19.10.2015

Turbo intensity

Una conversación con Inés Katzenstein sobre pedagogía, arte y el Programa de Artistas del Instituto Di Tella en Buenos Aires.

Departamento de Arte de noche


La intensidad “turbo”

Juan Canela: Inés, tras formarte como curadora y trabajar en distintos proyectos e instituciones, fundas en 2009 el Departamento de Arte de la Universidad Torcuato Di Tella en Buenos Aires. ¿Cómo tomas la decisión y qué te impulsa a dar el paso al ámbito pedagógico?

Inés Katzenstein: Trabajando en un museo como en el que trabajaba (MALBA en Buenos Aires) sentía, muchas veces, que estaba demasiado lejos de los procesos de pensamiento de los artistas y de las discusiones que me interesaban. El tipo de programa que se podía llevar a cabo en el museo en ese momento no parecía incluir la dimensión procesual o “conversacional” (por no decir, teórica) del arte. Esto sucedía en el orden personal, en el orden del deseo. Por otro lado, hacía años que venía hablando con la Universidad Di Tella de la necesidad de generar un proyecto educativo en Argentina, y cuando se abrió finalmente la posibilidad de llevarlo a cabo, no tuve dudas. Había demasiados agujeros en la oferta educativa para los artistas, y la posibilidad de producir un cambio en ese campo me resultó muy interesante.

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JC: Si pensamos en qué es la educación artística… ¿qué significa educar en un ámbito que a duras penas podemos definir, o cuya definición cambia según quien la enuncie? Por llevarlo al extremo, afirma Isidoro Valcárcel Medina que «el arte se puede aprender, pero no enseñar». ¿Qué significa para ti enseñar arte, y cómo sería una manera consecuente de hacerlo hoy -en un momento tan importante de cambio respecto a la transmisión de conocimiento y cómo ésta se produce, y consecuentemente en la relación maestro-estudiante?

IK: Me gustaría compartir con vos la respuesta que le envié días atrás a Lisette Lagnado, que está produciendo una publicación a partir de la pregunta de qué significa una escuela de arte libre. Lo que le escribí a Lisette, y que creo que puede responder tu pregunta, fue:

“A free school would be a space capable of producing situations and ideas for each one to explore what freedom could be. And, in the path of conquering that freedom, the school would accompany those who participate in searching for a tone of their own; a tone from which to act beyond clichés and utilitarianism. I do not have a formula for such a school, but I would recommend to always have next to your desk a paper with Eva Hesse´s statement: “that vision or concept will come through total risk, freedom, discipline”. “Commitment” would be another essential component of the experiment.”

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Te diría entonces que trabajo en educación artística con una idea de generar espacios para lo inédito. Pero comencé a hacerlo sin tener demasiada experiencia pedagógica. Más bien te diría que para pensar el programa, usé menos un saber técnico sobre educación que competencias que podríamos denominar “curatoriales”: investigué, guiada por la intuición, formas de articulación entre elementos (en este caso: artistas, teóricos, metodologías) con la idea de crear una nueva totalidad, que tenga entre sus rasgos más salientes el hecho de ser impredecible.

JC: Reflexionaba hace poco Chus Martínez en un texto a partir de su experiencia en el Institut Kunst de Basel sobre la posibilidad de crear una escuela de arte basada no en el currículo, sino en una antropología de la biosfera que aborde críticamente la obligación actual de comunicación total y contemporaneidad colectiva… ¿qué es para ti una escuela de arte, y como te planteas su futuro?

IK: Me gustaría imaginar una escuela de arte que no se rija por el currículo del arte, que se fusione con otros modos de aprendizaje y otros contenidos disciplinares, no para que el arte se disuelva o desaparezca como actividad específica sino para que se re-invente. Pero no sabría como hacerlo sola. ¡Quizás tengamos que hacerlo con Chus!

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JC: Hace un tiempo hablábamos sobre el Programa de Artistas y me contabas la idea de poner en marcha una licenciatura en Arte dentro del Di Tella…¿Cómo se estructura actualmente el actual Departamento de Arte, y qué es el Programa de Artistas?

