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23.11.2016

Melodrama Panorama

Big Sur, Buenos Aires, Argentina
22 de octubre de 2016 – 18 de noviembre de 2016

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Curada por Javier Villa

I.
La actualidad es el elefante que se balancea sobre la telaraña. Es también el elefante en la habitación. Por más que no lo queramos ver, que hablemos o no de él, ahí está. Toda obra de arte es porosa y absorbe su contexto. Opere o no sobre una problemática de manera literal, siempre capta emocional o conceptualmente la densidad que ronda. Una aleación de sensaciones políticas, sociales, históricas, personales, disciplinares. Un cóctel que depende de la combinación de sus elementos para que sea digerible, para que se sienta ácido o meloso, para que tenga más presencia uno u otro tono, para que la fusión de ingredientes regale un nuevo panorama.

II.
Cuando en 1948 Lucio Fontana agujerea por primera vez una tela con un punzón, no sólo está atacando a la tradición pictórica moderna y poniendo foco en la acción del artista, sino que comienza una búsqueda para acercarse a lo real, siendo su primer paso el espacio: va hacia su encuentro penetrando la obra (luego, la exploración de lo real hacia adentro tendrá sus exponentes en Oiticica, Clark, Pape, Minujín, Greco, Soto, entre tantos otros). En Estados Unidos, la descendencia del overall expresionista no será hacia adentro sino, por oposición, hacia afuera. A partir del enfoque sobre la superficie, primero con los trazos de color de Morris Louis en sus telas sin preparar y luego con el pop y el minimal, se buscará una expansión hacia el espacio mediante el rebote, es decir, la impenetrabilidad. Dos estrategias que parecen opuestas pero buscan lo mismo: llegar a un espacio real más allá de la pintura.

III.
La pintura puede tener una atracción centrípeta y absorber el contexto, o proyectar una fuerza centrífuga para visibilizarlo.

IV.
Atravesando la capa traslúcida de un plástico que envuelve a la pintura, es posible ver su espacio interior matizado. No importa si se trata de una contención o un confinamiento, existe una concentración allí adentro. Pero desde cierto ángulo el plástico hace rebotar a la luz y la pintura se vuelve superficie reflectante. Nada dice de su interior, sino de lo que la rodea. La malla metálica es como la telaraña, pone un límite con mayor porcentaje de vacío que de materia. El primero impide que algo salga o algo entre, mantiene mundos separados. La segunda impide que algo se escape. La malla metálica encierra un perímetro y construye un contexto interno. La telaraña se expande en un contexto, se adhiere y se vuelve parte de él. La pintura telaraña, la pintura alambrado, la pintura packaging. La furia del punzón y el diseño del ojalillo, la superficie industrial refractante y la pincelada que cubre por cubrir, porque lo que no cubre es lo mismo que lo que cubre. La tautología y la cacofonía. Tapar, agujerear, atar, cortar, contener, confinar, quemar es lo mismo y no es lo mismo que pintar. El marco siempre está, recortado, de madera, de metal, de la ventana, de la puerta, el marco teórico, el marco sociopolítico. La telaraña no tiene marco prefijado; el marco es el contexto entero sobre el que se despliega.

V.
La telaraña es el material con mejores resultados en la ecuación entre su liviandad y la carga que resiste. La pintura parece un medio suspendido, flotante en su relación con la realidad, pero uno de los más lúcidos para sostener actualmente la carga de lo que enfrenta. La historia del arte y su eterno palimpsesto. El juego de transparencias y opacidades de las imágenes mediáticas, los regímenes políticos y las ventanas detrás de ventanas detrás de links detrás de hipervínculos. Los tiempos de producción y consumo de imágenes a partir de los celulares e internet, donde el pasado y el presente estallan en una única simultaneidad, contrastados con los tiempos de la pintura, una potente máquina del tiempo que concentra toda la historia mientras apunta hacia adelante y nunca escapa de su actualidad. Los constantes forzamientos de la pintura a lo multidimensional interpelan, activan y provocan reacciones en un potencial cuerpo objetual de la imagen, acompañando a las corrientes fenomenológicas contemporáneas. Activar a los objetos para comprender de otro ángulo las relaciones entre sujetos y objetos en un mundo de pantallas planas y destrucción natural. Y la pintura logra cargar con estos pesos desde un limbo de acciones flotantes, cada vez más teatrales o melodramáticas: cada cuadro es cada día más performer. Es un medidor y emisor de intensidades emocionales, ya sea que ese objeto activo absorba o ilumine aquello que ronda. La pintura es como el detalle falso de Jean Genet, la exacerbación de la representación que nos hace frenar para ofrecer un panorama.

http://big-sur.tumblr.com/

Texto de Javier Villa
Cortesía de Big Sur, Buenos Aires

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