Reseñas - Eva Posas Haiti Tessa Mars - Haití

Jumko Ogata Aguilar

Tiempo de lectura: 8 minutos

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18.07.2024

Las melodías del desplazamiento: "Nan Dòmi/Las canciones que cantamos"

Jumko Ogata reflexiona sobre la primera exposición individual de la artista haitiana Tessa Mars en nuestro continente. Curada por Eva Posas en Casa del Lago (MX), «Nan Dòmi/Las canciones que cantamos» nos invita a rehabitar los sueños y reconfigurar la memoria como herramienta política.

This is my dream. I sing for my brother-self
A song for an island on fire
A song for tending to the seeds of hope.
/
Este es mi sueño. Yo canto para mi hermano-yo misma
Una canción para una isla en llamas
Una canción para cuidar las semillas de la esperanza.
—Tessa Mars, 2024

El mundo onírico es un espacio en el que se expresan nuestros deseos más profundos. En este, se entrelazan el pasado y el futuro entre sí, recordándonos que el tiempo no es más que una ilusión. Para Tessa Mars (Puerto Príncipe, 1985), este espacio permite reconocer la añoranza, el deseo de regresar y enraizarse nuevamente en hogares que se creían perdidos. Su exposición, Nan Dòmi/Las canciones que cantamos, recrea el espacio liminal de los sueños para reflexionar acerca de la diáspora, la conexión con el hogar ancestral y la pérdida que supone la migración. Inaugurada el 27 de abril de 2024 y disponible hasta el 22 de septiembre del mismo año en la Casa del Lago UNAM, la obra de Mars invita a lxs espectadorxs a sumergirse en los mundos que atraviesan sus sueños. La exposición se encuentra en la sala Resquicios de la Casa del Lago, la cual es en sí misma un espacio innovador. En la parte de abajo de la Casa del Lago, se adaptó una sección de almacén para fungir como un lugar de experimentación cuyo objetivo es visibilizar la obra de jóvenes artistas latinoamericanxs que no están contenidos dentro de la hegemonía. La sala fue fundada en 2022, y propone resaltar a artistas cuya obra muestra el sincretismo de lo ancestral y lo contemporáneo.

Las canciones de cuna que nos reconfortaban suelen ser narraciones sangrientas que nos advierten sobre los peligros de la vida cotidiana. Mars nos ofrece canciones distintas para afrontar la realidad.

Nan Dòmi se compone de esculturas flotantes y pinturas que, en conjunto, contribuyen a la sensación de multidimensionalidad que propone la artista. Las imágenes retratan a una variedad de personas negras, en ocasiones únicamente sus rostros, habitando este espacio espiritual y absorbidos por él. Las expresiones en los rostros nos remiten a la nostalgia. Somos testigo de partes del cuerpo que son envueltas y prácticamente consumidas por raíces que brotan de varias partes, así como del sufrimiento que causa esta asfixia. En otros casos, las personas luchan por extraerse a sí mismxs de la tierra; sus raíces ondean al aire libre y parecen determinadxs en su destino. En contraste con la pintura, las esculturas nos hacen sentir como parte del mundo de los sueños que vemos ante nosotrxs; cuerdas de colores atadas a las ramas que cuelgan en distintos ángulos. Como algas y ramas enredadas provenientes del mar o las raíces de un árbol, las esculturas nos invitan a considerar nuestra propia historia de desarraigo y “transplantación”. En este sentido, la publicación que complementa la exposición ofrece las claves para vincular los símbolos de los que hace uso Tessa Mars. La artista plantea cuatro ejes para acercarnos a la obra: el sueño, la canción, la travesía y la raíz. Como la rosa de los vientos, estos temas nos orientan en el espacio y construyen una narración con orígenes profundos en la historia afrocaribeña. Tessa Mars nació en Haití y migró a Puerto Rico. Al igual que muchos paisanos suyos, la artista se vio obligada a irse de su país en busca de mejores oportunidades. En este sentido, el origen de Nan Dòmi fue un sueño que tuvo la autora, en el que vio un árbol similar al que recrea a través de su obra. Además, la frase que da título a la exposición es del creole haitiano y se refiere a ese espacio espiritual, “ni aquí ni allá”, en el que no se está completamente dormido ni completamente despierto. Es precisamente en este espacio que se gestan posibilidades de aprendizaje y conexión con lxs ancestrxs, al no estar determinado por la permanencia de la persona en algún territorio en la vida consciente. Es decir, aunque la persona se vaya del territorio en el que nació, siempre tendrá acceso a este lugar y a la información que transmite.

