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EDICION 18

01.06.2020

No nos hemos ido: apuntes feministas de lo impensable

Partiendo de la silenciación de las movilizaciones feministas en México debido a la contingencia sanitaria, la artista y activista Lorena Wolffer y la investigadora Ana Gabriela García insisten en la urgencia de la organización colectiva y el ejercicio de micropolíticas para desarticular las dinámicas heteropatriarcales de la rechazada "nueva normalidad".

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María Ruiz, La Asamblea Separatista de Mujeres Organizadas de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) entregó este 22 de mayo al Consejo Técnico las instalaciones donde mantuvieron un paro. Las estudiantes lograron 12 de sus 14 exigencias en contra de la violencia de género. Imagen cortesía de la fotógrafa Imaginemos que estamos viendo una cinta de VHS, presionamos el botón de rewind y luego play. Es 6 de mayo, tras la pregunta de una periodista por cómo se evalúa el aumento de llamadas relacionadas a la denuncia de violencia contra las mujeres durante el periodo de confinamiento en México por la contingencia sanitaria, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, asegura que dichas cifras no han sufrido ningún aumento. Contrario a lo que varios datos públicos disponibles y refugios para mujeres víctimas de violencia han reflejado —en donde, en efecto, las cifras crecen exponencialmente—, el presidente afirma que los parámetros no pueden homologarse, pues la familia mexicana goza de fraternidad, la cual exime a las mujeres de sufrir cualquier tipo de violencia en sus propios hogares. Rewind de nuevo, y luego play. Es 5 de abril, durante el informe trimestral del presidente, no se hace mínima referencia a la violencia de género —que con o sin crisis sanitaria, aumenta día con día, y que ante el presente es más latente. Del mismo modo, tampoco se enuncian las manifestaciones por el Día de las Mujeres que tuvieron lugar el mes pasado. Un rewind más, play. Es 8 de marzo, millones de mujeres salen a las calles a marchar por el Día de las Mujeres. Con una participación histórica, las calles de varias ciudades en México son tomadas para denunciar al Estado feminicida. Los números oficiales de la participación de aquel día no se sienten como los reales.[1] Al día siguiente, el 9 de marzo, se lleva a cabo el Paro Nacional de Mujeres, para manifestar —ahora desde la ausencia— el hastío ante el panorama de violencia que las mujeres experimentamos día con día. Una semana después, comienzan las medidas preventivas de confinamiento frente a la pandemia de COVID-19. Ana Gabriela García: Estos tres momentos han tenido lugar en un lapso muy breve de tiempo. En medio de la crisis sanitaria, pienso mucho en las afectaciones dentro de la fuerza laboral de las mujeres y en la precarización que éstas perpetúan. Paralelamente, en medio de lo que vivimos, persiste otra problemática por más inquietante: los feminicidios. Ante este clima de invisibilidad de la violencia, aunado al exacerbado uso del espacio público online, ¿cuáles son las estrategias feministas con las cuales podemos reaccionar de manera efectiva al presente? Lorena Wolffer: En un país como México, con el nivel de pobreza que existe y donde no hay reservas que puedan utilizarse para la contingencia, el plan del gobierno hasta ahora es tomar del gasto corriente para atender la crisis. Es una medida francamente cuestionable, sobre todo cuando se pretende seguir adelante con los mega proyectos del presidente que claramente no son prioritarios —desde el Tren Maya y el aeropuerto hasta las refinerías; además, en el plano cultural, del proyecto de Los Pinos y el Bosque de Chapultepec.[2] Ante el impacto diferenciado que la pandemia tiene en las mujeres, esperaríamos políticas de atención y programas de emergencia para nosotras. Pero la mitad de la población no somos prioridad para la administración del país en el que vivimos; donde —antes del COVID-19— se cometen de 10 a 11 feminicidios al día y la corrupción y la impunidad, delega la responsabilidad del bienestar de las niñas, jóvenas y mujeres siempre en la sociedad civil.

