Edición 23: Materia Oscura

Maxi Mamani, Ali Salazar

Tiempo de lectura: 11 minutos

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29.08.2022

Memorias de unas pispas

Imaginando el placer con las manos en la tierra

Ali Salazar (AS): Curiosamente una de mis primeras experiencias sexuales fue con un poste en la escuela primaria; obviamente, yo ya me vinculaba, en esta inocencia, con primos y primas en un reconocimiento de placer y juego. Hoy la mayoría de elles son policías.

Maximiliano Mamani (MM): ¿Con un…?

AS: Sí, con un poste. Empecé a trepar el poste del arco juntando mis brazos y piernas, me generó mucha excitación, mucha sensibilidad en mi pene. Ese es uno de los primeros vínculos sexuales que tengo. Tendría ocho años… ya te he contado.

MM: ¿Y qué pensaste en ese momento, qué sentiste? ¿Te acuerdas? ¿Había gente?

AS: Sentí mucho placer, sentí que era algo que había descubierto y que nadie más sabía, y que nadie más podría ver. Entonces lo hacía delante de mis compañeres mientras elles practicaban deporte. Luego está el miedo de ser descubierte. Porque se nos prohíbe desde muy pequeñes. Se nos enseña a pensar y crecer de una manera, y después nos cuesta entender distintas circunstancias.

MM: ¿Para ti qué sería lo prohibido, y cómo lo vinculas con la norma?
AS: Está vinculado al castigo. Pienso mucho en el castigo, esto de estar sometide por alguien que irrumpe en otre. Le docente es la autoridad vigilante que prohíbe; nos sexualizan y con su doctrina pretenden cuidarnos de nuestra intimidad. De no explorarnos a nosotres mismes, por ahí viene el miedo, la norma. Para mí, le docente es la violencia utópica reprimida de otra violencia que nos hemos inventado y que a la vez ha existido. Todes necesitamos liberarnos de ese espacio rudo, brusco y violento.

MM: Es interesante, porque cuando une es niñe puede explorar muchas formas de ser, de sentir, de gozar, y después hay un momento en que se nos enseña cómo debe ser que se suministran estos sentires. Es muy bonito cómo relatas que encontraste placer en un espacio no convencional para el mundo adulto heterosexual. Ahí la norma nos viene a enseñar, y aparece el miedo. Y del miedo al castigo. ¿Cómo han sido tus experiencias con el castigo?

AS: Tengo un corte en la palma de mi mano, mira. Que va desde aquí, hasta acá… Este corte me lo hice cuando estaba en primero de primaria. Creo que no transcribí lo que la maestra dictaba y me dio de reglazos en la mano recién vendada. Esto lo tengo muy presente, como si ella tuviera la potestad de transgredir mi cuerpo. Como si le perteneciera por ser su alumno. Eso se quedó mucho tiempo en mi cabeza. Y para poder cuidarme fantaseaba imágenes que ahora migro a la pintura. Podía volar.

Tengo recuerdos muy fuertes de haber sido golpeado por recibir la educación que se nos ha brindado, ser alguien instruido. Yo empecé a evadirme de clases, a tirar la mochila por el muro. Está muy presente le docente como autoridad, una disciplina homogénea cubierta de violencia. Y es jerárquico, porque condiciona y disciplina a través de capacidades ya estructuradas, es como la Policía. Nadie abandona la policía porque fue instruide, tiene miedo de otras posibilidades, recibe un sueldo, obedece como la mayoría en la sociedad; en la escuela desde pequeñes competimos y nos premian.

MM: ¿Y cómo escapar al castigo y encontrar lugares donde podemos ejercer el placer? Por ejemplo, tú subiéndote a ese poste, a tener una cuestión que te despertaba excitación, pero que intentabas tenerlo reservado para que no te castiguen. Encontrar esos lugares de resistencia donde el castigo, el sometimiento de la norma y la disciplina no llega a controlar el placer.

Me gustaría pensarte a ti en tu experiencia de ser policía, porque la policía también es un “agente”, una persona que tiene la potestad de castigar si alguien ha roto una norma, ¿no? ¿Cómo ha sido esa experiencia de tener la posibilidad de castigar?

