de ir y venir, de cruzar por tierra y por aire, el tan mencionado efecto ni de aquí ni de allá, el proceso de integración en múltiples comunidades, los idiomas paralelos, mezclados y remasterizados, el idioma compartido, mi acento chilango que se vuelve puertorriqueño, colombiano, tijuanense y quién sabe qué tanto más. El ser literalmente clasificada como Alien, el homeland security, ICE (La migra), Centroamérica en Los Ángeles, Tijuana y las etiquetas. A veces Brown, Light skin, otras veces Latina, Latinx, Mexicana. Mis privilegios y desventajas, la discriminación: un complejo pluriverso, un espacio de contradicción.

El 8 de noviembre de 2016 presencié los resultados de las elecciones en un billar de Boyle Heights, un barrio mexicano al este de Los Ángeles. Un día devastador, oscuro, revelador y deprimente. ¡Qué mejor lugar para recibir tan malas noticias! Una cantina que funciona como portal para transportarse a un México y un tiempo que ya no existe. Recuerdo muy bien un póster viejo en blanco y negro con la imagen de Emiliano Zapata y la frase: “Prefiero morir de pie, que vivir de rodillas”. Este barrio en tiempos ancestrales se llamó Apachianga, la tierra de la gente tongva, pueblo originario aún presente que resiste a la invisibilización de su cultura. Este barrio con una tremenda historia de migrantes me ha acogido y enseñado sobre luchas, organización social y resistencia.

Cuando Trump ganó las elecciones, grupos como Unión de Vecinos[1] en BH nos recordaron que la lucha contra el racismo y el sistema blanco supremacista no era nada nuevo y que este presidente no los intimidaría. El sentimiento de seguir trabajando en colectivo y honrar esas luchas históricas se reforzó entre muchas otras organizaciones de Centroamericanos y Latinxs.

CP: ¿Bajo qué premisas Intergalactix puede generar conocimiento y comprensión del pasado reciente y las secuelas de violencia generadas a partir de momentos específicos en la historia entre norte y sur que siguen impactando al presente? Como es el caso que describes respecto a las organizaciones migrantes alrededor de redes vecinales.

DLQ: Intergalactix parte de la premisa de trazar historias de resistencia para afrontar nuestro presente y futuro. La investigación pretende dar a conocer, trazar, ahondar y a veces sólo rememorar algunas de las muchas resistencias históricas que han crecido desde la experiencia artística y social para atacar políticas coloniales fronterizas y de inmigración.

Durante este tiempo he estado agrupando genealogías de prácticas colaborativas en las que el arte se entrecruza con aspectos sociales y políticos en contextos migratorios. Las genealogías a veces toman forma de entrevistas, conversaciones, talleres, pláticas y mapas conceptuales. Éste último es mi favorito como ejercicio visual y conceptual para  preguntarnos cómo podemos construir nuestras propias genealogías. A veces estas genealogías se dan en procesos colectivos, pero también en formas de retrospectivas personales. Y en ese sentido se está generando un archivo que pretende ser abierto para consultar, pero sobre todo para conectar y establecer relaciones de intercambio.

La investigación se ha localizado y deslocalizado desde varias regiones en Centro América. En específico: Guatemala, El Salvador y Honduras; comunidades que tienen una presencia influyente en LA, San Diego, Tijuana, Mexicali, El Paso, Ciudad Juárez, la Ciudad de México y Los Ángeles. Las geografías se pretenden desmarcar en este proyecto para enfocarnos en las diásporas, en aquellas que (trans)mutan, que se desplazan de un lugar a otro y que se reconfiguran en tiempo y espacio. Y en este sentido es sumamente importante la premisa de tener múltiples perspectivas, puntos de experiencias que se empalman y se desplazan originando tensiones que desubican singularidades, justo para atacar la falsa idea de que el muro prometido por Trump se sitúa solamente en la línea fronteriza entre México y EE.UU..

El 21 de agosto de 2018, en un comunicado Zapatista el subcomandante Moisés habla de que el muro no está en el Río Bravo sino en el sur de México; justo donde vive esta resistencia en aislamiento físico y en autonomía. El texto describe al sureste de México como parte de Centroamérica. Y aquí dos puntos importantes, el muro se volvió visible, más duro y represor desde el momento en que México decide aceptar las presiones del gobierno de Trump para militarizar la frontera sur y detener migrantes.

