Edición 22: Resplandeciente - Perú

Gisselle Girón

Tiempo de lectura: 16 minutos

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09.05.2022

Rutas hacia el deseo

La curadora Gisselle Girón abre su archivo familiar y sigue los pasos de baile de su abuela, dejando deseos que nos conmueven: pertenencia, encandilamiento y duelo hacen mover nuestros cuerpos.

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  1. Toma el baile

    En diciembre 2021, una endodoncia infectada colisionó con una infección de extracción de muela, desencadenando que me doliese infinitamente abrir mi mandíbula. En un afán por contar todas las historias de los últimos dos años en los que he estado fuera de casa, me topé con la oportunidad de escuchar más que de narrar acontecimientos. Mi abuela llevaba algunos meses en casa, buscando recuperación de los efectos en sus piernas que los años de atender de pie en su bodega han tenido sobre su caminar. Al migrar de Cusco a Lima en los sesenta, mi abuela descubrió que la mejor manera de hacer amigues en coordenadas nuevas y desconocidas se podría dar por medio del baile. De mañana se dedicaba a tejer confecciones para su clientela en el distrito de Miraflores y de noche congregaba a les vecines de Surquillo para comer cuy chactado y bailar la Sonora Matancera. Mi abuela es una hedonista autodeclarada, reconoce que en sus noches de juventud no existía suficiente licor ni horas de baile que pudieran saciar su sed por conectar con nuevas personas.

    Mientras recordaba aquellas tardes de la antesala a la fiesta, escuchábamos un disco recopilatorio de guaracha cubana. La abuela así me comentó que la fiesta para ella escondía un gran deseo, el deseo de pertenecer a Lima. Esta ciudad como territorio emocional y geográfico le ha sido usualmente complicado a mi abuela de pensar como suyo. A diferencia de mi abuelo, quien siempre comentaba que vivir en Lima fue su sueño desde pequeño, mi abuela siempre se aquejaba de extrañar a sus hermanas, sus sobrinas, sus familiares en Cusco. En fiestas usualmente trataba de recrear el espacio de la picantería de su madre, donde se llevaban a cabo los encuentros de fiestas patronales de la vecindad. En recuerdos de estas fiestas y bailes de guaracha, mi abuela sólo piensa que esta anhelada comunidad de migrantes en Lima existía a la merced de un perenne recordar que la vida en la tierra de donde une proviene es mucho más dichosa. Esta nostalgia, sin embargo, estaba bañada de contradicciones y de un pesar, que para la abuela como mayor de doce hermanes, se combinaba con una venenosa noción de culpa de que las mujeres se deben encargar de toda la carga de labor doméstica y de cuidados. Cuando sus hermanes le llamaban y reclamaban su retorno, la queja mayor era que la casa estaba descuidada, les niñes se iban al colegio sin comer y la casa estaba sucia. Le pregunté si sentía que cuidar de la casa era su obligación, y me dijo que sí, pero que ahora su nuevo hogar, esposo e hija (mi madre) pedían de ella. Pero en ninguna de las coordenadas —Lima o Cusco— se le había preguntado dónde ella realmente deseaba vivir. Ella me dijo que deseaba vivir en el baile, en un momento donde sus piernas todavía respondiesen, ella se vistiese como Celia Cruz, bajara las escaleras y recibiera a sus invitades con una cerveza para posteriormente bailar guaracha, son y guaguancó.

2. Sigue bailando

Bailar en medio de una pandemia se ha llevado bajo el resguardo de cuatro paredes o en el silencio detrás de un portón. Asimismo, diversas fiestas clandestinas al principio de la cuarentena eran prueba de que existía una necesidad por bailar grupalmente. Aquellas primeras fiestas lícitas durante los diversos procesos graduales de convivencia con el virus se sintieron como un desfogue, un reconocimiento de otres afines quienes buscaban verse con otres, la necesidad de entenderse como comunidad.

El baile como contexto de intercambio de afectos y reconocimiento comunitario de afectos, a través del sonido y el movimiento, es fundamental y como teoría la vengo pensando abstractamente desde hace mucho.

