Reportes - Cuernavaca Entrevista Escena regional - México
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02.08.2024
Terremoto platica con Griselda Hurtado, coleccionista, restaurantera y mecenas del arte radicada en Cuernavaca. Su interés por el arte ha contribuido enormemente a la difusión, visibilización y apoyo del panorama artístico local, siendo un refugio para muchos artistas durante las últimas décadas. En esta entrevista la coleccionista habla del panorama y la situación cultural y política actual, el poder económico de la cultura y las voces que conforman su colección.
Terremoto: Me gustaría comenzar esta conversación ubicándonos en el panorama político y cultural que enfrentan actualmente en el estado de Morelos, en donde la cultura, las instituciones y sus agentes parecen estar cada vez más fragmentados. ¿Cómo entiendes tu posición de coleccionista y mecenas ante este panorama?
Griselda Hurtado: Lamentablemente es un panorama que no es exclusivo de Morelos, es una realidad del país entero. Los gobiernos son conscientes del poder de la cultura, por eso la usan cuando necesitan de un ente poderoso capaz de unificar a todo un pueblo y al mismo tiempo la marginan y maltratan porque conocen su capacidad de generar pensamiento crítico en la sociedad. Un individuo que conoce su cultura no es tan fácil de manipular.
Lo terrible en el estado de Morelos además de la precarización que padece el sector cultural es el completo desinterés de la clase gobernante. Han nombrado al frente de las instituciones culturales funcionarios sin el más mínimo entendimiento del sector que van a encabezar o mucho menos de la labor que deben desempeñar. El resultado durante los últimos seis años ha sido la inexistencia de políticas públicas que promuevan y garanticen los derechos culturales, en su lugar ha imperado la gestión de las ocurrencias, de la banalidad y del subejercicio de los recursos.
Me interesa la gestión y promoción cultural, pero soy empresaria, conozco el poder económico de la cultura. Es un sector que genera empleo, que promueve el turismo, y eso es lo que el sector político no ha sabido entender o se ha negado a ver. Cuando construyes una oferta cultural sólida y garantizas la equidad en la producción, distribución y consumo de los bienes y servicios culturales, promueves y fortaleces al mismo tiempo la economía. Está comprobado que el consumo de la cultura aumenta con el tiempo y genera un incremento cualitativo del capital humano, es decir que toda esa población que expones constantemente a la cultura aumenta su capacidad de producir y contribuir a la generación de flujos económicos o culturales en un futuro. ¡Es un círculo en el que todos ganamos!
Es ahí donde veo una posibilidad de incidir, como empresaria y promotora cultural, como alguien que entiende el poder económico de la cultura y lo pone en marcha.
Terremoto: ¿Cómo comenzó tu colección y cuál es el criterio con el que coleccionas, cuál fue tu primera adquisición, qué y a quiénes podemos encontrar ahí?
Griselda Hurtado: Me resulta difícil situar un momento específico en el que comencé a coleccionar arte, ya que en realidad no fue un acto tan consciente ni premeditado. Fue un proceso azaroso o quizás intuitivo. Sobre todo fue una respuesta a una necesidad sensible que comenzó a surgir en mí para poder entender un mundo diferente, una realidad distinta de esta que nos toca, que nos incomoda, que nos es insuficiente y que nos deja insatisfechos.
En algún punto en mis primeros acercamientos con los artistas locales, y sobre todo con sus trabajos, me di cuenta que lo que ellos me ofrecían era la posibilidad de entender la realidad desde otros ojos. Creo que también, entendí a través de ellos y de su obra, que mediante el arte, podíamos decir todo aquello que se nos pide callar. El arte nos lleva a esos lugares que la sociedad evita, a lo prohibido pero también a lo censurado.
Fue entonces cuando también entendí la importancia social de la existencia de los artistas, y la relevancia de la cultura como espacio y como idea, para recuperar valores sociales que se diluyen en lo cotidiano. Valores y dinámicas que ensombrecen nuestro quehacer diario y que en el arte encuentran una luz crítica.
El primer trabajo que recibí de un artista fue a cambio de un plato de comida, fue un trueque que hoy entiendo de una manera distinta. Ambos necesitábamos alimentarnos. Por ello, mi colección nació y dió sus primeros pasos, junto con mi primer proyecto gastronómico, el Iguanas Greens. Desde entonces, mis restaurantes han sido espacios de confluencia para alimentarse y para recrearse en un ambiente rodeado de la expresión y el talento de artistas locales, nacionales y extranjeros.