Parafraseando a la literata boliviana Liliana Colanzi, los feminismos se articulan desde una imaginación radical misma que, al friccionar lo privado con lo público, cambia el sentido común de nuestro tiempo. En pocas palabras, aceptan el desafío de replantearse todo, de imaginar otra cosa.

Eso, en el confinamiento, se vuelve imposible. Todo es muy volátil, pero hay espacios de posibilidad que se abren. Hay iniciativas como la de Casa de las Muñecas Tiresias de Kenya Cuevas y de la comunidad trans* que la acompaña, así como de otras compañeras que se organizan para llevar comida y despensas a diferentes comunidades, o colegas que han ayudado a mujeres que viven violencias en sus casas. Iniciativas que ponen en riesgo a quienes las implementan. En contraste, las políticas actuales incluyen recortes presupuestales para las organizaciones de la sociedad civil, empezando por los refugios para mujeres y las guarderías; en donde también la capacidad se ve rebasada. Otro ejemplo de posibilidad es el nombramiento de Sayuri Herrera, una de las abogadas de Lesvy,[3] al frente de la Fiscalía de feminicidios; habrá que ver que se le permita trabajar en forma en una ciudad con un sistema de procuración de justicia deficiente, omiso y corrupto. A pesar de todo, no existe la infraestructura que permita tener gran alcance. Aunado a esto, las ideas que el presidente pregona sobre la familia son inconcebibles porque, si algo sabemos, es que ésa es la cuna de las violencias contra las mujeres. Se trata de un círculo vicioso monumental: desde los feminicidios hasta el trabajo no remunerado invisibilizado que pone a las mujeres en una situación de riesgo en el entrecruce de la exigencia a trabajar desde casa y seguir con una vida laboral productiva, ésa que sí se reconoce. Nora Hinojo, Colectiva "Invisibles somos visibles" de Ecatepec cierra las protestas del 8 de marzo en Nezahualcóyotl, Estado de México con un performance sobre violencia de género. Ciudad Nezahualcóyotl, 8 de marzo de 2020. Imagen cortesía de la fotógrafa AGG: Pienso mucho en estos espacios de posibilidad, como los llamas. Estos gestos locales recuerdan ese accionamiento desde lo impensable, factor urgente a tener en la mira. Parafraseando a la literata boliviana Liliana Colanzi, los feminismos se articulan desde una imaginación radical misma que, al friccionar lo privado con lo público, cambia el sentido común de nuestro tiempo. En pocas palabras, aceptan el desafío de replantearse todo, de imaginar otra cosa. Las lógicas patriarcales con las cuales hemos habitado el mundo y optado por formas de vida se encuentran cada vez más desgastadas. En medio de este panorama incierto, mismo que nos obliga desde sus estructuras capitalistas a producir más ante el supuesto desaceleramiento, ¿hacia dónde apunta lo impensable, desde los feminismos, hoy? ¿Acaso las prácticas artístico-políticas tendrán, dentro de sus mecanismos de socialización, la posibilidad de re-articular o trazar, al menos a nivel especulativo, otras rutas en términos de organización colectiva para un nofuturo más justo?

[...]un país en donde la política claramente no sólo no considera a las mujeres, sino que está abiertamente en contra de nuestros derechos. No hay una omisión, hay un enunciado, y éste es: la vida de las mujeres y su bienestar no importan, y se opera en consecuencia.