A pesar de disfrutar del baile y éste ser un fundamental ritual de compañerismo y amistad, sólo ha sido en mi vida más reciente que siento la urgencia de bailar, de sacudir la patita y mover el culo. Hace unos días, tomando un descanso del dolor de muela y del maratón de María, la del Barrio con mi abuelita, visité el taller de Joan. Una imagen en particular ha quedado fundida en mi memoria y los recuerdos de las fiestas en Surquillo se han fundido con los recuerdos de las fiestas familiares de Joan. Jarana Covid se trata de una especulación con base en memorias familiares en el barrio de Comás, donde creció Joan y donde presenció a sus tías, tíos, madre, padre, abuelo en una fiesta perenne. Mientras me explica que su hogar en el paradero Festini sobre la Av. Túpac Amaru era el epicentro de fiestas barriales, me muestra un álbum de fotos donde señala: «no tengo foto alguna donde mis familiares no aparezcan tomando, comiendo o bailando. Siempre celebrando. Mira a mis tías, parecen de Motown» —haciendo alusión a la moda popularizada por les artistes de la discográfica estadounidense dedicada a promover la integración de música afroestadounidense a los sonidos populares de los sesenta y setenta. Y, efectivamente, la pintura tenía tal sonido que puedes escuchar diversos géneros musicales al mismo tiempo: salsa, reggaetón, festejo y marinera. Todas las personas en la escena, y digo «escena» porque tiene tal movimiento que se asemeja a una grabación, llevan consigo una mascarilla de protección. Si bien la composición se asemeja a la construida por Camilo Blas en Marinera con cajón (1938), esta adaptación lleva consigo la impronta del impacto en la moda que dejó la pandemia, así como un más evidente protagonismo de la comunidad afroperuana. A diferencia del trabajo de Camilo, donde él se pinta en la esquina superior como observador y creador que nos sigue con la mirada (muy al estilo renacentista), Joan se pinta en la esquina inferior del cuadro, sentado, tomando una cerveza, admirando del baile plácidamente.

Revisando las apariciones de la pintura de Camilo en libros, encontré el libro de Eduardo Mazzini, En nombre de Dios comienzo: meditaciones sobre la música criolla (2010), en donde Marinera con cajón es la imagen de portada de dicha publicación. El libro destaca la gran diversidad étnica de sonidos en la música criolla (no sólo herencia hispana, sino también áfrica y arabo-islámica), pero en particular me llamó la atención escuchar un poco más sobre la historia y dinámica de la «jarana», actualmente entendida como una fiesta criolla pero antes exclusivamente empleada en referencia a la fiesta dedicada al canto, sin danza. La marinera limeña es entendida estructuralmente como tres marineras, una resbalosa y una fuga; pero, como comenta Eduardo, en las jaranas la resbalosa sólo se daba si «el ánimo está a punto». Usualmente la resbalosa se baila con un pañuelo en la mano derecha y le prosigue el zapateo. En teoría de las artes escénicas existen nociones de progresión entre la palabra, el canto y el baile, en una escala gradual en la cual cuando el sentimiento se convierte cada vez más difícil, complejo o rico de explicar, se va escalando hasta terminar en baile. 

Si bien la historiadora del arte en mí quería pensar en Blas, yo no dejaba de pensar en Marvin Gaye, quien utilizó el increíble trabajo de Ernie Barnes, «The Sugar Shack» (1971) para su álbum «I Want You» (1976). Los cuerpos elongados de les danzantes y el contornéo de sus pasos, esos rostros de total placer y sintonía con los instrumentos, es simplemente euforia total. Pienso Jarana Covid como este momento cúspide del sentimiento y deseo. 

Viendo este trabajo en relación a la ruta anterior, donde mi abuela me cuenta sobre el rol comunitario de las fiestas, es que me pregunto sobre la estructura familiar en la cual se construyen los deseos:

¿acaso se trata de heredar los deseos? ¿Los construimos en relación, respuesta u oposición a los deseos familiares?

