Proyector - Africa

Ilze Wolff, Tania Safura Adam Mogne

Tiempo de lectura: 7 minutos

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11.05.2023

Mujeres negras: la poética de las microhistorias

Disponible hasta el 25 de mayo, 2023

Christina Sharpe, en su texto In the Wake: On Blackness and Being [In the Wake: sobre la negritud y el ser], habla de la estela de la esclavitud para entender la vida y la muerte de las personas negras en nuestro presente. Afirma que el pasado no siempre reaparece para romper el presente; sino que es una toma de posición. Por lo que, en ningún caso, podemos identificarlo como un pasado cronológico.

Esa idea es extremadamente poderosa porque habla de cómo los desastres cotidianos actuales están ligados a la insistente exclusión negra y su negación ontológica desde la modernidad. A lo largo de ese texto, menciona como algo clave que lo personal funciona “para relacionar las fuerzas sociales que afectan a una familia concreta y específica con las de toda la población negra; para lamentar e ilustrar el modo en que nuestras vidas individuales se ven siempre arrastradas por la estela producida y determinada, aunque no de forma absoluta, por las secuelas de la esclavitud”.1

Sharpe entiende la microhistoria como un ejemplo autobiográfico, como dice Saidiya Hartman: «no es una historia personal que se repliega sobre sí misma; no se trata de mirarse el ombligo, sino de intentar ver el proceso histórico y social y la propia formación como una ventana a dichos proceso”.2 Su lectura constata ese poder de la microhistoria para reformular la Historia —con mayúscula— y generar conocimiento. Este es un poder que me ha atrapado desde 2017, cuando realicé en La Virreina Centre de la Imatge de Barcelona un programa titulado “Microhistorias de la diáspora: experiencias «encarnadas» de la dispersión femenina”, que buscaba que la pequeña historia diera cuenta de algo mucho más grande, incontrolable y desbordante. Me fascina este método de conocimiento que desplaza el gran relato de la historia, cuestionando los contenidos, miradas y lenguajes dominantes desde perspectivas singulares y poniendo el cuerpo en el centro. Este ejercicio también supone acercarse a la vida cotidiana para subvertir los principios seculares que categorizaron a unes como hombres y a otres como primitives, semi-hombres expulsades de la humanidad.

Giovanni Levi,3 hace una clara analogía para entender la microhistoria: es como utilizar un microscopio, se modifica la escala de observación para ver cosas que, en una visión general, no se perciben. Mirando a una escala reducida y específica, como en un laboratorio, se pueden plantear preguntas y respuestas generales que tengan relevancia en otros contextos y realidades, abriendo la posibilidad de vincular procesos y entrelazar perspectivas de muy distinta índole. Un ejercicio arduo cuando no se dispone de información. Saidiya Hartman resuelve este conflicto con la fabulación crítica, es decir, propone la reconstrucción ficcional para dar cuenta de los huecos y vacíos en el archivar de la historia de las personas afectadas por la violencia racista y, en particular, la ejercida contra las mujeres negras durante la esclavitud.

Carlo Ginzburg desarrolla otra propuesta de microhistoria que intenta recuperar los problemas desde «la perspectiva misma de las víctimas». Ginzburg afirma que es imposible comprender el espacio de las realidades mentales o culturales de una sociedad, sin partir de la división esencial entre culturas hegemónicas y culturas subalternas, entendiendo estas últimas como las culturas de los sectores marginalizados y las clases inferiores de las sociedades marcadas por la división del trabajo y el contexto de producción colonial. Contextos que han moldeado individuos subalternos sin historia ni voz, alienándoles hasta minimizarles, sobre todo cuando se trata de mujeres pobres y negras. Si bien esas mujeres cada vez emergen con más fuerza apelando a su estado de subversión, hablando sin cadenas de las reglas sociales y reclamando a la mujer como fuente de vida, poder y energía, una voz atemporal viene de la mano de la microhistoria interseccional, y desde lugares y perspectivas muy dispares. Las microhistorias cuestionan las versiones historiográficas y aportan visiones de la vida cotidiana, de las luchas, del placer, el sufrimiento, los sueños, el deseo o la salud mental; y, sobre todo, ponen de manifiesto cómo las violencias de la esclavitud y la colonización emergen en las existencias contemporáneas.