LW: Un terreno de acción invisible es señalar realmente qué está implicando esta pandemia más allá de la enfermedad y sus cifras: ese análisis de lo que significa para México en términos económicos, políticos y sociales de acceso a vidas dignas. Operamos en emergencia; por ahora, buena parte de lo que está ocurriendo es más reactivo que activo. Sin embargo, re-imaginar radicalmente cómo nos posicionamos ante el entorno, repensar el género, sus mandatos y ordenamientos ahora —y desde las prácticas artístico-políticas— es clave. Lo que estaba antes no sólo no desaparece ni se suspende, sino que se acelera y acrecienta especialmente porque sucede en los terrenos de lo doméstico. Para mí, aquí hay algo alucinante: el regreso de las mujeres a la casa. Parece una frase sencilla, pero es brutal y sus implicaciones, terribles. En lo que se refiere al reconocimiento del trabajo de las mujeres y a las violencias que contra nosotras se ejercen, pensar en medidas sostenidas que produzcan un cambio verdadero a mayor escala, que no sea el individual y el local inmediato, es complicado. Enmarcado esto en un país en donde la política claramente no sólo no considera a las mujeres, sino que está abiertamente en contra de nuestros derechos. No hay una omisión, hay un enunciado, y éste es: la vida de las mujeres y su bienestar no importan, y se opera en consecuencia. AGG: Desde las prácticas artísticas y los activismos, tu trabajo se ha encontrado en un constante diálogo con el presente. Actualmente desarrollas Historias propias <desde casa>, que es un llamado a mujeres de todas las edades a compartir sus experiencias en el confinamiento desde casa, ya sea por medio de imágenes o textos. Este trabajo apunta dos cosas desde la colectividad: primero, al reconocimiento de los espacios privados que asumimos nos acogen; y segundo, al enunciamiento de lo que, en casa, nos violenta.[4] Todo esto para ser compartido en el plano digital. Desde la participatividad, se activa la urgencia por compartir lo común. ¿Cuáles son las potencias que encuentras en ello, sobretodo en relación a tu práctica artístico-política? LW: Estoy trabajando en el proyecto desde el inicio del confinamiento. Creo que funciona para hacer visible el adentro, y para transformar eso que nos sucede de manera individual y subjetiva al interior de la casa, como un enunciado político hacia afuera.[5] Mirar hacia adentro, en este país, es un ejercicio complicado. Creo que la incidencia de este tipo de proyectos será siempre delimitada. ¿Qué significa hacer visible? ¿Para quién y en qué condiciones? ¿Importa cuántas personas ven el proyecto o se trata sólo de exponer o difundirlo porque tiene una función de reparación o reconocimiento para las participantes? "Los espacios de Susana", del proyecto Historias propias <desde casa> de Lorena Wolffer Andrea Medina, amiga y colega abogada, y yo hablamos mucho sobre qué fue 9M. Por un lado, fue una huelga internacional que se viene realizando desde hace cuatro años —con la que nosotras comulgamos. Por otro, se trataba de un día sin mujeres, que cuestionamos mucho por las implicaciones de ser más invisibles de lo que ya somos. ¿Quién hubiera imaginado que ese 9M iba a durar 4 meses, que el 9M se iba a extender en el tiempo al grado que aún no hemos podido salir de nuestras casas? Creo que la resistencia al interior de la casa es complicada porque no es un lugar seguro para muchas. Resistir a las dinámicas heteropatriarcales de la casa entraña una labor de desaprendizaje y reprogramación de todas las personas que comparten un mismo techo. Para quienes la casa no es un sitio peligroso y tenemos acceso al mundo digital las posibilidades se suscitan alrededor de plantear una forma distinta de futuro: en vez de pensar en el crecimiento permanente desde la lógica del capital, apostar por una lógica del decrecimiento. Eso creo que se puede hacer con presión, adhesión, pronunciamientos, posicionamientos políticos. La apuesta es por ejercicios de resistencia y desobediencia que inviten a mirarse y a discutirse, sea cual sea su alcance. AG: Justo hacia ello apunta la siguiente pregunta. Junto con María Minera y José Antonio Cordero, has convocado a la formación del Frente Amplio de Trabajadorxs del Arte y la Cultura en México.