28.11.2024
El pasado mes de septiembre la profesora Christina Sharpe publicó la versión en inglés de este texto que hemos incluido en «soñar juntxs»; un llamado urgente a la lucha por el significado, la disputa por las palabras, conceptos y términos que nos permitan seguir sosteniendo la vida más allá de la banalización de la brutalización de este mundo.
. . . pero, ¿cómo? ¿Qué sería el mundo con nosotros plenamente en él? . . .
—DIONNE BRAND, The Blue Clerk
1.
El 14 de mayo de 2022, Roberta A. Drury, Margus D. Morrison, Andre Mackniel, Aaron Salter Jr., Geraldine Talley, Celestine Chaney, Heyward Patterson, Katherine “Kat” Massey, Pearl Young y Ruth Whitfield fueron asesinadxs en un Tops Friendly Market en el East Side de Buffalo, Nueva York.
Before and After Again [Antes y después de nuevo], una exposición actualmente en el Buffalo AKG Art Museum, presenta a esas mujeres, hombres, madres, padres, abuelas, amigxs, niñxs, tías, primxs, tíxs, hijas, hijos, un diácono, un activista comunitario, jardinerxs, personas que trabajan, se reúnen, salen a comprar la despensa, y aquellxs que lxs sobreviven, como personas en sus vidas. Before and After Again muestra a las personas en relación y en comunidad. Viviendo. Gente amada y llorada. Las artistas y escritoras que curaron la exposición —Julia Bottoms, Tiffany Gaines y Jillian Hanesworth— dicen que parte de su desafío al presentarla fue “celebrar la vitalidad de vidas extraordinarias en presencia de una herida que nunca sanará”. Las curadoras tienen claro que esta exposición pretende funcionar como un lugar de encuentro y no como un monumento conmemorativo.
2.
En el festival literario anual NGC Bocas Lit Fest en abril de 2024 en Puerto España, Trinidad, la escritora Edwidge Danticat conversa con Elizabeth Walcott-Hackshaw. Alguien del público hace una pregunta sobre el duelo, que en realidad es una pregunta sobre la vida y, más específicamente, una pregunta sobre la vida de unx escritorx durante el duelo.
En las memorias de Danticat, Brother, I’m Dying (2007), que trata sobre las muertes y las vidas de su padre y su tío mientras estaba embarazada de su primer hijo, ella reflexiona:
Escribo estas cosas ahora, algunas tal como las presencié y hoy las recuerdo, otras a partir de documentos oficiales así como de recuerdos prestados de miembros de mi familia. Pero lo esencial de todo esto me lo contaron mi padre y mi tío Joseph a lo largo de los años. Algunas cosas me las contaron rápidamente, de pasada. Otras, con mayor detalle. Lo que aprendí de mi padre y de mi tío, lo aprendí en fragmentos y fuera de secuencia. Este es un intento de cohesión y de recrear unos meses maravillosos y terribles en los que sus vidas y la mía se cruzaron de maneras sorprendentes, obligándome a mirar hacia delante y hacia atrás al mismo tiempo.
“Escribo esto”, continúa, “sólo porque ellos no pueden”.
Danticat escribe con tanta precisión y claridad sobre la muerte y el dolor. Su obra es conmovedora y está desprovista de todo sentimentalismo y sensiblería.
3.
Siempre releo Brother, I’m Dying cuando estoy en un avión.
Hay algo sobre los aviones, su espacio sin ataduras, entre tiempos y lugares, que me permite encontrarme tan fácilmente con los muchos dones del libro, entre ellos el lenguaje y la memoria.
4.
En los materiales de la exposición Before and After Again, Jillian Hanesworth dice: “Una vez que dejamos de pensar en el arte como algo que estamos infundiendo en la situación para ayudarnos, y en cambio, pensamos en el arte como una parte viviente de nosotrxs, entendemos que sólo tenemos esta agua y este aire”.
Danticat escribe en su ensayo en The New Yorker “The Haiti that Still Dreams” (El Haití que todavía sueña): “El arte es cómo soñamos”.
5.
Son mis propios suspiros los que me revelan esto. Cuando me sorprendo suspirando, recuerdo que después de que murió mi madre, suspiré durante años; era una parte del duelo que no supe anticipar. Lo que estoy experimentando ahora, lo que creo que muchxs de nosotrxs estamos experimentando, es una especie de duelo distribuido. R. lo llama genocidio ambiental.
Sé que algunxs llaman “duelo climático” a este sentimiento en torno a la catástrofe climática. Kate Zambreno escribe sobre el duelo como algo ecológico, que “atañe tanto al individuo como al colectivo, a lo humano y a lo no humano”.
