Reportes - Venecia - Italia

Israel Tolentino

Tiempo de lectura: 5 minutos

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15.05.2022

Herbert Rodríguez: De Quilca a Venecia

Pabellón Perú en la 59ª Bienal de Venecia

En 1995, ingresé a la Escuela Superior Autónoma de Bellas Artes de Lima, al año de aclimatarme al espacio escolar, el jiròn Quilca se volvió la ruta educativa complementaria, la extensión de los talleres, por qué no decir, ruta vital. Un mural se levantaba sobre el local “El averno”, un choque anti académico. Luego me tocó ver esculturas que no lo eran y pinturas iconoclastas; a golpes visuales aprendí un nombre: Herbert Rodríguez. 

Venecia es el lugar más extraño del mundo, desde el 20 de este abril se inició con el pre-opening la 59ª Esposizione Internazionale d’ Arte mundial titulada: THE MILK OF DREAMS. Miles de personas haciendo colas de horas y horas para apreciar de manera directa las representaciones de cada país y las obras de les artistas invitades especialmente por la curadora Cecilia Alemani. 

Herbert Rodríguez (1959) es el artista elegido para representar a Perú en esta bienal, junto con les curadores Viola Varotto y Jorge Villacorta, juventud y experiencia, un trío rodeado de personas e instituciones particulares como estatales auspiciando esta representación. El viernes 22 se inauguró el pabellón peruano, con la muestra titulada: LA PAZ ES UNA PROMESA CORROSIVA, nombre redondo, elegido por Jorge Villacorta  para englobar la propuesta: Arte/ Vida llevada hasta ahora por Herbert Rodríguez. Con la presencia de muchos connacionales así como una persistente lluvia que desde la madrugada le dio un toque nostálgico al día, las cartas estaban sobre la mesa y toca, hasta dentro de seis meses, estar atentes a todo lo que sucederá en torno al Pavilion of Perú

Lo primero que se aprende en esta experiencia es que mirar los hechos desde las fotografías o textos u otras elucubraciones personales es la peor manera de acercarse a una acertada apreciación de la propuesta, su realización y el contexto en que se expone; es tanto lo que se debe observar y leer que se tendría que permanecer todo el medio año entre las salas del Giardino y El Arsenale. Tantas cabezas, obras desde 10 x 20 cm hasta 5 x 10 m. Desde una pared blanca con cierto cambio de tono a una tejida de cabo a rabo; del más largo video a una luz fosforescente, del cubo lleno y vacío a la performance en un jardín con piedras de canto rodado direccionando el paso, los aromas y sonidos constantes, la luz y la oscuridad, la tierra hecha cerámica desde Tucumán y el mar, el cuerpo, la flora y la fauna… la Bienal de Venecia, una cantidad de información capaz de agotar a le más atlétique de les visitantes.

Herbert Rodríguez, nos representa y es desde lejos la mejor imagen de este Perú que se acuchilla en cada estamento, antes de construir, antes de saltar a la piscina llena de tiburones, un cangrejo cultural, un correr en círculos que se intenta quebrar. Desde la comodidad del país, sobre todo desde el sillón, tu cerveza y Facebook, es fácil ejercer lo que en política sabiamente llaman de “opinólogo”, y parece que, mientras haya una mayoría en ese bando, nada se podrá esperar a favor de quienes en el futuro representen a esta agrietada patria. Es como si viviéramos en un constante trauma de no alentar a une representante por el miedo a perder, ser derrotades. En el Perú, valgan verdades, en arte estamos como en el fútbol, jugando siempre al repechaje; y no es por falta de material humano, es por falta de fogueo internacional. Los y las artistas hacen lo que pueden, los y las crítiques, curadores, galeristas, etc. todos con su esfuerzo y dinero, y con el riesgo de retornar al país donde les espera un callejón oscuro desde el aeropuerto Jorge Chávez, hasta quién sabe cuánto tiempo, pues luego de la batalla todes somos generales.

Herbert Rodríguez, como en el 2019 Christián Bendayán, nos representa bien; que te toque probar este pastel luego que has probado los pabellones cabeza de serie y les “invitades” ubicados estratégicamente, es otra cuestión. Latinoamérica y les espectadores tienen nombres por donde les visitantes van corriendo, así como la serpenteante cola de 25 Euros para ver a Anselm Kiefer ( los volvería a pagar) otros como Barbara Kruger, Anish Kapoor, Cecilia Vicuña, Francis Alÿs, etc. La muestra de Herbert tiene la pulcritud que solamente se puede lograr desde la precariedad peruana, como me dijo un amigo artista de otra nacionalidad: “han conseguido hacer una virtud de la carencias”; y oírle a él, elogiar la obra de Herbert, nuevamente, ante una curadora latinoamericana en otro momento del recorrido. La lectura en el recorrido de cada panel herberiano es el Perú, patria que cuesta reconocer, llena de complejos, que desde mi región consideraba que eran sólo de allá y mirando, desde este centro artístico, darme cuenta que es un complejo que nos une como nación y tranquilamente se podría voltear a nuestro favor, como el fútbol, si lo quisiéramos. Seguir dándole vueltas a las repetidas preguntas de la elección del artista, los presupuestos y otra burocracia de siempre es caer en la demagogia de cada cierta cantidad de tiempo, donde artistas y muches “opinólogues” tiran sus sacrosantos dogmas y, no hacen nada por presentar alternativas, actitud agotadora, cansina e inútil. Lo que hace Herbert en esta bienal suma, y mucho, a favor del ninguneado Pavilion of Perú, no invalida otras propuestas ni a otros y otras artistas.  

Hay que hacer bien el papel de hincha y cuando se deba criticar que sea en su momento. Luego de desmontada la bienal, la representación nacional debe hacer un balance de su participación y dejar una memoria para el siguiente, debe transmitir toda esa experiencia en un significativo número de presentaciones en las escuelas de arte, centros culturales y todos los espacios artísticos posibles. No olvidemos que estamos en proceso de aprendizaje —al menos desde donde me llega el ruido del vaporetto siento eso. Felicitaciones, querido Herbert Rodríguez y a todes les que nos han representado; como dice una amiga cusqueña, jugar en esta inhóspita tierra es difícil. (Venecia, abril 2022).

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