Por otro lado, los muros se encuentran también dentro de EE.UU.. Son los campos de concentración, llamados centros de detención, donde niñxs de todas edades, adolescentes y familias enteras se encuentran en situación de violencia y precariedad extrema, totalmente aisladxs. Los reportes de ACLU (The American Civil Liberties Union) indican que en el año del 2019 ICE detuvo diariamente alrededor de 50,000 migrantes.[2]

Ahí están los muros de Trump, en el sistema carcelario, una de las economías más grandes de este país. Todo está conectado por empresas millonarias privadas; quienes construyen el muro físico en el Río Bravo son la misma empresa que construyó el muro entre Palestina e Israel, por ejemplo. La frontera en EE.UU. mide 100 millas al interior de su territorio, es casi invisible al ojo humano, pero la tecnología de vigilancia todo abarca.

La premisa entonces es que las fronteras y sus muros están en múltiples espacios físicos y simbólicos. Y es por eso que las miradas que aporten a este proyecto tienen que estar dispersas, pero en conexión intergaláctica. La mirada del proyecto es diaspórica y toma su energía desde el corazón de su movimiento: Centroamérica. Esa región de la que los Zapatistas se sienten parte de una región de legado indígena revolucionario y de lucha que conecta continentalmente sur y norte.

CP: En este sentido, la curaduría se ha convertido en un ejercicio de colectividad más que un discurso unidireccional. Desde la investigación —en la cual hemos tenido la oportunidad de colaborar juntas—, pero también en la aproximación a lxs artistas que conforman esta muestra. ¿Puedes hablar sobre el interés de generar el diálogo entre países, orígenes e identidades tan distintas? ¿Cuál ha sido el proceso para seleccionar los proyectos comisionados que integran esta exposición?

DLQ: El título de la exposición es una referencia directa al encuentro intergaláctico ocurrido en 1996, convocado por los Zapatistas y llevado a cabo en sus territorios. Un foro de defensa de la humanidad y en contra del neoliberalismo que reunió organizaciones y colectivos de distintas partes del mundo, un parteaguas para muchas luchas que se reconoce como impulsor de movimientos globales y de la protesta conocida como la Batalla de Seattle en 1999. El discurso Zapatista se ha basado y alimentado de la creación de una red de resistencias, un entramado de fuerzas, de trabajo colectivo. Los más de 500 años de resistencia indígena son formas inspiradoras para mi práctica curatorial.

La constante revisión de movimientos sociales y mi participación en movimientos actuales me llevan a generar una metodología de colaboración, ya que como lo expliqué anteriormente, el tema requiere de múltiples voces y miradas. Las mal llamadas caravanas de migrantes, son definitivamente una estructura colectiva a la cual respeto profundamente. Pero no solamente el interés es en los movimientos sociales, sino en el arte, en las prácticas artísticas y lxs artistas que han creado un trabajo crítico en un sentido colaborativo orgánico e interseccional con fines lejanos a la obra de arte como mercancía capitalista.

El reto está en la práctica curatorial misma dentro del arte contemporáneo, que constantemente te lleva a un trabajo individual. Por eso el interés de trabajar con distintas personas, como es tu caso al aportar, desde tu propio conocimiento, ese interés por generar instrumentos de memoria viva en un sitio virtual donde la historia oral toma importancia; un trabajo importantísimo de recolección de voces.  De la misma forma hemos sido parte de un proceso de aprendizaje y reflexión profunda, desde nuestra experiencia como migrantes, las lecturas colectivas y nuestro viaje juntas a El Salvador. Ese es uno de los puntos claves para colaborar con diversxs artistas, curadorxs, activistas, historiadorzs, poetas y teóricxs: el aprendizaje y la activación del intergalactix.

El proceso de selección ha sido más bien de autoselección. Juego un poco con esto por dejar de lado la forma “tradicional” de hacer curaduría, la del curador erudito. Las formas colectivas me han llevado a establecer relaciones de trabajo y aprendizaje importantes con artistas como Tanya Aguiñiga, Cognate Collective y Beatriz Cortez. Todxs ellxs son tan diferentes en sus procesos creativos como en sus abordajes reflexivos y críticos, tienen una robusta trayectoria y han trabajado la frontera y la migración desde hace tiempo a partir de sus experiencias y las de sus comunidades, pero no están limitados a estos temas. De la misma manera sigo en proceso de colaborar con otrxs artistas que se incorporarán a la exposición.