Cuando el clima lo es todo y la catástrofe está en todas partes y también en algunos lugares muy específicos, también hay furia climática.
6.
En Bocas, Danticat nos cuenta que cuando ella estaba escribiendo Brother, I’m Dying, esperaba con ansias volver a leerlo cada día porque, en las páginas de ese libro, podía visitar a su padre y a su tío. Y pasar tiempo con ellos.
Sé que el duelo es un vehículo, un conducto para las relaciones, pero aun así me sorprende y me hace comprender algo nuevo cuando escucho eso. Danticat expande mi entendimiento de lo que es el duelo y lo que éste crea. Ella agranda sus formas. Lo denomina tejido conectivo.
Ahora siento que conozco de otra manera el dolor, pero también las posibles alegrías de permanecer en compañía de un ser querido extrañado por medio del trabajo de recordar en la página, en la mente, en el mundo.
El lenguaje es una forma en la que creamos y mantenemos relaciones. Las palabras son una de las formas en las que comenzamos el trabajo de deshacer y cambiar la forma del mundo.
“Las palabras deben tomarse en serio”, insiste Toni Cade Bambara. “Las palabras ponen las cosas en movimiento”.
Ese es el poder de lo iterativo.
Actos terribles. Insoportables. ¿A quién se llama para ser testigx continuo de lo insoportable, para sobrevivirlo y llevarlo consigo?
7.
En diciembre, Protean publicó “Notes on Craft: Writing in the Hour of Genocide” (Notas sobre el Oficio: Escribiendo en la hora del genocidio) del escritor palestino-estadounidense Fargo Nissim Tbakhi. Tbakhi denomina el “Oficio[Craft]” a “la red de influencias sanitizantes ejercidas sobre la escritura en lengua inglesa” por los contextos profesionales a través de los cuales circula y adquiere prestigio, incluyendo universidades y editoriales: “las influencias del neoliberalismo, de las instituciones cómplices y de las prioridades lingüísticas del Estado y del imperio”. Continúa:
El Oficio es, ante todo, el resultado de las fuerzas del mercado; por tanto, es el resultado de las fuerzas imperiales, ya que ambas están tan inextricablemente unidas que son una sola y misma cosa. El Oficio que se enseña en las instituciones occidentales, adoptado y reproducido por editorxs, instituciones literarias y organismos de premios occidentales, es un conjunto de ideas reguladoras que restringen las formas de expresión que podrían representar un peligro real para la constelación de valores económicos y sociales que, mientras escribo esto, están facilitando el genocidio en Palestina y en otras partes del mundo. Si, como nos enseñó Audre Lorde, las herramientas del amo no pueden desmantelar la casa del amo, entonces el Oficio es el proceso mediante el cual nuestras propias herramientas reales de liberación se desafilan, se confiscan y se reemplazan.
El Oficio nos dice que el mercado importa. El Oficio nos dice que moderemos nuestras palabras. El Oficio nos dice que si “nosotrxs” lo hacemos suficientemente bien, “ellxs” escucharán. El Oficio nos dice que guardemos silencio ante el genocidio. Que guardemos silencio sobre los genocidios, sobre la antinegritud y la supremacía blanca. “El Oficio”, continúa Tbakhi, “es una máquina de regulación, de distanciamiento y de sanitización”.
Pero Tbakhi también señala: “Lxs escritores anticoloniales en Estados Unidos y en todo el mundo han modelado durante mucho tiempo oficios alternativos que rechazan estas prioridades y continúan haciéndolo en la actualidad”. En lugar de pensar en el Oficio, pienso en el trabajo. El trabajo que nosotrxs, los escritorxs, estamos haciendo ahora es tratar de abordar el mundo violento y también lo que podría sobrepasar al mismo.
¿Cuáles son las palabras y las formas en las que debemos hacer, decir y crear lo que necesitamos para vivir ahora? No sólo en algún momento en el futuro, sino ahora. “¿Cuál será nuestro trabajo?” no es una pregunta enorme. Es una pregunta sencilla. La pregunta que forma la base de nuestra escritura.
8.
