20.11.2017

Oscuridad detrás del arte: Museo Guggenheim Aguascalientes

Edgar Hernández escribe sobre el Museo Guggenheim Aguascalientes, proyecto del artista Rolando López que rescata críticamente la huella imperialista y explotadora de la familia Guggenheim en México.

1. Origen
El Museo Guggenheim Aguascalientes, de Rolando López, es un proyecto artístico que nació en 2013 como un espacio colectivo de resistencia. Un (no)lugar que existe más allá de sus limitaciones y carencias. Una serie de prácticas que se insertan en el mundo del arte a partir de colaboraciones que ocurren casi desde la invisibilidad. Un proyecto de crítica institucional que opera desde la periferia de un país periférico. Un cuerpo de obra que ha sido posible porque su presencia es imposible. Un oscuro recordatorio de que los ideales de la modernidad fallaron y que el sueño de progreso terminó siendo una máquina que destruyó todo lo que se encontró en el camino.
La obra de Rolando López (Aguascalientes, 1978) tiene como origen el Cerro de la Grasa, un depósito de desperdicios tóxicos industriales que ocupan alrededor de diez hectáreas de la ciudad de Aguascalientes y que es el legado tóxico que dejó hace 100 años la Gran Fundición Central Mexicana (1894-1924), propiedad del filántropo y coleccionista Solomon Robert Guggenheim (1861-1949). El empresario estadounidense instaló a finales del siglo XIX su fundición en el bajío mexicano gracias a que firmó un lucrativo contrato con el entonces gobernador del Estado, Alejandro Vázquez del Mercado, quien no sólo le regaló los terrenos, sino que lo exentó de casi todo pago de impuestos, bajo la promesa de que la hacienda metalúrgica traería progreso y prosperidad económica a la región, muy en la línea de la política de la época impulsada por el entonces presidente Porfirio Díaz.

El tan anhelado progreso no llegó a Aguascalientes y en la actualidad no queda prácticamente registro de la hacienda minera, más allá de las toneladas de desechos tóxicos industriales que permanecen a cielo abierto dentro de la capital aguascalentense. El Museo Guggenheim Aguascalientes saca a la luz ese nocivo legado que el coleccionista estadounidense dejó en México, pero revestido con el mismo halo que hoy define a la maquinaria cultural y financiera que la Solomon R. Guggenheim Foundation ha logrado imponer desde mediados del siglo XX, a través de su lucrativa franquicia de museos que operan en Nueva York, Bilbao, Venecia y, próximamente, Abu Dhabi. En este punto vale la pena recordar las dos sedes en Guadalajara (2009) y Helsinki (2016) que fueron aprobadas por la fundación, pero que tuvieron que ser canceladas por problemas económicos y/o por el rechazo de la comunidad local.
Mientras la Fundación Guggenheim se promociona alrededor del mundo como una institución “comprometida con la innovación mediante la recopilación, preservación e interpretación del arte moderno y contemporáneo”, el Museo Guggenheim Aguascalientes señala los efectos nocivos que dejó la empresa metalúrgica de la familia Guggenheim en nuestro país.
Rolando López materializa su museo mediante un programa arquitectónico que ofrece una elaborada visualización del utópico recinto con planos, proyecciones y maquetas, que se exhiben bajo los mismos parámetros que la Fundación Guggenheim aplica en cada una de sus nuevas y extravagantes sedes. Sin embargo, la diferencia radica en que el Museo Guggenheim Aguascalientes no tiene como eje el lujo ni el diseño, sino lo sucio, nocivo y contaminado. Un tóxico y oscuro museo que critica y pone en crisis la estructura hegemónica con la cual la Fundación Guggenheim ha logrado consolidar su dominación cultural, que de acuerdo a su reporte financiero de 2016 tiene activos por 172 millones 577 mil 842 dólares.