[6] Aunado a ello, me comentabas que junto con otras colegas han conformado un Gabinete Feminista. ¿De qué manera podemos tomar este quiebre del sistema como un punto de partida para generar otro tipo de políticas culturales que apunten hacia lógicas anti-patriarcales? ¿Será posible una organización gremial que desarticule las lógicas normativas del Estado? LW: Como ejercicio, el Frente es interesante porque sólo es posible en este momento y de cara a esta realidad. La hemos entendido como una entidad fluida, en permanente construcción y que surgió tan fácil como podría desaparecer mañana. El planteamiento es sencillo: estamos ante una emergencia porque, en medio de la pandemia, los fondos para el arte y la cultura, de por sí insuficientes, se están recortando. Aunque la viabilidad y pertinencia del FONCA se habían discutido en otros momentos, erradicarlo en este momento es inconcebible. No se puede entender más que como una medida de autoritarismo, que además es ilegal y entraña una serie de irregularidades.[7] México, en efecto, está conformado por sistemas e instituciones con una larga tradición de corrupción, pero en vez de erradicarla donde y cuando existe, la estrategia está siendo desaparecerlo todo. El Frente se basa en la mutualidad, la preocupación compartida: estamos personas dramáticamente diferentes, que creemos y nos posicionamos políticamente de maneras distintas, pero nos hemos reunido en este momento para responder a temas puntuales alrededor del acceso de las personas que laboramos en el arte y la cultura, a trabajos dignos, justos, reconocidos y remunerados. La Secretaría de Cultura insiste en que se mantienen los presupuestos y programas, pero la pregunta sigue siendo cómo. Seguimos con muchas interrogantes y el Frente continuará trabajando mientras sigan existiendo preocupaciones en común. ERRE.S, Buenas nuevas, 2020. Óleo y acrílico sobre tela. Imagen cortesía de la artista Por otro lado, desde el Gabinete Feminista, partiendo de la realidad de las mujeres en México, estamos trabajando colectivamente para señalar irregularidades en el discurso y actuación del gobierno, formular preguntas que lleven a una rendición de cuentas real, y lanzar propuestas concretas y realizables. Más que pensar en tener una incidencia, buscamos generar posicionamientos al poner sobre la mesa información que quizá mucha gente no tiene presente.[8] Lxs artistas, las feministas, las organizaciones de la sociedad civil, las personas con discapacidades, entre otrxs, de pronto nos hemos convertido en lxs enemigxs públicxs del nuevo régimen a partir de la lógica dicotómica y simplista de bueno/malo. Lo que pretendemos hacer desde esta organización es ir señalando ciertas injusticias que desde los feminismos nos parece indispensable abordar. Creo que el territorio de acción ahora es el de posicionarse y el de presionar, acaso, para que estos grupos —que de pronto están siendo ignorados o relegados a la inexistencia y a la falta total de reconocimiento— hagan frente a las políticas del Estado que nos violentan. Insisto, lo que podemos hacer ahora es organizarnos para seguir procurando una sociedad más justa para las mujeres y los cuerpos feminizados, en la que ser reconozca al arte y a la cultura como herramientas cardinales para entender e imaginar el mundo. AGG: Me gusta pensar en la inestabilidad y las potencias de la incertidumbre. Si el futuro es una emboscada —en donde las lógicas del heteropatriarcado regulan el curso de nuestrxs cuerpxs y experiencias de vida en aras de un desgastado progreso—, creo que sería muy bueno pensar colectivamente en las acciones detonadas en el presente por parte de los trans*/feminismos y que siempre apuntan a articular posibilidades, ¿qué resta para articular discursos y haceres políticos desde y para el sector cultural que se desprendan de los paradigmas que hasta ahora hemos reproducido? LW: Las feministas nunca habíamos tenido mayor visibilidad como durante los primeros días de marzo. Nuestros planteamientos —principalmente, nuestra indignación frente a la ola de feminicidios en ascenso— eran el tema antes del confinamiento. Habíamos logrado ponerlo al centro de la conversación nacional, estábamos tomando las tribunas y las calles, estábamos por todas partes, y de pronto llegó el COVID-19 y la emergencia fue otra. En este momento, si bien el énfasis claramente está en contener el número de quienes entren en estados críticos o puedan morir por COVID-19, hay que recordar que todas las demás emergencias no se fueron a ningún lado: las violencias continúan. No nos hemos ido. Insisto en pensar que éste puede ser un momento de radical transformación, aunque nuestra realidad nos diga lo contrario.