  1. Cruza la escritura

    Cuando comisiono un texto, suelo plantearme cuatro fases en secuencia de escritura tradicionalmente académicos: planteamiento, investigación, redacción y revisión. Cada fase le precede y en cierto modo valida la siguiente. En este entramado justificado de composición escrita me encuentro segura de que lo que escribo será entendido, leído y difundido como tal. Estas convenciones en el proceso de escritura de una forma u otra se sostienen bajo la premisa que sólo existen ciertas formas de escribir, y que para que un texto se entienda como tal une debe adaptarse a ciertas convenciones de redacción. Es usualmente de esta forma que enfrento también el análisis de un trabajo artístico, he sido disciplinada por la academia para estructurar mis pensamientos y la forma en la que los comunico de manera escrita. Pero como todo en la vida, la regla no existe sin la excepción y entre excepciones es que vengo escribiendo desde un episodio del pasado noviembre de 2021. Venía preparando la exposición Ai Miz Yu, que presentaba fragmentos de instalaciones de Marisabel Arias, Ingrid Pumayalla y Sofia Salazar. Dado el contexto de pandemia y los viajes difíciles, formulé la exposición sin la presencia física de los objetos que se presentarían en la misma. Salvo algunas partes del trabajo de Ingrid, yo no había tenido relación física con las cosas de interés. De hecho, escribí el texto muy a manera de bola de cristal, confiando siempre en la intuición que imágenes digitales de los trabajos me han podido dar por medio de mi pantalla y las conversaciones que pude tener con las artistas. Nunca imaginé que parte del trabajo nike, neki, nekii, niikee, naik,naiik, naki. (i lov u but love issues) detonaría una fisura sobre la forma en la que pienso, trabajo y me acerco a los trabajos.
    Vengo pensando el deseo desde hace un tiempo, particularmente tratando de identificar o investigar sobre «los deseos» de los cuales hablan diversos trabajos, de alguna forma haciendo una cartografía desde dónde emergen estos y cómo se desarrollan e impactan sobre las vidas. Pero rara vez daba el salto a pensar en mi propio deseo, en esta cosa que guiaría o no mis decisiones. Días antes de instalar la exposición, veo a Marisabel después de un tiempo y ella ha dejado las tortas que forman parte de su instalación sobre la mesa de comedor en el airbnb que compartiríamos por los siguientes días. Al entrar siento que hay alguien más en la sala, pienso que Marisabel quizás ha invitado a la dueña del airbnb o a alguien más. Pero me topo que sólo está ella sentada en el comedor, esperándome con una pizza. Después de sentarme me doy cuenta de que no estamos solas, las tortas también nos acompañaban, era muy extraño y me sentía en falta de no hablarles, como ignorándolas al sólo hablar con Marisabel. Casi tuve la necesidad de pedirle a Marisabel que las volviese a poner en su cajita, donde vinieron protegidas desde Suiza. Pero les di una oportunidad y empecé a observarlas más de cerca, hablando con Marisabel como medium para comunicarme con ellas. Primero me doy cuenta de que son deliciosas, lucen brillantes, son resplandecientes, yo soy polilla y ellas luz. Después, me doy cuenta que no son una, son tres y cada una tiene una personalidad muy distinta y un tono de existir diferente.

    Marisabel no sabe esto, pero yo no pude dormir después de conocer a las tortas. Me sentía un poco abrumada por su presencia y con una suerte de tarea incompleta, pues había escrito sobre ellas pero sin verlas, qué falta de respeto. Ese día me levanté temprano para escribir en mi lista de pendientes: «¿y tú qué deseas, gisselle?». Anteriormente, Marisabel me había comentado sobre la presencia de las tortas y, sobre todo, cuánto de ella y de sus propios deseos estaban invocados en el proceso de manufactura tanto de las tortas, como de las velas y la elección de tuppers de plástico que funcionan como sus pedestales. En aquel momento, aquellas conversaciones sobre el trabajo desencadenaron en que las entendiera de la siguiente forma:

consiste en la instalación de siete objetos, cada uno de los cuales adopta la forma de una torta de cumpleaños hecha de resina acrílica, apoyada en un recipiente de plástico tipo Tupperware y que sostiene en su parte superior una vela en la que se lee la frase «Naik or Never». La frase de la vela y el título de la instalación aluden a los mercados piratas de Lima y al modo en que el lenguaje se transforma y altera a través de la palabra. «Naik» es la palabra fonética de la corporación Nike, Inc. La frase de Marisabel «Naik o nunca» surge de la expresión coloquial «ahora o nunca». Ha sustituido el ahora por el naik, convirtiéndose así en una reflexión sobre el “presente». Un presente que ha quedado impreso para siempre por las frases y los objetos comerciales que nos rodean. Si bien la elección de un pastel surge del desarrollo de la frase en forma de vela, explican los artistas, el pastel también simboliza la palabra despectiva de la jerga utilizada en América Latina y España para referirse a las mujeres lesbianas. El resultado es una intensa contradicción en la que se mueven las economías populares informales. Son vitalistas en tanto que consiguen prosperar bajo la falta de apoyo legal, en este caso, extrayendo el carácter reconocible de la marca Nike mientras no forman parte de la corporación. Pero también suelen ser comunidades que reproducen los discursos homófobos dentro de las empresas familiares, ya que lo ven como una amenaza para su reproducción.