2. Contrato
El Museo Guggenheim Aguascalientes tiene como origen un contrato que Rolando López encontró en el Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes, el cual fue firmado por el empresario estadounidense Solomon R. Guggenheim y el entonces gobernador Alejandro Vázquez del Mercado para instalar una hacienda metalúrgica.
Dicho documento revela de forma fría y elocuente los privilegios y condiciones abusivas que había detrás del supuesto proyecto de desarrollo económico que promovía el Porfiriato bajo una fachada de ideales positivistas de orden y progreso, pero que en realidad servían como justificante del expolio y explotación que existía, y aún existe, detrás de la inversión extranjera en México y en prácticamente cualquier país periférico.
El contrato entre Guggenheim y Vázquez del Mercado fue firmado el 12 de abril de 1894. De acuerdo con el documento, Solomon Guggenheim también era en esos años presidente de la Gran Fundición Nacional Mexicana de Monterrey, Nuevo León, y para expandir su industria minera creó en Aguascalientes la Gran Fundición Central Mexicana, que operó de 1894 a 1924. A cambio de un depósito de cuatro mil pesos de la época y una inversión en infraestructura de 200 mil pesos, Solomon Guggenheim tenía autorización para un beneficio dentro de la hacienda minera de ciento ochenta toneladas diarias, las cuales recibían exenciones de impuestos por 20 años y además tenían la posibilidad de recibir gratuitamente cualquier predio o recurso natural propiedad del Estado. Este tipo de beneficios a la inversión extranjera adquiere relevancia en la actualidad ya que el estado de Aguascalientes ha promovido una serie de ingenios automovilísticos que se fundan bajo principios muy similares. La sobre explotación de los recursos naturales y humanos y la afectación ambiental y social que hace un siglo tuvo la industria minera, ahora es replicada por las armadoras trasnacionales de autos.
Solomon Guggenheim, de acuerdo al artículo 5 de dicho contrato, podía instalar Tiendas de Raya, que era un mecanismo adicional de explotación de los obreros, ya que los productos básicos que vendían (comestibles, aguardiente, ropa y calzado) excedían por mucho sus ingresos y generaban una deuda que crecía de forma exponencial, al grado de que si el obrero no la podía pagar en vida era heredada a sus hijos o familiares, lo cual ha sido considerado como un tipo de esclavitud moderna, pues generaba una servidumbre por deudas.
El artículo 7 expresamente señala que Guggenheim podía disponer de cualquier terreno propiedad del Estado para el establecimiento de la fundición, sus edificios obras y dependencias. El artículo 8 plantea lo mismo, pero para el uso indiscriminado de agua, así como de cualquier tipo de recurso natural que pudiera recibir gratuitamente o, cuando fuera propiedad privada, estaba facultado para pedir su expropiación. Esto explica, por ejemplo, que a raíz de la instalación de la hacienda minera el río San Pedro perdió prácticamente todo su caudal en Aguascalientes. El artículo 15 del contrato es de una actualidad ejemplar, ya que planteaba como una de las contraprestaciones de la hacienda minera que recibiera como trabajadores a los alumnos que fueran egresados de las escuelas del Estado. Este mismo fenómeno se vive en la actualidad, ya que las universidades públicas en Aguascalientes han perfilado su programa académico para promover las carreras técnicas que puedan proveer de trabajadores a las armadoras de autos instaladas en el estado, en decremento de carreras de corte social o humanístico.

3. Apropiación
Rolando López desarrolló el Museo Guggenheim Aguascalientes para abusar en todos los niveles de una de las instituciones que más han definido el desarrollo del arte moderno y contemporáneo: la institución llamada museo. Bajo esta línea de producción, López lleva al límite conceptos como colección, patrimonio, memoria, diseño arquitectónico, institucionalización, comunidad, registro de marca y programa curatorial para crear un cuerpo de obra que deliberadamente va en contra de todos los ideales estéticos y artísticos que promueven desde hace más de un siglo los museos modernos y contemporáneos.
Utilizando los mismos mecanismos de propaganda que en la actualidad, explota la Fundación Guggenheim para posicionar su marca y campo de influencia alrededor del mundo (copiando incluso la tipografía que distingue a la marca Guggenheim). Mediante ostentosos proyectos arquitectónicos que producen importantes efectos gentrificadores en las ciudades donde se instalan (el arquetipo de esta operación fue el Guggenheim Bilbao), el Museo Guggenheim Aguascalientes desarrolló en principio un viable (aunque imposible) programa arquitectónico que se materializó en planos, renders, maquetas y proyecciones tridimensionales que exploran todas las posibilidades que ofrece la idea de construir un museo en el Cerro de la Grasa, el cual estaría edificado con los mismos desechos tóxicos industriales que han permanecido durante un siglo en Aguascalientes desde que cerró la hacienda minera de la familia Guggenheim.
López se apropió de todo el dispositivo expositivo que de forma reiterativa utilizan las muestras de arquitectura para demostrar que su utópico museo resultaba factible en términos de su construcción, ya que el proyecto partía de un diseño que tenía como columna una serie de contrafuertes que permitían la elevación de los muros a partir de una técnica constructiva muy recurrida en esa zona del Bajío mexicano, que es la de colocar piedra sobre piedra para levantar los muros de las casas.
Una peculiaridad que define a este museo es que rompe con todo anhelo modernista de erigir grandes edificios que muestren su poder a través de su peso y altura y, por el contrario, el Museo Guggenheim Aguascalientes se hunde en el Cerro de la Grasa como si se tratara de una mina. El legado tóxico se presentaría no en forma de cubo blanco, sino en una suerte de caverna flanqueada por paredes negras y contaminadas. A la par del utópico proyecto arquitectónico, López ha desarrollado un permanente programa de actividades que ocurren dentro o en los alrededores del Cerro de la Grasa para “aprovechar” el sucio legado que el filántropo Solomon Guggenheim dejó en Aguascalientes. Dentro de las actividades destaca lo mismo conciertos (Himno de los durmientes), desfiles de modas (Porfiados), performance (Under the Same Sun), talleres de escritura (Taller básico de microhistorias) y exposiciones de pintura (Escenarios para una piedra), que siempre han tenido como telón de fondo las diez hectáreas de desechos tóxicos industriales. Dentro del programa del museo, López ha invitado a diversos artistas contemporáneos (Daniel Monroy, Néstor Jiménez, Omar Fraire, Axel Flores, Pilar Ramos y Argel Camacho) a realizar intervenciones y “residencias” en Aguascalientes para producir piezas a partir de los desechos tóxicos industriales.
Como estructura de trabajo, López ha explorado todo el espectro de producción que acompaña a un museo, para poner en crisis los sistemas de legitimación que generan dichas instituciones. Para ello también ha creado alianzas con instituciones “tradicionales” (Artpace San Antonio, Museo de la Ciudad de Querétaro, Universidad Autónoma Metropolitana y Wesleyan University) que legitiman su operación, al mismo tiempo que son cuestionadas.
El ejercicio de memoria histórica a partir de procesos críticos que cuestionan los esquemas de poder dentro del campo del arte contemporáneo son explotados siempre bajo el principio de hacer arte con una economía de recursos, la cual siempre determina la producción cultural desde la periferia. En ese sentido, los desechos tóxicos industriales que dejó Solomon Guggenheim en Aguascalientes son la metáfora precisa para narrar los esquemas de producción desde la realidad que impone una hegemonía cultural marcada por el capitalismo global.