Partiendo de la silenciación de las movilizaciones feministas en México debido a la contingencia sanitaria, la artista y activista Lorena Wolffer y la investigadora Ana Gabriela García insisten en la urgencia de la organización colectiva y el ejercicio de micropolíticas para desarticular las dinámicas heteropatriarcales de la rechazada "nueva normalidad".

María Ruiz, La Asamblea Separatista de Mujeres Organizadas de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) entregó este 22 de mayo al Consejo Técnico las instalaciones donde mantuvieron un paro. Las estudiantes lograron 12 de sus 14 exigencias en contra de la violencia de género. Imagen cortesía de la fotógrafa Imaginemos que estamos viendo una cinta de VHS, presionamos el botón de rewind y luego play. Es 6 de mayo, tras la pregunta de una periodista por cómo se evalúa el aumento de llamadas relacionadas a la denuncia de violencia contra las mujeres durante el periodo de confinamiento en México por la contingencia sanitaria, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, asegura que dichas cifras no han sufrido ningún aumento. Contrario a lo que varios datos públicos disponibles y refugios para mujeres víctimas de violencia han reflejado —en donde, en efecto, las cifras crecen exponencialmente—, el presidente afirma que los parámetros no pueden homologarse, pues la familia mexicana goza de fraternidad, la cual exime a las mujeres de sufrir cualquier tipo de violencia en sus propios hogares. Rewind de nuevo, y luego play. Es 5 de abril, durante el informe trimestral del presidente, no se hace mínima referencia a la violencia de género —que con o sin crisis sanitaria, aumenta día con día, y que ante el presente es más latente. Del mismo modo, tampoco se enuncian las manifestaciones por el Día de las Mujeres que tuvieron lugar el mes pasado. Un rewind más, play. Es 8 de marzo, millones de mujeres salen a las calles a marchar por el Día de las Mujeres. Con una participación histórica, las calles de varias ciudades en México son tomadas para denunciar al Estado feminicida. Los números oficiales de la participación de aquel día no se sienten como los reales.[1] Al día siguiente, el 9 de marzo, se lleva a cabo el Paro Nacional de Mujeres, para manifestar —ahora desde la ausencia— el hastío ante el panorama de violencia que las mujeres experimentamos día con día. Una semana después, comienzan las medidas preventivas de confinamiento frente a la pandemia de COVID-19. Ana Gabriela García: Estos tres momentos han tenido lugar en un lapso muy breve de tiempo. En medio de la crisis sanitaria, pienso mucho en las afectaciones dentro de la fuerza laboral de las mujeres y en la precarización que éstas perpetúan. Paralelamente, en medio de lo que vivimos, persiste otra problemática por más inquietante: los feminicidios. Ante este clima de invisibilidad de la violencia, aunado al exacerbado uso del espacio público online, ¿cuáles son las estrategias feministas con las cuales podemos reaccionar de manera efectiva al presente? Lorena Wolffer: En un país como México, con el nivel de pobreza que existe y donde no hay reservas que puedan utilizarse para la contingencia, el plan del gobierno hasta ahora es tomar del gasto corriente para atender la crisis. Es una medida francamente cuestionable, sobre todo cuando se pretende seguir adelante con los mega proyectos del presidente que claramente no son prioritarios —desde el Tren Maya y el aeropuerto hasta las refinerías; además, en el plano cultural, del proyecto de Los Pinos y el Bosque de Chapultepec.[2] Ante el impacto diferenciado que la pandemia tiene en las mujeres, esperaríamos políticas de atención y programas de emergencia para nosotras. Pero la mitad de la población no somos prioridad para la administración del país en el que vivimos; donde —antes del COVID-19— se cometen de 10 a 11 feminicidios al día y la corrupción y la impunidad, delega la responsabilidad del bienestar de las niñas, jóvenas y mujeres siempre en la sociedad civil.