IK: El programa principal del departamento es el llamado Programa de Artistas (que incluye un sub-programa curatorial); un área de cine que está pensada para funcionar en estado de diálogo permanente con las artes visuales; y un programa de exposiciones, conferencias y simposios abierto al público. La Licenciatura todavía es un proyecto no concretado.
El Programa de Artistas dura un año, está destinado a artistas, críticos y curadores en etapa de formación, con unas 23 vacantes en cada una de sus ediciones. Hasta ahora lo han cursado 170 participantes de Argentina y de distintos países. El Programa incluye un Seminario (o critique, o clínica) de carácter anual, y una serie de “talleres”, “cursos teóricos” y conferencias, que pueden, en su mayoría, ser cursados por personas no enroladas en el Programa. O sea que funciona como una plataforma bastante abierta.

Por su condensación temporal en un año, el Programa demanda una altísima intensidad; tiene una intensidad “turbo”, como dice una de las alumnas que participó de la primera edición del Programa, Mercedes Azpilicueta. Esta cuestión de la intensidad es táctica: se apunta a la inmersión en un clima de trabajo que en sí mismo sea una experiencia movilizadora de un tipo de entrega y concentración. Pero en medio del efecto turbina, en cada instancia del programa, en cada discusión o en cada ejercicio, se propone una “desaceleración” del tiempo, un tipo de disponibilidad y atención que funciona como una sustracción del torbellino.

JC: El contexto pedagógico en arte de Buenos Aires y Argentina es muy particular, con un componente informal muy importante, y una tradición muy característica del formato clínica. ¿Podrías hablarnos un poco del contexto, cuestiones o particularidades que trae asociada esa informalidad? ¿Y cómo se articula el Di Tella y el Programa de Artistas dentro de éste?

IK: Cuando empezamos en 2009, el panorama de la educación artística local era clarísimo: la única escuela pública de artes visuales se hallaba y aún se halla en un estado crítico, incapaz de mantener a sus alumnos hasta el final. Por otro lado, a diferencia de países como Chile o Colombia, para citar solo dos de la región, aquí ninguna universidad privada se ocupa de la formación de artistas contemporáneos con seriedad. El panorama informal que se derramaba por la ciudad como un reguero de clases y programas gestionados y dirigidos por artistas era (y sigue siendo) sorprendentemente energético, pero desde mi punto de vista está basado por lo general en una concepción efectista o manierista de la obra de arte, una idea del arte como un ente ensimismado, aislado de la posibilidad de un pensamiento sobre el mundo.

Taller Marcelo Pombo

La informalidad de este panorama producía, sin embargo, una situación que en algún punto es artísticamente positiva, que es la casi inexistencia de patrones o estándares generalizados que condicionen la producción artística, algo que muchos rescatamos como un rasgo potencialmente liberador, sobre todo si comparamos con las escenas en donde las escuelas funcionan como lo que peyorativamente se denomina una “academia”.
Teniendo esto en cuenta, la misión que le impusimos al Programa de Artistas en su etapa inicial fue la de atacar las falencias teóricas y metodológicas más graves de la formación de los artistas en un clima de trabajo que no institucionalizara la producción ni se fundamentara en ideas banales sobre profesionalismo. En fin, atraer a los artistas a un clima universitario pero sin aspirar a la erudición, proveyéndoles herramientas pero evitando lenguajes predefinidos, acompañando sus procesos de crecimiento en relación a lo institucional pero siendo deliberadamente indiferentes al tópico de la inserción en el sistema.

Taller Alberto Goldenstein

Respecto a las llamadas “clínicas de obra”, es una de las dinámicas más características de la escena local. Son situaciones de discusión colectiva alrededor de la obra de un artista-estudiante, con un profesor fijo que puede tener mayor o menor protagonismo en esa conversación, según el caso. Esta dinámica mezcla distintas tradiciones argentinas: la transferencia psicoanalítica (ese extraño “voto de confianza” por un otro en el que se vuelca el deseo), el trabajo horizontal entre artistas (que muchas veces funciona como un cierto gremialismo afectivizado), y un clima más o menos distendido de charla de café. Nosotros, en los primeros años del Programa decidimos mantenernos en esta tradición basada en la confianza grupal y tener una “clínica” como eje anual del Programa. Luego las cosas cambiarían…

Taller Matías Duville 2014 (2)

JC: Una de las cuestiones que me parecen más interesantes del Programa de Artistas es su posición extraña, como de lugar intermedio. Precisamente creo que una de sus grandes virtudes es cómo amolda o conjuga lo informal de la tradición argentina, la clínica, lo formal de la Universidad, lo local con lo internacional, la producción de obra con la reflexión teórica, o incluso artistas con curadores y críticos compartiendo espacio de aprendizaje… ¿cuál era tu idea al comienzo en torno a estas cuestiones, y como ha evolucionado? ¿En qué punto estás ahora, y como ves el futuro del proyecto?