A lxs escritorxs que intentamos realizar este trabajo se nos dice que nuestras palabras no importan. Cuando exigimos un alto al fuego y el fin de la ocupación, se nos dice que esas palabras no tienen sentido, que no incitan a la acción, y que causan un daño tremendo (es decir, que exigir un alto el fuego o exigir que termine el genocidio en Gaza es causar daño y que no debemos exigir el cese del daño). Calificar a una persona, institución, Estado o conjunto de actos como racistas, antipalestinos, o antinegros es causar daño. No es el racismo lo que daña, no son las balas y las bombas las que dañan, son las palabras que buscan nombrar el daño —que nombran una estructura asesina como el apartheid o el colonialismo de asentamiento— las que causan daño.
El significado está en crisis. Y en todas partes estamos sumidxs en disputas por el significado, las cuales son también disputas por el poder, disputas por la vida. Y por la muerte.
Cuando Anne Boyer renunció como editora de poesía de The New York Times Magazine en noviembre de 2023, escribió en su Substack:
Debido a que nuestro status quo es la autoexpresión, a veces el modo de protesta más eficaz para los artistas es negarse.
No puedo escribir sobre poesía en medio de los tonos “razonables” de quienes pretenden aclimatarnos a este sufrimiento irracional. Basta de eufemismos macabros. No más panoramas infernales verbalmente sanitizados. Basta de mentiras belicistas.
Si esta renuncia deja un agujero en las noticias del tamaño de una poesía, entonces esa es la verdadera forma del presente.
9.
El año académico pasado, mientras me preparaba para la clase, me preguntaba constantemente cómo debíamos hacer nuestro trabajo y cuál debería ser ese trabajo. Me preguntaba cómo se suponía que lxs estudiantes en la clase debían hacer su trabajo, incluso cuando el trabajo que estábamos haciendo era relevante para lo que estábamos viviendo y tratando de presenciar e interrumpir. Nos adaptamos. Hablamos. Guardamos espacio. Leímos. Estuvieron presentes. Asistieron e hicimos nuestro trabajo juntxs.
En un seminario de tres horas que dirigí en otra universidad, pedí a un grupo de estudiantes y profesores que leyeran “On the Stroke, the Glyph, and the Mark” (Sobre el trazo, el glifo y la marca) de Steffani Jemison. Es un texto que me gusta y admiro a la vez: sus objetos de investigación, su búsqueda de sentido, y cómo construye el ensayo a través del pensamiento y la reflexión.
La primera oración de Jemison es: “Hice una marca y no sé si estoy dibujando o escribiendo”.
Jemison no está hablando del Oficio.
Ella está hablando del trabajo. Ella escribe sobre escribir/dibujar/pensar/escapar.
¿En qué consiste el trabajo de composición, de hacer marcas? ¿Qué deberían marcar nuestras marcas? ¿Qué deben sostener? ¿Hacia qué deben avanzar?
La artista Joumana Medlej también se mueve entre la escritura y el dibujo, quizás pensando también en el escape. Ella está haciendo una marca en lugar de un nombre, en lugar de muchos nombres propios. Ella está haciendo una marca por cada palestinx asesinadx. El 17 de marzo de 2024, ella publicó en X: “Con 31,500 muertos hasta ahora en ya saben dónde, me encontraba luchando contra la ceguera numérica. Cuando las cifras se vuelven tan grandes que pierden todo significado, ¿cómo se puede permanecer despiertx ante la escala de la matanza y la individualidad de las víctimas?”
Del artista Torkwase Dyson he aprendido (una y otra vez) que la práctica de hacer marcas es una práctica de navegación.
10.
Deberíamos librar a nuestros escritos de la domesticación de la atrocidad, del tiempo verbal que insiste en la inocencia de sus perpetradores, del tiempo exculpatorio de frases como “se perdieron vidas”, “una bala perdida se coló en la camioneta” y “murieron niñxs”. Deberíamos librar a nuestros escritos de esta terrible inocencia. Deberíamos rechazar la lógica que produce frases como “animales humanos” y “una joven de cuatro años”.
11.
Conduciendo por el barrio donde nos alojamos en Salvador, en el estado de Bahía, Brasil, nos encontramos constantemente con una colina particularmente larga y empinada. Nuestro amigo nos cuenta que se llama Ladeira da Preguiça: la colina empinada de la pereza.
Lxs dueñxs de esclavxs, aquellxs que decían ser dueñxs de otras personas, le pusieron ese nombre. Esta colina que ellxs no caminaron y que obligaron a personas esclavizadas a subir y bajar cargando mercancías pesadas que ellxs mismxs no cargarían.
Lxs dueñxs de esclavxs en Brasil, como en todos los lugares donde se esclavizó a personas negras (y ennegrecidas) (en Brasil eso fue hasta 1888), sostenían la idea de que las personas a las que hacían trabajar literalmente hasta la muerte eran perezosas.