Parafraseando a la literata boliviana Liliana Colanzi, los feminismos se articulan desde una imaginación radical misma que, al friccionar lo privado con lo público, cambia el sentido común de nuestro tiempo. En pocas palabras, aceptan el desafío de replantearse todo, de imaginar otra cosa.

Eso, en el confinamiento, se vuelve imposible. Todo es muy volátil, pero hay espacios de posibilidad que se abren. Hay iniciativas como la de Casa de las Muñecas Tiresias de Kenya Cuevas y de la comunidad trans* que la acompaña, así como de otras compañeras que se organizan para llevar comida y despensas a diferentes comunidades, o colegas que han ayudado a mujeres que viven violencias en sus casas. Iniciativas que ponen en riesgo a quienes las implementan. En contraste, las políticas actuales incluyen recortes presupuestales para las organizaciones de la sociedad civil, empezando por los refugios para mujeres y las guarderías; en donde también la capacidad se ve rebasada. Otro ejemplo de posibilidad es el nombramiento de Sayuri Herrera, una de las abogadas de Lesvy,[3] al frente de la Fiscalía de feminicidios; habrá que ver que se le permita trabajar en forma en una ciudad con un sistema de procuración de justicia deficiente, omiso y corrupto. A pesar de todo, no existe la infraestructura que permita tener gran alcance. Aunado a esto, las ideas que el presidente pregona sobre la familia son inconcebibles porque, si algo sabemos, es que ésa es la cuna de las violencias contra las mujeres. Se trata de un círculo vicioso monumental: desde los feminicidios hasta el trabajo no remunerado invisibilizado que pone a las mujeres en una situación de riesgo en el entrecruce de la exigencia a trabajar desde casa y seguir con una vida laboral productiva, ésa que sí se reconoce. Nora Hinojo, Colectiva "Invisibles somos visibles" de Ecatepec cierra las protestas del 8 de marzo en Nezahualcóyotl, Estado de México con un performance sobre violencia de género. Ciudad Nezahualcóyotl, 8 de marzo de 2020. Imagen cortesía de la fotógrafa AGG: Pienso mucho en estos espacios de posibilidad, como los llamas. Estos gestos locales recuerdan ese accionamiento desde lo impensable, factor urgente a tener en la mira. Parafraseando a la literata boliviana Liliana Colanzi, los feminismos se articulan desde una imaginación radical misma que, al friccionar lo privado con lo público, cambia el sentido común de nuestro tiempo. En pocas palabras, aceptan el desafío de replantearse todo, de imaginar otra cosa. Las lógicas patriarcales con las cuales hemos habitado el mundo y optado por formas de vida se encuentran cada vez más desgastadas. En medio de este panorama incierto, mismo que nos obliga desde sus estructuras capitalistas a producir más ante el supuesto desaceleramiento, ¿hacia dónde apunta lo impensable, desde los feminismos, hoy? ¿Acaso las prácticas artístico-políticas tendrán, dentro de sus mecanismos de socialización, la posibilidad de re-articular o trazar, al menos a nivel especulativo, otras rutas en términos de organización colectiva para un nofuturo más justo?

[...]un país en donde la política claramente no sólo no considera a las mujeres, sino que está abiertamente en contra de nuestros derechos. No hay una omisión, hay un enunciado, y éste es: la vida de las mujeres y su bienestar no importan, y se opera en consecuencia.