CP: Sobre tu postura teórica, quisiera que exploráramos tu interés en los enfoques cercanos al pensamiento chicano feminista queer de Gloria Anzaldúa, las teorías poscoloniales de Achille Mbembe y los movimientos indígenas como herramientas para decolonizar tu práctica curatorial.

DLQ: Me parece que hoy en día es imposible acercarse al fenómeno migratorio sin estudiar los distintos textos queer feministas Latinx que se han generado en EE.UU.. Borderlands. La Frontera. The New Mestiza (1987) de Gloria Anzaldúa es un referente para poder comprender parte del mundo de aquellxs que han sido históricamente marcadxs por la frontera y sus impuestas dualidades nacionalistas. Su teoría es una poética de resistencia política, de espiritualidad y de género. Me interesa su enfoque de vivir sin fronteras, para vivir en los crossroads. Justo ahí en esos cruces, es donde se construye el intergalactix, las alianzas y las posibilidades de coalición entre distintas disciplinas, grupos y pensamientos.

También ha sido importante la lectura de Sayak Valencia que, desde Tijuana, habla de la perspectiva transfeminista que recalca estados transitorios, no sólo entre los discursos transgénero dentro del feminismo, sino la migración, lo mestizo, la raza, las clases, todos enlazados en la construcción de una memoria de levantamientos sociales. Hay una búsqueda de raíces, porque como lo describe Anzaldúa, hay una sensación de que nos han arrancado de la tierra desde la raíz, lxs desterradxs, sin rastro de historia, sin identidad. Por eso me interesan las genealogías personales y colectivas, no tanto como una búsqueda científica de un pasado o una génesis, sino como un trazo libre e imaginado de influencias y raíces que nos llevan por distintas trayectorias que dan paso a surgimientos y futuros posibles. Una búsqueda de lo borrado y reprimido por sistemas coloniales. La posibilidad de generar memoria desde los espectros y la imaginación.

De la misma forma me interesa la revisión y lectura de movimientos indígenas contemporáneos como el movimiento Zapatista de quienes incorporo comunicados, acciones políticas y formas de vida. Así como las revisiones de políticas comunales como la que ha generado Gladys Tzul Tzul en Guatemala. Desde hace muchos años los movimientos indígenas nos han hablado de los ríos vivos, por ejemplo, tal es el caso de Berta Cáceres y la resistencia indígena hondureña (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH) que se ha encargado de proteger los ríos y todas las formas de vidas que existen, a pesar de su violento asesinato orquestado por la empresa DESA, ¡Berta Vive![3]

De Mbembe, recupero el análisis importante sobre el nuevo régimen global de movilidad, encargado de vigilar las fronteras, facilitar el paso para unos y rechazar con violencia racial a otrxs. Habla de una frontera omnipresente que incluso se encuentra en nuestra piel, en nuestro subconsciente. Nos convoca a reabrir los archivos de la humanidad, evocando a la África precolonial, donde el movimiento es antes que el espacio, y la concepción de fronteras funciona sólo para facilitar intercambio, circulación y relaciones sociales. La migración, la condición de movilidad pertenece a las lógicas ecosistémicas de las que somos parte como seres humanos. Me interesa mucho esta postura porque los pueblos de la tan inmensa y diversa África también han sido violentados por migrar hacia Europa, ya conocemos los miles de casos en el mediterráneo, pero tampoco podemos olvidar que hay un grupo grande de migrantes africanxs que realizan una trayectoria difícil e incomprensible para llegar a EE.UU.. Y en las fronteras, en el lado mexicano, podemos ver muchxs de ellxs también sufriendo aislamiento, que es más atenuante por las barreras culturales y de lenguaje. Todo esto me ha funcionado como herramienta de posicionamiento crítico propio para decolonizar los discursos internalizados por el arte contemporáneo; virar la mirada.

CP: ¿Cuáles son las ventajas y las limitantes de generar esta suerte de cosmovisión curatorial decolonial en una institución como LACE?