AS: La policía es un agente performático, asume el poder social y moral que tiene para ejercer contra les demás. Tienen un decálogo al cual obedecer. Una vez adoctrinades con las ideas de lo bueno y lo malo, castigan y oprimen a su entorno. En la policía el castigo está ligado a la obediencia. Yo he sido el más castigado, jaja.

Ahora recuerdo a mis instructores como hienas deslenguadas, sintiendo ese placer al castigarnos, haciéndonos padecer en el entrenamiento. Ellos sienten placer al someter y el sometido reconoce ese placer de quien le somete. Se aprende una posibilidad de placer, replicando el castigo. Ese placer está muy ligado a la opresión en el día a día del policía autómata. Yo nunca puse una sanción de tránsito, lo que sí no podía evitar era estar entre las huelgas con un libro en el pecho.

MM: Hay cosas en la infancia que me provocaban placer, disfrute. Porque la norma en la infancia me permitía no ser tan disciplinado. A le niñe en la infancia se le permite vivenciar más formas del mundo, y ya cuando une va creciendo se le empieza a achacar.

La escuela como primera institución, dice: bueno, tú no puedes imaginar placer.

AS: Ahora pienso en la solidaridad condicionada… En la infancia se nos prohíbe brindar ayuda a le otre porque estamos en competencia. El conocimiento se vuelve elitista, único e irremplazable. Atesoras el conocimiento de lo que con tu esfuerzo has conseguido. Se nos extingue esa idea de solidaridad. Y con ello nos educan la culpa, es nuestro deber haber ayudado a le compañere. De ahí el beneficio como ayuda condicionada. Nos hemos olvidado que provenimos de fuentes y raíces similares. En la escuela todo va lento. Si compartiéramos no sólo lo que sabemos, estaríamos viajando y comprendiendo más rápido otras estancias. El placer de compartir y apoyar porque nada y todo nos pertenece.

MM: Se nos instruye a ser individuales. Lo individualista es muy propio de este mundo occidental capitalista. La meritocracia como un espacio en que sólo tú eres libre y las demás libertades no interesan. Y es linda esa contraposición que tú has dibujado ahora; por ejemplo, eso de pasar a une compañere conocimiento o que elle te pase, eso era placentero. Y un poco transgredir la norma del docente que es el agente que está observando y castigando al que copia, al que ayuda. Recuerdo una imagen que me mostraste, esa imagen que tienes allí de un culo pensando (indico en el meet al cuadro del fondo).

AS: Me interesa la decisión de une misme al exponerse y mostrarse. Siento que el cuerpo no está completamente arraigado al pensamiento del cerebro y el corazón, sino que cada órgano tiene un lenguaje propio, un pensamiento propio, el cuerpo nos habla. Entonces el culo para mí es un pensamiento, es un sentimiento, está vivo. Es un culo pensante de decisión, cuando se tira un pedo, cuando caga, cuando siente la necesidad de satisfacción, yo creo que va por ahí el culo que he pintado.

MM: Es fantástica tu concepción de cómo el culo y todo el cuerpo está posibilitado de construir pensamiento. Y eso me hace pensar que si todo el cuerpo construye pensares, todo el cuerpo está posibilitado a construir memoria. Si el culo piensa tiene memoria, y si tiene memoria también es posible construirle un archivo, y allí podemos pensar si estamos haciendo este recorrido de pensar la infancia como un lugar donde el deseo aparece más libremente. No solamente desde el recuerdo, sino desde otros lugares. Y ahí vuelvo a esta imagen tuya subiendo al poste, tú recuerdas desde el cuerpo, ¿sería así?

AS: Sí, recuerdo desde el cuerpo, pero nuestra memoria, nuestro archivo va más atrás de la infancia. De cómo hemos crecido con la higiene de limpiarnos el culo, por ejemplo.

MM: La memoria no es sólo un proceso mental, sino también corporal. Pues todo el cuerpo es posibilitado a construir memoria, y además no sólo es mi cuerpo individual sino parte del cuerpo social que es el que me ha ayudado a habitar este mundo.

AS: En el jardín se nos enseña a limpiarnos, a sentarnos nuevamente para aprender. Deberíamos cuestionar la higiene como la hemos aprendido. Es más fácil aborrecer y despreciar.

La memoria no es sólo un proceso mental, sino también corporal.