Y aquella colina empinada que se veían obligadxs a subir y bajar, hora tras hora y día tras día, se llamaba Colina de la Pereza. Lxs llamaron perezosxs. Éste es un lenguaje devastador, un lenguaje brutal.
Éste es un lenguaje que deshace.
12.
Las descripciones de una prisión en El Salvador. La descripción de una pequeña embarcación que navegó a través del Atlántico hacia Tobago. Los planes para recolonizar Haití. Las advertencias de que veinticinco millones de personas en Sudán están en riesgo inminente de hambruna. Las descripciones de las masacres que Israel ha llevado a cabo contra lxs palestinxs. Los ojos abiertos y conmocionados del hombre palestino secuestrado por las FDI. Las descripciones de los guardacostas griegos arrojando gente al mar.
13.
¿Qué es lo que debemos nosotrxs, como escritorxs, animar y poner en movimiento en lugar de ese lenguaje?
En “The Sentence as a Space for Living: Prose Architecture” (Las Oraciones como Espacios de Vida: Arquitectura en Prosa), Renee Gladman escribe:
Durante toda mi vida como escritora me han fascinado las nociones de origen y paso por el mundo, aunque rara vez en términos de ascendencia, ya que no sé de dónde vengo. No conozco los idiomas ni los paisajes que precedieron a la incursión del inglés y de lo que hoy es Estados Unidos en mi linaje. Sin embargo, la violencia de ese borrado —todas las herencias interrumpidas— es tan fundamental para mi relación con el lenguaje y la subjetividad como lo es la gramática. . . . Abro la boca en mi propia vida y quiero distorsionar, reordenar, pronunciar mal el vocabulario disponible.
La mala pronunciación puede reordenar el lenguaje y abrirlo; la distorsión puede ser una herramienta que deshaga los vocabularios disponibles.
Y una oración también puede ser un espacio para vivir por medio de una ocupación o preocupación con respecto a la línea, las gramáticas y la imaginación.
14.
“Los campamentos no son sólo zonas de demandas y rechazos, sino también procesos de comunión, de toma colectiva de decisiones, de puesta en práctica de la solidaridad como verbo, de encarnación de la liberación autónoma y colectiva. Son en sí mismos zonas de imaginación, de conexión, de prefiguración de vida y de nuevos mundos”.
Esta es Harsha Walia escribiendo sobre los campamentos de estudiantes en los campus de Estados Unidos, Canadá, Francia, Reino Unido y otros lugares.
Este es un vocabulario y una práctica de nuestro vivir posible.
15.
Mientras escribo esto, la universidad donde enseño ha enviado a la policía antidisturbios para disolver un campamento establecido hace menos de veinticuatro horas. Todas las universidades que llaman a la policía antidisturbios creen que conocen el futuro. En realidad no saben lo que están haciendo. Saben lo que quieren, pero no saben lo que están incubando.
16.
“In the Middle of Fighting for Freedom We Found Ourselves Free” (En medio de la lucha por la libertad nos encontramos libres) de Alexis Pauline Gumbs, es un prefacio a la remembranza por parte de June Jordan de Audre Lorde, su hermana en la lucha. Gumbs está canalizando la claridad de Jordan sobre ella y nuestros tiempos peligrosos. Ella escribe: “Lxs estudiantes nos están enseñando que, aunque no podemos deshacer la incalculable pérdida de la violencia genocida, no es demasiado tarde. Es exactamente el momento de ser más valientes juntxs al servicio de un futuro habitable. Es hora de lo que June Jordan llama: . . “palabras que la muerte no puede deletrear ni borrar”.
17.
Después del bombardeo israelí de Rafah el 26 de mayo de 2024, la masacre número cien o mil en Palestina en setenta y seis años, Jennine K escribe en X: “La masacre de la harina, la masacre de las tiendas de campaña, la masacre del hospital, la masacre del campo de refugiados, la masacre del ‘corredor seguro’, las masacres interminables, en los hogares, en las calles, en las tiendas de campaña, a pie: ocho meses de masacre tras masacre tras masacre”. El poeta Ladan Osman escribe: “¿Quién o qué enfriará los ojos de quienes presenciaron y registraron esta carnicería, diciendo: ‘Gente del mundo, miren esto’?”
Actos terribles. Insoportables. ¿A quién se llama para ser testigo continuo de lo insoportable, para sobrevivirlo y llevarlo consigo?