DLQ: LACE ha sido un espacio radical de reunión de voces y tensiones desde su inicio en 1978. Para mí, poder realizar este proyecto en este espacio —que tiene un legado de experimentación artística, radical, política y con un compromiso social—, es un honor y siempre un reto. El Intergalactix ha sucedido ahí en muchos momentos y se ha desvanecido y las coaliciones se han dado y se han roto. El famoso colectivo chicano ASCO se formó en LACE —explorando lo queer, los feminismos, lo racial— y ha estado presente por más de 40 años. Destination L.A., una exposición del Border Art Workshop/Taller de Arte Fronterizo fue un referente para mí, así como la primer retrospectiva de Ana Mendieta después de su asesinato, además de muchos otros proyectos.

LACE se ubica en Hollywood frente al Boulevard de las Estrellas, un lugar que a primera vista es banal, blanco, lleno de scientologists y turistas. Un lugar frívolo en el cual las desarrolladoras están comiéndose lo último que queda del espíritu local. Ahí llegan muchxs jóvenes queer que escapan de su casa a vivir en estas calles luminosas y contradictorias, pero hay un espíritu que se revivió hace unas semanas con el movimiento de Black Lives Matter, que también es interseccional. Este movimiento tomó las calles de Hollywood y la energía que emana LACE se fusionó con él.

CP: A partir de la reciente crisis mundial de salud, ¿cómo has tenido que adaptar tu práctica y este proyecto para seguir generando resistencia en contra del aislamiento?

DLQ: El aislamiento ha sido brutal. En relación a mi investigación nos dejó sin la experiencia de ir a Guatemala y completar esa parte de conocer y platicar con artistas y curadorxs a quienes teníamos planeado visitar. Pero también me ha obligado a redefinir el proyecto alrededor de preguntas e inquietudes. Cuestiones sobre movilidad y aislamiento se vuelven más reales y menos conceptuales. Aún no tengo resuelto el giro que dará la exposición. Estos días han sido agotadores, hay mucho trabajo colectivo por hacer. Es extenuante cuando hay un virus que ataca a todxs por igual, pero que ha afectado de manera inminente a la clase trabajadora, la comunidad Negra y Latinx, lxs migrantes y sus familias, así como las familias de centroamericanos que están encarcelados. Las formas violentas del aislamiento se cruzan con el racismo exacerbado; la “idea” de desinfección es aterradora especialmente en los centros de detención, una historia que se repite, donde se usan químicos para “desinfectar” y facilitar una aniquilación, como hicieron con los braceros.[4] Es devastador, y de pronto frente a todo esto parece absurdo el quehacer del arte, pero no lo es. Eso es lo que se pretende, quitarnos ese valor humano que nos permite crear relaciones. Quieren que estemos aisladxs, produciendo únicamente y creo que en ese sentido este proyecto tiene una posibilidad de ser un espacio donde podamos estar juntxs, reflexionar, aprender, compartir y tejer relaciones humanas de lucha y resistencia.

Notas

  1. Unión de Vecinos es una organización que surge en los años noventa como resultado de las acciones en contra de la demolición de Pico-Aliso Housing Project pertenecientes a familias latinas, ahora son parte de un movimiento más grande contra desplazamiento, gentrificación y la lucha por el derecho a la vivienda, que es el Sindicato de Inquilinos de Los Ángeles, del cual soy miembro activo.

  2. In Plain Sight (#XMAP), una coalición de 80 artistas dedicada a la abolición de los centros de detención de migrantes, ilustra perfectamente la gravedad de estas políticas de encarcelamiento. Un proyecto muy relevante en estos momentos organizado por lxs artistas Cassils y Rafa Esparza. Más información en: https://xmap.us/about

  3. El documental Berta Vive de Katia Lara, ilustra parte de la lucha incansable de Cáceres. Disponible en:  https://vimeo.com/229310580

  4. Entre 1942 y 1964 EE.UU inició un programa para utilizar la mano de obra mexicana temporalmente en sus cultivos. Los braceros, como se les conoce, eran sometidos a procesos de desinfección y humillación con DDT, un químico que puede causar fuertes daños a la salud. Más información en: http://braceroarchive.org/items/show/143

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