Mi colección es muy diversa y heterogénea, porque no se rige por estándares estéticos, ni por apostarle a una trayectoria, o por especulaciones de mercado. Diría yo, que se rige más bien por gustos muy viscerales, por la provocación que me despierta algo que no entiendo. A veces simplemente como un reto, meterse en la obra hasta entender lo que me provoca, eso me lleva tiempo.
Mi colección muestra parte de la riqueza de lenguajes y la vitalidad artística de nuestro estado, y pone sobre la mesa el debate de fomentar otros modelos de coleccionismo. Reúne hoy más de quinientas piezas cuyo acervo va desde arte emergente, experimental a obras que hoy conforman ya la historia del arte nacional.
En ella, hay obras de artistas de diversas generaciones y geografías. Obra gráfica, pictórica, escultura, video, arte objeto, arte textil, arte queer. Con orgullo puedo decir que hay mucho arte morelense, y que he podido acompañar la evolución y crecimiento de muchos artistas locales. También puedo decir que como parte de la colección hay mucho arte popular, pues a mi parecer ambas expresiones conviven y habitan sin problema.
Terremoto: Eres de las pocas coleccionistas en Morelos que más allá de su interés por coleccionar apoyas a artistas para crear, comisionar obra y haces exposiciones. ¿Puedes hablar de tu papel como mecenas y de las formas que has encontrado para apoyar a los artistas locales más allá de la institución?
GH: Mi principal motivación ha sido impulsar el esfuerzo y la dedicación de artistas tenaces y constantes, y con el tiempo impulsar a la cultura como un bien público necesario. Para mi el arte ha sido un espacio que convoca, que vincula y que libera. Mi interés en el arte nace de esa genuina curiosidad, por entender que hay otros lenguajes, otras formas de comunicarnos, de entender la realidad y el mundo que nos rodea.
Terremoto: Desde hace años comenzó a haber una resignificación en el arte lationoamericano, que busca deshomogeneizar lo que se entendía por “latinoamericano” y que está replanteando ciertos estereotipos. En ese sentido, ¿cómo entiendes tu colección desde una perspectiva de lo “latinoamericano” y cómo la relacionas con tu colección de arte popular?
GH: Creo que más que una deshomogeneización, lo que está sucediendo es una deconstrucción del concepto de “arte latinoamericano”. Cuando hablamos de arte en América Latina debemos evitar las generalizaciones estereotipadas cargadas de exotismos. Es necesario romper con las ópticas establecidas, que solo son interpretaciones unilaterales fundamentadas desde una perspectiva geográfica y mezquina que ha fragmentado el continente, y no en la comprensión de una comunidad cultural, económica y social que posee una compleja diversidad. No había existido un esfuerzo por acercarnos al otro y aprender de él y parece que eso está cambiando.
El arte latinoamericano tiene y ha tenido una estrecha relación con su contexto social y cultural. Constantemente interactúa con lo vernáculo y el imaginario popular, con la tradición y los problemas sociales, es contestatario y responde ante su entorno provocador. Ahí es donde intento enfocar mi colección, no solo la de arte popular. Un gesto que inició con el ánimo de ayudar a una comunidad artística frecuentemente maltratada, tomó con el tiempo un interés real por reflejar el vínculo entre el individuo y el medio. La mayoría de los artistas que he coleccionado, populares, visuales, plásticos, dan cuenta de esto. Algunos de ellos como Javier Ocampo o Jahir Romero, pertenecen a comunidades que han sido marginadas y por ende invisibilizadas y sus propuestas han respondido a esta situación, otros trabajan estrechamente con artistas populares construyendo vasos comunicantes entre lo popular y lo urbano o entre la tradición y la vanguardia como Cisco Jiménez o Francisco Toledo.
El interés que tengo en mi colección de arte, es que refleje la diversidad de la escena artística de Morelos, eso no quiere decir que solo coleccione artistas cuya práctica suceda en el estado, existen ejemplos de creadores cuyo lenguaje ha rebasado las fronteras y su influencia es universal. De ahí que al mismo tiempo que he sumado el trabajo en barro de Zenaida Nava de la comunidad alfarera de Cuentepec o de Gloria Aniceto de San Agustín Oapan, he adquirido piezas de Magali Lara, Javier de la Garza, Alejandro Santiago, Lalo Lugo, Ray Smith o Andy Warhol.
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