4. Virtual
Partiendo de los datos históricos que Rolando López encontró en archivos públicos en Aguascalientes y de información que la propia Fundación Guggenheim difunde sobre la formación de su colección, es posible conectar la operación de la Gran Fundición Central Mexicana (1894-1924) con el momento en que Solomon Robert Guggenheim comenzó a coleccionar en Nueva York.
De acuerdo con la Fundación Guggenheim fue en el año 1929 (cinco años después de que Solomon cerró su hacienda minera en Aguascalientes) que inició a comprar su gran colección de obra abstracta de Wassily Kandinsky (1866-1944), misma que en la actualidad se ha vuelto el icono de la fundación neoyorquina.
Es claro que el empresario estadounidense nunca llevó el tan anhelado progreso y prosperidad económica que prometió a su arribo a Aguascalientes, pero resulta lógico que las ganancias que generó durante tres décadas la Gran Fundición Central Mexicana le dieron el capital suficiente para crear una de las mayores colecciones de arte moderno.
Es paradójico que el más importante acervo de Kandinsky, un artista que desarrolló toda una teoría de lo espiritual en el arte, se halla amasado gracias al expolio y sobreexplotación de los recursos naturales y humanos que un empresario minero estadounidense realizó dentro de una perdida ciudad del bajío mexicano. Para López esta conexión entre Aguascalientes y Kandinsky, vía los Guggenheim, se vuelve crucial para entender su propio contexto y su presencia como artista de arte contemporáneo. Es por ello que como una capa adicional a su proyecto propone un ejercicio de (des)memoria colectiva y desarrolla un territorio virtual del Museo Guggenheim Aguascalientes a partir de una plataforma de realidad virtual (similar a Second Life, ese mundo virtual donde el usuario interactúa a través de un personaje llamado avatar) que recrea en internet el museo diseñado por López, que de forma casi natural debía inaugurarse con una gran muestra retrospectiva de Kandinsky.

En 2016 se puso en línea la exposición Paisaje con chimenea de la fábrica en la versión virtual del Museo Guggenheim Aguascalientes, que reúne 30 obras de Wassily Kandinsky, las cuales la Solomon Guggenheim Foundation difunde libremente en su sitio web.
López tomó sin autorización dichas imágenes de la colección de Kandinsky para apropiarse del esquema de difusión de la marca Guggenheim, y así llamar la atención sobre el ejercicio de poder que actualmente ejercen las grandes franquicias culturales a nivel internacional, imponiendo de forma global un canon del arte. Pero también el artista se inclinó por apropiarse de este artista a partir de que la propia obra de Kandinsky genera un fortuito y contundente puente entre su obra y la Gran Fundición Central Mexicana, a través de una de sus pinturas tempranas Paisaje con chimenea de la fábrica (1910), que aún no estaba ejecutada dentro de la línea abstracta que le daría circulación internacional, pero que se convirtió en el perfecto corolario de la muestra.
Una segunda obra, Santa Francisca (1911), coincide con el nombre de una de las minas que Solomon Guggenheim explotó en Aguascalientes. No hay muchas referencias sobre el tema concreto al cual aludió Kandinsky, pero en el contexto del territorio virtual del Museo Guggenheim Aguascalientes su inclusión tiene un giro poético y, sin duda, espiritual.
El resto de las obras seleccionadas corresponden a su periodo abstracto que desarrolló tras su residencia en la Bauhaus, pero más importante aún, que coincide con la época en que Solomon Guggenheim inició a coleccionarlo y a difundirlo en el mundo. El robo-apropiación-abuso-explotación-recuperación de la herencia de los Guggenheim es para López su mayor apuesta, responsabilidad y legado crítico.

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