Cada vez que escribo que el genocidio que lleva a cabo Israel contra los palestinxs es insoportable, menciono una o varias posiciones. Menciono la distancia porque lxs palestinxs que viven esto, lxs que de alguna manera sobreviven a esto, están soportando lo insoportable, se les está obligando a soportar lo insoportable una y otra y otra vez. Su testimonio es una negativa a permanecer en silencio ante el genocidio. Más que eso: son expresiones necesarias en medio de la devastación.
En abril de 2024, leí que, desde octubre de 2023, Israel ha lanzado más de setenta mil toneladas de bombas sobre Gaza.
¿Quién puede sobrevivir a esto? ¿Qué sobrevive de los que sobreviven a estos ocho meses y contando de terror constante? ¿Aquellos que se trasladan a lo que les dicen que es una “zona segura”, sólo para que esa zona sea bombardeada?
Miles de personas, probablemente decenas de miles de personas enterradas, vivas y muertas, bajo los escombros. Leí en The Guardian que la gente dice haber caminado por las calles destruidas y tenido que soportar oír a gente pidiendo ayuda y no poder ayudarlos.
Selma Dabbagh escribe en la London Review of Books: “Según la ONU, podría llevar hasta tres años retirar los cuerpos de las 37 millones de toneladas de escombros de Gaza, los cuales también están contaminados por municiones sin explotar, de las cuales hasta un diez por ciento, según estiman, ‘no funcionan como fueron diseñadas’”.
Insoportable.
Es insoportable y, de todos modos, poblaciones enteras se ven obligadas a soportarlo.
18.
A finales de mayo de 2024, mientras nos dirigimos al aeropuerto de Salvador, L. nos cuenta que hay más de tres millones de personas viviendo en las favelas de Salvador. Dice que la mayoría de la población negra de Salvador vive en alguna de las muchas favelas, y que es más barato vivir allí que en otros barrios o en viviendas sociales.
L. también nos cuenta que 260,000 personas desaparecieron durante el periodo más intenso del Covid. L. no sabe a dónde se fueron.
¿Cómo es que desaparecen más de un cuarto de millón de personas?
Estas son las economías de escala. Economías de valor.
Durante el mismo viaje a Salvador y en nuestro viaje de Salvador a Cachoeira, otra amiga, G., arquitecta y profesora, nos cuenta que el gobierno trasladó a muchas personas a viviendas sociales, pero lo hizo sin pensar mucho en cómo asignar a las personas a un lugar. Prestaron poca atención a las distancias que recorrían las personas, así como a la infraestructura o la falta de ella. G. nos cuenta que estos desplazamientos desintegraron comunidades y familias. También nos cuenta que, a excepción de las personas que viven en la planta baja, nadie en las viviendas sociales tenía acceso a los jardines traseros.
No hay posibilidad de ampliar el espacio ni horizontal ni verticalmente. Esa posibilidad de moverse hacia arriba o hacia afuera es una de las infraestructuras de la vida en Brasil.
G. nos habla del laje, un “techo plano de concreto”. Este tipo de techos son considerados por algunxs como incompletos. En el vocabulario de los funcionarios de la ciudad, estas estructuras están inacabadas y son una ofensa a la vista. Pero en otro vocabulario, de quienes viven en ellos, el laje es el espacio de lo posible.
No están incompletos; son una promesa del futuro. Es una arquitectura que se proyecta hacia arriba, que apunta hacia los planos. Es una arquitectura contra la exclusión de la posibilidad.
19.
El 5 de junio de 2024, Omar Hamad, farmacéutico, escritor y crítico de cine de Gaza, escribe lo siguiente en X: “Describir la noche pasada como una noche dura es inexacto. Del puro miedo, nuestros corazones se nos subieron hasta la garganta, como si quisiéramos vomitarlos. Los bombardeos no cesaron ni un instante. No sé cómo volvió a salir el sol entre nosotrxs”.
No es duro. Es otra cosa. Alguna otra palabra. Alguna otra fuerza del terror.
Cada día comprendo con mayor claridad y urgencia que debemos comprometernos en la lucha por el significado. No ceder en las palabras, conceptos y términos que necesitamos para pensar, imaginar y hacer vidas vivibles.
Esto es algo de lo que se requiere de nuestra escritura, algo de lo que nuestra escritura puede hacer, algo para lo que sirve nuestra escritura, frente a todo esto.
[Este texto fue publicado por primera vez en inglés en The Yale Review el 9 de septiembre del 2024, la traducción corrió a cargo de Norma Araceli Fernandez Suárez específicamente para Terremoto, toda reproducción total o parcial debe contar con autorización por escrito de la autora, traductora y editor]
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