Lo que entonces no me di cuenta es que aquella interpretación de las tortas se trata de uno de los deseos de Marisabel, lo que ella le da a la torta, pero no necesariamente lo que la torta te pide a ti. La torta no es una representación del deseo de Marisabel, ni tampoco un fragmento de ella (un autorretrato), la torta es. La torta es en sí misma un ser, une vive que existe así como un deseo frente a nosotres y nos demanda la pregunta, que deseas tú, persona que me ve y conversa conmigo. Se trata de una entidad con partes muy importantes, torta, vela y tupperware. La torta, hecha de un «acrystal», un polímero acrílico sin solventes, compuesto por una emulsión acrílica y de un polvo a base de cristales minerales. Se utiliza en la manufactura de prototipos, maquetas y réplicas. En este caso la torta se asemeja a una réplica no-comestible y duradera de la torta de cumpleaños, quizás en un mundo paralelo empleada en las vitrinas de las pastelerías. En Japón se les conoce como «modelos de alimentos», 食品 サ ン プ ル, y como Yoko Hani explica les productores detrás de estas increíblemente reales versiones piratas de comida, esto implica muchas veces trabajar en un proceso muy similar a la de une cocinere, quien prepara los platos comestibles. Las tortas, por más de no ser comestibles, son tortas no solo en su calidad visual sino también en su proceso de manufactura. Las tortas llevan una vela, que como explico en el texto que cito más arriba, son fragmentos o muestran la frase completa Naikornever. En ocasiones los fragmentos muestran Naiko, otras never y algunas ever, así jugando con diversas posibilidades lingüísticas de este eslogan comercial. Estas, se hicieron – al igual que la torta – siguiendo un proceso artesanal usando cera. Después de muchos intentos fallidos, las velas son también una celebración del exceso comercial, del deseo de poseer y encarnar los valores aspiracionales de una marca. Pero no es la transnacional Nike, sino Naik, integrada por los millones de microempresas que sostienen sus negocios por medio de la imitación de productos del hemisferio norte. Las tortas están hechas para ser vistas y expuestas, y ello lo sabemos por medio de sus pedestales de plásticos. Si bien este elemento consiste de un elemento encontrado, se tratan de contenedores de comida de plástico, en relación a la torta hablan del universo funcional de la torta de cumpleaños, la cual pedazos después de una fiesta se guardan en estos pequeños depósitos. Como entidad, cada una de ellas refiere al momento en el cual al cantarte por tu cumpleaños y estas por apagar las velas, te piden y pides un deseo el cual no vocalizas pero secretamente está escrito en tu mente antes de proceder a soplar las llamas.

Muchas veces se me dificulta citar filosofía occidental porque siento que no cuento con el suficiente conocimiento sobre esta para poder presentarla de manera clara y concisa, pero haré una excepción en este caso porque sin citar siento que hurto ideas, por más que lo siguiente quizás solo se desprende de mi propia interpretación del caso. En el cuarto capítulo (Autoconciencia) de Fenomenología del espíritu (1807), Hegel dice que la «contraposición entre su fenómeno y su verdad sólo tiene por su esencia la verdad, o sea la unidad de la conciencia consigo misma; esta unidad debe ser esencial a la autoconciencia; es decir, que ésta es, en general, apetencia. La conciencia tiene ahora, como autoconciencia, un doble objeto: uno, el objeto inmediato de la certeza sensible y de la percepción..» Acá «apentencia» se entiende en inglés como «deseo».  Si bien posteriores interpretaciones del texto, como la de Scott Jenkins, señalan que esta separación entre el deseo y une misme es una estrategia que usa Hegel para «apelar a la conciencia de los deseos corporales en un relato de la experiencia de encontrarse a sí mismo como sujeto», quiero tomar su declaración literalmente porque esto siento que pasa con nike, neki, nekii, niikee, naik,naiik, naki. (i lov u but love issues). Al desear, las tortas piensan, ven y crean sus deseos como una entidad deseante, nos confronta con una pregunta: ¿y tú qué deseas?

  1. Voltea las preguntas

    Días antes de que la salud de mi abuela se deteriorase y fuese al hospital, ella me comentó que no existe amor suficientemente grande como para dejar de sentir el deseo de regresar al lugar que te vio nacer y crecer. Me lo dijo atentamente mientras le contaban que pronto volvería a irme de Lima, lugar que me vio crecer. Y acá me encuentro habiendo aprendido algo fundamentalmente importante para mí: escribir sobre el deseo, los deseos y les deseantes siempre suscita intensas consideraciones sobre los paraderos de nuestros afectos y cómo éstos arman y desarman la estructura de deseos detrás de cada fragmento de nuestro ser. Escribir sobre el deseo significa voltear esas preguntas hacia nosotres mismes, pensar de dónde vienen nuestros deseos, hacia dónde se dirigen, las cartografías que van hilando y las direcciones que escriben.
  1. Toma la perpendicular entre calentura vaginal y la avenida de bichotas

    Para cualquier viaje, necesitas una lista de reproducción que te acompañe en la ruta. En este caso, esta lista incluirá las voces de la cantante dominicana Tokischa, la cantante cubana Celia Cruz, la cantante colombiana Karol G, y la compositora y escritora Victoria Santa Cruz. Acá te dejo la playlist, espero la disfrutes mientras escribes las nuevas coordenadas de tu cuerpo deseante.Enlace a playlist: https://open.spotify.com/playlist/3TUskJge2T2qZEc0kApdZD 

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