LW: Un terreno de acción invisible es señalar realmente qué está implicando esta pandemia más allá de la enfermedad y sus cifras: ese análisis de lo que significa para México en términos económicos, políticos y sociales de acceso a vidas dignas. Operamos en emergencia; por ahora, buena parte de lo que está ocurriendo es más reactivo que activo. Sin embargo, re-imaginar radicalmente cómo nos posicionamos ante el entorno, repensar el género, sus mandatos y ordenamientos ahora —y desde las prácticas artístico-políticas— es clave. Lo que estaba antes no sólo no desaparece ni se suspende, sino que se acelera y acrecienta especialmente porque sucede en los terrenos de lo doméstico. Para mí, aquí hay algo alucinante: el regreso de las mujeres a la casa. Parece una frase sencilla, pero es brutal y sus implicaciones, terribles. En lo que se refiere al reconocimiento del trabajo de las mujeres y a las violencias que contra nosotras se ejercen, pensar en medidas sostenidas que produzcan un cambio verdadero a mayor escala, que no sea el individual y el local inmediato, es complicado. Enmarcado esto en un país en donde la política claramente no sólo no considera a las mujeres, sino que está abiertamente en contra de nuestros derechos. No hay una omisión, hay un enunciado, y éste es: la vida de las mujeres y su bienestar no importan, y se opera en consecuencia. AGG: Desde las prácticas artísticas y los activismos, tu trabajo se ha encontrado en un constante diálogo con el presente. Actualmente desarrollas Historias propias <desde casa>, que es un llamado a mujeres de todas las edades a compartir sus experiencias en el confinamiento desde casa, ya sea por medio de imágenes o textos. Este trabajo apunta dos cosas desde la colectividad: primero, al reconocimiento de los espacios privados que asumimos nos acogen; y segundo, al enunciamiento de lo que, en casa, nos violenta.[4] Todo esto para ser compartido en el plano digital. Desde la participatividad, se activa la urgencia por compartir lo común. ¿Cuáles son las potencias que encuentras en ello, sobretodo en relación a tu práctica artístico-política? LW: Estoy trabajando en el proyecto desde el inicio del confinamiento. Creo que funciona para hacer visible el adentro, y para transformar eso que nos sucede de manera individual y subjetiva al interior de la casa, como un enunciado político hacia afuera.[5] Mirar hacia adentro, en este país, es un ejercicio complicado. Creo que la incidencia de este tipo de proyectos será siempre delimitada. ¿Qué significa hacer visible? ¿Para quién y en qué condiciones? ¿Importa cuántas personas ven el proyecto o se trata sólo de exponer o difundirlo porque tiene una función de reparación o reconocimiento para las participantes? "Los espacios de Susana", del proyecto Historias propias <desde casa> de Lorena Wolffer Andrea Medina, amiga y colega abogada, y yo hablamos mucho sobre qué fue 9M. Por un lado, fue una huelga internacional que se viene realizando desde hace cuatro años —con la que nosotras comulgamos. Por otro, se trataba de un día sin mujeres, que cuestionamos mucho por las implicaciones de ser más invisibles de lo que ya somos. ¿Quién hubiera imaginado que ese 9M iba a durar 4 meses, que el 9M se iba a extender en el tiempo al grado que aún no hemos podido salir de nuestras casas? Creo que la resistencia al interior de la casa es complicada porque no es un lugar seguro para muchas. Resistir a las dinámicas heteropatriarcales de la casa entraña una labor de desaprendizaje y reprogramación de todas las personas que comparten un mismo techo. Para quienes la casa no es un sitio peligroso y tenemos acceso al mundo digital las posibilidades se suscitan alrededor de plantear una forma distinta de futuro: en vez de pensar en el crecimiento permanente desde la lógica del capital, apostar por una lógica del decrecimiento. Eso creo que se puede hacer con presión, adhesión, pronunciamientos, posicionamientos políticos. La apuesta es por ejercicios de resistencia y desobediencia que inviten a mirarse y a discutirse, sea cual sea su alcance. AG: Justo hacia ello apunta la siguiente pregunta. Junto con María Minera y José Antonio Cordero, has convocado a la formación del Frente Amplio de Trabajadorxs del Arte y la Cultura en México.