IK: Efectivamente, en el pensamiento sobre el Programa me gusta sentir que estamos siendo una especies de equilibristas. Me interesa actuar de manera programática pero a la vez no perder receptividad. Por eso el Programa opera de forma dinámica y como una suma de diferencias, no solo en relación al tipo de profesores que convocamos, sino en torno a las plataformas desde las que les proponemos actuar. Te doy un ejemplo:

A la vez que instauramos una “clínica” de obra al estilo argentino que acabo de describir, nos interesa desarticular la figura central del profesor de la clínica y proponer situaciones decididamente experimentales que desafíen la idea de obra y de identidad, tan fuertes en las tradiciones educativas del arte. Para eso, establecimos una serie de talleres obligatorios, que son los espacios en los que siento que podemos desarrollar una verdadera investigación pedagógica, sorteando las dos metodologías más consolidadas de la educación artística actual, que son la tendencia discursiva, heredera del conceptualismo, y la tendencia técnica, heredera de la academia. Con los talleres y sus ejercicios, la idea es investigar el espacio abierto entre estas dos tendencias: un espacio relativo al pensamiento en la acción, a las ideas en la materia, a la reflexión de los cuerpos.

Seminario de Análisis de Obra 2014

Los talleres, con sus ejercicios, son entonces espacios en los que cada profesor propone modos de acción o del pensamiento basados en sus propios intereses y descubrimientos (lo que él o ella saben) pero también en sus propias intuiciones acerca de la inminencia de nuevas posibilidades sensibles (lo que no saben). Hemos tenido muchos talleres que entrenan cuestiones de percepción, otros concentrados en procesos de improvisación, otros de proyectos, algunos teórico-críticos y muchos híbridos.

Por otro lado, después de cumplir cuatro ediciones del Programa, y al percibir que el funcionamiento de la clínica tendía a producir demasiada complacencia, demasiada amistad, entendí que había que cambiar algo para desarticular ese estado de pseudo armonía acrítica. (Ese clima me encantaba, pero para las vacaciones). Así que tiramos la bomba: decidimos que los artistas deberían hacerle espacio a un grupo de estudiantes de curaduría, con quienes compartirían la clínica anual y con quienes trabajarían en la exposición final. Así que hace tres años que el Programa de Artistas aloja un grupo de 6 jóvenes curadores. Y creo que la fórmula, gracias a las fricciones que se generan, ha sido muy productiva en cuanto a su capacidad de generar un clima de trabajo a la vez colaborativo y crítico, amistoso e imbuido de manera orgánica en las tensiones inherentes al sistema del arte.

Taller Performance

JC: En este sentido, y para terminar, ¿como ves el contexto artístico en Argentina, y su relación con lo internacional? Y ¿qué papel crees que juega lo pedagógico dentro del sistema arte, y donde debería posicionarse?

IK: En relación a la primera parte de tu pregunta, los argentinos tenemos, tradicionalmente, una relación sumamente paradójica con “lo internacional”. Estamos suficientemente lejos, y tenemos un sistema del arte suficientemente precario, como para creer en un cierto grado de autonomía política respecto al mainstream internacional. Es decir, sí hay globalización mediante una escena local fuerte con una circulación de valores relativamente propios. Y a la vez sabemos que solo podemos potenciarnos por medio del diálogo con los otros. Así que esa tension es parte permanente de nuestras conversaciones, y en gran medida define muchas de nuestras posturas.

Sobre la segunda pregunta, creo que lo que llamas lo pedagógico, es decir, la escuela, debería posicionarse como una fuerza constructiva e integradora, es decir, que le de a los estudiantes las herramientas conceptuales y técnicas para producir algo que tenga la capacidad expresiva de eso que entendemos como “arte” pero a la vez ser un factor de disenso, de crítica, que dé la posibilidad de expandir el campo y de problematizarlo.

 

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