Narraciones curativas – Summer Flowers
Bessie Head (1937-1986)

Hace tiempo llegó a mis manos La voz de la locura femenina en la diáspora africana: los trastornos mentales y la locura como trasgresión y síntoma de una cultura enferma, un libro en el que Diana Rodríguez y Mar Gallego parten de la relación conflictiva entre la teoría feminista y el psicoanálisis para reflexionar sobre la locura femenina en la diáspora africana. A lo largo de sus páginas disertan las controversias alegando que, en el psicoanálisis, la locura se concibe como una distorsión de la realidad, descontrol de los impulsos sentimientos y conductas; y, por tanto, se considera como una enfermedad psíquica. Sin embargo, ponen de manifiesto cómo la locura es la expresión más directa de la fragmentación del ser y es un lugar que las mujeres crearon para renegociar sus identidades silenciadas ante un sistema patriarcal opresivo y sus políticas colonizadoras. Afirman que la locura se convirtió en un lugar de expresión para muchas mujeres desposeídas de poder.

Franz Fanon, en su libro Piel negra, máscaras blancas, hablaba sobre la sociogenia de la locura, es decir, de su dimensión social y cultural. Rodríguez y Gallego recogen las tesis de otres teóriques que afirman que “si la cultura está socialmente enferma, no es de extrañar que los individuos que la conforman, también estén enfermos”. En este sentido, plantean cómo nuestras enfermedades personales están directamente ligadas a las sociales, y señalan la existencia de una literatura femenina, una narración curativa, que permite sanar la fragmentación del ser. Su paradigma es una novela de 1974, A Question of Power [Una cuestión de poder], escrita por la autora sudafricana Bessie Head, un texto que reflexiona sobre la soledad e invita a entrar en la dimensión política y social de la locura como resultado del apartheid. Como la mayoría de las novelas de Head, existe algo de autobiográfico. Su nacimiento en un asilo mental en el que estaba encerrada su madre, una mujer adinerada blanca que tuvo una relación prohibida con su padre —un hombre negro pobre— la marcará siempre. Sobre todo porque cuando muere su madre se ve obligada a vivir con familias de acogida, quienes en su mayoría la devuelven por su mestizaje. Pero ese sólo fue el inicio de un estado de locura fantasmal y de desgracias que le acompañarán toda la vida.

A pesar de los infortunios, su escritura inspira la necesidad de restaurar a las mujeres a sus verdaderos lugares dentro de la historia, reconociendo que han estado siempre fuera de ella, que han sido ignoradas y se les ha negado la voz. Por esta razón, tiene la convicción de que un nuevo mundo sólo podrá ser creado por mujeres que han pasado una experiencia de dolor, que han sufrido múltiples vejaciones y han estado condenadas a la marginación y discriminadas por razones de género y raza, y otros estigmas como la locura. Y esa es la mujer africana, una mujer que resurge del sufrimiento gracias a la resistencia y a la lucha con la esperanza de despertar en un nuevo mundo. Esta idea de nuevo mundo, de despertar y esperanza es la que atraviesa la pieza Summer Flowers [Flores de verano].

En Summer Flowers, Bessie Head, exhausta por los problemas a causa del apartheid, decide mudarse a Botsuana con el firme propósito de no volver a Sudáfrica. En 1969, construye una casa ahí con los beneficios de su primera novela, When Rain Clouds Gather [Cuando las nubes se juntan]. En esa casa escribía por las noches A Question of Power, y durante el día trabajaba con otres voluntaries en Serowe como jardinera y como parte de Boiteko —un proyecto de jardinería comunal que se convertiría más tarde en una parte central de su novela. Fue también en esa época cuando Sudáfrica, su país de origen, estaba sufriendo las destrucciones más extremas y violentas de barrios negros históricos en virtud de la Ley de Zonas Agrupadas. Bessie Head escribió que estaba «preocupada principalmente por la forma en que la gente perdía la tierra» y, por tanto, consideraba que su obra estaba en diálogo y daba continuidad con la del periodista, político y escritor sudafricano, Sol Plaatje, que décadas antes documentó el efecto de la Ley de Tierras en su libro Native Life [Vida nativa], y para la que Head escribió la introducción a su reedición en 1982. En la actualidad, la casa es patrimonio nacional de Botsuana y esta película intenta unir su voz, sus escritos, su práctica y su conversación con la obra del intelectual Sol Plaatje.

Summer Flowers, Bessie Head (1937-1986)
Producida: Wolff Architects, 2021
Dirección: Ilze Wolff
Edición: Khalid Shamis
Música original: Cara Stacey
Fotografía: Heinrich Wolff, Lerato Maduna y Malik Ntone Edjabe
Con la autorización del Bessie Head Heritage Trust y el Khama III Memorial Museum, Serowe

Notas

  1. In the Wake: On Blackness and Being. Christina Sharpe. Duke University Press, 2016.

  2. «Fugitive Dreams of Diaspora: Conversations with Saidiya Hartman». Patricia J. Saunders. Anthurium: A Caribbean Studies Journal, 2018.

  3. Giovanni Levi es une de les promotores de la microhistoria, junto a Carlo Ginzburg.

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