[6] Aunado a ello, me comentabas que junto con otras colegas han conformado un Gabinete Feminista. ¿De qué manera podemos tomar este quiebre del sistema como un punto de partida para generar otro tipo de políticas culturales que apunten hacia lógicas anti-patriarcales? ¿Será posible una organización gremial que desarticule las lógicas normativas del Estado? LW: Como ejercicio, el Frente es interesante porque sólo es posible en este momento y de cara a esta realidad. La hemos entendido como una entidad fluida, en permanente construcción y que surgió tan fácil como podría desaparecer mañana. El planteamiento es sencillo: estamos ante una emergencia porque, en medio de la pandemia, los fondos para el arte y la cultura, de por sí insuficientes, se están recortando. Aunque la viabilidad y pertinencia del FONCA se habían discutido en otros momentos, erradicarlo en este momento es inconcebible. No se puede entender más que como una medida de autoritarismo, que además es ilegal y entraña una serie de irregularidades.[7] México, en efecto, está conformado por sistemas e instituciones con una larga tradición de corrupción, pero en vez de erradicarla donde y cuando existe, la estrategia está siendo desaparecerlo todo. El Frente se basa en la mutualidad, la preocupación compartida: estamos personas dramáticamente diferentes, que creemos y nos posicionamos políticamente de maneras distintas, pero nos hemos reunido en este momento para responder a temas puntuales alrededor del acceso de las personas que laboramos en el arte y la cultura, a trabajos dignos, justos, reconocidos y remunerados. La Secretaría de Cultura insiste en que se mantienen los presupuestos y programas, pero la pregunta sigue siendo cómo. Seguimos con muchas interrogantes y el Frente continuará trabajando mientras sigan existiendo preocupaciones en común. ERRE.S, Buenas nuevas, 2020. Óleo y acrílico sobre tela. Imagen cortesía de la artista Por otro lado, desde el Gabinete Feminista, partiendo de la realidad de las mujeres en México, estamos trabajando colectivamente para señalar irregularidades en el discurso y actuación del gobierno, formular preguntas que lleven a una rendición de cuentas real, y lanzar propuestas concretas y realizables. Más que pensar en tener una incidencia, buscamos generar posicionamientos al poner sobre la mesa información que quizá mucha gente no tiene presente.[8] Lxs artistas, las feministas, las organizaciones de la sociedad civil, las personas con discapacidades, entre otrxs, de pronto nos hemos convertido en lxs enemigxs públicxs del nuevo régimen a partir de la lógica dicotómica y simplista de bueno/malo. Lo que pretendemos hacer desde esta organización es ir señalando ciertas injusticias que desde los feminismos nos parece indispensable abordar. Creo que el territorio de acción ahora es el de posicionarse y el de presionar, acaso, para que estos grupos —que de pronto están siendo ignorados o relegados a la inexistencia y a la falta total de reconocimiento— hagan frente a las políticas del Estado que nos violentan. Insisto, lo que podemos hacer ahora es organizarnos para seguir procurando una sociedad más justa para las mujeres y los cuerpos feminizados, en la que ser reconozca al arte y a la cultura como herramientas cardinales para entender e imaginar el mundo. AGG: Me gusta pensar en la inestabilidad y las potencias de la incertidumbre. Si el futuro es una emboscada —en donde las lógicas del heteropatriarcado regulan el curso de nuestrxs cuerpxs y experiencias de vida en aras de un desgastado progreso—, creo que sería muy bueno pensar colectivamente en las acciones detonadas en el presente por parte de los trans*/feminismos y que siempre apuntan a articular posibilidades, ¿qué resta para articular discursos y haceres políticos desde y para el sector cultural que se desprendan de los paradigmas que hasta ahora hemos reproducido? LW: Las feministas nunca habíamos tenido mayor visibilidad como durante los primeros días de marzo. Nuestros planteamientos —principalmente, nuestra indignación frente a la ola de feminicidios en ascenso— eran el tema antes del confinamiento. Habíamos logrado ponerlo al centro de la conversación nacional, estábamos tomando las tribunas y las calles, estábamos por todas partes, y de pronto llegó el COVID-19 y la emergencia fue otra. En este momento, si bien el énfasis claramente está en contener el número de quienes entren en estados críticos o puedan morir por COVID-19, hay que recordar que todas las demás emergencias no se fueron a ningún lado: las violencias continúan. No nos hemos ido. Insisto en pensar que éste puede ser un momento de radical transformación, aunque nuestra realidad nos diga lo contrario.
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