MM: La higiene es un dispositivo también occidental, la higiene aparece para enseñar cómo el cuerpo limpio está vinculado al cuerpo sano. Lo limpio no es cualquier cuerpo, es un cuerpo que usa ese papel, que come ciertos alimentos, que viste de ciertas formas; vuelve a ser un disciplinador del cuerpo.

 Y ahí volvemos a la infancia, pues allí es el momento donde une no entiende del todo qué es un cuerpo sucio y qué es un cuerpo limpio. Une, cuando es bebé, defeca u orina en su propio cuerpo. Pero después hay un momento en que se nos enseña que eso debe ser regulado y administrado, que debe suceder en un cuarto determinado, que une debe avisar. Eso también son normas aprendibles, pero el cuerpo de las infancias está más ambiguo de realizarlo. Une niñe se mete en el barro, a mancharse. A mí me gustaba, por ejemplo, comer tierra. Yo me solía “paspar”. No sé si allá se usa esta palabra.

AS: Creo que la tengo con otra palabra.

MM: Es como cuando juegas con mucha tierra y la piel se te parte de tanta tierra que has tocado.

AS: Acá en quechua le dicen “pispar”.

MM: Es lo mismo. Y por ahí volvemos a la memoria y a nuestras enseñanzas. Pero el paspar era sinónimo de que tú jugabas con tierra y jugar con tierra no estaba bien visto. “Los niños limpios bien” tenían sus manos muy suaves. Pero yo como jugaba con tierra y por el frío tenía mis manos, mis labios paspados. Y era porque yo exploraba la tierra y me daba placer conocer la tierra, me daba placer descubrirla. Y eso es algo que si a mí no se me hubiese dejado que me “paspe” nunca lo hubiese explorado. Y allí la norma, lo más feo que tiene es que nos imposibilita de ser de muchas formas distintas, de poder ser mucho más diverse de lo que elles piensan que está bien.

Qué bajón es no conocer la tierra, no haberse paspado o pispado.

AS: En el colegio se hablaba mal de las personas que se pispaban y que sólo eran las personas venidas del campo. Se les decía: ¿Cómo puedes tener la mano pispada, acaso no te cuidas? ¿Acaso no te quieres? Por estar jugando con la tierra te ensucias. Y en realidad une simplemente quiere agarrar la arcilla, la tierra, y jugar, corretear, tirarse en el barro, en el lodo, en el río. Te educan con la limpieza.

MM: Eso que dices al final, lo de “no te cuidas”, como si une fuera descuidado. Tú no te quieres como si une se estuviera odiando. Y lo vinculado al campo, a lo incivilizado. Y allí de nuevo lo civilizado para estar limpio, heterosexualizado, para respetar la norma, y es aburrido. Porque no ha podido experimentar la infancia que es tocar la tierra,

y que la tierra tenga tanto poder de transformar tu piel, hasta pasparla o pisparla. Eso es algo que no conocen porque siempre han sido personas limpias, niñes limpies, de memorias limpias, de padres limpios.

AS: ¡No han comido tierra! (Reímos en conjunto). Me gusta mucho la palabra paspar y pispar, yo creo que la puedo incluir en una pintura abstracta.

MM: El paspar y el pispar están muy vinculados a esas imágenes que has traído al culo y la memoria, el poste y la excitación y el pensamiento. Porque nuestras manos tienen esos elementos, porque en contacto con la tierra nuestras manos se han transformado y se ha creado un archivo, ha mutado en su forma. Y esto está vinculado a la memoria de mi piel. Pero, sobre todo, a la memoria colectiva, porque mis madres, mis abuelas y bisabuelas también saben lo que es paspar o pispar, porque también en su experiencia con la tierra y la piel les ha provocado el cambio y le han puesto ese nombre. Entonces han tenido la posibilidad de tocar la tierra, de comerla y de vivirla. Y te agradezco que la hayas provocado.

AS: En una respuesta la autonomía se rebela, se emancipa y no necesita ser consciente. Pero al ser conscientes podemos ejecutar muchas formas de la cuales nos vemos identificades y reflejades. El arte de poder recordar… Hay un germen autónomo para poder liberarnos, para construirnos y configurarnos nuevamente, yo creo en eso ahora, por eso la infancia. Provocar la memoria, personal, corporal y colectiva es una herramienta para desactivar normas de las estructuras que castigan. Les higiene-normades nunca experimentarán lo que es pisparse o pasparse, o por lo menos comer tierra (reímos).

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