 

Los sujetos retratados encarnan dicho dinamismo: todxs dan la impresión de encontrarse en movimiento; nadie permanece estático en este mundo de los sueños. Hay quienes luchan por desenterrarse, otrxs que acarician sus propios rostros que apenas y sobresalen de la tierra mientras otros se dejan ir, navegando con sus raíces descubiertas. Estas imágenes nos remiten al proceso doloroso de la migración: estar en constante movimiento, con las raíces a cuestas, buscando en dónde trasplantarlas. Haití es un país que, a pesar de ser la punta de lanza de las luchas anticoloniales desde finales del siglo XVIII, ha sido también el objetivo de múltiples intervenciones extranjeras que han resultado en dictaduras y en una inmensa inestabilidad política. Por ende, buena parte de la población se ha visto obligada a migrar y buscar mejores oportunidades en otros países. Por otra parte, durante la dictadura de los Duvalier, se popularizó el término Dechoukaj, que en creole haitiano significa “sacar de raíz”, pensada como la técnica necesaria para expulsar del poder al tirano.

Los sueños nos permiten dar cuenta de la pérdida y del dolor que sufrimos cuando estamos despiertxs, pero también de aquello que nos impulsa a buscar otro mundo.

Hoy más que nunca, en la historia mexicana, es particularmente relevante Nan Dòmi. Por un lado, la diáspora haitiana en el país ha crecido de manera constante desde hace algunos años y el proceso que describe la artista está ocurriendo en este territorio. Tessa Mars da cuenta del sentimiento de pérdida que implica un traslado de esta naturaleza, pero también nos recuerda la fuerza que tienen las raíces. Lejos de quedar desarticuladas en el territorio que nos vio nacer, representan la casa que llevamos a cuestas, y que están listas para ser sembradas en nuestro lugar de llegada. La espiritualidad juega un papel importante en este contexto: incluso cuando estamos lejos de nuestra comunidad, somos guiadxs y cuidadxs por los espíritus, nunca estamos solxs realmente. Otra forma en la que nos vinculamos con el origen son las canciones de cuna —melodías que nos llevan al mundo de los sueños, que es precisamente el espacio que nos proveerá de herramientas para lidiar con el mundo consciente, pero también el que nos marca un mapa de regreso cuando lo necesitemos. Cuando estamos despiertxs, las canciones de cuna nos traen de vuelta a la infancia, a la certeza de sabernos cuidadxs por alguien más. Estas canciones son transmitidas de generación en generación, son parte del conocimiento tradicional que se adapta y sobrevive a pesar de los desplazamientos forzados, en este caso, de la diáspora africana. La exposición no contaba con la grabación de la canción de cuna que es mencionada en la publicación complementaria; pero, sin duda, habría sido una valiosa adición a la experiencia sensorial.

Tessa Mars da cuenta del sentimiento de pérdida que implica un traslado de esta naturaleza, pero también nos recuerda la fuerza que tienen las raíces. Lejos de quedar desarticuladas en el territorio que nos vio nacer, representan la casa que llevamos a cuestas, y que están listas para ser sembradas en nuestro lugar de llegada.

La publicación complementaria de la exposición fue creada a modo de fanzine, un folio del tamaño de un periódico que no solo describe los ejes temáticos tras las piezas, sino que teje diálogos con otras voces caribeñas y construye una sensibilidad regional atravesada por la migración, la pérdida y la violencia inherente de la colonización. Incluye, por ejemplo, algunos fragmentos de la poesía de Dionne Brand, escritora nacida en Trinidad y Tobago. Mars dialoga con la obra de Brand, a través de una pregunta-respuesta en el que se evidencia, que las penas que atormentaron a la poeta persisten en artistas negras de las generaciones subsecuentes:

“Por qué no recuerdo mi vida
con detalle porque siempre estaba yendo a otra parte
Y lo que estaba viviendo no era importante por el momento”

“Esta es la historia del cuerpo:
Agua tal vez oscuridad tal vez estrellas
Hueso luego escamas luego alas luego piernas luego brazos…”

Mientras que para Tessa Mars lo intangible del mundo de los sueños es lo más sólido en el proceso de desplazamiento, Dionne Brand reconoce la desorientación que genera el traslado. El cuerpo se va desintegrando, los recuerdos se reducen a lo sensorial y efímero. Los instantes son lo único que permanece en el camino y, a pesar de la nostalgia, es claro que es imposible vincularse eternamente a un territorio por el riesgo que supone para la supervivencia. El cuerpo mismo se convierte en una nación atravesada por fronteras; la idea de un país propio se descarta por ser la historia repetida una y otra vez. Nunca se menciona la idea del “sueño americano”; sin embargo, esta noción acecha tras las palabras desencantadas de ambas artistas. ¿Qué es el sueño para quienes son atrapadxs por el insomnio? Las canciones de cuna que nos reconfortaban suelen ser narraciones sangrientas que nos advierten sobre los peligros de la vida cotidiana. Mars nos ofrece canciones distintas para afrontar la realidad. Los sueños nos permiten dar cuenta de la pérdida y del dolor que sufrimos cuando estamos despiertxs, pero también de aquello que nos impulsa a buscar otro mundo. Hay canciones de siembra y canciones que lo hacen arder, ambas están presentes en el mismo espacio; depende de la persona soñadora hallar el camino, despertar y seguir los pasos trazados en el plano de la sabiduría ancestral.

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